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Técnicas tradicionales de los pueblos pastorales africanos para la ordenación de las tierras arboladas

M. Niamir

Los pueblos pastorales del Africa árida y semiárida han formulado, en el curso de miles de años, todo un conjunto de principios y estrategias que les permiten satisfacer sus necesidades físicas y sociales en un medio ambiente siempre hostil y cambiante. En condiciones de baja densidad de población - muy escasa fertilidad y elevada mortalidad infantil - esas estrategias permiten a las sociedades pastorales una ordenación sostenida de los recursos naturales esenciales y, en particular, de los pastizales y de los montes. No obstante, últimamente el rápido crecimiento demográfico, con sus secuelas de agricultura invasora, nacionalización de tierras, sedentarización obligatoria, demanda rural y urbana de leña siempre en aumento, y aprovechamiento irregular de las aguas, se han combinado para romper el frágil equilibrio del pastor con su medio ambiente.

Maryam Niamir es consultora en ordenación de pastizales radicada actualmente en Dar-es-Salaam, República Unida de Tanzania.

Importancia de los arboles siempre la reconocieron los pueblos pastores africanos

Este artículo aprovecha una investigación bibliográfica realizada en el marco del programa de bosques comunitarios de la FAO para acopiar información sobre la ordenación tradicionalmente dada por los pueblos pastorales a los recursos naturales de las zonas áridas de Africa, para evaluar las técnicas que sobreviven, así como la posibilidad de que sean aplicables al futuro desarrollo. El estudio se concentra en cuatro aspectos: descripción del ambiente (p. ej. nombres de plantas y tipos de suelos); técnicas cotidianas de ordenación del recurso natural (p. ej. qué árboles o pastos usar, cuándo y porqué); organización y controles sociales de la ordenación (p. ej. control comunitario del pastoreo), y estructura sociopolítica de la ordenación de recursos (p. ej. problemas de tenencia). Este artículo sólo abarca las técnicas de ordenación de tierras arboladas y las reservas de arboledas y de bosques. Pueden obtenerse copias del informe completo, Herders' decision-making in natural resource management in arid and semi-arid Africa, pidiéndolas al Oficial de bosques comunitarios, Servicio de Planificación e Instituciones Forestales, FAO, Via delle Terme di Caracalla, Roma, Italia.

Es evidente que, en las presentes condiciones, muchas de las técnicas pastorales tradicionales no permiten ya al pastor hacer frente a sus necesidades y que, además, son causa concomitante del decaimiento de pastizales y tierras arboladas. Con la capacidad de adaptación que siempre ha caracterizado a los pastores, muchos están cambiando sus métodos, cultivando cosechas diversificadas, o bien dedicándose al comercio y radicándose en medios urbanos o semiurbanos. En ese proceso se están abandonando, parcial o totalmente, muchas técnicas y sistemas de ordenación, pero otras son todavía susceptibles de ser adaptadas o modificadas para que sigan siendo útiles.

En las secciones que siguen se describen varios tipos de ordenación tradicional de tierras arboladas, incluidas las estrategias de movilidad y de rotación de los pastos, el aprovechamiento, regeneración y protección de árboles y arbustos, las reservas de pastizales y de bosques, las arboledas o sotos sagrados. En todos los casos se procura determinar las metodologías que tienen aplicación en las condiciones contemporáneas.

ESTRATEGIAS DE PASTOREO

Aunque lo que más interesa al pastor son la cantidad y calidad del agua, de los forrajes y de la hierba, y cómo satisfacer las necesidades de sus animales, hay otros factores que también determinan la dirección de sus movimientos. Entre ellos, el emplazamiento de los lamedores de sal, las condiciones del suelo, factores ambientales como el rocío y la presencia de animales salvajes, la necesidad de evitar zonas infectadas por plagas o enfermedades, impedir daños a los cultivos, cercanía de los mercados, disponibilidad de mano de obra, reuniones culturales, límites territoriales y relaciones sociales con los vecinos (especialmente alianzas y enemistades). Todos esos factores introducen una gran flexibilidad en los movimientos del pastor, con frecuencia erróneamente interpretada por expertos y autoridades como veleidad e irracionalidad.

