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Dinámica y evolución


Foto 15. Política de conservación de plantaciones lineales al borde de caminos rurales en Allier, Francia. (© Bellefontaine/Cirad)

La importancia de los árboles fuera del bosque, percibida por los usos y servicios múltiples que prestan, no está plasmada en cifras a escala mundial: la superficie total y las producciones de madera y productos que suministran, en cantidad y valor, siguen siendo hoy en día desconocidos. Sólo ciertas evaluaciones locales o nacionales proporcionan algunas indicaciones. Por ejemplo, en Sri Lanka, el 73 por ciento de la madera y el 80 por ciento de la madera para energía provienen de huertos caseros y de árboles en tierras agrícolas (Gunasena, 1997, citado por Simons et al., 2000). En China, 1,8 mil millones de eucaliptos están plantados en tierras agrícolas, mientras que menos de mil millones (0,95) se encuentran en forma de plantaciones industriales. En Vietnam y Tailandia hay 15 veces más árboles en los campos que en forma de plantaciones (Harwood, 1997, citado por Simons et al., 2000). También es complicado apreciar la dinámica de los árboles fuera del bosque. La inclusión de informaciones sobre la dinámica forestal y la dinámica de los árboles fuera del bosque facilitaría sin duda una mejor apreciación de la evolución de los recursos leñosos a escala mundial y confirmaría las tendencias de reducción o ampliación de la cubierta arbórea observados a nivel local.

Situación de los recursos forestales

La evaluación mundial de los recursos forestales en 1980 y 1990 ha inventariado, a partir de datos estadísticos nacionales suministrados por las instituciones interesadas de los países, las superficies ocupadas por los bosques y las plantaciones forestales. En 1996, se revisaron los objetivos de este inventario forestal mundial con ocasión de una consulta de expertos en Kotka, Finlandia (Nyyssönen y Ahti, 1996), uno de cuyos resultados fue estructurar la evaluación de los recursos forestales 2000 en tres grandes campos de actividad: la evaluación basada en las informaciones existentes particularmente al nivel de los países, las encuestas por teledetección y los estudios especiales. Estos últimos hacen hincapié en cuestiones hasta ahora poco tratadas, entre las cuales se incluyen las de los árboles fuera del bosque.

Los datos obtenidos por el ejercicio 2000 del Programa de evaluación de los recursos forestales (Recuadro 18) atestiguan una deforestación particularmente sensible en las zonas tropicales. Se sabe que el desmonte de las tierras va seguido, en muchos casos, por una fase de instalación de sistemas de producción que integran al árbol, pero no se sabe lo que ocurre con las antiguas tierras forestales, y se conoce mal la dinámica de la cubierta arbórea en las tierras agrícolas: ¿Está presente todavía el árbol? ¿Según qué tipos de formación y distribución en el espacio? ¿En qué medida atenúan estos recursos leñosos las consecuencias de la reducción de los bosques? ¿Cuál es su producción en madera y en otros productos?.

Dinámica de los árboles fuera del bosque

La dinámica de los árboles fuera del bosque va muchas veces unida a la del bosque, aun cuando el vínculo sea a veces tenue o indirecto. En diferentes países, se ha constatado que la disminución de las superficies de bosque había animado a los campesinos a plantar árboles en sus campos, con el fin de asegurar su aprovisionamiento en productos forestales (Arnold y Dewees, 1995). La dinámica de los árboles fuera del bosque se mueve con frecuencia en el sentido de los bosques hacia los espacios no forestales. La introducción de árboles en tierras agrícolas se entenderá en lo sucesivo como un medio de responder a las necesidades de productos forestales leñosos y no leñosos de las comunidades rurales y urbanas.

Recuadro 18 .

Reducción de los recursos forestales mundiales

Según los trabajos del programa de evaluación de los recursos forestales (FAO 2001b), los bosques naturales y las plantaciones cubrían en el año 2000 una superficie de 3.869 millones de hectáreas (Mha.), o sea 94 Mha. menos que en 1990. La disminución es sensible en las regiones tropicales, que han perdido 122 Mha., mientras que la superficie aumentaba en 28 Mha. en las regiones no tropicales. En las zonas tropicales, entre 1990 y 2000, la cubierta forestal ha pasado de 1.993 Mha. a 1.871 Mha., lo que equivale a una deforestación media anual de 12,2 Mha. La tasa de deforestación es claramente más marcada en África.

