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Energía para la subsistencia


Una estrategia de actividades
Aumentar la productividad de los recursos actuales
Crear nuevos recursos
Mejorar la distribución de la leña
Mejorar las técnicas de transformación
Encontrar sustitutos de la leña
Análisis de un caso: Nepal

Una estrategia de actividades

Los montes habrán de desempeñar una nueva importante función en el desarrollo de la población; en opinión de la FAO, la función de suministrar la energía necesaria para el desarrollo, acabará teniendo la misma importancia que la de proveer la energía de subsistencia. De momento, sin embargo, es tan agudo el problema de la leña, que la cuestión de obtener energía para atender a las necesidades más elementales es prioritaria.

Uno de los aspectos de este problema es alentador: las soluciones son muy conocidas. El factor decisivo, sin embargo, es el tiempo, ya que el problema ha adquirido proporciones criticas para millones de personas, y empeorará rápidamente si no se toman medidas igualmente rápidas. Además, como ya se ha subrayado, estas medidas tienen que tomarse en el contexto del desarrollo rural integrado.

El Departamento de Montes de la FAO sigue cinco tácticas principales en la batalla contra la escasez de leña; en casi todos los programas de actividades de campo, estas tácticas se combinarán en un plan de acción para actuar simultáneamente en varios frentes. Las tácticas son:

1. Aumentar la productividad de los recursos actuales. Si se explotaran los montes y bosques existentes, sobre todo recurriendo a las poblaciones locales, se podría conseguir un aumento de la productividad de hasta el 50 por ciento. Puede ser muy beneficioso dejar descansar las zonas sobreexplotadas. Aprovechando toda la biomasa existente - incluidas las zonas no forestales, los matorrales y arbustos, y el material que suele considerarse normalmente desechose aumentarían considerablemente las existencias de leña.

2. Crear nuevos recursos. La plantación de árboles de crecimiento rápido no es un problema grave desde el punto de vista técnico; en muchas zonas, las nuevas plantaciones pueden empezar a dar madera a los pocos años. El costo podría parecer alto, ya que se calcula que la leña obtenido de las nuevas plantaciones costaría de 2 a 4 dólares el GJ, contra los 5 dólares que cuesta el GJ de petróleo sin refinar; pero, además de no ser un gasto en divisas, la leña presenta otras muchas ventajas, y la actividad podría llegar a autofinanciarse. Por lo general, las plantaciones no sustraen tierra a otras prácticas agrícolas. Si se plantan árboles en una superficie del 2 al 5 por ciento de la tierra disponible, la producción agrícola no sufrirá necesariamente pérdidas netas. Es más, en algunas zonas las plantaciones incrementarán efectivamente la producción de alimentos.

3. Mejorar la distribución de la leña. Uno de los factores clave para fijar el precio de la leña y del carbón vegetal es la distancia de transporte hasta el usuario. Según los estudios de la FAO, el transporte deja de ser económico cuando las distancias son de más de 100 km. pero el limite para el carbón vegetal es del orden de 800 a 1000 km. Es necesario organizar y aumentar urgentemente el rendimiento de la industria de la leña estableciendo cooperativas de comercialización, regulando los precios y mejorando las instalaciones de almacenamiento.

4. Mejorar las técnicas de transformación. Hay tres maneras de mejorar la fabricación y el uso del carbón vegetal y de la leña: someter el material a un proceso previo - por ejemplo atándolo en forma de haces -; aumentar la producción de carbón vegetal, ya que con los métodos tradicionales se desperdicia hasta el 60 por ciento del valor energético de la madera; distribuir en gran escala hornillos eficaces, tratando al mismo tiempo de mejorar los métodos de cocción. Con un buen hornillo de leña se pueden obtener con pocos gastos economías de combustible del 30 por ciento o más. En algunos casos, cambiando los hábitos culinarios se pueden obtener economías análogas.

5. Encontrar sustitutos de la leña. Es probable que los efectos de la sustitución durante los dos próximos decenios sean limitados, pero la energía solar y el biogás serán una contribución efectiva. Habrá que utilizar los combustibles fósiles, cualquiera sea su costo, allí donde no puedan aplicarse a tiempo soluciones forestales adecuadas para evitar una desastrosa escasez de leña.

Antes de preparar un programa que combine las cinco tácticas mencionadas, es esencial conocer la situación de la leña en el país en cuestión. Por ejemplo, en un estudio de la FAO en Alto Volta se calculó el consumo de leña y de carbón vegetal en el campo y en las ciudades, y se examinó la función de otros combustibles en la economía doméstica, y la importancia de las industrias de la leña y del carbón vegetal. Se obtuvieron también datos sobre el potencial de los recursos actuales. El estudio mostró, sorprendentemente, que Alto Volta contaba con leña y carbón vegetal en cantidades suficientes para atender a sus propias necesidades, pero que había desequilibrios enormes que ocasionaban aguda escasez en ciertas regiones; algunos de los mayores recursos eran prácticamente inaccesibles. En base a estas informaciones el Gobierno está preparando un plan nacional para la leña.

Para combatir la escasez de leña, la FAO sigue cinco tácticas principales, cada una de las cuales comprende varias técnicas. Casi todos los proyectos relacionados con la leña requieren la integración de todas o algunas de esas tácticas, en Un pian compatible con los programas generales de desarrollo rural

En Bangladesh un estudio análogo reveló una situación muy diferente: el uso de la leña es marginal, sencillamente porque hay muy poca. Los montes de las fincas, que proporcionan casi toda la leña, se talan en una proporción del 10 por ciento al año, mientras el crecimiento es de sólo el 5 por ciento anual. El estudio puso de manifiesto un déficit de unos 800 000 m3 al año de productos forestales, en exceso de lo admisible. En base a estas y otras informaciones, la FAO pudo hacer recomendaciones a Bangladesh sobre la mejor forma de reducir futuras penurias de leña.

