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Los bosques naturales de Chile

por A. HYNDMAN STEIN
Misión Forestal de la FAO en Chile

En la existencia, extensión, distribución y composición de los bosques naturales de Chile ejercen gran influencia la latitud y la altura y ello en medida mayor aún que en otros países, debido a la configuración de Chile, única en su género. Los factores locales, como las condiciones y aspecto edafológicos e hidrológicos afectan hasta cierto punto la composición de tales bosques; si bien de su estado actual debe considerarse responsable la mano del hambre.

Región norte

Así, en las provincias norteñas de Tarapacá, Antofagasta y Atacama - el Norte Grande - las condiciones desérticas reinantes se oponen a la existencia de bosques naturales y la vegetación leñosa que se da es xerófila, circunscribiéndose a determinadas localidades. En la pampa continental, a unos 1.000 metros de altitud, donde hay agua subterránea, se registra la presencia de manchones de la especie indígena de raíces profundas Prosopis tamarugo (tamarugo). Es posible que en tiempos pasados haya habido manchones naturales más extensos de esta especie que fueron desapareciendo gradualmente en el transcurso de los siglos al ser explotados para obtener la leña necesaria para fundir la plata en el período incaico, y más recientemente por la explotación de que han sido objeto para disponer de combustible destinado a las fábricas de nitrato. Los manchones que en la actualidad se encuentran son principalmente consecuencia de la repoblación. La especie Prosopis siliquastrum (algarrobo), importada de la Argentina, se encuentra frecuentemente asociada con el tamarugo. A elevaciones comprendidas entre los 4.000 y 5.000 metros en los altos Andes de esta región, donde en verano caen fuertes aguaceros de breve duración, se da la Laretia compacta (llareta), curioso componente leñoso de la familia de las Umbeliferae, que da masas en forma de almohadilla compuestas por los retoños sumamente compactos de la planta, permitiéndole así resistir las condiciones áridas. Sin embargo, esta especie es fotófila y prefiere las solanas del norte. Es muy preciada como leña para la población de centros mineros como Chuquicamata, y otras pequeñas ciudades como Calama, así como para el ferrocarril ligero que va de Arica al altiplano de Bolivia.

Región central

En las provincias de Coquimbo y Aconcagua y en pequeñas partes de las provincias de Valparaíso y Santiago - Norte Chico - las condiciones climáticas son más favorables a la vegetación leñosa. Según la localidad, la pluviosidad varía de 10 n 40 cm., pero correspondiendo en su casi totalidad al invierno, y la mayoría de las especies que en ellas se encuentran son xerófilas. Constituye una excepción la mancha boscosa de Fray Jorge, en las vertientes occidentales de la cordillera marítima, cerca de Coquimbo, donde la humedad provocada por el choque de la niebla costera contra tales vertientes permite el crecimiento de especies higrófilas. Esta región contiene sectores de arbolado abierto de gran variedad de arbustos leñosos, que constituyen valiosos pastos de primavera para el ganado ovino. Hacia el sur de esta región se da la Acacia cavenia (espino) en estaciones llanas. En los entrantes abiertos en las faldas de las montañas por las corrientes, especialmente en las umbrías, se dan especies perennifolias de hojas coriáceas como Quillaja saponaria (quillay), Cryptocaria rubra (peumo), Lithraea caustica (litre) y Boldea boldus (boldo). La gran demanda de leña en esta región ha provocado la desaparición de gran parte de la vegetación leñosa original y la formación de plantaciones, principalmente de eucalipto mediante el riego. La corteza del quillay constituye un artículo comercial, del que en 1954 se exportaron 635 toneladas, cantidad que vale casi un millón de pesos oro.