En realidad, la estrategia de los movimientos es una de las formas mejor adaptadas deliberadamente para obtener lo que necesita el ganado en un medio ambiente que cambia continuamente. No es caótica, sino regulada por controles sociopolíticos, por la cooperación entre los encargados de distintos rebaños, y por conocimientos técnicos. Exige extensas superficies que la mayor parte de los grupos obtiene mediante una combinación de derechos a la tierra y alianzas con los vecinos. Los pastores de un mismo grupo social pueden usar libremente todo el territorio, aunque en la práctica suelan limitarse a la zona que mejor conocen y prefieran tratar siempre con la misma gente y sobre todo con parientes. Por lo general así se asegura continuidad y consistencia en el aprovechamiento de los pastizales.

Algunas técnicas de rotación y aplazamiento tienen por objeto conservar forrajes y hierbas disponibles en los momentos en que son críticamente necesarios. Por ejemplo, los zagahwa de Chad llevan sus ovejas y camellos al norte, a los pastizales del Sahara, por rutas paralelas, dejando intactos algunos pastos para cuando regresen al sur (Tubiana y Tubiana, 1977). Los maasai de Kenya ensanchan el radio de la zona en que apacientan su ganado y retrasan la marcha hacia la zona de la temporada seca utilizando burros para acarrear agua (Jacobs, 1980). En el Parque Nacional de Amboseli, Kenya, aplicando una estrategia análoga se logró aumentar la capacidad de carga en un 50 por ciento (Western, 1982).

En algunas zonas ecológicas, estrategias de rotación basadas en un abuso deliberado del pastoreo permiten aumentar la productividad de la parte arbolada. Por ejemplo, los fulano del norte de Sierra Leona practican un «pastoreo migratorio»: apacientan su ganado en una zona durante dos o tres años y después se trasladan, dejando que aquella primera zona descanse durante 15 ó 20 años (Allan, 1965). Los sukuma (al sur del lago Victoria) se valen de una técnica análoga pero prolongan el período de descanso a 30-50 años (Brandstrom, Hultin y Lindstrom, 1979). No todas las zonas ecológicas pueden soportar un pastoreo intenso.

En resumidas cuentas, la información sobre las estrategias de rotación es muy limitada, tal vez porque hubo muy pocos expertos en recursos naturales que participaran en el estudio de sistemas tradicionales. Todo tipo de estrategia tradicional sirve de indicador acerca de cuáles son los requisitos ecológicos de la tierra arbolada, y permite a los especialistas idear nuevas estrategias. Dondequiera que se haya alterado el estado de los recursos naturales o donde haya aumentado la densidad de población, es probablemente necesario modificar las antiguas estrategias de rotación adaptándolas al ambiente y a las exigencias de la población.

Los pueblos pastorales tropiezan con muchas dificultades. Una de éstas es la nacionalización de los pastizales. En zonas en que esto ya ha tenido lugar, reina en la práctica una situación de «hágase lo que se quiera» - jurídicamente tierra de «libre acceso»- sin restricciones para la expansión de los cultivos o para abusos por parte de los pastores, sean éstos residentes o forasteros. Para el futuro desarrollo de las tierras arboladas, alguna forma de tenencia colectiva de la tierra (basada en tipos modernos de cooperación o en la modificación de alguno tradicional) es requisito indispensable. No obstante, no basta con eso para reanudar las antiguas prácticas de ordenación. También son importantes los obstáculos que contribuyen a limitar la cooperación y los controles sociales como, por ejemplo, la abolición de la autoridad política tradicional, la urbanización y la comercialización, así como la disparidad de los ingresos.

ORDENACION DE ARBOLES Y ARBUSTOS

Existen más conocimientos acerca de los árboles y arbustos útiles para los pastores que acerca de su ordenación; por ejemplo, no se sabe mucho acerca de cuándo y en qué medida se cosechan, regeneran y protegen. Se suele creer que los pastores son descuidados o que destruyen deliberadamente árboles y arbustos, pero diversos estudios recientes, y otros no tan recientes, contienen pruebas de todo lo contrario.

