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APÉNDICE F
DISCURSO DE APERTURA DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE MALÍ


Bamako, Malí, 2 de febrero de 2006

Señor Primer Ministro, Jefe del Gobierno,
Señor Presidente de la Asamblea Nacional,
Señores Presidentes de las Instituciones de la República,
Señor Jacques Diouf, Director General de la FAO,
Señoras y Señores Embajadores,
Señoras y Señores Representantes de las Organizaciones Internacionales,
Señor Gobernador del Distrito de Bamako,
Honorables Diputados,
Señor Alcalde del Distrito de Bamako,
Señor Alcalde de la Circunscripción III del Distrito de Bamako,
Honorables invitados,
Señoras y Señores:

Con gran orgullo Malí, país agropastoral por excelencia, brinda hospitalidad a esta 24ª Conferencia Regional para África de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, FAO.

Doy una calurosa bienvenida a Bamako a todos los participantes y expreso mi sincero agradecimiento al pueblo de Malí, a todos cuantos han trabajado por que se eligiese a Malí y han contribuido a la buena organización de este importante encuentro.

A mi hermano Jacques Diouf, Director General de la FAO, le dedico mi agradecimiento sincero por su compromiso personal y el de su Organización en la preparación de la Conferencia.

Esta es también la ocasión para mí de reiterarle nuestra felicitación por su brillante reelección a la cabeza de la FAO.

La confianza que los Estados Miembros acaban de renovarle es el testimonio más elocuente del notable trabajo realizado en la dirección de la FAO.

Malí está orgulloso de haber copatrocinado su candidatura.

En usted, Señor Director General, apreciamos el hombre de convicciones, su fe en las potencialidades de la agricultura africana y los múltiples combates que libra para permitir que nuestro continente aproveche esta riqueza.

Puede contar con el apoyo constante y decidido de Malí.

También expreso toda nuestra satisfacción al presidente de la comisión nacional organizadora de la Conferencia y al conjunto de sus colaboradores por el trabajo realizado.

Añado a ello a nuestro embajador ante la FAO en Roma y a todo su personal, que se han movilizado por la causa desde hace largos meses.

Señor Director General,
Señoras y Señores:

La Conferencia Regional de Bamako se celebra menos de un año después de las graves dificultades alimentarias generadas en el Sahel por las consecuencias de una deficiente pluviometría y por una plaga de langostas de gran magnitud.

La inseguridad alimentaria que ha resultado de ello ha constituido una prueba que se ha vivido con dolor en algunas de nuestra comarcas. Nuestros Estados han aplicado las políticas de urgencia apropiadas para enfrentar esta situación de precariedad alimentaria.

Pero puedo decirles hasta qué punto estos momentos resultan dolorosos para un hombre de Estado, pues el derecho a la alimentación es el primero de los derechos que hemos de garantizar a nuestras poblaciones.

Esta crisis alimentaria ha reavivado en mí el terrible recuerdo de la gran sequía que golpeó al Sahel y a otras regiones del continente, entre 1968 y 1973, afectando a 16 países, desde las islas de Cabo Verde hasta Etiopía, y que llegó a su punto culminante entre 1972 y 1973.

Siendo joven oficial del ejército maliense en aquella época, participé en las operaciones de suministro de víveres mediante puente aéreo de las regiones del norte, afectadas por la hambruna.

He sido testigo:

- de los horrores de la hambruna en los campos de afectados,

- del sufrimiento extremo de los niños,

- de las dificultades de las comunidades,

- de la falta de agua,

- de la pérdida de rebaños, primera riqueza local,

- del deterioro del ecosistema,

- del desplazamiento de las poblaciones,

- de la alteración del tejido social,

- y, sobre todo, de la ofensa al orgullo y a la dignidad de unos hombre y mujeres tan altivos.

Nunca mediremos el impacto social, cultural, económico y financiero de la gran sequía sobre las regiones del norte de Malí.

La aportación del ejército fue decisiva en la gestión de los auxilios alimentarios de urgencia, pero esta operación seguirá figurando entre los momentos más duros de mi vida de soldado.

Un poco más de treinta años después, en 2004, como Jefe del Estado, he vivido con dificultad las consecuencias de una inseguridad alimentaria que ha afectado tanto a los hombres como a los rebaños:

El cese prematuro de las lluvias y su deficiente distribución.

La plaga de la langosta del desierto y otros depredadores de los cultivos supusieron un incremento repentino de los precios jamás visto, al amparo de prácticas especulativas y de retención de las existencias de cereales y alimentos para el ganado.

Sé hasta qué punto nuestros compatriotas han padecido esta situación a pesar de los esfuerzos del Estado, que ha realizado una distribución gratuita de cereales en las zonas más afectadas y ha suprimido el IVA sobre las importaciones de cereales. Estas dos medidas significaron un costo superior a los 22 000 millones de FCFA.

Nos hemos beneficiado de la ayuda valiosa de algunos de nuestros asociados para afrontar esta crisis alimentaria.

Subrayamos con tanta mayor insistencia que la celeridad no siempre ha sido el principio inspirador en la movilización de la ayuda.

La comunidad internacional ha mostrado poca decisión en su apoyo a la lucha contra la langosta.

Pero sus llamados nunca recibieron la reacción rápida que el peligro exigía.

Por lo que toca a la ayuda alimentaria, a veces hemos tenido la impresión de que las palabras no bastaban para conmover a algunos, a falta de imágenes que se encontrasen entre las más insoportables.

La ayuda alimentaria de urgencia debe movilizarse en condiciones congruentes con su finalidad, lejos de disputas académicas inútiles.

Alcanza las 35.000 toneladas de cereales secos anuales, mientras que el consumo mensual de maíz, mijo y sorgo es del orden de 146.000 toneladas.

