Página precedente Indice Página siguiente


APENDICE D
DISCURSO INAUGURAL DEL DIRECTOR GENERAL

Sr. Presidente,

Este 16o período de sesiones del Consejo se reúne en un momento en que reina una sensación inconfundible y creciente de inquietudes y presentimientos desfavorables sobre la alimentación y la agricultura mundiales. Estamos atravesando un período en que no sólo existen graves motivos de preocupación, e incluso de alarma en muchos lugares, sino también una incertidumbre más extendida, tal vez, de lo que se ha conocido desde los años inmediatamente siguientes a la Segunda Guerra Mundial. El panorama de la agricultura mundial en el último año o poco más no sólo ha sido desalentador en varios aspectos sino que también han surgido indicios de que está en marcha un proceso radical de cambios, de resultas del cual - para bien o para mal - puede surgir una nueva estructura mundial. Al propio tiempo, se han producido fluctuaciones que hacen un tanto dudosas las perspectivas del futuro. En los últimos meses hemos estado evaluando constantemente la situación. Creo que ahora es esencial que presente ante este Consejo mi impresión actual sobre al menos algunos aspectos del panorama general.

Al hacerlo así, tengo el máximo interés en conocer los puntos de vista del Consejo, por haber éste sido creado por la Conferencia en 1947 como el principal órgano de la FAO sobre cuestiones alimentarias mundiales y haberle facultado especialmente para asesorar en materia de la suficiencia de los suministros alimentarios. Tenemos que obrar todos juntos con objeto de de que la voz de la FAO pueda ser escuchada claramente en circunstancias como las que ahora conocemos. Precisamente con ese fin se creó esta Organización.

Las características más evidentes de la actual situación altamente perturbada son ya muy conocidas. Existe la amenaza de la penuria de alimentos en muchas partes del mundo - amenaza que ya se ha convertido en cruda realidad en algunos lugares como la zona saheliana del Africa occidental. En conexión con esta amenaza - si bien en grados diferentes - tenemos factores tales como las inmensas compras de cereales realizadas por la Unión Soviética, el rápido agotamiento de las reservas mundiales de cereales y la capacidad demostrada en 1971 y en 1972 por la mayoría de los países del mundo en desarrollo para aumentar su producción agrícola con la rapidez suficiente. Al propio tiempo, ha crecido con notable rapidez la tendencia a un fuerte aumento de los precios de una gran diversidad de productos agrícolas: cereales comestibles, cereales secundarios, arroz, carne, azúcar, cacao, madera, algodón, caucho natural y otros.

¿Por qué ocurre todo esto al mismo tiempo? ¿Existe alguna causa general básica? ¿Se trata de una serie de coincidencias? ¿Es auténtica la amenaza de una escasez mundial de alimentos? En tal caso, ¿podrá ser duradera? ¿Qué puede en general ocurrir a la agricultura mundial a largo plazo? Tales son algunas de las preguntas que se amontonan en nuestra mente y que estamos analizando continuamente. Es naturalmente imposible contestarlas todas en el momento actual, pero, para empezar, debemos tratar de desglosar algunas de ellas.

Hablemos primero de la amenaza de una penuria mundial de alimentos. En efecto, esa amenaza es real. Lo afirmé ya claramente cuando traté por primera vez de este peligro en una conferencia de prensa celebrada a comienzos de febrero. En cierto modo, sin embargo, las perspectivas desde entonces no han hecho más que empeorar.

En aquella ocasión expresé mi opinión de que no era muy probable que se presentara la amenaza del hambre en gran escala en los meses próximos. Esos meses han pasado ya, y mientras tanto el hambre se ha aproximado en forma peligrosa, sin duda alguna en la zona saheliana y probablemente también en algunas partes de otros países, aunque los informes al respecto no sean del todo precisos.

Dije también en febrero que existen algunos signos esperanzadores que se basan en gran parte en las perspectivas de obtener cosechas óptimas en los Estados Unidos y el Canadá. Estas perspectivas son ahora mucho menos seguras debido a las condiciones climáticas. Además, ha empeorado aún más la situación alimentaria en el Lejano Oriente. Por estos y otros motivos, parece ahora claro que la producción de 1973 no podrá cubrir las mínimas necesidades previsibles de trigo en la campaña 1973–74. Ello significa que las reservas de trigo de los países exportadores - que se encuentran ya a su más bajo nivel desde hace más de 20 años - tendrán que ser reducidas aún más. Con ello, nuestro mundo, cuya población ha crecido en un 50 por ciento en este mismo período de unos 20 años, quedará aún menos protegido en la campaña 1974–75.