Aumentar la productividad de los recursos actuales

En teoría, no debería haber escasez de leña, ya que el crecimiento potencial anual teórico de todos los bosques del mundo se calcula en 110,109 terajulios (1 terajulio = 1012 julios), es decir, varios centenares de veces el consumo mundial de energía. Sin embargo, uno de los problemas es que, a pesar de esta abundancia general, pueden producirse graves penurias locales; otro problema es que rara vez se utilizan óptimamente los recursos existentes. Mejorar la productividad de los recursos actuales es, indudablemente, mucho más barato que hacer nuevas plantaciones. Es necesaria una buena explotación no sólo de los bosques mismos, sino también de todos los demás tipos de cubierta arbórea como matorrales, cotos forestales pequeños, e incluso los árboles que se cultivan para otros fines - obtención de frutos y forrajes -, o los setos vivos. Sencillas medidas de protección pueden originar a veces aumentos de rendimiento de más del 50 por ciento. Antes de poder aumentar la productividad de los recursos actuales, hay que resolver varios problemas institucionales básicos. La producción de leña rara vez se ha considerado como uno de los fines específicos de la silvicultura; al contrario, muchos servicios forestales se han creado para fomentar industrias forestales como las de la pasta y el papel, y para proteger los bosques contra los abusos de la población local. En muchos países se han producido conflictos entre las poblaciones locales y los agentes forestales. Dada la actual crisis de la leña, esta situación debe cambiar. El aprovisionamiento de leña tiene que convertirse en uno de los principales objetivos de los servicios nacionales forestales, y debe procurarse por todos los medios obtener el apoyo y la ayuda de la población local, ya que sólo si ésta interviene activamente en la gestión y control de las existencias de leña, habrá esperanzas de evitar que los problemas empeoren en el futuro. Para mejorar la productividad de los recursos actuales hay que observar seis requisitos fundamentales:

· que la producción de leña se convierta en el principal objetivo de la política forestal nacional;

· que se dicten normas para conciliar las exigencias antagónicas de reservar los bosques para la extracción de madera de construcción, y de obtener leña para la población local;

· que se aprueben nuevas leyes que permitan el acceso de la población local a los montes de leña y estimulen su participación en la explotación y control de los bosques; que se refuercen las instituciones forestales de forma que puedan ayudar a la población local a explotar sus propios recursos de leña;

· que se adopten regímenes de explotación de rendimiento constante, a fin de estimular la producción de biomasa forestal;

· que se publique un inventario de la cantidad de leña que puede obtenerse de los recursos actuales. Una de las causas mayores de la baja productividad actual de los montes es que se han venido utilizando sin ninguna planificación, con el escaso rendimiento consiguiente. La introducción de prácticas forestales científicas puede asegurar rendimientos elevados y constantes: de los 881 millones de hectáreas de montes densos productivos que hay en el mundo, sólo 41 millones de hectáreas se están explotando actualmente con arreglo a los principios de un rendimiento constante que permita el abastecimiento continuo de productos forestales, entre ellos madera para la construcción y leña.

Un proyecto de la FAO realizado en Ghana durante los años setenta puso de manifiesto las ventajas de las nuevas prácticas, al mismo tiempo que reveló los perjuicios inherentes a algunas prácticas tradicionales. En ese país se venían talando grandes extensiones de bosques porque contenían valiosas especies de frondosas, y aunque los bosques subsistían, ya no eran altamente productivos. A menudo, los bosques naturales eran simplemente talados y quemados, y después volvían a plantarse para obtener determinados productos como pasta y papel.

Esta práctica, además de ser antieconómica, fomenta el crecimiento de malas hierbas en las tierras ya limpias, al punto de que antes de poder plantar nuevos árboles se necesitarían hasta doce desbroces. Para las 57 000 hectáreas de la reserva forestal del río Subri, en el suroeste de Ghana, se decidió adoptar una nueva técnica.

Al hacer los trabajos de aclareo del bosque para replantar las especies de crecimiento rápido idóneas para la obtención de pasta y leña, se rescató la mayor cantidad posible de descartas de la madera talada, que se vendió como madera comercial, como leña o para la fabricación de carbón vegetal. No se tocó el bosque natural de las laderas abruptas, las riberas de los arroyos y los terrenos pantanosos.

Esta técnica tuvo varias ventajas, y como la madera no se quemó en el lugar, el problema de las malezas se redujo considerablemente. Se salvaron valiosas especies locales, y al mismo tiempo el raleo de la cubierta de copas permitió durante los dos o tres primeros años cultivar plátanos y mandioca entre las filas de las especies recién plantadas. En resumen, esta técnica sustituye las actividades improductivas de quema y extirpación de malezas, con las más productivas de fabricación de carbón vegetal y aserrado.

Quema de carbón vegetal en la reserva forestal del río Subri, en Ghana. La zona fue replantada para obtener y vender leña carbón vegetal y pasta de papel, y se fomentaron los cultivos agrícolas entre las filas de plantones. Los beneficios fueron de varios centenares de dólares por hectárea

Los beneficios obtenidos con la venta de la madera talada superaron en varios centenares de dólares por hectárea los gastos de transformación, aun sin tener en cuenta la producción extra de alimentos y las ventajas que supuso para los empresarios locales la disponibilidad de carbón vegetal.

