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Riesgos y peligros de montaña

P.C. Zingari y G. Fiebiger

Pier Carlo Zingari es
Director del Observatorio
Europeo de Bosques de
Montaña, Saint-Jean-d'Arvey,
Francia.

Gernot Fiebiger es Director
de Prevención Avalanchas,
Torrentes y Erosión en el
Servicio Técnico Forestal
de Austria, Salzburgo,
Austria.

Algunos métodos para evaluar, reducir y prevenir los riesgos en las regiones de montaña.

Los peligros de la montaña amenazan a personas y bienes: víctimas de un corrimiento de tierras en la zona de Garm, Tayikistán, en 1998

- FAO/20669/E. YEVES

En las montañas, las vidas huma-nas, los bienes inmuebles, las infraestructuras y los ecosistemas se ven repetidamente amenazados por varios riesgos y procesos peligrosos. Hay en la montaña peligros naturales de gran magnitud como terremotos, sequías, erupciones de volcanes y huracanes, junto a otros originados por movimientos en masa pero en menor escala de agua, nieve, hielo, tierra y rocas. Procesos naturales peligrosos son aludes, arrastres de rocalla, inundaciones, corrimientos de tierras, desprendimientos de rocas, y otros movimientos catastróficos de tierra y piedras. En regiones montañosas, estos fenómenos producen fácilmente muertes, daños, destrucción de bienes y perjuicios ecológicos.

Los hombres buscan la seguridad, tratando de eludir los riesgos o al menos de reducirlos y controlarlos, mediante planificación sistemática y mediante medidas intuitivas. En este artículo se presentan algunos métodos para evaluar los peligros y calcular y reducir los riesgos, y se describen varios tipos de medidas preventivas. Se insiste en la importancia de la planificación para el uso de los bosques y las tierras en las regiones montañosas. Se aboga por tener en cuenta las medidas tradicionales de los pueblos de montaña para adaptarse al riesgo. Las condiciones socioeconómicas de los pueblos de montaña desempeñan un papel importante en su vulnerabilidad al riesgo y en su capacidad para prevenir y mitigar las catástrofes. El artículo concluye reclamando métodos integrados, intersectoriales y participativos para reducir los riesgos.

EVALUACIÓN PREVIA DE PROCESOS PELIGROSOS

Para evaluar, mitigar y prevenir procesos peligrosos, hay que referirse a una zona definida y a un marco temporal. La zona en cuestión es aquella en que se inicia el proceso, donde sigue su curso y la zona en donde se producen los efectos. La evaluación del peligro y la adopción de medidas preventivas deben empezar siempre con el reconocimiento de toda la zona.

La importancia de un proceso peligroso se describe mediante parámetros físicos como intensidad, magnitud, duración, energía, presión, altura, volumen e impacto.

El peligro aumenta con la frecuencia del proceso peligroso durante un período determinado. Cada evaluación de peligro, por consiguiente, requiere la investigación de la probabilidad de aparición y frecuencia del proceso peligros.

Por la sucesión y la duración de los procesos peligrosos, suele distinguirse entre hechos continuos y episódicos; estos últimos pueden subdividirse en singulares o repetitivos, y en periódicos o esporádicos:

Un peligro natural que amenaza repetirse es el de las erupciones volcánicas, como esta que tuvo lugar en Reunión en 1988

- FAO, DEPARTAMENTO DE MONTES/FO-0024/O. SOUVANNAVONG

PLANIFICACIÓN DE LA SEGURIDAD Y REDUCCIÓN DE RIESGOS

La planificación sistemática e integrada de la seguridad con la consideración de los peligros naturales se ha desarrollado en los últimos decenios (Aulitzky, 1974; Kates, 1978; FAO, 2000). La formulación de una base teórica y de proyectos de control integrados se inició temprano (véase Burton, Kates y White, 1978; Rowe, 1977; Schneider, 1980) y continúa actualmente (Fiebiger, 1995, 1996; Hewitt, 1996; IDNDR, 2000).