Cosecha. Los pastores aprovechan especies leñosas para ramoneo, leña y construcción de casas, corrales y cercas o como alimentos, como medicina, para sombra, etc. La mayoría de los grupos suele hacerlo sin destruir las plantas y hay grupos que incluso tienen técnicas que beneficien la productividad. Por ejemplo, al norte de Burkina Faso la gente poda periódicamente Faidherbia albida (antes llamado Acacia albida) en sus campos para mejorar su productividad (Marchal, 1983). La falta de cuidado o el maltrato deliberado de árboles y arbustos suele más bien ser obra de quienes se encuentran fuera del territorio tradicionalmente suyo. Por ejemplo, en el centro de Malí, los fulani y los moors trashumantes causan más daño a los árboles que los más sedentarios pastores fulani empleados por los agricultores bambara (C. Toulmin, IIED, comunicación personal, 1988). La abolición del sistema tradicional de tenencia de la tierra probablemente ha contribuido mucho al maltrato de árboles y arbustos.

Algunos grupos regulan oficial o extraoficialmente el aprovechamiento de árboles y arbustos. Los pokot y los turkana de Kenya tienen mucho cuidado al cortar árboles. Raramente apean ejemplares valiosos y sólo cortan los arbustos menos útiles para hacer sus cercas o para evitar que invadan los pastizales (Barrow, 1988). Los lahawin del Sudán oriental se valen de unas varas especiales para sacudir y hacer caer las hojas que necesitan para forraje, en vez de mutilar las ramas; cierto que últimamente se han visto forasteros y marchantes cortando ramas e incluso árboles enteros (Morton, 1988). Después de cortar Parinaria curatellifolia de modo que pueda rebrotar, los mbeere de Kenya lo dejan regenerarse durante una o dos temporadas (Brokensha y Riley, 1980). El Código Dina de Uso de la Tierra, promulgado en Malí en el siglo XIX por el jefe de los fulani macina contenía disposiciones que impedían el corte no autorizado de árboles (Riesman, 1984).

Más perjudicial para las plantas que la extracción de forraje o leña es la manera en que los pastores practican la corta para madera de construcción. Para ello, en general, apean árboles en plena vitalidad. En cambio cuando se trata de leña, si no hay una escasez aguda, los pastores prefieren recoger madera seca o muerta.

Se ha calculado que los turkana consumen leña a razón de 1,14 kg/cápita/día, todo madera seca. Ahora bien, cada vez que los turkana se trasladan levantan sus nuevas casas y cercas con madera verde, a razón de 2,76 kg/cápita/día. Por lo general recurren en estos casos a árboles jóvenes de especies abundantes; en algunos casos no hacen más que podarlos pero en otros los cortan (Ellis et al., 1984).

Algunos grupos pastorales siempre apacentaron separadamente los animales de diferentes especies para no agotar los pastos

Según las tradiciones de los gabra del norte de Kenya es permisible usar Salvadora pérsica con muchos fines, pero no como leña y, en general, nunca se debe quemar madera verde. Los gabra son muy parcos con la leña y nunca dejan un fuego encendido innecesariamente. Usan madera verde para sus cabañas y cercas, pero algunas de sus edificaciones sólo se pueden construir con madera de ciertas especies; además, sólo en ciertos períodos que prescribe el ritual se pueden cortar los postes utilizados para las casas (Stiles y Kassam, 1986).

En el pasado, la mayor parte de las tierras áridas y semiáridas estaban apenas pobladas, de modo que eran muy válidas las estrategias pastorales de movilidad, dispersión y traslado frecuente de los campamentos. Sólo durante períodos cortos y en extensiones muy localizadas necesitaban madera para leña y para la construcción, lo cual no afectaba a la disponibilidad en la región. Con el aumento reciente de la población y con la escasez del recurso, ahora los pastores se trasladan con menos frecuencia y los períodos de descanso se han acortado. La necesidad inmediata de madera y forraje contrarresta toda consideración y muchos grupos, entre ellos los mbeere (Brokensha y Riley, 1980) han cambiado sus acostumbrados métodos de ordenación.