Los árboles fuera del bosque interesan particularmente a los países en desarrollo para solucionar las necesidades de una población, cuyo crecimiento y movimientos migratorios, que son su corolario, van acompañados por el desarrollo de frentes colonizadores agrícolas. Estos últimos invaden el bosque para alimentar a las poblaciones rurales y urbanas, sin que se deje sin cultivar un cierto tiempo para reconstituir la fertilidad de las tierras. En los campos, las múltiples actividades de recolección, que juegan un papel fundamental en la vida cotidiana, cuando son repetidas y excesivas contribuyen a la degradación de ciertos recursos vegetales de las regiones semiáridas, de las zonas periurbanas y de la periferia de los sondeos. Al mismo tiempo, cierto número de técnicas agrícolas que incluyen árboles están todavía en uso, como los parques arbóreos, la agricultura en varios pisos y el pastoreo en pastizales comunales arbolados, y toda una serie de prácticas agroforestales más o menos antiguas o innovadoras, como los cultivos en corredores, los setos en curvas de nivel y los barbechos plantados.

Mientras en los países en desarrollo los determinantes de la dinámica de los árboles fuera del bosque son el resultado de una lógica de producción, en los países industrializados asistimos además a una tendencia proambiental. La agricultura productivista deja poco lugar a los árboles. En cambio, los árboles urbanos y periurbanos, los "taludes verdes", las pantallas vegetales antirruidos y las plantaciones lineales son cada vez más importantes.

Se constatan ciertas tendencias de reducción o ampliación en los campos agrícola y pastoral, así como en sus fronteras con el bosque. Sin embargo, es preciso saber que existen variaciones en las situaciones. La dinámica de los árboles fuera del bosque no es uniforme a escala de una región y, para un mismo sistema, en localidades diferentes. Las tendencias de reducción y los fenómenos de ampliación coexisten. Los parques agroforestales de África Occidental son un ejemplo de esta situación. Muchos agentes están de acuerdo en la reducción de las superficies cubiertas por los parques, la disminución de la densidad de los árboles y el predominio de individuos viejos. Por el contrario, en Malí, los parques de Faidherbia albida están en expansión. En los parques de Hyphaene thebaica, la densidad de las plantas jóvenes es superior a la de las adultas, aunque Sylla (1998) haya inventariado un gran número de individuos enfermos, muertos, desmochados y mutilados (70 por ciento) que limitan las perspectivas de regeneración. En Nigeria, en zonas fuertemente pobladas, la densidad de árboles por hectárea en los parques aumentó de uno a tres entre los años 70 y 80 (Boffa, 2000b).

Actualmente, gracias a la teledetección, es posible el seguimiento de estos fenómenos en zonas forestales, aunque es necesario mejorar y poner a punto las técnicas y los protocolos de estudio. La evaluación de los árboles fuera del bosque podría beneficiarse de estos avances mediante una adaptación de los dispositivos. En cambio, considerando el carácter disperso de ciertos sistemas de árboles fuera del bosque, las fotografías aéreas son lo más apropiado. Queda por comprender lo que subyace en la dinámica progresiva del árbol para apoyarla donde se haya observado y fomentar procesos similares en otras regiones, anticipándose al futuro.