Los aludes no sólo amenazan las vidas y los bienes, sino que causan también graves daños ecológicos; un gran alud en el invierno de 1999 derribó como si fueran palillos de dientes los árboles de este bosque cerca de Zernez, Suiza

- FAO, DEPARTAMENTO DE MONTES/FO-0346/T. HOFER

En la planificación de la seguridad cabe distinguir las etapas de análisis del riesgo, evaluación del riesgo, planificación de medidas preventivas y ejecución.

Al análisis del riesgo sigue la evaluación del riesgo, en la que se consideran el nivel de aceptación del riesgo y la atención política en cada cultura. La pregunta es: «¿Qué se permite que suceda?» La respuesta define la aceptación del riesgo.

Si el riesgo calculado en el análisis es mayor que el aceptado, se precisarán medidas preventivas. Muchas de estas medidas pueden adoptarse para controlar los procesos geomorfológicos y el peligro en las regiones de montaña, y se progresa constantemente en su desarrollo (Fiebiger, 2000).

Con la ejecución de medidas preventivas se reduce el riesgo inicial hasta el nivel del riesgo aceptado. Conviene notar que el riesgo efectivo contiene siempre un componente incalculable.

El riesgo en una zona en peligro se define por dos componentes: peligro y objetos expuestos al peligro. Las medidas preventivas tratan de influir sobre uno u otro de estos componentes:

CONSERVACIÓN DE LOS BOSQUES Y PREVENCIÓN DE LA DEGRADACIÓN DE LA TIERRA

La pérdida de la cubierta forestal, si no es sustituida por otro uso sostenible de la tierra, suele considerarse como factor agravante de las catástrofes, ya que puede contribuir a una mayor frecuencia y gravedad de inundaciones y deslizamientos de tierras. Aunque no esté científicamente probada, es probable que la relación entre disminución de superficies forestales y catástrofes meteorológicas sea muy estrecha. Los recursos forestales tienen un papel esencial, aunque no suficiente, en la disminución del riesgo. Según la escala que se considere, los bosques intervienen directamente en la regulación de la calidad y cantidad de agua, la protección del suelo contra la erosión y la contención del movimiento de la nieve y los derrubios. Los bosques de montaña tienen siempre funciones múltiples. Físicamente, pero también en atención al conjunto de sus beneficios para la vida en general, los bosques de montaña han de considerarse un elemento clave para la prevención de riesgos y la rehabilitación de las tierras después de fenómenos destructivos. Los bosques contribuyen en gran medida a la resistencia de los pueblos de montaña.

Dada la combinación de factores medioambientales y humanos, lo mejor para evaluar cuidadosamente y prevenir los riesgos de montaña relativos a cubierta forestal, inundaciones y erosión del suelo es hacerlo en el marco de una cuenca hidrográfica (Hamilton y Bruijnzeel, 1997). El registro de sucesos y las colecciones de datos contenidos, por ejemplo, en los archivos de inundaciones anuales que ofrecen en acceso directo para todo el mundo el Dartmouth Flood Observatory, el informe de 50 años -1952 a 2002- del Grupo de Trabajo sobre Cuencas de Montaña de la FAO y la Comisión Forestal Europea (EFC) y la cartografía digital de cuencas fluviales realizada por la Unión Europea (véase el recuadro) son instrumentos concretos para la evaluación y la prevención de los riesgos.

La degradación de la tierra es un problema crítico para la frecuencia de riesgos. Por ejemplo, se ha calculado que del 50 al 75 por ciento de las pérdidas económicas causadas por el huracán Mitch -y seguramente muchas pérdidas de vidas- tenían relación con la incorrecta planificación del uso de la tierra. El huracán Mitch, una de las tormentas más violentas y destructoras jamás sufridas por América Central, golpeó entre el 26 de octubre y el 1 de noviembre de 1998 una extensa zona montañosa, afectando a cinco países, causando desbordamientos de ríos, avalanchas de barro y corrimientos de tierras. Hubo unos 20 000 muertos y 3,5 millones de personas afectadas. El Mitch produjo daños de 5 000 millones de dólares e hizo necesarias gigantescas tareas de reconstrucción, anulando decenios de esfuerzos de desarrollo en la región (BID, 1999). Los terrenos montañosos y los sistemas complejos de cuencas fluviales resultaron ser las zonas más expuestas a la catástrofe.