La técnica Subri de conversión, como se la denomina actualmente, podría ser adoptada por muchos países es una forma bien probada de aprovechar mejor el alto potencial de los recursos actuales. Estudios recientes de la FAO han demostrado que la cantidad de descartas de madera por hectárea que podría utilizarse para obtener combustible era de 100 a 200 m3 en los bosques tropicales de alto fuste de Suriname, 88 m3 en la región Cerrado del Brasil, 75 m3 en la zona Terai de Nepal, 50 m3 en la Costa de Marfil, y que en la parte central meridional del Alto Volta podía llegar a 30 m3.

Se pueden hacer grandes economías aprovechando mejor los desechos forestales. Casi la mitad de lo que se corta en el bosque se desperdicia; gran parte de estos desperdicios son ramitas, hojas y leña menuda, y existen técnicas para formar haces comprimiendo este material y atándolo con alambre o cordeles. Estos haces arden mejor si se les pone en el centro un trozo de madera, porque su combustión se hace constante y apropiada para los usos culinarios, mientras que si se dejan sueltos arden irregularmente y con más rapidez. Para formar los haces, los herreros de la localidad pueden construir prensas sencillas y baratas.

Análogamente, las pequeñas partículas de madera, serrín y restos de carbón vegetal - que por lo general es prácticamente imposible que ardan - pueden comprimirse para formar briquetas. Aunque esta operación puede hacerse sin usar aglomerante, el material necesario es caro y la desecación de las briquetas consume gran cantidad de energía. Con algunas prensas manuales sencillas se pueden fabricar briquetas utilizando el tipo de aglomerante disponible en la localidad, como cola de pescado, resina, alquitrán o estiércol. En Polonia se aprovecha la corteza para fabricar briquetas en un proceso de producción en línea.

Muchos de estos productos tienen un valor térmico sorprendentemente elevado; por ejemplo, una briqueta con el 30 a 45 por ciento de polvo de carbón vegetal, el 30 a 45 por ciento de ramitas picadas y el 15 a 20 por ciento de estiércol, arde como si fuera un carbón mineral de calidad media. Pocas de estas técnicas se han ensayado en los países en desarrollo; deberían divulgarse y utilizarse en programas combinados destinados a mejorar el diseño y la distribución de hornillos adecuados, porque ciertos combustibles comprimidos no suelen arder bien en un hogar abierto.

Casi todos los instrumentos necesarios para preparar briquetas o haces de leña pueden ser fabricados por el herrero local. Con estos y otros procedimientos se puede aumentar hasta Un 20 por ciento el rendimiento de los recursos de leña ya existentes (a)

Casi todos los instrumentos necesarios para preparar briquetas o haces de leña pueden ser fabricados por el herrero local. Con estos y otros procedimientos se puede aumentar hasta Un 20 por ciento el rendimiento de los recursos de leña ya existentes (b)

Otra manera de aumentar la producción es incorporar los proyectos relativos a la leña a otras prácticas agrícolas. La inclusión de árboles para leña como parte de una economía mixta suele dar resultados importantes. En Tailandia, los pequeños propietarios de la zona costera al sur de Bangkok han reaccionado ante la escasez de carbón vegetal de la ciudad. Casi todos estos agricultores poseen solamente de una a diez hectáreas de tierra, y han ideado un sistema que les permite utilizar sus tierras para establecer manglares, estanques para peces y salinas. Los manglares se convierten después en carbón vegetal, y se obtienen así los máximos beneficios posibles de la venta combinada de alimentos, minerales y energía.

En Bangladesh las fincas se utilizan intensivamente de manera análoga. Las familias destinan a múltiples usos la tierra que rodea sus casas para conseguir, en lo posible, la autosuficiencia en alimentos y en energía. También los árboles se aprovechan y explotan convenientemente.

Los recursos existentes se pueden renovar, simplemente aislándolos durante un tiempo. Un proyecto de la FAO en N'Djamena, Chad, ha mostrado que sencillamente vallar zonas de vegetación natural y controlar el pastoreo y la recogida de leña durante cierto tiempo, puede ser más eficaz que emplazar una nueva plantación.

Empleando técnicas sencillas para mejorar la obtención de leña a partir de los recursos existentes, se podría aumentar la producción en una media del 20 por ciento. Esta cifra da una idea de las economías que se obtienen mejorando lo que ya existe en vez de plantando nuevas zonas para obtener leña. Las nuevas plantaciones pueden ser indispensables, pero lo primero que hay que considerar es el mejoramiento de la producción con los recursos ya existentes: aun cuando sea difícil, las ganancias serán especialmente remuneradoras.

Crear nuevos recursos

Según el estudio de la FAO «Agricultura: Horizonte 2000», para eliminar la escasez de leña a finales del siglo habría que plantar árboles en cantidades suficientes para que dieran 1 000 millones de m3 más de madera en un periodo de veinte años lo que significa que habría que plantar varios miles de millones de árboles.

El Programa de Acción de Nairobi, aprobado por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Fuentes de Energía Nuevas y Renovables celebrada en agosto de 1981, recomendó que para finales del siglo se quintuplicara el ritmo anual de plantaciones de árboles en los países en desarrollo; esta formidable tarea resulta todavía más difícil porque las zonas que más necesitan nuevas plantaciones son frecuentemente aquellas donde es mayor la presión demográfica y donde las condiciones ambientales son desfavorables. A menudo es precisamente la presión demográfica la principal causa de la deforestación, de la erosión de los suelos y de la escasez de leña.