Por otro lado, existe ya un déficit material de arroz: los suministros exportables son inferiores en unos dos millones de toneladas a las necesidades previsibles de importaciones. Además, crece continuamente la demanda de cereales secundarios y, si la cosecha de maíz de los Estados Unidos no responde a lo que en un principio se esperaba, aumentará el volumen de trigo dedicado a piensos. Todo ello ejercerá una presión aún mayor sobre los suministros de trigo.

Si se produjera un nuevo empeoramiento grave de las cosechas de América del Norte o del Lejano Oriente, podría muy bien presentarse una penuria de cereales a escala mundial. El período que transcurrirá desde ahora hasta fines de septiembre es el más crítico y durante el mismo tendremos que seguir viviendo en una atmósfera de incertidumbre confusa, suponiendo que la incertidumbre no quede brutalmente resuelta por una catástrofe repentina. La medida real de nuestra inquietud, sin embargo, está en el hecho de que si bien por un lado una pequeña reducción de la producción prevista en una zona importante podría provocar un grave déficit a escala mundial, una pequeña mejora de la producción no podría en cambio solucionar una situación que ya es difícil.

La causa principal de la difícil situación en que se encuentra ahora el mundo ha sido naturalmente la sequía y otras condiciones meteorológicas desfavorables durante los dos años últimos. He dicho ya en otras ocasiones durante el año actual que es intolerable el hecho de que, en este último tercio del siglo XX, el mundo siga aún dependiendo casi totalmente del buen tiempo y del estado de los cultivos en una sola estación para sus suministros básicos de alimentos. Precisamente para ayudar a rectificar esta anomalía, me he decidido a presentar una propuesta específica a largo plazo a los gobiernos a la cual me referiré dentro de algunos minutos, pero primeramente quisiera insistir en mi examen de la situación general. Las condiciones meteorológicas por sí solas no pueden ser totalmente responsables de la gravedad de la presente situación alimentaria mundial. Tampoco, debo insistir en ello, es sólo esta situación mundial la causa única de nuestra profunda preocupación. La agricultura mundial en general está atravesando un período sumamente perturbado. La situación es enormemente compleja. Algunos factores son nuevos, otros no lo son; algunos pueden tener solamente importancia a corto plazo, pero otros tienen repercusiones que podrán extenderse tal vez a muchos años venideros. Permitáseme que exponga los que me parecen más importantes.

En primer término, existe hoy el hecho reconocido de que, independientemente del tiempo, los países en desarrollo en su conjunto no han realizado durante los últimos años los progresos en el reino de la agricultura que tenían necesidad de alcanzar y que, en los muy pocos años últimos, se consideraban prematuramente en algunos círculos como relativamente próximos gracias a los adelantos tecnológicos, como el desarrollo de las variedades de alto rendimiento. En los primeros dos años del Segundo Decenio para el Desarrollo, han quedado muy por debajo del objetivo anual de aumento de la producción agrícola fijado para ese período. Algunos de los motivos a que ello se debe pueden tener una duración relativamente limitada, tal como el problema reciente de los precios y suministros mundiales de los fertilizantes. Además, aunque el aumento del esfuerzo por incrementar la producción agrícola tiene una importancia vital, no puede, ni siquiera dentro del sector agrícola, otorgársele una prioridad absoluta, que pudiera ahogar el progreso ya iniciado hacia otros objetivos sociales, relacionados con ella y de la misma importancia: progreso que, en la mayoría de los casos, no ha pasado de la fase experimental. Con todo, no cabe dudar de que, frente al enorme aumento de la población en los países en desarrollo el crecimiento de su producción agrícola es alarmantemento lento.

He analizado ya en numerosas ocasiones los diversos motivos a que obedece esta situación: todas las dificultades técnicas, económicas, sociales y a veces políticas con que tropiezan esos países y de las cuales no son en modo alguno totalmente responsables, pero debo repetir una vez más que, a menos que los países en desarrollo introduzcan un volumen mucho mayor de mejoras dinámicas en el sector agrícola, y a menos que los países desarrollados les ayuden a lograrlo en una proporción mayor que hasta ahora, sólo puedo entrever escasas esperanzas de una mayor estabilidad y prosperidad del panorama agrícola mundial durante un período más largo del que quisiera prever.