Una enseñanza que cabe extraer del huracán Mitch es que, para analizar los sucesos y sus efectos con miras a una futura mitigación, es esencial considerar la situación antes del suceso: en este caso una sequía de ocho meses, 1,5 millones de hectáreas devastadas por incendios forestales, prácticas forestales insostenibles, deforestación, urbanización incontrolada y obstrucción de los lechos de los ríos. Los datos históricos sobre un lugar son también un instrumento básico para evaluar la vulnerabilidad, y a partir de ahí reducirla.

Algunas iniciativas e instituciones dedicadas a recoger datos para la mitigación de riesgos en las montañas

RIESGOS, ESTRATEGIAS PARA AFRONTARLOS Y MEDIOS DE VIDA

Las condiciones sociales y las actividades humanas son factores predominantes en las catástrofes. Los pueblos de montaña han adoptado tradicionalmente formas culturales adaptadas al riesgo y estrategias para afrontarlo (métodos de reducción del riesgo) como suscripción de seguros, diversificación, flexibilidad, liquidez, reciprocidad y puesta en común de recursos. Pero cuando se carece de medios de vida sostenibles, no pueden mitigarse los riesgos, y las consecuencias son graves. Los costos de los desastres siguen aumentando, y sus peores efectos siguen recayendo sobre los países en desarrollo, los países en transición y las poblaciones pobres (IDNDR, 2000).

Las catástrofes en regiones montañosas afectan a la seguridad tanto de sus habitantes como de los que viven en las llanuras próximas (Hewitt, 1997). Las familias y las comunidades de los países en desarrollo son particularmente vulnerables por muchos factores interconectados (IDNDR, 2000), como las numerosas poblaciones que viven en zonas de alto riesgo, la pobreza generalizada, la inseguridad en los medios de vida y la degradación del medio ambiente. Los peores efectos derivan a menudo del comportamiento humano y de las formas de asentamiento. Los pobres se establecen con frecuencia en tierras marginales, en particular a orillas de los ríos y en o cerca de laderas inestables. Para reducir la vulnerabilidad a los peligros, es esencial evitar que los asentamientos humanos y las infraestructuras se establezcan en zonas de alto riesgo.

Las infraestructuras viarias pueden ser causas y víctimas de las catástrofes, como en este caso en Nepal: la deficiente construcción de una carretera puede dar lugar a una grave erosión del suelo y a corrimientos de tierras

- FAO, DEPARTAMENTO DE MONTES/FO-0285/T. HOFER

A este respecto, es esencial la participación de la población local, que debe preceder y acompañar a las actividades técnicas de prevención del riesgo. Los conocimientos técnicos externos deben combinarse con las capacidades locales. Los nativos conservan la memoria de los sucesos y sus escenarios, y la prevención de riesgos debe basarse en el diálogo demorado con los habitantes, los especialistas y los ejecutores. También es esencial la instrucción en los problemas del medio ambiente.

Los habitantes de las montañas han adoptado tradicionalmente medidas efectivas contra los riesgos, como estas terrazas para prevenir la erosión en la agricultura de montaña en China

- FAO/20039

Infraestructuras como carreteras, ferrocarriles, tendidos eléctricos, embalses y asentamientos -incluidas viviendas- pueden ser a la vez causas y víctimas de catástrofes. Como las infraestructuras son resultado de decisiones políticas e interesan directamente a las comunidades locales, merecen la máxima atención.