Regeneración. Muchos árboles propios de tierras áridas brotan naturalmente cuando se talan. Tal vez por eso los estudios de los métodos usados por los pastores raramente mencionan la regeneración deliberada de árboles y arbustos mediante estaquillas o haciendo germinar la semilla. En realidad, son más los informes en el sentido de que los pastores no practican ninguna forma de regeneración que los que describen algún método para hacerlo. Quienes informan en este sentido mencionan técnicas de regeneración consistentes, bien sea en la protección de plantitas brotadas espontáneamente, bien sea de plantación propiamente dicha.

El hecho de que los pastores se trasladen con frecuencia es causa de que a menudo germinen espontáneamente semillas de árbol en los campamentos abandonados. Las semillas, escarificadas al pasar por el aparato digestivo del ganado, germinan y se desarrollan particularmente bien, dada la abundancia de abono orgánico en el medio (Ellis et al., 1984). Estas plantas suelen ser protegidas por quienes ocupan posteriormente el campamento.

La mayor parte de los grupos pastorales conoce bien los requisitos de las diferentes especies para la germinación (Brokensha y Riley, 1980) pero no se sabe de ninguno que haya intentado la regeneración deliberada de árboles y arbustos a partir de semillas. Sí hay, en cambio, noticias de reproducción mediante estaquillas o mediante el trasplante de plantitas brotadas naturalmente. Por ejemplo, los gabra y los boran del norte de Kenya levantan setos vivos colocando estaquillas de algún árbol o arbusto en agujeros llenos de estiércol húmedo; la supervivencia es del orden del 50 por ciento (Legesse, 1984). Los lozi de Zimbabwe señalan la tumba de sus reyes y dignatarios con árboles trasplantados del monte circundante (Gluckman, 1951).

Protección. Los pueblos pastorales tienen dos formas de proteger árboles y arbustos: prohibir o restringir en particular el uso de algunas especies que consideran especialmente valiosas, y proteger todos los árboles y arbustos que hay en las arboledas o sotos sagrados (véase más adelante). En el Africa occidental, tanto los agricultores como los ganaderos protegen más de 40 especies de árboles cuando se encuentran en tierras de cultivo en densidad inferior a los 40 ejemplares por hectárea y, por tradición, sólo permiten muy ligera explotación. Cuatro especies dominan la lista: baobab (Adansonia digitata), karite (Vitellaria paradoxa), algarrobo (Parkia biglobosa) y Faidherbia albida (Pullan, 1974, en Wiersum, 1985). En el Africa oriental los gabra y los boran (Legesse, 1984), así como los turkana (Barrow, 1988) prohiben la corta de árboles maduros de especies valiosas como Acacia tortilis, Hyphaena carioca, Cordia sinensis, Ziziphus mauritiana, Dobera glabra y F. albida.

Muchos grupos agropastorales protegen las plantitas germinadas espontáneamente en sus tierras; así lo hacen, por ejemplo, muchos pueblos del Africa occidental (Marchal, 1983; Bernus, 1979, 1980) con Faidherbia albida, así como los mbeere con Mella volkensii (Brokensha y Riley, 1980). Cabe decir que el fruto de esas técnicas pasivas de regeneración suele ser lo primero que desaparece al presentarse una escasez de recursos naturales.

Protección de arbolitos en Kenya los plantines se protegen con maleza espinosa para que no los devore el ganado. Algo semejante se hace en Chad, pero con juncos (al frente)

Protección de arbolitos en Kenya

No debe considerarse que la protección de árboles y arbustos por parte de los pueblos pastores es equivalente a la ética de conservación de los ambientalistas occidentales. A aquellos no les interesa conservar la vegetación en su fase de clímax. Sólo desean proteger el recurso para su uso en el futuro, sosteniendo su productividad máxima.