No obstante, aún teniendo en cuenta el hecho de que la población de los países en desarrollo está creciendo sin parar y ejerciendo presiones cada vez más fuertes sobre los recursos, el índice insuficiente de crecimiento del sector agrícola de estos países no es un nuevo factor de repentina aparición que pueda producido el cambio en la situación mundial que parece estamos presenciando ahora. ¿Cuáles, por tanto, son los factores nuevos?

Uno de ellos ha sido sin duda la incertidumbre producida por la plaga de crisis monetarias ocurridas durante los dos años últimos, unidas a las presiones inflacionistas cada vez mayores en una gran parte del mundo desarrollado. Sin embargo, aunque esta situación en último término causa el mayor daño a los países en desarrollo y aunque estos países dependen especialmente de sus exportaciones agrícolas para obtener ingresos comerciales, no se trata naturalmente de un hecho que afecte sólo a la agricultura. Para percibir lo que parece estar ocurriendo en la agricultura mundial, es más importante examinar otra serie de circunstancias.

El hecho básico es el de que, durante los últimos 20 años más o menos, el mantenimiento de reservas excedentes de cereales en los principales países exportadores, proporcionaba al mundo una especie de barrera defensiva contra la adversidad. En primer término, volviendo al problema de la escasez, la existencia material de esos excedentes significaba que existía una reserva de seguridad para la totalidad del mundo. En segundo lugar, lo que tiene más importancia para mi tesis, esas reservas de cereales - tanto por sí mismas, como por la importancia de los cereales para la industria ganadera - proporcionaron durante esos 20 años una estabilidad relativa de los precios de los principales productos alimenticios de la zona templada.

Esta situación se ha alterado hoy en día. Los principales países exportadores han estado aplicando con éxito políticas nacionales de ordenación de sus suministros con objeto de reducir esos excedentes, que actualmente son más que nada una carga, y no tienen intención de que se siga contando con ellos para nutrir las reservas mundiales. Como complemento de esta situación se ha producido la entrada en enorme escala de la Unión Soviética en el mercado mundial. Además, se han recibido nuevos informes sobre la sequía en China aunque no parece que pueda tener mucha repercusión en sus necesidades de importaciones de cereales en el año próximo.

Así pues, las reservas han desaparecido más o menos. No debemos naturalmente olvidar que en el pasado las reservas han ejercido efectos gravemente depresivos sobre los mercados, pero ahora la situación ha oscilado hasta el otro extremo. Las reservas son actualmente tan bajas que ya no ofrecen seguridad contra las escaseces extendidas tales como las que se presentan actualmente ni pueden proporcionar aquella especie de lastre que antes proporcionaban en el mar agitado de los precios agrícolas internacionales.

No quiero sugerir que los excedentes pertenezcan ya al pasado. La capacidad de los Estados Unidos y de otros países para producir en exceso de la demanda seguirá naturalmente subsistiendo. Lo que me parece muy probable que ocurra es que, dada por una parte esa capacidad productiva excesiva y por la otra una diversidad de factores como el tiempo desfavorable, las estructuras cíclicas de la demanda y de los auges industriales que absorben las materias primas agrícolas, en los diez años próximos poco más o menos el mundo tendrá que vivir en medio de una serie de fluctuaciones a veces violentas de los suministros agrícolas, agravadas por el aumento de la población. Apenas precisa que señale, en términos generales, que tales fluctuaciones serían indeseables para casi todos nosotros. Con ellas, las dificultades de una planificación ordenada aumentarán en forma inconmensurable.

Esta perspectiva, sin duda alguna, subraya fuertemente la importancia general de un ordenado reajuste internacional de la agricultura. Algunas gentes pueden creer que la cuestión del reajuste pierde una parte de su importancia en una crisis como la actual cuando el principal problema no es ya el de los excedentes. Sin embargo, la realidad no es ésta ya que supone adoptar un punto de vista demasiado mezquino sobre el reajuste; porque, en efecto, el reajuste no trata tan solo de lograr un reparto más equitativo de los mercados de productos agrícolas sino que abarca un ámbito mucho más amplio de políticas de producción y comercio tanto en los países en desarrollo como en los desarrollados con objeto de introducir una armonización general mucho más amplia de las estructuras de la agricultura mundial. Sólo en la medida en que se consiguiera esta armonización - lo cual no parece ocurrir en el momento actual - podría el reajuste perder su importancia.