En tales zonas hay pocas esperanzas de hacer plantaciones en bloque en gran escala, pero hay otras posibilidades: plantar setos vivos, plantar - ya sea colectiva o individualmente - cotos arbolados y árboles en los jardines, en las tierras baldías y en las orillas de las carreteras y de los ríos. La FAO ha adquirido experiencia emprendiendo programas de todos estos tipos en los últimos años. Una de las principales lecciones es que el método más eficaz es, a menudo, el de estimular individualmente a los agricultores a que planten árboles.

Un trabajador examina una acacia (Acacia albida) en un campo de mijo en la región oriental de Nigeria Como estos árboles fijan el nitrógeno, pueden triplicar o cuadruplicar el rendimiento de los campos sembrados de mijo y de sorgo

En el estado de Gujarat, India, el servicio forestal estatal empezó a plantar árboles en las orillas de las carreteras y de los canales en los primeros años del decenio de 1970. Aunque el público se interesó poco por esta operación, sirvió para que aumentara la confianza de la población en el Ministerio de Montes, y para convencer a los campesinos de que podían plantarse árboles en las tierras marginales y entre los cultivos, sin que perjudicaran a la producción agrícola. Se dieron informaciones, se entregaron gratuitamente plantones a las personas interesadas, y se organizó un intenso programa de publicidad. Al cabo de sólo algunos años, los árboles plantados habían aumentado tanto que no fueron suficientes los cincuenta millones de plantones distribuidos en 1980. En 1982, los agricultores plantaron 100 millones de plantones, y en 1983 se esperaba plantar otros 200 millones. A finales de 1982 se hablan plantado 13 330 km de arboledas en las carreteras, y 2 051 km en las orillas de los canales, por una superficie total de casi 30 000 hectáreas. Esta intensa actividad se debió al aumento del número de mercados en los pueblos vecinos, que vendían al contado leña y postes de madera.

Pueden también obtenerse resultados positivos con una legislación apropiada, especialmente a nivel local; por ejemplo, en la mayor ciudad del estado de Gujarat no se entrega el certificado para la construcción de un nuevo edificio hasta que no se han plantado en el terreno circundante por lo menos cinco árboles.

También en otros países se han intentado campañas para estimular a la población, especialmente a los agricultores, a plantar árboles: el Presidente de las islas de Cabo Verde, ha declarado como política oficial la plantación de un millón de árboles al año durante los próximos diez años. Esta política está respaldada por una extensa campaña de publicidad a través de la radio y de los periódicos. En las Filipinas, el Presidente ha declarado que todos los ciudadanos de más de diez años tienen que plantar un árbol al año durante los próximos cinco años.

Sin embargo, aunque estas campañas de plantación individual de árboles pueden dar resultados, son de poca ayuda para el que no tiene tierras o para el que las arrienda durante breves períodos. Por consiguiente, se ha prestado mucha atención a las soluciones colectivas, como la plantación de cotos arbolados en las aldeas, que permite a los campesinos disfrutar de los árboles aunque no posean tierras.

Uno de los planes que más éxito ha obtenido es el de la República de Corea. La leña escaseaba desde hacia muchos años, pero a principios del decenio de 1960 la situación llegó a ser crítica, ante los problemas de erosión de suelos e inundaciones ocasionados por la tala de árboles en terrenos muy inclinados. Por consiguiente, el Gobierno tomó medidas para que en cada aldea se plantaran cotos arbolados. Se estimuló también a los municipios para que crearan asociaciones forestales municipales que realizarían el trabajo con la ayuda de una subvención del Gobierno. Las tierras marginales o muy pendientes se destinaron a cotos arbolados, consiguiéndose una notable coordinación entre los organismos locales, regionales y nacionales. En 1978, al cabo de cinco años, se habían repoblado más de un millón de hectáreas de bosques; 240 000 hectáreas para leña, y el resto para la obtención de madera y para árboles frutales. Además, se habían preparado otros 4,4 millones de hectáreas para explotar, y las 20 000 asociaciones forestales entonces existentes hablan plantado unos 3 054 millones de plantones. Casi todos los principales objetivos del programa decenal iniciado en 1973 se alcanzaron cuatro años antes de la fecha prevista.

El éxito de la repoblación forestal en las aldeas de la República de Corea se atribuye a varios factores:

· los campesinos habían adherido ya a la idea del desarrollo rural, y los planes forestales estaban bien integrados en este programa más amplio;

· se adoptó un método gradual, sin pedir a los campesinos que hicieran mucho con demasiada rapidez;

· hubo una acción común entre el Gobierno y los habitantes, combinándose la planificación;

· se escogieron árboles que proporcionaran rápidos beneficios con la venta de la leña, la madera, la fruta y las nueces

· las actividades de investigación y desarrollo sirvieron para dar informaciones sobre las especies y técnicas de plantación más idóneas;

· se facilitaron a los campesinos, con rapidez y eficacia, los fondos materiales y las informaciones necesarias;

· se promulgaron nuevas leyes, para evitar ambigüedades en cuanto a la distribución de funciones, y se estimuló a los campesinos para que protegieran sus recursos contra los abusos.

A pesar de todo, el costo fue alto; el programa quinquenal costó 600 millones de dólares, de los cuales el 60 por ciento fue sufragado por el Gobierno.

La experiencia de China puso también de manifiesto la importancia de la participación de las comunidades locales en este tipo de planes. Entre 1949 y 1978, la movilización en masa del pueblo chino dio como resultado 72 millones de hectáreas de bosques repoblados; también en este país se había reconocido ya la importancia del desarrollo rural, y el trabajo fue realizado por las organizaciones locales ya existentes.