Provincias de transición entre Chile central y Chile meridional

En la región que comprende la parte sur de las provincias de Valparaíso y Santiago hasta las provincias de Arauco y Malleco, que deben considerarse provincias de transición entre el centro y el sur de Chile, ya que partes de estas provincias presentan afinidades, las lluvias también caen principalmente en invierno, pero aumentando progresivamente de norte a sur. También las vertientes marítimas de la cadena de la costa y las laderas de los Andes suelen recibir más lluvia que la planicie central.

Así, pues, Santiago tiene una pluviosidad media anual de 40 cm., Linares, de 100; Chillán, de 117, mientras que Concepción tiene 150, con mejor distribución teniendo cada mes del verano de dos a siete cm. Estas condiciones de pluviosidad se reflejan en el carácter de los terrenos arbolados y bosques naturales de esta región. La especie arbórea característica de la vegetación natural de la llanura central y colinas adyacentes llegando hacia el sur hasta la provincia de Nuble, a unos 37°S, es la Acacia cavenia (espino), si bien hace años que la mayoría de los terrenos arbolados de esta especie han dado paso al cultivo. Los valles protegidos de la cordillera del litoral en las provincias de Valparaíso y Santiago contenían en otro tiempo densos rodales de palmera chilena (Jubaea spectabilis), de los cuales sólo quedan dos en Ocoa y Cocalán. En las vertientes de la cordillera marítima y de los Andes inferiores se encuentran terrenos forestales abiertos, de arbustos leñosos xerófilos, una especie caducifolia de Nothofagus, calificada por Reiche de Nothofagus obliqua var. macrocarpa (roble blanco) y especies perennifolias de hojas coriáceas como el quillay, el litre y el boldo hasta la provincia de Colchagua, al sur de la cual empiezan a ser sustituidas por bosques abiertos compuestos principalmente de especies caducifolias de Nothofagus, Nothofagus glauca (roble maulino o roble colorado), Nothofagus leoni (huelo) y Nothofagus alessandri. A mayores elevaciones de los Andes, empieza a aparecer una especie perennifolia, la Nothofagus dombeyi (coigüe) a partir de la provincia de Colchagua, una especie caducifolia, la Nothofagus procera (rauli), desde la provincia de Talca, en tanto que otras dos especies caducifolias, la Nothofagus pumilio (lenga) y la Nothofagus antarctica ((ñirre) empiezan a presentarse en el límite altitudinal arbóreo, a unos 2.000 metros, en esta región, desde la provincia de Ñuble. Análogamente, en la planicie central de esta región, la especie caducifolia Nothofagus obliqua (roble, roble pellín) empieza a sustituir a la formación de Acacia cavenia a partir del norte mismo de Yungay, a unos 37°S, al principio en forma de árboles dispersos en campos actualmente en cultivo, resto de los anteriores bosques. Los bosques de las colinas andinas en las provincias de Ñuble, Bio-Bio y Malleto, compuestos principalmente de roble, rauli y coigüe, aumentan en cantidad y calidad a medida que se desciende hacia el sur, y Malleto cuenta con extensos manchones de bosque natural de este tipo. El límite norte de la Araucaria araucana (pino araucaria) está en el Volcán Antuco, a 37°30'S, en los Andes, pero también se encuentran bosques de esta especie en la meseta de Nahuelbuta, a 1.000 metros, en la cordillera marítima de la provincia de Arauco. El Libocedrus chilensis (ciprés de cordillera), la conífera indígena más septentrional, empieza a presentarse en los Andes a grandes alturas, llegando a los 1.800 metros a partir de la provincia de Colchagua.

El roble maulino, el huelo y el Nothofagus alessandri no se extienden al sur de la provincia de Maule, pero todas las demás especies de Nothofagus que se dan en esta región (esto es, coigüe, rauli, roble, lenga y ñirre) descienden muy al sur, llegando la lenga y el ñirre hasta la misma Tierra del Fuego. Análogamente, el ciprés de cordillera y el pino araucaria se extienden al sur de los límites de esta región.