MÉTODO INTEGRADO DE MITIGACIÓN DEL RIESGO

Los métodos intersectoriales, la descentralización en las decisiones y la participación de las comunidades locales son básicos para producir beneficios sostenibles y mitigar los riesgos. Tal vez no se alcance nunca una verdadera integración de recursos, usos de la tierra, políticas y medidas con las personas y los grupos interesados, pero esa ha de ser la idea rectora para administrar los recursos y prevenir los riesgos.

Los peligros de la montaña pueden repercutir más abajo: en el Perú, un valle antaño fértil se ha convertido en depósito de barro seco y piedras arrastradas desde las montañas peladas durante la estación lluviosa

- FAO/12351/I. VALEZ

A nivel nacional y subnacional, deben dictarse reglamentos para identificar, aclarar y vincular todos los sectores interesados en la mitigación de riesgos. La planificación hidrográfica en un marco nacional contribuye a prevenir riesgos, a responder a las emergencias y a rehabilitar o mejorar los recursos y las actividades de uso de la tierra. Estos niveles son también adecuados para una supervisión comparativa mediante criterios e indicadores aplicados a la tierra, los recursos y las actividades.

A nivel local, son esenciales el papel de organizaciones comunales y municipios, la participación pública y la consulta para la prevención y la mitigación de desastres. Así se comprueba en Suiza, país montañoso con una larga experiencia en prevención de riesgos, donde la oficina federal encargada de los peligros naturales ha adoptado un «método pragmático de evaluación comparativa de riesgos» basado en el diálogo con habitantes locales, especialistas y personal de ejecución. Pruebas a escala real, en colaboración con la compañía ferroviaria nacional y los servicios forestales locales, revelaron que el diálogo y la participación de la población local eran instrumentos eficientes para la evaluación y la mitigación de riesgos (Greminger y Jordi, 2001).

LO QUE REQUIERE LA MONTAÑA

Los riesgos en las regiones de montaña afectan tanto a sus pobladores como a los que viven en tierras bajas adyacentes. El Año Internacional de las Montañas 2002 ofrece una oportunidad par ayudar a los hogares y los ecosistemas de montaña a resistir mejor los efectos de los peligros naturales y las consiguientes catástrofes tecnológicas y ambientales, reduciendo pérdidas humanas, económicas y sociales.

En las montañas hay una estrecha vinculación entre ecosistemas frágiles y dinámicos, degradación ambiental, pobreza y probabilidades de riesgo. Deberían pues realizarse acciones internacionales y nacionales dirigidas priori-
tariamente a las montañas para aliviar la pobreza, rehabilitar el medio ambiente y mitigar los riesgos.

Los riesgos en las zonas de montaña se agravan por la naturaleza de los hábitats, la topografía y las dificultades de acceso. Son siempre necesarios unos sistemas adecuados, locales y en la cuenca hidrográfica, de alerta temprana. Por las mismas razones, la planificación, la prevención y el tratamiento de los riesgos en las zonas de montaña son netamente más económicos y eficientes que la respuesta centralizada y la recuperación después de los sucesos.

El tipo de uso de la tierra es decisivo para reducir la vulnerabilidad. Los sistemas mixtos agrosilvopastorales desarrollados en las montañas de todo el mundo son ecológica y económicamente resistentes, y deben ser reforzados, restaurados y apoyados.

Los sucesos de baja magnitud y alta frecuencia merecen la misma atención que los de alta magnitud y baja frecuencia. Mientras que las grandes catástrofes como el huracán Mitch atraen la atención internacional, muchos sucesos locales causan más daños por todas partes. Por ejemplo, más de 2 400 sucesos locales se registraron de 1990 a 1995 en Costa Rica, El Salvador y Guatemala (BID, 1999).

Modalidades culturales de prevención y mitigación de riesgos han sido desarrolladas por los pueblos de montaña en todo el mundo. La memoria de los pueblos locales acerca de los sucesos, sus causas y sus efectos debe conservarse como recurso para generaciones futuras.

Bibliografía


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