RESERVAS TRADICIONALES

Si bien es cierto que sólo excepcionalmente se encuentran en Africa reservas de pastizales y bosques, son más frecuentes de lo que se creía. Hay reservas relativamente extensas protegidas para poder contar con forraje y hierba tierna para ramoneo en la estación seca entre los sukuma (Brandstrom, Hultin y Lindstrom, 1979), los tuareg de Ahaggar (Swift, 1975), los il chamas del norte de Kenya (Little, 1984) y los bereberes de Marruecos (Artz, Norton y O'Rourke, 1986). Grupos como los rendille de Kenya (Lusigi, 1984) y los tilemsi de Malí (Gallais, 1972) reservan determinadas zonas para los años de sequía. Algunos grupos cierran pastizales decaídos durante varios años para que se regeneren, entre ellos los bereberes de Marruecos (Artz, Norton y O'Rourke, 1986) y los chiefs del norte de Burkina Faso, los cuales pueden ordenar el cierre de pozos y aguadas (Ware, 1977).

Más comunes son las reservas, menos extensas, que se protegen con fines especiales. Los gabra tienen lugares sagrados, con frecuencia en lo alto de montañas, que pertenecían a cada phratry, o subtribu, que los usan para ceremonias de iniciación ritual cada 14-21 anos. Las arboledas del entorno de esos lugares sagrados pertenecen a las subtribus, que las reservan por la duración de las ceremonias (Schlee, 1987). Muchos grupos, como los fulani macina (Wilson, 1986; Hiernaux y Diarra, 1984), los songhay de la aldea Fantio (Marie, 1977) y los maasai (Little y Brokensha, 1987) Western y Dunne, 1979) reservan una extensión de la tierra que rodea sus campamentos o poblados para algunos animales particularmente vulnerables (terneras, vacas lactantes) garantizándoles de ese modo una alimentación adecuada, al mismo tiempo que protegen la vegetación contra el abuso. Otros grupos prohiben apacentar toda clase de ganados en zonas vulnerables. Por ejemplo, los tuareg de Gourma no permiten durante la estación seca que el ganado se apaciente entre los campamentos y los estanques naturales (Bourgeot, 1981).

Menos frecuentes entre los pueblos pastorales que las reservas de pastizales son las reservas para madera o bosque. Los kikuyu de Kenya acostumbran reservar algunas tierras densamente pobladas de árboles para extraer madera para la comunidad. En esas zonas hace falta permiso de los notables del clan para cortar árboles grandes y se prohibe en absoluto cortar árboles valiosos. También está prohibida la agricultura (Brokensha y Castro, 1988). El sultán de los somalí puede declarar cerrados para la corta los bosques en determinados períodos (Cerulli, 1959, en Swift, 1977). Los gabra no permiten cazar ni recoger productos del bosque en los campos que reservan alrededor de las montañas sagradas (Schlee, 1987).

Son ya pocas las reservas de pastizales y bosques que se siguen respetando. La mayor parte de los grupos ganaderos se ha visto obligada a abandonar el sistema por causa del crecimiento demográfico, que ha dado lugar a escasez de recursos y a la extensión de los cultivos. Así ocurre entre los bereberes de Marruecos (Artz, Norton y O'Rourke, 1986) y entre los luo de Kenya (Coldham, 1978). Otras causas son la perforación de pozos en las reservas (Western, 1982) y la disolución del sistema sociopolítico que daba a los dirigentes locales la facultad de obligar a respetar los reglamentos, por ejemplo, entre los pokot (Ostberg, 1988) y los il chamas (Little, 1984).

Sigue habiendo algunas reservas forestales. Por ejemplo, las del distrito de Babati (región septentrional y central de la República Unida de Tanzania) siguen estando protegidas para su uso con fines ceremoniales. Aunque los jefes tradicionales han perdido gran parte de su fuerza política, queda intacta su autoridad para la creación y protección de reservas y siguen en vigor la supervisión comunal y las sanciones y castigos por la infracción de los reglamentos. Las reservas oscilan en tamaño entre unos cuantos árboles y zonas de 40 hectáreas o más utilizadas con múltiples finalidades, entre las que se cuentan ceremonias para atraer la lluvia y de otro tipo; hay reservas separadas para los ritos de iniciación de hombres y mujeres. En algunos casos los curanderos tradicionales poseen reservas privadas y utilizan sus productos (tanto naturales como sobrenaturales) para el tratamiento de los pacientes (Gerden y Mtallo, 1987).

