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Problemas y perspectivas


El problema de la leña
Consecuencias sociales de la escasez de leña
Los bosques y el combustible: Consideraciones generales
La función de la FAO

El problema de la leña

En 1980, casi la mitad de la población mundial dependía, para la satisfacción de sus necesidades energéticas, de un solo combustible: la madera. La madera es, pues, la fuente de energía más utilizada en el mundo. Para los habitantes de los países en desarrollo, es mucho más que eso: es el recurso energético fundamental de las tres cuartas partes de su población. En algunos de los países africanos más pobres, más del 90 por ciento de la energía consumida procede de la madera.

Aunque en 1981 sólo el 6,2 por ciento del total mundial de energía provenía de la leña y el carbón vegetal, casi toda la madera de origen forestal fue utilizada como fuente de energía: el 59 por ciento en el mundo considerado en conjunto, y el 85 por ciento en los países en desarrollo. En estos últimos, cada persona consumió en promedio 0,45 m3 de madera - ya fuera leña o carbón vegetal - al año, que es una cantidad de energía equivalente a 4,2 gigajulios* (GJ) o 1 200 kilovatios/hora (kWh) al año.

* 1GJ = 109 julios, energía equivalente a 35 kg de carbón o a 70 kg de madera seca de frondosas pero más dolorosamente, en términos de sufrimiento de la población.

En 1981, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) publicó un mapa de la situación en materia de leña en los países en desarrollo, donde se mostraba que de los 2 000 millones de personas que dependían de la madera, 96 millones ya no disponían de la energía mínima necesaria para cocinar y calentarse. La carestía de leña afectaba a otros 1 052 millones de personas, que sólo podían atender a sus necesidades consumiendo las reservas de madera. De este total de 1 148 millones de personas, más del 64 por ciento vivían en Asia. La escasez más aguda se registraba en las regiones áridas de Africa, en las zonas montañosas de Asia - en particular el Himalaya - y en el altiplano andino en América del Sur. Para cubrir el déficit hacían falta unos 400 millones de m3 de leña.

Estos son los datos básicos sobre la crisis actual de la leña, pero la situación está empeorando rápidamente. Según las proyecciones para el año 2000 si no se toman medidas inmediatas para mejorar la situación, 2 400 millones de personas no podrán disponer de la cantidad mínima de energía que necesitan, o se verán obligadas a consumir más madera de la que se obtiene de los bosques. Siempre en el año 2000, el déficit mundial de leña habrá llegado a los 960 millones de m3 por año, equivalentes a 240 millones de toneladas de petróleo.

Esta cifra puede servir para calcular el costo que deberán sufragar los países en desarrollo si no disponen de la leña necesaria: si el déficit de leña del año 2000 se cubriera aumentando el consumo de petróleo, costaría - incluso al precio actual de 30 dólares el barril de petróleo crudo - unos 50 000 millones de dólares al año.

Pero el déficit, evidentemente, no se cubrirá de esta forma, porque costaría demasiado y los países en desarrollo, la mayoría de los cuales son importadores netos de petróleo, no disponen de las divisas necesarias. De hecho, el costo de la crisis de la leña tendrá que medirse, con menos precisión pero más dolorosamente, en términos de sufrimiento de la población.

La magnitud del problema quedó determinada en un estudio preparado por la FAO para el Cuadro de Expertos sobre Leña y Carbón Vegetal de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Fuentes de Energía Nuevas y Renovables, celebrada en Nairobi en agosto de 1981. El Cuadro calculó que satisfacer las necesidades básicas de leña para energía durante 20 años, costaría a los países en desarrollo unos 1 000 millones de dólares al año (a precios de 1980), invertidos principalmente en planes de plantación de árboles. En este cálculo no se incluía el costo del establecimiento de las instituciones que se ocuparían del trabajo, cifra que podría duplicar el monto de los costos durante los primeros diez años. Según el informe del Cuadro «no hay peligro de sobreestimar la magnitud de los esfuerzos necesarios».