En China, la silvicultura está estrechamente asociada a la agricultura: por ejemplo, los agricultores chinos plantaron en el noroeste del país un seto vivo de 1 500 km de longitud en sólo dos estaciones, y entre 1958 y 1975 se plantaron 10 000 hectáreas de rompevientos en el condado de Fu Kou, más 74 millones de árboles, a razón de 140 por persona. Los programas forestales del condado de Chouchou, que incluían la plantación de 16 millones de árboles, ayudaron a duplicar la producción agrícola en diez años. Estos ejemplos demuestran la importancia de integrar los planes de obtención de leña con el desarrollo agrícola y rural.

La FAO ha asesorado y prestado asistencia técnica para la plantación de árboles para leña en otros países como Alto Volta, Cabo Verde, Nepal, Níger, Perú, Senegal, Sudán, Tanzanía y Zaire. Algunos de esos proyectos están todavía en su primera fase, y es evidente que su éxito dependerá esencialmente de la participación de la población local, de que el proyecto se lleve a cabo en el contexto más amplio del desarrollo rural, y de que las instituciones municipales se hagan cargo de la administración de los cotos arbolados. En Gujarat las plantaciones individuales han tenido más éxito que los planes colectivos, y la FAO está actualmente ayudando al Gobierno indio a evaluar los efectos de uno de los más antiguos programas forestales sociales, cuyos trabajos se iniciaron hace casi 15 años.

El mayor proyecto de la FAO relativo a la leña, que se está llevando a cabo en el Perú, consiste en una serie de plantaciones rurales para ayudar a renovar el sector de la sierra andina, donde los bosques prácticamente han desaparecido. El objetivo del Gobierno es recoger 9 millones de m3 de madera al año en el plazo de 15 años, con un programa de plantación que ha pasado de 10 000 a 60 000 hectáreas al año, y cuyo costo, durante el primer quinquenio, se calcula en 80 millones de dólares. Para llevar a cabo el trabajo, se estableció en 1980 el Programa Nacional de Repoblación Forestal. La FAO es el organismo de ejecución de un proyecto financiado con fondos fiduciarios de los Países Bajos, destinado a costear el plan del Instituto Nacional de Repoblación Forestal y a ejecutar el programa de repoblación forestal, así como a ayudar a las comunidades rurales a plantar y conservar los nuevos bosques. La experiencia obtenido en el Perú será de gran ayuda para los planes análogos de otros países.

Trabajadores chinos plantan tallos de bambú en la provincia de Hubei. Para evitar que a finales del siglo escasee la leña, habrá que plantar varios miles de millones de árboles nuevos, a fin de colmar el déficit de leña previsto en 1000 millones de m3

La plantación en bloques puede ser también un elemento clave para suministrar a las ciudades la leña que tan apremiantemente necesitan. En Etiopía, el pueblo de Dire Dawa está rodeado de matorrales que sólo dan sustento a unos pocos pastores nómadas. Los pobladores suelen traer la leña de una región montañosa situada a cierta distancia, donde actualmente quedan muy pocos árboles. La solución de plantar cotos arbolados no es apropiada, porque allí, en realidad, no hay aldeas. En cambio, hay un proyecto de la FAO de plantar 400 hectáreas de bosques explotables, enseñar a la población a fabricar y a utilizar mejores hornillos de leña, y encontrar las mejores especies que puedan dar leña y postes, así como forrajes, para los pastores en cuyas tierras se está llevando a cabo el proyecto.

Se prevé que a finales de este siglo el pueblo de Kinzono situado en la meseta de Bateke, Zaire, necesitará 500 000 toneladas de carbón vegetal al año, y para suministrarlas se está preparando un proyecto análogo.

El proyecto costaría 27 millones de dólares, y se replantarían unas 100 000 hectáreas de Acacia auriculiformis que rendirían de 10 a 12 m3 de leña por hectárea y por año. El proyecto se autofinanciarla con las ventas de carbón vegetal y de madera para construcción a partir del noveno año, y daría trabajo a unas 10 000 personas.

Trabajadores chinos muestran la facilidad con que puede mejorarse el transporte de la madera por el río Bai Yang Ha, en la provincia de Hunan. En algunos países africanos, como Benin, se podrían utilizar técnicas análogas

Mejorar la distribución de la leña

Uno de los principales factores para mejorar el suministro de leña es la distribución: hay que encontrar métodos que permitan llevar el producto desde el lugar donde se cultiva a donde se lo utiliza, y la distribución es a menudo la clave para poder atender la demanda de leña.

Casi todos los que viven en el campo han considerado siempre la leña como lo que los economistas llaman un «bien gratuito»: algo que cuesta únicamente el trabajo de llevarla desde el monte al terreno. Pero la energía gratuita, como el pastoreo gratuito, padece el mismo inconveniente que los terrenos comunes: si el pastoreo es excesivo, los predios no pueden suministrar todo lo necesario; por otro lado, nadie está dispuesto a tomar menos. A pesar de esto, la actual escasez de leña empieza, por lo menos, a poner en claro una cuestión importante: si se quiere disponer constantemente de leña, a un costo razonable y sin tener que ir a recogerla a una distancia excesiva, habrá que organizar su plantación, recolección, distribución y venta.

Los que viven en las ciudades, en cambio, rara vez han considerado la leña como un bien gratuito; tienen que comprarla en el mercado, al igual que el carbón vegetal, y como las existencias son cada vez menores, y tanto la madera como el carbón vegetal han tenido que ser transportados desde más lejos, los precios también han aumentado.