SITIOS SAGRADOS

Los lugares sagrados suelen estar dedicados a ritos tales como propiciar las lluvias, sacrificios a los tótemes o espiritas, y entierros. A los miembros de la comunidad se les prohibe desarrollar dentro de sus límites determinadas actividades, entre las que se pueden contar la caza, la recogida de frutos, la corta de madera, los cultivos, apacentamientos, etc. Entre los grupos que mantienen arboledas sagradas pueden mencionarse los pueblos del norte de Burkina Faso (Marchal, 19833, los mbeere (Brokensha y Riley, 1980), los kamba de Kenya (Silberfein, 1984), los kikuyu (Middleton y Kershaw, 1953), los jie de Kenya (Gulliver, 1970), los tonga de Zambia (Allan et al 1948) los gabra y los boran de Kenya (Legesse, 1984).

En algunos casos se plantan deliberadamente árboles en los sotos sagrados. Por ejemplo, los nyakyusa de la zona sudoccidental de la República Unida de Tanzania (Wilson, 1951), los boran (Legesse, 1984) y los kikuyu del sur del monte Kenya permiten extraer estaquillas de las arboledas sagradas con el fin de propagar los árboles (Brokensha y Castro, 1988).

La mayor parte de las veces las zonas consideradas son sagradas a perpetuidad pero, en otros casos, dada la movilidad de los pueblos correspondientes, lo son sólo por varias generaciones. Los pocos estudios que han medido la extensión de las arboledas sagradas citan números y dimensiones muy diversos. Hay un mínimo de 200 sotos sagrados en dos lugares del distrito de Kirinyaga protegidos por los kikuyu, cuyo tamaño oscila entre un décimo de hectárea y 13 hectáreas (Brokensha y Castro, 1988). En Mbeere (Kenya) la administración colonial citaba más de un centenar de arboledas o sotos sagrados de tamaños comprendidos entre un cuarto de hectárea y 3 hectáreas (Little y Brokensha, 1987). Entre los tallensi del nordeste de Ghana «caminando media milla... se pasa junto a dos o tres santuarios de tierra» (Fortes, 1945). Un santuario de tierra de los lowiili, de Burkina Faso, se extiende aproximadamente sobre 12 km2 (Goody, 1956).

Hay muchos lugares sagrados que ya no se respetan porque han perdido su significado religioso con la decadencia del animismo, al mismo tiempo que se intensificaba la escasez de recursos naturales. No obstante, hay algunos gobiernos que se han valido de esa idea, como el de Madagascar (Andriamampianina, 1985) para creer modernos reservas forestales.

CONTROLES SOCIALES TRADICIONALES

La coordinación entre las diferentes manadas y rebaños queda asegurada por una autoridad a nivel superior y por todo un conjunto de reglas. Por ejemplo, según algunas de ellas, en Somalia sólo se celebran grandes ceremonias cuando y donde hay suficiente agua y pastos para asegurar el mantenimiento de todos los participantes (Behnke y Kerven, 1984). Otro tanto ocurre entre los fulani wodaabe de Nigeria (Stenning, 1959) y los maasai (Jacobs, 1980). El consejo de notables de los il chamas hace respetar los reglamentos de pastoreo mediante una «policía» oficiosa de la que forman parte hombres de entre 18 y 30 años (Little y Brokensha, 1987). Los bereberes de Marruecos tenían un «jefe de hierbas» que tomaba decisiones inapelables sobre los pastos comunes, tales como el calendario y la dirección de los movimientos, aplazamiento del pastoreo y concesión de permisos a forasteros (Artz, Norton y O'Rourke, 1986). El Código Dina de Uso de la Tierra de los fulani macina reglamentaba las entradas y salidas de las tribus de fulani y tuareg en el delta del río Níger, disponiendo el orden en que las manadas y rebaños podían regresar al delta a principios de la temporada seca (Gallais, 1967). Análogamente el rey de los lozi decidía la fecha en que gentes y ganados tendrían que salir de la zona inundada en busca de terreno más alto (Gluckman, 1951). Entre los tallensi, sólo el jefe tenía derecho a incendiar el monte (Fortes, 1940).