El programa de reestructuración del mercado cerealista, que organiza nuestra seguridad alimentaria, es un compromiso del gobierno maliense.

Pero debemos aceptar que se reconozcan sus límites y la necesidad de reactualizarlo.

Señoras y Señores Ministros,
Señor Director General,
Señoras y Señores:

Los problemas de seguridad alimentaria no son una fatalidad a la que África estaría condenada.

Otros continentes se han encontrado con el mismo reto y lo han resuelto mediante el compromiso y con políticas agrícolas muy decididas.

¿Acaso África no precisa también de una gran ambición para su agricultura? Nuestras potencialidades son enormes, pero en gran medida están insuficientemente explotadas.

El Malí que hoy los acoge ilustra perfectamente esta paradoja. Nuestros recursos en tierras son importantes, especialmente en el delta central del Níger que se extiende de Djénné a Tombuctú, por una superficie del orden de 35.000 km2.

El delta del Níger se encuentra entre las mayores llanuras inundables del mundo.

Constituye la mayor zona húmeda cultivable del África occidental y la segunda del continente africano después del delta de Okawando de Botswana.

Tampoco nos falta el agua, ya que nuestro país es atravesado por los dos mayores ríos de África occidental a lo largo de más de 2.400 km.

¿Acaso un país que dispone de estas bazas, la tierra y el agua, que son el alimento de toda agricultura, tiene derecho a estar hambriento?

¡La respuesta segura es que no!

Debemos, pues, prestar atención a nuestros sistemas de producción que dependen en gran medida de la disponibilidad y de la distribución de las lluvias, con lo que colocan a nuestros agricultores en una situación de vulnerabilidad permanente.

A la luz de todo ello, la opción que se nos impone consiste en afrontar un doble desafío, el de la producción y de la productividad por un lado, y el de la comercialización y la competitividad en un mercado mundializado, por otra.

Tenemos la capacidad de actuar sobre la producción y la productividad mediante una política de modernización de nuestra agricultura apoyándonos en los factores de éxito siguientes:

- El control del agua;

- El aprovechamiento de las tierras;

- La utilización de fertilizantes;

- La protección de los cultivos

- La promoción de la investigación agrícola y de la innovación tecnológica.

La Conferencia de Bamako se ocupará de estos aspectos diferentes, que siguen siendo la base de cualquier “revolución verde”.

Por tanto, sus conclusiones serán desde luego una fuente de inspiración para los Estados.

Señor Director General,
Señoras y Señores Ministros,

Malí ha tomado la firme resolución de no volver a abandonar su suerte a los azares del clima.

Para ello, hemos emprendido un amplio programa de ordenación de tierras que afecta a más de 50.000 hectáreas en control parcial o total del agua.

Paralelamente, el Estado ha puesto en marcha una “Ley de Orientación Agrícola”, cuyo proceso de elaboración ha asociado a todos los actores del mundo rural y a sus organizaciones representativas.

La “Ley de Orientación Agrícola” se propone ofrecer los instrumentos y las garantías necesarios para la aparición de una agricultura moderna, basada en objetivos de producción elevada y en una productividad óptima.

La Ley de Orientación es una visión global del desarrollo rural. Su ámbito cubre el sector primario en su totalidad.

El desarrollo y la valorización de las producciones animales y pesqueras se consideran en ella en gran medida.

Lo mismo ocurre con la gestión de los recursos forestales y de la fauna, con el estatuto de quienes los explotan, que es un elemento clave del éxito de las reformas previstas.

La introducción de un marco general tan estimulante y atractivo suscitará, lo esperamos ardientemente, una movilización más importante de la inversión privada para el desarrollo de la agricultura en sentido amplio, desde la producción a la transformación.

La aportación del sector privado completará ventajosamente los esfuerzos del Estado.

Me complace subrayar que Malí dedica el 14 por ciento de sus recursos presupuestarios a la agricultura, superando así el umbral del 10 por ciento fijado por la declaración de Maputo, por iniciativa de la Unión Africana.

Es la convergencia de todas estas iniciativas la que conducirá nuestro país a la soberanía alimentaria, de la que la seguridad alimentaria constituye un elemento.

Es también de esta manera como ofreceremos mejores perspectivas de empleo a los jóvenes del campo que son, no se dice lo bastante, la franja de nuestra juventud más afectada por la crisis del paro y el subempleo.

Señoras y Señores Ministros,
Señor Director General,

Esta 24ª Conferencia Regional constituye para nosotros una tribuna ideal a fin de agradecer a la FAO toda la ayuda que presta a Malí en las situaciones de urgencia y por su apoyo al proceso de cambio de nuestra agricultura.

La Organización, que acaba de celebrar su 60º aniversario, puede estar orgullosa de su compromiso en diferentes terrenos, entre los que cabe citar:

- La seguridad alimentaria,

- La lucha contra los depredadores de todas clases y las enfermedades
transfronterizas de los animales,

- La reglamentación del comercio de los plaguicidas y de otras sustancias químicas consideradas peligrosas,

- El fomento de la cooperación Sur-Sur.

En esta tarea, el Doctor Jacques Diouf ha aportado indiscutiblemente su toque personal.

Deseo confirmarle el apoyo de Malí a la introducción de las reformas de la FAO que ha emprendido con la ambición de garantizar un funcionamiento más eficiente de la Organización, la valorización de las competencias locales y la prestación de servicios de mayor proximidad a nuestros países.

Con esta nota de confianza de la FAO y de la agricultura africana, deseo a todos los participantes un éxito total en sus trabajos y una excelente estancia en Malí.

¡Les agradezco su atención!


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