En los próximos años el suministro de leña a los habitantes del campo estará cada vez más comercializado, y nadie pensará que la leña es un bien gratuito. Esto no sólo es inevitable sino conveniente, a pesar de los beneficios excesivos que puedan obtener los intermediarios inescrupulosos y de las dificultades que pueda oponer una burocracia inflexible. Un sistema bien organizado de distribución y venta de la leña contribuirá a proteger al campesino pobre contra la explotación por parte de las clases medias urbanas.

El transporte es el factor más importante para la fijación del precio de la leña. En Nepal, en 1975, la leña recogida en los montes estatales costaba 1 $/m3; aumentaba a 8 dólares si se entregaba a un pueblo vecino, y a 16 dólares si había que entregarla en Katmandú.

Según un estudio patrocinado por la FAO en los primeros años del decenio de 1980, plantar y explotar la leña suele costar de 0,06 a 1 $/GJ; recogerla, 0,35 $/GJ, y transportarla, por lo menos 0,08 $/GJ/km, y 0,04 $/GJ/km el carbón vegetal. Estos precios, a los valores de 1978, comparados con los 5 $/GJ que cuesta el petróleo sin refinar, permiten deducir que el precio de la leña empieza a aproximarse al del petróleo cuando la distancia a que hay que transportarla dentro de la región es de 400 km, y que el carbón vegetal resulta tan caro como el petróleo cuando la distancia es de unos 800 km.

En la práctica, la distancia desde la cual resulta económico transportar la leña es considerablemente inferior, y rara vez conviene utilizar camiones para transportarla a distancias mayores de 100 km.

Pero hay también otros medios de transporte; en los países escandinavos, América del Norte y muchas regiones de China, la forma tradicional de transportar las trozas a los aserraderos es dejándolas flotar río abajo. En la ciudad de Lagos, Nigeria - que consume poco carbón vegetal, lo que es excepcional para una ciudad, la leña se transporta en canoas. El medio acuático podría usarse para transportar la leña desde las nuevas plantaciones del norte de Benin hasta las zonas suburbanas de Cotonou, en el sur, dejándola flotar por el río Ouémé. El procedimiento parece factible, pero sólo en ciertas condiciones y con el río en crecida. En algunos estudios de la FAO se han examinado los medios para aprovechar las zonas ricas en madera de la costa occidental de Africa para suministrar leña y carbón vegetal a los países del Sahel. Uno de esos estudios se concentró en el aprovisionamiento de la ciudad de Ouagadougou, Alto Volta, con combustible procedente de los bosques de la Costa de Marfil.

Estos planes son potencialmente beneficiosos para ambas partes; proporcionan combustible a una, y empleo y una nueva industria a la otra. La organización de la industria de la leña puede dar trabajo a muchas personas. El aprovisionamiento de leña de Ouagadougou dio empleo a cerca de 16 000 personas en 1980, el valor de la industria leñera necesaria para aprovisionar una ciudad como ésa era de 4,7 millones de dólares al año, aproximadamente.

La venta de leña es muchas veces una fuente importante de ingresos para el campesino pobre. En la India, los estudios han demostrado que suelen ser los más pobres, es decir, quienes no tienen tierra ni trabajo, los que viven de la venta de la leña. Muchos de ellos tienen que recorrer largas distancias para recogerla, no sólo para disponer de combustible en su casa, sino también para obtener un modesto ingreso en dinero. El peligro es que los centros urbanos, con sus enormes necesidades de combustible y sus posibilidades de pagarlo al contado, acaben despojando al que vive en el campo de los árboles de los que depende para la energía.

Las nuevas plantaciones de leña tienen que ir acompañadas de una industria eficazmente organizada. Puesto que plantar árboles cuesta bastante, y a veces hay que recurrir a préstamos internacionales, es evidente que su producto no puede ser gratuito; es necesario organizar asociaciones y cooperativas de comercialización, establecer una estructura de precios e instalaciones de almacenamiento donde acumular reservas para atender a la demanda cuando la oferta sea baja.

La producción y la comercialización del carbón vegetal es actualmente un negocio comercial en la mayoría de los países y tiene probabilidades de aumentar mucho, ya que puede transportarse con menos gastos a distancias mucho mayores que la madera.

En Benin septentrional se están haciendo nuevas plantaciones para obtener leña, pero también en el sur hace falta combustible, en las zonas suburbanas de Cotonou. Una solución podría consistir en llevar la madera flotando por el río Ouémé, cuando está en crecida

Mejorar las técnicas de transformación

Para aumentar el rendimiento en la energía que se obtiene transformando la leña hay tres buenos procedimientos: mejorar el rendimiento del carbón vegetal, convencer a los consumidores a utilizar mejores hornillos, y hacer economías durante las operaciones de cocción.

La fabricación del carbón vegetal es una operación con muchas pérdidas, ya que durante la carbonización se pierde del 30 al 60 por ciento de la energía originalmente contenida en la madera; por esto se ha frecuentemente desechado el carbón vegetal cuando escasea el combustible. Como señaló un comentador: 1 tonelada de carbón = 6 m3 de madera = rápida deforestación.

Sin embargo, la ecuación no es tan sencilla, ya que el carbón vegetal es un combustible excelente, con un valor calorífico comparable al de un carbón mineral de buena calidad, y aproximadamente el doble del de la madera. No se pudre cuando se almacena ni da humo cuando arde; es liviano y por lo tanto el transporte es barato, y da un delicioso aroma a los alimentos cocinados. La pérdida de energía durante su fabricación no es mayor que la de una estación de energía eléctrica. Como suele quemarse en hornillos que rinden usualmente más que los que queman madera, de hecho se obtiene casi el mismo rendimiento energético con este carbón vegetal que con la leña. La producción es sólo un aspecto de la industria del carbón vegetal y el rendimiento total depende de toda la cadena de operaciones, desde que se recolecta la madera hasta que se utiliza el carbón.