Disminución de la cubierta de los árboles

En los países en desarrollo, la explotación de los bosques tropicales desde comienzos de siglo, las sequías, las roturaciones agrícolas, el sobrepastoreo y los incendios han aclarado considerablemente la cubierta forestal de las zonas tropicales. Muchas tierras forestales han sido convertidas, después de la explotación, en tierras agrícolas o en plantaciones de árboles. Es el caso de Costa de Marfil, donde se han instalado muchas plantaciones frutales, de cacao y de café. Igualmente, se procedió a la deforestación, en los años 70 y 80, con la implantación de perímetros regados y la mecanización de la agricultura, como en Senegal a lo largo del río. Asimismo, la deforestación se ha visto favorecida por las políticas de "urbanización", que con frecuencia han omitido incluir los árboles en la mayoría de los planes de urbanismo. El caso de Tanzania es notable. Paralelamente, el crecimiento de la demanda de madera para energía ha creado áreas de deforestación alrededor de ciudades y pueblos de numerosas regiones del mundo. Todos estos bosques explotados o transformados han dado paso, en el mejor de los casos, a un bosque empobrecido y, en la peor de las situaciones, a árboles aislados y dispersos. Ciertas formaciones arbóreas parecen a primera vista bosques degradados, aunque en muchos casos no lo son. Es el caso de muchas sabanas atigradas de Níger (d'Herbès et al., 1997; Ichaou, 2000).


Foto 16. Frentes colonizadores, deforestación y árboles "huérfanos" en Rwegura, Burundi. (© Bellefontaine/Cirad)

En los países industrializados, el desarrollo agrícola, que pasa por la mecanización, el drenaje, el riego, el aumento del tamaño de las parcelas y explotaciones y la concentración de las tierras, es responsable de la eliminación progresiva y constante de la mayoría de los árboles de los paisajes rurales. En Francia, en el transcurso de los últimos treinta años, se han destruido 100 millones de árboles aislados o de alineaciones (Pointereau y Bazile, 1995). Paralelamente, el espacio arbolado no forestal ha visto reducida su superficie de 4,5 millones de hectáreas, a finales del siglo XIX, a 1,6 millones de hectáreas en 1990, mientras que la superficie de bosque ha aumentado regularmente durante el último siglo. En Inglaterra y Escocia, la longitud de los setos disminuyó en un 25 por ciento entre los años 50 y 70. En todas partes, los huertos pastados se han hecho raros y el patrimonio arbolado fuera del bosque ha ido envejeciendo (ibid.). Braudel (1986) poniendo en evidencia la relación entre la frecuencia de los árboles fuera del bosque y el tipo de rotación de cultivos practicada, prueba de la relación entre la presencia de árboles en el medio rural y las prácticas agrícolas.

Extensión de la cubierta arbórea

A la conversión del bosque en tierras agrícolas se opone una dinámica inversa cuando el paisaje rural se cierra como consecuencia de la plantación, de la siembra y de la multiplicación vegetativa natural de los árboles (Bellefontaine e Ichaou, 1999).

En los países en desarrollo, el crecimiento demográfico es considerado con frecuencia como un factor de deforestación. Ahora bien, en las zonas húmedas, por encima de un cierto umbral de deforestación, la cubierta arbórea es reconstituida por el hombre. En Ruanda, un estudio ha revelado que los campesinos plantaban más árboles allí donde la presión sobre la tierra era más fuerte y los cultivos industriales predominantes (Messerschmidt et al., 1993). Es edificante el ejemplo de la isla de Java, superpoblada pero muy arbolada a pesar de la omnipresencia de los arrozales. Un estudio diacrónico de fotos aéreas de la cuenca de Mahaweli, en el noroeste de Sri Lanka, entre 1956 y 1991, ha mostrado un aumento espectacular del 60 por ciento de la cobertura boscosa debido, en parte, a los huertos caseros y a las plantaciones que se han extendido a expensas del té o de la hevea y, por otra parte, a los bosques (White et al., 1995). En Kenia, en el distrito de Machakos, a pesar de un crecimiento demográfico anual del 3,7 por ciento, la densidad de árboles por hectárea ha aumentado (Banana et al., 1999). En otro caso, como en Nepal, son los cambios económicos los que han impulsado a los campesinos a una reordenación espacial de los recursos leñosos (Recuadro 19), para atender a sus necesidades, desmintiendo al mismo tiempo las predicciones de los años 70 de deforestación de las montañas de Nepal (Gilmour y Nurse, 1991).