Esta región de Chile está bien desarrollada en el aspecto agrícola, en ella están enclavadas las tres ciudades mayores del país, muchas de las industrias y más del 70 por ciento de la población. Por consiguiente, los bosques naturales accesibles de esta región han sido explotados con exceso, pero su desaparición se ha compensado, al norte de Talca hasta cierto punto, y al sur de esta provincia más acertadamente mediante la formación de plantaciones de Pinus insignis, Eucaliptus globulus y Populus nigra italica. La zona de Concepción, integrada por las provincias de Maule, Linares, Concepción, Ñuble y Bio-Bio, y las provincias de transición de Arauco y Malleto presentan gran concentración de plantaciones, conteniendo en conjunto más del 90 por ciento de las de Pinus insignis del país.

La región sur

La región sur de Chile, que da comienzo en las provincias de transición de Arauco y Malleto y se extiende hasta Magallanes en una longitud de unos 1.700 Km., tiene, en general, clima lluvioso templado, si bien, como es de esperar tratándose de tan diferentes latitudes, la pluviosidad y la temperatura presentan no pocas variaciones. Así, Temuco, en la llanura central, tiene una pluviosidad media anual de 140 cm.; Puerto Montt, de 175 y Valdivia, de 245, creyéndose que las vertientes occidentales de los Andes en las grandes alturas y el archipiélago exterior al nivel del mar llegan a tener hasta 500 cm., mientras el sector transandino en Aysen y Magallanes es mucho más seco, con una pluviosidad de sólo 15 a 40 cm. Esta gran diferencia de pluviosidad produce tipos de bosque natural completamente distintos en las vertientes marítima y continental de la cordillera principal en las provincias de Aysen y Magallanes, elevándose la cresta de esta cordillera por encima del límite altitudinal de la vegetación arbórea y apareciendo cubierta de hielos en gran parte. En general, la temperatura desciende de norte a sur y desde el nivel del mar a las cimas de las montañas. El intenso frío del invierno y los recios vientos del verano en las estopas patagónicas, aunados a la baja pluviosidad, ejercen gran influencia sobre la presencia y naturaleza de la vegetación arbórea en dicha localidad. El limite altitudinal arbóreo varía de unos 1.700 metros en el norte de esta región a apenas unos cuantos centenares de metros sobre el nivel del mar en el extremo sur.

En esta vasta región de Chile están enclavados la mayor parte de los bosques y terrenos arbolados naturales del país, comprendiendo el 85 por ciento de la superficie total de todos los tipos de bosques y terrenos arbolados naturales y - lo que es más importante todavía - el 96 por ciento de la superficie total de bosques naturales de interés comercial de Chile. Es probable que antes de que el hombre apareciera en escena e influyera en los designios de la naturaleza, toda esta región, salvo las grandes alturas situadas por encima del límite altitudinal arbóreo, las zonas áridas de las estepas de Patagonia y las praderas naturales ocasionales estuvieran cubiertas de vegetación forestal, generalmente densa, compuesta principalmente de especies frondosas de tipos que aún se encuentran, ya que ciertos sectores permanencen intactos debidos principalmente a su inaccesibilidad. Sin embargo, se ha expresado el parecer de que en la época de la conquista española, gran parte de la llanura central no estaba densamente embosquecida, sino que en ella se desarrollaron posteriormente bosques densos, existiendo no pocos argumentos en favor de esta teoría. Como punto interesante debe mencionarse que ciertos fósiles encontrados en Patagonia ponen de manifiesto que, hace muchos millones de años, esta región tenía bosques de coníferas semejantes a ciertas especies del género Araucaria. Asimismo, el vasto espacio de tiempo en que domina la Fitzroya cupressoides (alerce), de la que se han hallado testimonios en el sector Lago Llanquihue-Puerto Montt, hace pensar que en dicho sector han existido bosques de alerce durante milenios enteros.