Esos controles sociales permitían prescindir de cercas y evitaban toda clase de tragedias. Algunos, y en particular los basados en la cooperación comunitaria, están siendo abandonados poco a poco por causa de la creciente escasez de recursos y de ciertas conmociones sociopolíticas como son la imposición de estructuras centralizadas de gobierno, la desaparición de autoridades políticas locales y la creciente disparidad de los ingresos. La posibilidad de restaurar aquellos controles dependerá de la cohesión social del grupo y de que perdure la antigua autoridad de los dirigentes políticos locales, o pueda ser restaurada.

ARBOLES ESPECIALMENTE VALIOSOS el baobab (Adansonia digitata) es respetado por los pastores de toda Africa

CONCLUSIONES Y REPERCUSIONES SOBRE EL DESARROLLO

La literatura muestra claramente que los grupos pastorales utilizan una amplia gama de técnicas para la ordenación de los recursos naturales y que esos sistemas, lejos de ser arbitrarios o irracionales, han sido adoptados deliberadamente adaptándolos a los caprichos del medio ambiente. El "nivel tecnológico" de los sistemas tradicionales de ordenación varía mucho de unos grupos étnicos a otros. Algunos de éstos tienen sistemas bastante sencillos, mientras que otros han perfeccionado organizaciones y técnicas muy complejas.

No cabe duda que se identificarán otras muchas técnicas a medida que se agudiza el interés por describir y usar los sistemas tradicionales. La mayor parte de este trabajo ha sido hecha hasta ahora por sociólogos que, debido a su formación, se concentran en los controles sociales, tenencia de la tierra y organizaciones políticas. Hace ahora falta una más abundante participación de expertos forestales y ecólogos que contribuyan a determinar los detalles técnicos de la ordenación de tierras arboladas.

Forrajes de los arboles ¿garantizan las técnicas tradicionales la conservación del recurso básico?

Por factores en su mayoría externos, pero también internos, en algunos casos, esos sistemas y técnicas tradicionales han sido parcial o totalmente abandonados. Algunos de ellos ya no serían apropiados, como por ejemplo, los que perpetúan desigualdades socioeconómicas o los que restringen la participación de la mujer y de las minorías en el desarrollo. A este respecto, evidentemente no se puede abrigar ningún «romanticismo» por los sistemas tradicionales. Por otra parte, los principios básicos de muchas antiguas técnicas de ordenación de los recursos siguen siendo viables y válidos y podrían ser usados como punto de partida para formular estrategias apropiadas para su incorporación en proyectos de desarrollo.

En la mayor parte de los casos los sistemas tradicionales podrán ser mejorados para formular técnicas que al mismo tiempo sean localmente apropiadas y sustancialmente mejores que las tradicionales. Esto implica la necesidad de una manera de ver las cosas que sintetice y combine las técnicas tradicionales y las modernas (Richards, 1975; Brokensha, Warren y Werner, 1980).

En algunos casos los especialistas del desarrollo podrán modificar las técnicas de un grupo de modo que satisfagan las necesidades actuales de otro. No obstante, toda «transferencia de tecnología» de ese tipo ha de ser hecha con la misma cautela que es indispensable en el caso de las tecnologías occidentales.

En general, las antiguas técnicas no pueden ser utilizadas, revitalizadas o mejoradas sin ciertos requisitos previos, algunos de los cuales pueden ser políticamente espinosos. Entre éstos se cuentan la clarificación de las leyes de tenencia de la tierra, la planificación cuidadosa de la expansión agrícola, el reconocimiento oficial de las organizaciones sociopolíticas tradicionales, la concesión de mayores incentivos para evitar el éxodo de los pastores jóvenes, mayor conciencia de funcionarios y extensionistas del valor de los conocimientos tradicionales y una política común y coherente sobre la descentralización de la ordenación de recursos naturales. Los expertos en desarrollo, especialmente los que se encuentran sobre el terreno, necesitan que, tanto la gente del lugar como los expertos forasteros, participen en una evaluación para ponerse de acuerdo sobre las técnicas que conviene conservar, modificar o revitalizar.

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