En todo caso, el problema general del reajuste será objeto de una discusión completa en la Conferencia. Contemplemos por un momento lo que ya ha ocurrido en materia de precios a corto plazo. La gran diversidad de los aumentos de los precios agrícolas a la que me he referido antes adquiere un significado especialmente ominoso si se desglosa entre los productos de la zona templada y los de las zonas tropicales. En términos generales, y con algunas excepciones evidentes, a veces de proporciones gigantescas como las reservas de mantequilla de los países desarrollados, los precios de los productos de la zona templada han subido mucho más que los de las zonas tropicales.

Esto nos lleva a un argumento general sobre los efectos de las fuertes fluctuaciones que he previsto; a saber, que los que más sufren en esta situación son sin duda, una vez más, los países en desarrollo. Si bien algunos de ellos pueden obtener ventajas temporales del alza de precios de unos pocos productos agrícolas, los beneficios de esos países en conjunto están diseminados de una forma muy desigual y, excepto en el caso de algún producto especial como el petróleo, obtienen ventajas mínimas en comparación con los inconvenientes generales que padecen. La falta de precios estabilizados especialmente para los productos alimenticios básicos, impone grandes privaciones a los países en desarrollo en general que causan no sólo perturbaciones económicas sino también muchas veces graves problemas sociales.

Es sumamente injusto que los miembros más débiles de la comunidad internacional de naciones deban continuamente ser los que tienen que arrastrar las nuevas cargas cada vez más pesadas producidas por las modificaciones de la situación económica mundial. Sobre todo cuando se piensa en sus consumidores individuales, en su población. Los consumidores de los países desarrollados, cuando se enfrentan con un alza de los precios de los alimentos, están al menos protegidos en considerable medida por los medios que ofrece la prosperidad general como son las probabilidades de un aumento de los salarios o el mecanismo de la seguridad social. En los países en desarrollo, en cambio, el alza de los precios de los alimentos para la mayor parte de los consumidores significa únicamente una mayor seguridad de pasar hambre, una probabilidad mayor de malnutrición.

Sr. Presidente, en el momento presente el conjunto de la situación relativa a la alimentación y la agricultura mundiales es sin duda difícil y perpleja. Algunos aspectos de la misma exigen una investigación más profunda y un estudio más detallado para descubrir las causes subyacentes de este trastorno y elaborar las iniciativas que es necesario adoptar. Otros aspectos exigen una acción rápida e incisiva.

Por lo que respecta a las desigualdades básicas que están siendo prolongadas o agravadas por los cambios fundamentales de la agricultura mundial que se están ahora produciendo, mantengo la encendida esperanza de que las próximas negociaciones del GATT señalarán un decisivo paso adelante en lo que se refiere al sentido de responsabilidad del mundo para resolverlas. Existe sin duda la necesidad de políticas internacionales más racionales que permitan, entre otras cosas, un grado mucho mayor de estabilización de los precios de los productos agrícolas en el mundo entero. Un medio indudable de fomentar esa estabilización es la conclusión de un número mayor de acuerdos válidos sobre productos básicos. En cualquier caso, la FAO, tanto en su labor específica sobre políticas de productos básicos como en su intervención más general en la cuestión de los reajustes, tiene un papel esencial que desempeñar en los procesos que permitan introducir un mayor orden y equilibrio en la forma en que el mundo vive de su agricultura.

La presencia y la amenaza de escaseces reales de alimentos en muchas partes del mundo exigen respuestas que puedan producir resultados más rápidos. He consultado extraoficialmente con varios gobiernos sobre la situación general y también la he señalado a la atención del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, el cual aprobó el mes último, sin ningún voto en contra, una resolución en la que acogía con satisfacción mi intención de presentar a este Consejo y a la Conferencia propuestas concretas destinadas a poner en aplicación el concepto de la seguridad alimentaria mundial mínima. Tenéis a la vista mi propuesta sobre medidas internacionales que puedan asegurar la creación de existencias adecuadas de alimentos básicos. Me referiré con más detalle a esta propuesta cuando se os presente como tema del programa. Sólo quiero decir en este momento que la idea de la seguridad alimentaria mundial mínima, aparte de su importancia fundamental en el contexto de las medidas para combatir la penuria de alimentos, ha sido descrita por el Secretario General de las Naciones Unidas como un elemento vital dentro del concepto más general de la seguridad económica colectiva del mundo, que era el objeto de los debates del ECOSOC en su período de sesiones del mes último.