Uno de los proyectos de la FAO en Benin tenía como finalidad satisfacer las necesidades energéticas de las ciudades del sur del país fabricando carbón vegetal con madera procedente de los bosques situados más al norte, y utilizando hornos móviles. En proyectos como este, en el que hay que quemar enormes cantidades de madera, es evidentemente importante que el carbón vegetal dé el mayor rendimiento posible. En muchos de los métodos tradicionales de fabricación se utilizan fosos de tierra, cubriendo la madera con hierbas y brozas y después con tierra suelta. Se obtienen así rendimientos del 15 al 20 por ciento en paso, con un ciclo de carbonización que dura de veinte a treinta días; las ganancias de los fabricantes son muy escasas. Algunos países están empezando a utilizar hornos metálicos portátiles, con los cuales aumenta considerablemente el rendimiento y el ciclo se acelera, reduciéndose a sólo tres o cuatro días. Pero estos hornos cuestan unos 5 000 dólares y casi ninguno de los fabricantes de carbón sabe repararlos o conservarlos en buen estado. Por esto, muchos productores vuelven a los fosos de tierra, a menos que se creen organismos que les ayuden a financiar las reparaciones y sustituciones. Los hornos de ladrillo son más seguros y eficaces.

Senegal: en la provincia de Casamance, el horno de tierra es el procedimiento más adecuado para fabricar carbón vegetal. La madera se apoya verticalmente sobre una plataforma circular de trozas, para permitir que el aire circule a través de una chimenea metálica hecha con tres bidones de petróleo, que es el único gasto en dinero (75 dólares)

a arena
b hierba y paja
c entradas de aire
d chimenea
e tardo para la condensación del alquitrán

En el Senegal, en cambio, un proyecto de la FAO ha dado buenos resultados, utilizando una técnica adecuada de carbonización basada en los fosos de tierra. Es conocida como el horno de tierra Casamance (del lugar donde se fabricó por primera vez), y se diferencia del horno tradicional en que la madera se apoya verticalmente sobre una plataforma circular de trozas, y en que está provisto de una chimenea metálica compuesta de tres bidones de petróleo soldados. Rinde del 24 al 36 por ciento en peso, que desde el punto de vista energético equivale a cerca del 50 por ciento. El periodo de carbonización se reduce a la tercera parte, y el único gasto es lo que hay que pagar por la chimenea, unos 75 dólares.

El consumidor es el único que obtiene, o debería obtener, ventajas cuando utiliza un hornillo alimentado a leña o carbón vegetal, en vez de un hogar. La FAO se ha ocupado activamente de esta materia desde 1961, en que presentó su primer proyecto sobre hornillos en Indonesia; desde entonces ha participado en varios proyectos del mismo tipo en otros muchos países.

Honduras una campesina guisa frijoles en un hornillo de arcilla al aire libre. Estos hornillos pueden fabricarse por 10 dólares o menos, y permiten reducir en un 30 por ciento el consumo de combustible

Se afirma que con los hornillos se puede reducir hasta en un 50 por ciento la cantidad de combustible que se necesita para cocinar aunque tal vez el 30 por ciento sea una cifra más real -, ya que se calcula que los hogares normales rinden sólo del 5 al 10 por ciento.

Desde que apareció en Guatemala el hornillo Lorena, proyecto que por vez primera pareció superar la barrera de los precios, se ha renovado el interés por los hornillos. En los países en desarrollo los hornillos se utilizan sólo si son tan baratos -10 dólares o menos - que todos puedan comprarlos. La denominación «Lorena», deriva de las palabras lodo y arena. Un hornillo fabricado totalmente con barro y arena, salvo uno o dos reguladores de tiro metálicos, es económicamente accesible a casi todo el mundo. En el Senegal se están introduciendo hornillos análogos llamados «Ban ak Suuf», palabra también basada en los términos locales de barro y arena.

Uno de los problemas de este tipo de hornillo es que no dura mucho: uno o dos años por término medio. Con el uso se va deshaciendo gradualmente, y el rendimiento disminuye. Es evidente que se debe seguir estudiando la forma de obtener hornillos baratos y duraderos.

Hay actualmente motivos que justifican un cuidadoso reexamen de algunos sistemas tradicionales de cocina, por ejemplo, el hogar: las familias campesinas necesitan iluminar sus casas, y si no pueden pagar el keroseno, utilizan los hogares como fuente de luz y de calor, y al mismo tiempo para calentar el agua y para cocinar. Los hornillos, en cambio, no dan luz, y además las mujeres que utilizan hogares saben, por tradición, cómo aprovechar el fuego para que dé el mayor rendimiento posible, y obtienen así las máximas ventajas de la flexibilidad y adaptabilidad de este sistema.

Pero, por otra parte, con un hornillo se puede mejorar considerablemente el ambiente de la casa; dos de sus principales ventajas son que no hace humo y que mejora la ventilación. Otra ventaja es que produce menos quemaduras que los hogares normales Aunque es importante calentar el ambiente, no cabe duda de que el mayor rendimiento energético de los hornillos permite economizar en el consumo de combustible. Por todas estas razones, cuando los hornillos son la mejor solución, hay que divulgar lo más posible las técnicas de fabricación y de uso.