Consecuencias sociales de la escasez de leña

Las cifras globales sobre la crisis de la leña no dan una idea de lo que significa no disponer de la energía necesaria para cocinar y para calentarse. En las zonas rurales de los países en desarrollo, la mayoría de los hogares no tiene gas o electricidad; el petróleo es prácticamente inaccesible, y su sustitución por el keroseno sólo puede permitírsela una minoría de ricos, casi siempre en las zonas urbanas.

Cuando la leña empieza a escasear, las mujeres y niños - que suelen encargarse de procurar los materiales para calentar las casas y cocinar los alimentos - son los primeros que sufren. Los aldeanos tienen que recorrer grandes distancias para recoger la cantidad mínima de madera que necesitan para subsistir, y los que viven en los pueblos tienen que confiar en suministros que vienen cada vez de más lejos. En Ouagadougou, capital del Alto Volta, la leña viene ahora de lugares situados por término medio a 54 km de distancia, y cada día se hace un promedio de 1 563 entregas de leña a la ciudad, de las cuales sólo 187 transportadas con medios motorizados; las restantes entregas se hacen a pie, o con bicicletas, camellos o asnos. En Bangladesh, el carbón vegetal consumido en la ciudad de Dhaka se fabrica a más de 300 km de distancia.

El mapa muestra el déficit de leña en los países en desarrollo Para el año 2000, Unos 2 400 millones de personas sufrirán de escasez de madera o la consumirán más rápidamente de lo que se produce. No se incluye la China

En Zaire, las familias de Kinzono, en la meseta Bateke, consumen uno o dos sacos de carbón vegetal cada mes para sus necesidades más elementales; el costo de este carbón ha llegado ahora a 300 dólares la tonelada, lo que significa que un saco costará la tercera parte, aproximadamente, de lo que gana al mes un trabajador. En las partes más pobres de la cordillera andina, y en el Sahel, se gasta en leña y en carbón vegetal hasta el 25 por ciento de los ingresos familiares, y en algunos hogares de Africa oriental esta cifra llega al 40 por ciento.

Las dificultades para adquirir suficiente combustible, ya sea a causa de la distancia o del costo, originan problemas de higiene y de nutrición. De los principales cultivos alimentarios de los países en desarrollo, son pocos los apetecibles o los que pueden digerirse bien si no están cocidos, y si no pueden cocerse porque falta combustible, disminuye la dosis diaria de proteínas. En muchas zonas las familias sólo pueden hacer una comida cocinada al día, en vez de dos, sencillamente porque les falta combustible. Las prácticas agrícolas están cambiando porque las hortalizas, que pueden comerse crudas, suelen preferirse a otros alimentos más nutritivos pero que tienen que ser cocinados.

Los efectos de la escasez de leña van más allá del ámbito familiar. La falta de este combustible básico origina una reacción en cadena que afecta a la naturaleza de la sociedad rural, a su base agrícola y a la estabilidad del ambiente.

Cuando la leña empieza a escasear, se buscan con ahínco los materiales que puedan sustituirla. En el medio rural los residuos agrícolas son prácticamente la única alternativa, y se utilizan como combustible materiales como la paja, los excrementos secos, la cascarilla de arroz e incluso las raíces de las plantas. Allí donde esas materias servían como pienso para los animales, se registra una pérdida en el sistema de producción de alimentos; en los lugares donde los residuos se devolvían a la tierra, el suelo se empobrece a causa de la falta de los nutrientes esenciales contenidos en aquellos, así como del humus que se hubiera formado. En Nepal se ha calculado que por cada tonelada de estiércol animal que se quema, se pierden 50 kg de grano.

Un efecto análogo se produce en lugares donde, como en algunas partes de Senegal, se elimina la cobertura arbórea de especies que fijan naturalmente el nitrógeno, como las acacias. La fertilidad del suelo disminuye, y la tierra tiene que ser abandonada o en caso contrario abonada con costosos fertilizantes artificiales para que vuelva a producir.