Puedo añadir que en mis contactos con los gobiernos de los principales países exportadores de cereales, he señalado que si bien la situación actual es aún incierta podría empeorar rápidamente hasta el punto de que se precisara una acción muy rápida. Por ello añadí que tal vez se deba iniciar algún tipo de planificación para situaciones de urgencia, cuestión sobre la cual hablaré con algún detalle cuando se presente el tema del programa relativo a las reservas de alimentos.

Por último, en este contexto de las medidas para combatir la penuria de alimentos, debo mencionar nuestra operación de socorro en la zona saheliana de Africa. Aunque también trataré de esta cuestión con más extensión cuando se presente el tema correspondiente del programa, puedo decir ahora brevemente que se ha confiado a la FAO la labor de actuar como núcleo central para concentrar el esfuerzo del sistema de las Naciones Unidas en la prestación de asistencia a los países siniestrados. En el momento actual, nos ocupamos naturalmente sobre todo de ayudar a aliviar la actual situación crítica, pero seguiremos trabajando cada vez más de concierto con otros organismos para tratar de encontrar soluciones a los problemas a más largo plazo de esos países, que a causa de esta crisis han adquirido tan triste prominencia.

Debo ahora, señor Presidente, tratar de una cuestión totalmente diferente: la situación financiera de la Organización y el Programa de Labores y Presupuesto para 1974–75.

Permítaseme hablar primero de la situación financiera en el bienio actual. Recordarán ustedes que en el último período de sesiones del Consejo, informé sobre la grave situación financiera en que se encontraba la Organización como resultado de las variaciones de los cambios de moneda y de la aceleración de las presiones inflacionistas generales que significaron que tuvimos que absorber costos no presupuestados durante ese bienio calculados en 6,5 millones de dólares. Así se hizo, aplicando medidas que implicaban economías obligatorias con objeto de evitar que tuvieramos que recurrir al Fondo de Operaciones. Como saben ustedes, sin embargo, el aumento de los costos no ha detenido su ritmo sino al contrario. Además, nos hemos visto de nuevo sometidos recientemente a considerables fluctuaciones de los cambios de moneda. Es imposible predecir lo que pueda ocurrir en el resto del año. Albergo aún la esperanza de poder ordenar la situación financiera en 1973 sin necesidad de recurrir al Fondo de Operaciones y mantengo una constante vigilancia de la situación con este fin.

El Consejo recordará también que la crisis financiera surgió en un momento en que adopté la decisión de que había llegado la hora de atender a las enérgicas recomendaciones de la última Conferencia en el sentido de que la Organización debería revisar sus prioridades y, cuando procediera, transferir recursos de las actividades de baja prioridad a las más importantes. Por ello era indispensable ajustar las economías que nos veíamos obligados a hacer con este trabajo sobre prioridades. Ello nos llevó a diversos reajustes del programa y también a una recionalización de la estructura de la sede que el Consejo aprobó y que ha sido ya puesta en práctica, aunque, como verán ustedes, voy a proponer algunos otros cambios estructurales para su aprobación previa por parte de nuestros Organos Rectores.

Así pues, las medidas adoptadas con la aprobación del Consejo en lo que respecta a economías, prioridades y la consiguiente simplificación de nuestra estructura nos han llevado a una situación en que, pese a graves dificultades, el presupuesto del Programa Ordinario se mantiene equilibrado y en que hemos conseguido al propio tiempo elaborar un programa que, según mi convicción, está estructurado con mayor eficacia dados los recursos de que disponemos. Quisiera decir algo más sobre la importancia del vínculo entre la fijación de las prioridades y la disponibilidad de recursos, cuando me refiera al Programa de Labores y Presupuesto para 1974–75, pero mucho me temo tener primero que informar a ustedes de que, por motivos que escapan en gran parte a nuestro control, hemos entrado en una situación difícil por lo que respecta al sector extrapresupuestario, y especialmente a nuestros gastos generales como organismo de ejecución.