Foto 17. Bosque degradado en la cadena de media montaña del Himalaya en Pakistán. (© Hofer/FAO)

En muchos casos, los agricultores han favorecido la conservación y la selección, e incluso la plantación de árboles en tierras agrícolas. En este sentido, la relación entre el aumento de la densidad demográfica y la evolución de la cubierta arbórea es a veces contradictoria. Así, en las Comores, "la población arbórea es más importante cuantitativamente hoy que hace treinta años. El bosque llamado natural ha disminuido, pero se ha desarrollado un paisaje arbolado en los campos de los agricultores" (Karsenty y Sibelet, 1999). En Etiopía, "cuanto más numerosos son los hombres, más se preocupan de que haya más árboles" (Mesfin Wolde, 1991). La evolución de las cubiertas arbóreas es muchas veces más evocadora que la cuantificación, siempre difícil y raramente exhaustiva, de las formaciones forestales.


Foto 18. Dinamismo de la propagación vegetativa natural por retoños de raíz y acodos (Combretum micranthum) en Níger con 400 mm. de precipitación anual. (© Ichaou)

En los países industrializados, los bosques, templados y boreales, se extienden cada vez más por simple regeneración natural unida a un éxodo rural masivo. En Europa, por ejemplo, las semillas colonizan los campos que ya no se cultivan, en barbecho forzado, en el marco de la política de la Unión Europea, y los árboles fuera del bosque se multiplican. Surgen entonces una serie de preguntas dependiendo de la problemática del desarrollo local: ¿Qué llegarán a ser estos árboles? Quizá bosques, pero ¿después de cuántos años de malezas o de incendios? ¿Son parcelas gestionadas con una política paisajística, mediante contratos de conservación ambiental y del paisaje entre los agricultores y las colectividades locales? ¿O parcelas de un nuevo tipo, donde árboles y cultivos podrían cohabitar oficialmente (es decir, fiscalmente)?

Desde los años 80, los paisajes rurales, los setos, las plantaciones en alineaciones rurales y urbanas y los bosquetes de las ripisilvas son objeto de políticas voluntaristas en Europa (Suiza, Dinamarca, Gran Bretaña, Países Bajos y ciertos Länder de Alemania). El desarrollo de mercados locales de madera aserrada (madera de construcción procedente sobre todo de troncos altos de los setos), la ayuda al desarrollo de unidades artesanales y el estudio o la promoción de centrales energéticas, a base de madera en los equipamientos colectivos de calefacción, abren mercados a los productos de los árboles fuera del bosque.

Recuadro 19 .

Dinámica de progresión del árbol en las tierras agrícolas en Nepal

En los alrededores de Katmandú, región con una fuerte densidad de población agrícola (220 habitantes por km2 , las hojas de los árboles son utilizadas como forraje, cama para el ganado y fertilizante. Ente 1972 y 1989, la proporción de las tierras altas cultivadas y de las tierras públicas (bosques y pastizales) aumentó significativamente, sin que se hayan convertido en tierras agrícolas nuevas tierras públicas. La cubierta forestal ha sido preservada mientras la población ha crecido un 50 por ciento. Esta sorprendente evolución se explica por la apertura del mercado y el cambio de los sistemas de producción. La aparición de mercados distintos de la agricultura ha ocasionado la marcha de una parte de la mano de obra local, motivando su escasez para recoger el follaje en bosques alejados. Los campesinos han plantado entonces árboles forrajeros en las tierras agrícolas más próximas y reducido sus ganados de una veintena de cabezas a uno o dos búfalos mantenidos en las proximidades de sus viviendas. Esta reducción, junto con la introducción de fertilizantes químicos, y por tanto la disminución de las necesidades de estiércol animal, se ha traducido en una disminución de la presión sobre las tierras públicas (Gilmour y Nurse, 1991).

¿Y en el futuro?

Las dinámicas ecológicas de los árboles fuera del bosque están estrechamente ligadas a las dinámicas sociales (Alexandre et al., 1999), sobre todo en las zonas urbanizadas. La población mundial vivirá cada vez más en las ciudades. Está previsto que cerca del 60 por ciento de la población residirá en las ciudades en 2025, y este porcentaje es ya mucho más elevado en los países industrializados (Banco Mundial, 1995). La urbanización influirá cada vez más en la dinámica de los árboles fuera del bosque.


