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Conflicto e inseguridad
en regiones de montaña:
una barrera para el
desarrollo sostenible

Guerras y conflictos armados constituyen quizá el mayor obstáculo para el desarrollo sostenible en las montañas. En 1999, 23 de los 27 principales conflictos armados del mundo se desarrollaban en regiones montañosas.

La ocupación de tierras altas siempre ha tenido importancia estratégica cuando fuerzas opuestas se han disputado la supremacía local o regional. El terreno alto y accidentado de las zonas de montaña ofrece no sólo una ventaja militar para hacerse con el poder, sino también un refugio para los movimientos de oposición que se retiran desde las zonas bajas. Las poblaciones de montaña acogen con frecuencia involuntariamente a los insurgentes.

Las regiones de montaña figuran a menudo entre las más pobres y menos desarrolladas del mundo, con lo que sufren desproporcionadamente los terribles efectos de los conflictos. La lucha armada es la peor barrera que se opone a la seguridad alimentaria y a la reducción de la pobreza, al impedir actividades básicas para el sustento como la recogida de agua y la producción de alimentos. En las zonas en que se usan minas terrestres, éstas no sólo mutilan a innumerables inocentes, sino que impiden el uso de tierras agrícolas, incluso durante muchos años, hasta que puedan emprenderse costosas operaciones de limpieza. Se destruyen infraestructuras como carreteras y escuelas, paralizando el desarrollo económico. La muerte, las heridas y el trauma psíquico de la guerra destrozan las vidas de los individuos y el progreso de la nación.

El conflicto estalla muchas veces cuando los pueblos de montaña con frecuencia minorías étnicas, raciales o religiosas o grupos indígenas marginados ven que se les niega la voz en el uso de los recursos locales. La lejanía de las regiones de montaña puede hacer muy difícil el establecimiento y la aplicación de normas sobre gestión de recursos y la adopción de sistemas con autoridad para solventar disputas. En consecuencia las disputas locales sobre recursos, territorio y jurisdicción pueden degenerar en dilatados conflictos entre comunidades y países vecinos. Los gobiernos centrales asentados en capitales situadas en tierras bajas pueden descuidar las necesidades de las montañas, y la falta de una auténtica representación política ha alimentado a veces la rebelión local o la revolución violenta.

En 1995, el desacuerdo sobre el aprovechamiento de las aguas de montaña era la fuente de 14 conflictos internacionales. Muchas cuencas fluviales se reparten entre dos o más países. Al crecer las poblaciones e intensificarse la demanda de agua, se multiplican las posibilidades de guerras internacionales en torno a los recursos hídricos. Por esta razón han sido necesarios muchas veces tratados internacionales para regular el uso de las aguas que bajan de las montañas. Los conflictos internos sobre el control de tales aguas pueden ser tan catastróficos como los internacionales.

Los intereses nacionales respecto al uso del agua pueden ser contrarios a los de los pueblos de montaña que viven cerca de embalses proyectados o en tierras amenazadas de inundación. Pueden surgir protestas cuando no se tienen en cuenta los intereses de los pueblos de montaña al planificar grandes proyectos de gestión del agua. La protesta legítima tropieza a veces con una represión violenta, lo que dispara la espiral del conflicto.

Las montañas son además un campo de batalla fundamental en el tráfico ilegal de drogas y en los esfuerzos por combatirlo. Tanto el arbusto de la coca (del que se extrae la cocaína) como la adormidera (usada para producir heroína) proceden de zonas montañosas. Para las organizaciones internacionales de delincuentes, cocaína y heroína significan mucho dinero. Para muchos agricultores de montaña en países en desarrollo, los cultivos ilegales son más rentables que otros, incluidos los alimentarios. A menudo son los agricultores pobres los que pagan más caro cuando los gobiernos y las organizaciones internacionales intentan eliminar el tráfico de drogas reduciendo los cultivos ilegales. Cuando se dispone de dinero de la droga para comprar grandes cantidades de armas modernas, los conflictos pueden dispararse hasta dar lugar a verdaderas operaciones militares y paramilitares. En estas situaciones, suelen ser las familias de montaña menos pudientes las que más sufren.


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