Como sabe el Consejo, la proporción de fondos del PNUD asignados a proyectos dentro de la esfera de competencia de la FAO ha ido disminuyendo. Al propio tiempo el volumen total del Programa del PNUD en términos reales se ha estabilizado más o menos. Por estos y otros motivos tales como los cambios de moneda y la inflación de los costos, la FAO está actualmente gastando mucho más en sus actividades financiadas con cargo a los gastos de organismo de ejecución que lo que gana o pueda probablemente ganar en el futuro próximo. Además, existen ciertos pagos o reembolsos contingentes que se nos podrá exigir sufraguemos y que no podían haber sido previstos. El resultado de todo ello es que nos enfrentamos ahora con un déficit que, a menos que se adopten medidas urgentes, será superior a 1 millón de dólares en 1973 y considerablemente mayor en 1974. He decidido por ello que es esencial adoptar medidas inmediatas para reducir nuestros gastos como organismo de ejecución. Después de recurrir a algunos expedientes temporales disponibles sólo en 1973 para reducir las cantidades gastadas con cargo a los gastos generales de organismos de ejecución del PNUD, las consignaciones originarias a las Direcciones para el año actual tendrán que sufrir una reducción general del 3 por ciento a partir del 1 de julio: es decir, del 6 por ciento para la segunda mitad del año. También se introducirá una reducción provisional del 10 por ciento para 1964.

Estas medidas se han anunciado a las Direcciones e indudablemente provocarán numerosos problemas prácticos, pero en las circunstancias presentes son inevitables y confío en que, al igual que en otras ocasiones difíciles, todos los interesados cooperarán de un modo leal y constructivo en interés de toda la Organización. Lo más importante para la Organización es que debemos combinar cualquier reducción de personal que pueda resultar necesaria con un esfuerzo decidido para aumentar aún más nuestra eficiencia. Toda esta cuestión está naturalmente íntimamente ligada con las propuestas que voy a presentar para la reestructuración general de nuestras operaciones de campo. Estas propuestas no tienen aún una forma suficientemente definida para que las pueda presentar ante este período de sesiones del Consejo, pero las presentaré al próximo período de sesiones de los Comités del Programa y de Finanzas a comienzos del otoño y posteriormente a la siguiente reunión del Consejo.

Voy a hablar ahora del Programa de Labores y Presupuesto para 1974–75. En virtud del nuevo procedimiento, se ha presentado a ustedes el Resumen del Presupuesto que ha sido ya discutido por los Comités del Programa y de Finanzas. También tienen ustedes a la vista sus comentarios contenidos en sus respectivos informes. En términos generales, tales comentarios aprueban en conjunto el contenido del Resumen del Presupuesto y el nivel propuesto en el mismo que se eleva a unos 98,9 millones de dólares. Sin embargo, desde que se fijó esa cifra, han ocurrido una serie de hechos nuevos que afectan principalmente a los costos, por ejemplo, la continuación del pago del alquiler del edificio F. La adición principal, sin embargo, es la relativa a la introducción gradual del idioma chino como consecuencia del reingreso de China en la Organización el 1 de abril de este año. Estas adiciones, sobre las cuales facilitaremos a ustedes detalles cuando se discuta el tema del programa relativo al Programa de Labores y Presupuesto, elevan el total a unos 101,5 millones de dólares aproximadamente. Debo decir, sin embargo, que existe la posibilidad eventual de que la Organización se vea enfrentada con una adición más a los costos como resultado de una recomendación muy reciente del Cuadro de Expertos de las Naciones Unidas sobre Reajustes por Lugar de Destino, en el sentido de que al menos cuatro clases de reajustes por lugar de destino deberán ser consolidadas en la escala básica de los salarios de la categoría profesional a partir del 1 de enero de 1974. Esta propuesta tendrá que ser examinada por la Asamblea General a fines del año actual.

Aparte de estos factores, subsiste la incertidumbre total sobre el tipo de los cambios de moneda. Hasta ahora todos nuestros cálculos se han realizado sobre la base de un cambio de 582 liras por 1 dólar. Lo hemos hecho así en beneficio de la comparabilidad entre las consignaciones del bienio actual y las del próximo y a causa también de la incertidumbre sobre las fluctuaciones de los tipos de cambio entre el momento actual y el mes de noviembre próximo. Me propongo presentar a la Conferencia una cifra que represente mi mejor apreciación en ese momento del tipo de cambio que deba ser utilizado a fines de aprobar el presupuesto. Quisiera pedir al Consejo que lo tenga así presente en sus debates sobre el presupuesto y en la cuestión conexa de una salvaguardia contra las novedades imprevisibles y desfavorables que puedan surgir en nuestra situación financiera en los años 1974 y 1975.