Foto 19. Invasión de un claro por Pinus merkusii en Camboya. (© Aubréville)

En los países en desarrollo, en ciertas grandes ciudades como México, la plantación de árboles, bajo una perspectiva ecológica, la gestiona el municipio. En las ciudades más pobres, son frecuentemente los propietarios quienes plantan árboles, en su propiedad y su entorno con fines sociales, culturales y económicos más que ambientales u ornamentales. En efecto, la ruralización de las ciudades tiene cada vez más importancia, la mayoría de las veces para hacer frente a los problemas cotidianos, que tienen mucho que ver con un empobrecimiento creciente. El fuerte crecimiento urbano y la proximidad de los grandes perímetros de regadío generan una fuerte presión sobre los recursos arbóreos. Además, la cría de ganado menor y la arboricultura arraigan en lo más íntimo de la vida ciudadana y ocupan los intersticios en la propiedad construida. La agricultura forma cada vez más parte del paisaje urbano (Moustier et al., 1999), uniendo el medio rural y el medio urbano que se influyen mutuamente. Se establece así una forma popular de silvicultura urbana, que da prioridad al hombre y a sus necesidades. Esto no procede de un enfoque planificado de ordenación, pero contribuye positivamente al bienestar fisiológico y económico de la sociedad urbana (El Lakany et al., 2001). Junto a estos pasos individuales justificados por las necesidades alimentarias, hay que señalar no obstante que, cada vez más en los países en desarrollo, toman forma gestiones colectivas y se crean iniciativas municipales orientadas a las necesidades ambientales de la ciudad, como el confort, la lucha contra la contaminación y la gestión de las aguas residuales.

En los países industrializados, cuya población urbana es mayoritaria, se observa un auge considerable del árbol urbano desde hace treinta años. Se multiplican los estudios paisajísticos en zonas periurbanas, en las áreas de descanso de las autopistas y a lo largo de las carreteras: los árboles amenizan el paisaje y luchan contra la monotonía (Bourgery y Castaner, 1988). Con el paso del tiempo, la percepción de los recursos arbóreos ha evolucionado, pasando de una perspectiva estética a una óptica de integración de los beneficios ecológicos y socioeconómicos. En efecto, la urbanización viene acompañada también de problemas ambientales y sociales, algunos ligados a la pobreza urbana (enfermedades y falta de higiene, acceso limitado al agua potable, a los alimentos y a los combustibles), y otros al crecimiento económico o a la riqueza (contaminación hídrica y atmosférica, congestión de las ciudades, pérdida de la diversidad biológica) (FAO, 2000a).

Puede observarse cierta similitud de los problemas de contaminación, pobreza y riesgos ambientales que encuentran los habitantes de las ciudades del Norte y del Sur, si bien se explican por factores diferentes. En una y otra situación, la superación de estas dificultades pasa, entre otras cosas, por los bienes y servicios que pueden facilitar los árboles fuera del bosque en el medio urbano, como la lucha contra la contaminación atmosférica y acústica, el equilibrio climático de las ciudades y la mejora de los microclimas y la conservación de la calidad de los recursos naturales, entre ellos el agua que es cada vez más escasa en muchas ciudades10 .

Es esencial para la mejora del nivel de vida y de su calidad que los responsables de las decisiones y los gestores tengan en cuenta las ventajas de los árboles urbanos y periurbanos bajo una óptica de gestión evolutiva. Tan vitales como las ventajas ecológicas y estéticas, los árboles pueden contribuir a los medios de subsistencia de los más necesitados. La apropiación de los árboles, basada en la interacción positiva de todos los agentes interesados, permitirá gestionar los recursos arbóreos en el medio urbano como un ecosistema dinámico, contribuyendo a reducir los daños y aumentar los efectos positivos.


10 En las zonas secas, los planificadores de los institutos mundiales prevén una escasez de agua dulce. En 2050, a más de 2,5 mil millones de personas les faltará agua, especialmente en 29 países sobre todo del norte de África, África subsahariana y Cercano Oriente.

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