Mujeres senegalesas construyen un hornillo «Ban ak Suuf», de lodo y arena. Las ilustraciones se basan en dibujos originales de un artista africano que ha participado en Un programa de fabricación de hornillos de leña

Encontrar sustitutos de la leña

Como es difícil encontrar materiales que sustituyan la leña, resulta siempre mejor buscar materiales que suplan la energía derivada de la madera. Es el caso del biogás y la energía solar, en cualquiera de sus formas; de los combustibles fósiles - en particular keroseno - y, naturalmente, de los residuos agrícolas. Por lo general, es preferible utilizar estos últimos para alimentar una instalación de biogás en vez de quemarlos directamente, porque con el proceso de fermentación se obtendrá un fertilizante mejorado que se perdería en el caso de quemarlos.

Los materiales que sustituyen o que complementan la leña son un elemento importante de cualquier plan nacional de combustibles de madera. Por ejemplo, si la leña escasea mucho, habrá que recurrir temporalmente a los combustibles fósiles, en cualquiera de sus formas, hasta que empiecen a cosecharse las nuevas plantaciones. Muchos países han adquirido ya experiencia en subvencionar el abastecimiento de combustibles fósiles a las zonas urbanas, a fin de aliviar la presión sobre los recursos rurales.

En la India se ha subvencionado el carbón mineral y el keroseno en algunos pueblos y ciudades, obteniéndose un menor consumo de leña y de carbón vegetal. En el Senegal se ha intentado adoptar el butano en las zonas urbanas, pero con menos éxito. En Gambia se ha prohibido la producción y el uso de carbón vegetal. En la República de Corea se ha procurado electrificar la zona rural; como consecuencia de esta y de otras medidas, el porcentaje del consumo de leña con respecto al consumo total de energía bajó del 55 por ciento en 1966, a sólo el 19 por ciento en 1979.

Es difícil encontrar materiales que sustituyan a los combustibles domesticas porque, como sucede frecuentemente, las amas de casa sienten apego por los combustibles tradicionales, o bien no pueden pagar otro combustible o el equipo necesario para utilizarlo. Pero hay una alternativa: muchas industrias rurales, como las de fabricación de ladrillos, cocción de productos cerámicos y desecación del tabaco, consumen grandes cantidades de leña, y puede ser más fácil convencer a estas industrias que a las amas de casa a que sustituyen la leña por un combustible fósil, ya que el cambio presenta otras ventajas; por ejemplo, mayor rendimiento y mejor control del proceso calorífico.

Una mujer etiópica guisa el plato nacional, «n'jera», en Una cocina que funciona con biogás. Conviene instalar estas cocinas, sencillamente por los fertilizantes que derivan del proceso de fermentación. En muchos casos, el gas puede considerarse como un beneficio gratuito

Análisis de un caso: Nepal

En Nepal se está llevando a cabo con éxito un programa sobre la leña. Un proyecto mixto FAO/PNUD/Banco Mundial/Gobierno de Nepal ilustra la forma de combinar los procedimientos relativos al uso del combustible antes expuestos con una enérgica acción gubernativa, para asegurar el éxito de este tipo de proyectos.

En 1977, el Gobierno promulgó leyes estimulando a los «panchayat» - conjunto de aldeas que son las menores unidades administrativas de Nepal - a que explotaran sus propios montes. Se crearon dos tipos de montes: los montes panchayat, que eran sobre todo terrenos baldíos que habla que volver a plantar, y los montes panchayat protegidos, que sólo necesitaban protección y explotación.

Una vez decidido el restablecimiento de los montes comunales en Nepal, se procedió a la creación de instituciones y al fomento de la capacitación necesarios para respaldar la acción comunitaria. El Ministerio de Montes creó una Dirección de Montes Comunitarios y de Repoblación Forestal, encargada de elegir las especies que había que plantar, de los viveros, de organizar los servicios de extensión y de capacitación, y de vigilar y evaluar el programa durante su curso. Al mismo tiempo se ampliaron los servicios de capacitación para preparar más agentes forestales, y se intensificó también considerablemente la investigación forestal.

A fin de aumentar la cubierta forestal y mejorar el rendimiento de la leña, se siguen en Nepal tres de las cinco tácticas antes indicadas:

1. Aumentar la productividad de los recursos existentes, consiguiendo que los panchayat protejan y aprovechen unas 39 100 ha de montes panchayat protegidos.

2. Crear nuevos recursos, de dos formas: plantando 11 750 ha de montes panchayat protegidos, y proporcionando 900 000 plantones para plantaciones privadas. Esta parte del proyecto implica la creación de viveros en cada uno de los 340 panchayat de colina que participan.

3. Mejorar las técnicas de transformación, distribuyendo hornillos de cerámica y de arcilla fabricados en el país. El objetivo es distribuir 15 000 hornillos, con los que se economizarían 25 000 toneladas de leña al año, equivalentes a las necesidades anuales de 4 000 familias.

El proyecto tiene éxito gracias a una combinación de actividades de capacitación, enseñanza, extensión y demostración, para informar a la mayoría de los habitantes de las colinas acerca de las ventajas del programa; además, se toman medidas para que los aldeanos actúen como guardas y vigilantes, y para que los ayudantes forestales de la comunidad sugieran a los aldeanos lo que se debe hacer.

El proyecto de cinco años de duración costará 24,8 millones de dólares y proporcionará un tercio aproximadamente del combustible de madera necesario para 570 000 personas, y forraje suficiente para 132 000 cabezas de ganado También aumentara la producción agrícola, porque se utilizarán menos estiércol animal y residuos agrícolas como combustible. Según los cálculos, podrán economizarse hasta 156 000 toneladas de grano al año, casi la tercera parte de la producción total de la región montañosa.


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