Las tierras donde se ha reducido drásticamente la cubierta arbórea sufren varios efectos nocivos; se hacen cada vez más susceptibles a la erosión producida tanto por el viento como por las fuertes lluvias estacionales, que a su vez favorece la desertificación. La capa de suelo quitada por la erosión suele ir a parar a donde menos se la necesita: al lecho de un nuevo embalse o al fondo de un río de curso rápido. Surgen entonces nuevos problemas de inundaciones y entarquinamiento.

Los bosques y el combustible: Consideraciones generales

Como solución al problema de la leña en los países en desarrollo se ha sugerido encontrar una fuente de energía sustitutiva. Pero, como lo subrayó el Cuadro sobre Leña y Carbón Vegetal en 1981, «no existe otra fuente de energía que pueda constituir un sustituto de la leña... en el próximo cuarto de siglo».

En cierto sentido, esto no es un inconveniente: la mejor alternativa a la leña es más leña, porque suministrando madera - que es renovable - para producir energía, se consigue mucho más que reduciendo drásticamente el consumo. Debido a sus múltiples aspectos, las plantaciones de madera tienen diversas ventajas: sirven como combustible; proporcionan madera de construcción para los hogares y para las industrias de las aldeas; restituyen fertilidad a la tierra; detienen la desertificación; impiden la erosión de los suelos; reducen las inundaciones; sirven como pienso para los animales, y mejoran el clima. No hay ninguna otra fuente de energía que pueda ofrecer tantas ventajas.

En casi todas las publicaciones sobre la energía derivada de la madera se pone de relieve la magnitud del problema de la leña, que es sólo uno de los aspectos; a largo plazo, es probable que ese tipo de energía desempeñe una función muy positiva en el desarrollo mundial. En muchos países la oferta de leña es ya mayor que la demanda; esta importante fuente renovable de energía desempeñará, o está ya desempeñando, un papel clave en el desarrollo de esos países. La madera es, después de todo, una fuente de energía solar barata y renovable. Como se señala en un informe, «todavía no se ha inventado, a pesar de intensas investigaciones, un sistema más económico o más dúctil para capturar y almacenar la energía solar que las hojas y la madera».

La energía derivada de la madera puede representar una transición gradual de una economía y tecnología tradicionales a otras más avanzadas, transición que, cuando se vale de los combustibles fósiles, es frecuentemente brusca y desestabilizadora. Muchos países ya aprovechan la energía de los bosques no sólo para atender a las necesidades domésticas de cocina y calefacción sino también a las necesidades industriales. La leña y el carbón vegetal tienen características muy positivas como fuentes de energía comercial: son convenientes para suministrar tanto calor como fuerza motriz para las industrias forestales de aserrado, trozado, fabricación de paneles y de papel y pasta de papel. Estas industrias pueden ahora, en casi todos los casos, explotar más rentablemente la energía de los bosques que la de los combustibles fósiles.

En segundo lugar, hay muchas industrias en pequeña escala, predominantemente rurales, a las que la leña o el carbón vegetal pueden proporcionar una fuente conveniente de calor; entre ellas la desecación de los cultivos, la fabricación de ladrillos, de cal, de cemento, y la alimentación de los hornos de cocción cerámica. En tercer lugar, esta energía de la madera de los bosques es el combustible preferido por algunos países para la industria pesada, por ejemplo el carbón vegetal para las industrias de fusión de minerales. Por último, se está estudiando exhaustivamente el uso de la leña y del carbón vegetal para la producción de energía eléctrica, y algunos países ya producen electricidad de este modo.

Es también significativo que actualmente se estudien atentamente los usos de la leña en los países desarrollados. En 1981, se recogieron en Europa 53 millones de m3 de leña; en Norteamérica, 104 millones y en la Unión Soviética, 78 millones. En Suecia, un 8 por ciento de la energía primaria consumida procede de la madera, y otros varios países europeos tienen programas de desarrollo intensivo de la energía derivada de la madera.