Hay otros aspectos con respecto a los cuales el Resumen del Presupuesto no es naturalmente completo ya que se trata solamente de un resumen. Su finalidad, como ustedes recordarán, es la de proporcionar toda la información esencial sobre las políticas, prioridades, programas y utilización propuesta de los recursos, por capítulos y por unidades orgánicas con objeto de que el Consejo pueda presentar recomendaciones tanto a mí como a la Conferencia. Aunque algunos aspectos del mismo serán plenamente debatidos en este período de sesiones cuando aparezcan en los temas del Programa, será necesario esperar a la publicación de la versión definitiva del Programa de Labores y Presupuesto que se presentará a los Comités del Programa y de Finanzas y al Consejo en sus períodos de sesiones de otoño, para poder verificar toda la información detallada referente a los subprogramas, meseshombre de trabajo y otros detalles.

Otra cuestión sobre la cual el Resumen del Presupuesto no proporciona cifras definitivas es la relativa al trabajo conjunto de programación entre la Sede y las Oficinas Regionales, que se verificó a comienzos de este año. Como podrá ver el Consejo en la sección del Resumen del Presupuesto titulada “El concepto del programa único” - concepto al que atribuyo la mayor importancia y que fue aprobado por el Consejo en su último período de sesiones - este trabajo dio resultados sumamente favorables en el sentido de dar a la Sede y a las Oficinas Regionales una comprensión mucho mejor que en ningún tiempo pasado de las actividades del programa planeadas por cada una de ellas y de presentar una imagen mucho más unificada de las actividades del conjunto de la FAO en términos de sus elementos organizativos, geográficos, conceptuales y programáticos. No obstante, quedan varios puntos de detalle que habrán de elaborarse después de la confección del Resumen del Presupuesto. Esta labor está ya casi terminada y sus resultados se incorporarán en breve a la versión completa del Programa de Labores y Prsupuesto.

Debo mencionar también la cuestión de nuestros Representantes en los Países. Hemos recibido ahora el nuevo Informe Weisl y, en mi opinión, este Informe demuestra claramente una vez más el valor del sistema actual. Estoy enterado de que el Administrador del PNUD ha dispuesto la continuación de este sistema en 1974, lo cual me confirma en mi propuesta, ya prevista en el Resumen del Presupuesto, de otorgar la misma asignación a los Representantes en los Países en el bienio próximo, a reserva de los aumentos de los costos, que las que se les otorga en el presupuesto actual.

Otro asunto al que he de referirme es la complicada cuestión de la comparación entre la cuantía del presupuesto aprobado para el bienio presente y la propuesta para 1974–75, y más especialmente en lo que se refiere al aumento real del programa. Verán un análisis exacto de la situación en el resumen del presupuesto, simplificado por el Comité de Finanzas en su informe, por lo que no quiero repetir aquí las cifras y las explicaciones que allí se dan. Lo que quisiera dejar claro en estos momentos es que, dentro de la cifra global de 101,5 millones que estoy proponiendo, presento un programa de un volumen aproximadamente el mismo al del aprobado la última vez, pero que tuvo que reducirse en nuestra práctica de efectuar economías y transferir recursos de actividades de poca prioridad a otras de mayor prioridad. Se desprende de esto, evidentemente, que aunque el volumen del programa es aproximadamente el mismo, las prioridades y, por tanto, su valor verdadero, son diferentes.

Sólo unas palabras más sobre esta cuestión de las prioridades. Espero que quede claro por lo que he dicho, que lo que estamos haciendo en este bienio es combinar la ingrata tarea de contener los aumentos de gastos con un esfuerzo positivo y creador para simplificar las actividades y programas de la FAO y hacerlos así más eficaces. Algunos podrían considerar que esto es hacer de la necesidad virtud. No importa. Quedaré satisfecho si la virtud así como la necesidad se aprecian en su verdadera luz. El objetivo positivo de todo el ejercicio ha sido crear una estructura programática más sólida que alcance al bienio de 1974–75. Así pues, con toda evidencia, las economías que hemos obtenido no se volverán a asignar a anteriores actividades que se han reducido o eliminado sino que se emplearán como ya he indicado para su redistribución a prioridades nuevas o más importantes. Además, estoy tratando también de conseguir una mayor flexibilidad con medios tales como aumentar las consignaciones destinadas a los consultores mejor que seguir observando tan rígidamente como en el pasado la estructura de los puestos permanentes. Nuestras propuestas de asignaciones prioritarias para el bienio próximo se exponen en el Cuadro 6 del Resumen enmendado del Presupuesto.