Un aldeano de Malí regresa de Una larga caminata en busca de leña, con su carreta sobrecargada tirada por un burro. En los países del Sahel, muchos pobladores tienen que transportar la madera, que les es indispensable, desde más de 50 km de distancia

Pakistán: ganado paciendo entre los restos de Un olivar talado para obtener leña. A la deforestación de terrenos tan inclinados como éste, sigue rápidamente la erosión del suelo

Es probable que restableciendo y aumentando el número de árboles en las zonas rurales se obtengan, a la larga, más beneficios con menos gastos que con cualquier otra técnica adoptada para resolver la crisis de la leña, pero la solución de este problema no puede concebirse como una cuestión aislada e independiente de los problemas afines del desarrollo rural, de la producción agrícola y de la estabilización ecológica. En las mejores soluciones la energía forestal se considerará como parte de una estrategia más general de desarrollo que recoja todos los beneficios derivados de los árboles, entre ellos el aprovisionamiento de combustible.

La función de la FAO

La FAO, siguiendo su Programa Ordinario, se esfuerza por mejorar la situación del aprovisionamiento de leña y por ayudar a los países en desarrollo a explotar mayores superficies de su biomasa forestal, a fin de obtener energía, bienes y servicios para el desarrollo rural. La Organización divulga ampliamente las informaciones que obtiene, y actúa como centro de intercambio de datos sobre cuestiones relacionadas con la energía derivada de la madera. Otro importante sector de actividades son los programas y materiales de capacitación.

Como parte de estas actividades, el Departamento de Montes de la FAO sigue las variaciones de la oferta y la demanda de leña en los países en desarrollo, y se encuentra así en condiciones de saber cuáles zonas padecen actualmente una grave escasez, y cuáles pueden padecerla en el futuro, y recomendar los tipos de proyectos aptos para remediarlas. Estudia también lo que costaría sustituir la leña con residuos agrícolas y estiércol. Un sector de especial importancia es la preparación de estudios analíticos de los planes de producción de leña que han dado buenos resultados. El Departamento elabora monografías técnicas sobre el uso de las diferentes especies arbóreas con fines energéticos, así como sobre los aspectos económicos de los diferentes métodos para obtener leña.

El Departamento está llevando a cabo actualmente el Programa de Silvicultura y Energía Rural, que es esencialmente un programa de actividades de campo, financiado con fondos fiduciarios proporcionados por algunos países donantes. El objeto de este programa es ayudar a los países en desarrollo a mejorar su aprovisionamiento de leña, movilizando recursos adicionales que permitan solucionar el problema. Se presta especial atención a los 25 países menos adelantados que sufren ahora una creciente escasez de leña. El objetivo es darles el asesoramiento y pericia técnica necesarios para preparar programas que les permitan aumentar sus existencias de leña, como parte del desarrollo rural.

Para que un programa de este tipo dé buenos resultados, se deberán emplear varias técnicas diferentes. Inicialmente habrá que intensificar los estudios de, por ejemplo, los tipos de demanda de leña en ciertas zonas, o de las especies arbóreas más adecuadas para los planes de reforestación. En segundo lugar, habrá que organizar proyectos demostrativos para asegurar la plena participación de la población local. En tercer lugar, habrá que formar extensionistas que enseñen a los campesinos las técnicas de plantación y de explotación forestal. En cuarto lugar, será necesario reorganizar y perfeccionar las instituciones forestales nacionales, que en muchas zonas han desatendido por completo el problema de la leña, llegando a voces a impedir que las poblaciones locales cortaran leña de los montes, medida que originó la hostilidad de muchos campesinos hacia las instituciones forestales. Un objetivo principal de cualquier programa relativo a la leña debe ser cambiar esta situación.

Por último, se pueden obtener a menudo progresos fomentando la cooperación técnica entre los países en desarrollo (CTPD). En este caso, lo fundamental es establecer vínculos entre los países de una misma región que tienen problemas análogos, con lo que se evitará la onerosa duplicación de actividades y podrán divulgarse rápidamente los adelantos técnicos obtenidos. La FAO ya ha tomado las primeras medidas para organizar una red regional de energía forestal en Asia, y ha proyectado otras redes en Africa y América Latina.


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