Tengo intención de proseguir ese tipo de reevaluación de las prioridades que hemos iniciado en esta ocasión, pero francamente, nuestro objetivo principal no debe ser el de realizar economías. Si se me permite utilizar mi propio raciocinio en cuanto a las prioridades más importantes para esta Organización en servicio de sus Estados Miembros, es esencial que se proporcionen recursos adicionales en la medida en que sean claramente necesarios. En la presente ocasión, mi apreciación por lo que respecta al nivel total del presupuesto se ha circunscrito a lo que consideré ser razonable habida cuenta de los aumentos actuales de los costos: estos aumentos de costos que han llegado a representar una carga sumamente pesada. Creo que no sería razonable que ningún Director General tuviera de nuevo que verse obligado a dejar que sus planes, cuidadosamente meditados para el trabajo vital de la Organización en el mundo entero, se vieran indebidamente sometidos a esa carga.

Después de decir todo esto, creo no obstante que hemos conseguido producir un programa y presupuesto para 1974–75 que en muchos aspectos representa una mejora con respecto al pasado. Creo que los delegados se mostrarán de acuerdo cuando vean no sólo el texto definitivo del Programa de Labores y Presupuesto, que contiene todos los detalles, sino también nuestro documento sobre los Objetivos a Plazo Medio, del que podrán disponer en el transcurso del presente período de sesiones del Consejo, aunque no se someterá a debate. Nuestros planes para el próximo bienio, en efecto, sólo pueden verse en su auténtica y creo más incitadora perspectiva, a la luz de nuestra visión más amplia de las perspectivas a plazo medio.

Señor Presidente, al concluir mi declaración de hoy ante esta reunión especialmente importante del Consejo, permítame que vuelva por un momento a lo que dije antes sobre el estado inquietante de la alimentación y la agricultura mundiales en el momento actual. Debe resultar evidente, en mi opinión, que por razones que en sí mismas no son motivo de satisfacción, la FAO ha llegado actualmente a una nueva etapa en la cual debe estar dispuesta a enfrentarse con las responsabilidades que le incumben como organización internacional. Si las naciones del mundo quieren adoptar medidas decididas y efectivas para corregir la situación agrícola actual, deben trabajar juntas mucho más que en ningún momento anterior, para lo cual necesitarán a la FAO mucho más que en ningún otro momento. Esta Organización se creó con objeto de ser un núcleo central imparcial y a escala mundial, capaz de proponer iniciativas en beneficio de todos sus Estados Miembros y ofrecerles al propio tiempo un centro de reunión internacional para la solución de sus problemas agrícolas. Hoy más que nunca es el momento de que prestemos ese servicio.

Como acabo de mencionar a la FAO en su concepto de centro de reunión internacional, permítaseme terminar brindando mi bienvenida habitual a los distinguidos delegados y observadores aquí presentes. Y permítaseme también, en nombre de todo el personal de la FAO, expresar una bienvenida muy especial a los observadores de la República Popular de China, que se encuentran aquí por primera vez como resultado de la aceptación por parte de China de la invitación de la Conferencia a que reasumiera su puesto en la Organización. Es algo a la vez solemne y estimulante el darnos cuenta de que tenemos entre nosotros a representantes de la nación más grande del mundo, que cuenta con unos 750 millones de habitantes, y cuya lucha por una mejor vida ha figurado en los últimos años entre las maravillas del mundo. Tengo la seguridad de que China tendrá muchas cosas de valor singular que ofrecer a la FAO, la menor de las cuales no es el hecho de que, con su misma presencia entre nosotros, está prestando una gran contribución al ideal de universalidad que es esencial si se quiere decir con verdad que esta Organización está prestando servicios al mundo entero.

Muchas gracias.


Página precedente Inicěo de página Página siguiente