La especie Nothofagus

Una de las características de los bosques actuales es el predominio de las especies del género Nothofagus (Fagaceae). Como hemos visto, determinadas especies se dan en la región de Chile situada más al Norte, pero en ella es donde el coigüe, el rauli, el roble, la lenga y el ñirre alcanzan su óptima condición y vegetan otras determinadas especies del género. Es interesante notar que la primera especie de este género conocida por la ciencia gracias al viaje de Cook en 1769-71 fué la Nothofagus antarctica, que es la especie más pobre de Nothofagus que se da en Chile desde el punto de vista de la producción maderera. Conocióse en un principio con el nombre de Fagus antarctica hasta quedar formado el género Nothofagus a mediados del siglo XIX, época en que se advirtió que las hayas del hemisferio austral eran distintas de las del boreal. Además de darse en Sudamérica, sobre todo en Chile, se encuentran especies de Nothofagus, en Nueva Zelandia, Tasmania, Australia y Nueva Guinea. En los bosques naturales de esta región de Chile, se estima que tres especies perennifolias y cinco caducifolias de Nothofagus comprenden conjuntamente las dos terceras partes de los bosques, constando el tercio restante de un cierto número de otras maderas duras, principalmente de perennifolias y ocho especies de coníferas.

Las masas mixtas son mucho más abundantes que las puras, si bien hay excepciones, como los extensos bosques de la caducifolia N. pumilio (lenga) en los sectores transandinos de Aysen y Magallanes, los rodales de la perennifolia N. dombeyi (coigüe) y N. betuloides (roble de Magallanes) en las zonas de gran pluviosidad y manchones de coníferas, pino araucaria, alerce y Pilgerodendron uviferum (ciprés de las guaitecas), en determinadas estaciones características de estas especies.

Sin embargo, como el hecho de darse determinadas especies depende en gran medida de la latitud. la altura y otros factores, las estaciones, ano tratándose de masas mixtas, rara vez contienen más de diez o doce especies, de las cuales sólo tres o cuatro son dominantes.

Las especies caducifolias de Nothofagus vegetan principalmente en el norte y sur de esta región, es decir, en las zonas más secas de la misma, comprendiendo la primera las provincias de Arauco, Malleto, Cautín, Valdivia y Osorno, salvo las mesetas y vertientes marítimas de la cordillera de la costa de estas provincias, y las segundas el sector transandino de Aysen y Magallanes, incluso la Tierra del Fuego.

En la zona norte, más seca, las principales especies caducifolias que son siempre las dominantes de sus masas, son: la Nothofagus obliqua (roble) y la Nothofagus procera (rauli). La primera prefiere estaciones bien avenadas en la llanura central y hasta una altura de unos 800 metros en general, si bien el límite superior de esta especie varia según la exposición, habiéndose observado rodales a 1.000 metros. El rauli vegeta bien entre los 600 y los 1.300 metros, especialmente en los Andes. Las provincias de Llanquihue y Valdivia pueden considerarse como los límites latitudinales meridionales de estas dos especies, respectivamente.

Danse asimismo otras dos especies caducifolias, la N. pumilio (lenga) y la N. antarctica (ñirre), pero a mayores alturas, generalmente de 1.300 metros al límite altitudinal arbóreo, que en esta zona llega a los 1.700 metros aproximadamente, aunque el ñirre en forma de árboles bajos o matorral se encuentra frecuentemente en fondos de valle de mediocre avenamiento, de los 800 metros en adelante. Las especies caducifolias de esta zona norte, salvo la lenga y el ñirre, que se encuentran con mayor frecuencia en masas puras, viven generalmente asociadas con perennifolias, siendo la principal especie frondosa dominante o codominante el coigüe, que, sin embargo, tiende a darse en masas puras, y es muy abundante, constituyendo más del 40 por ciento de los bosques de la provincia de Valdivia. La Laurelia serrata (tepa) es la siguiente especie perennifolia asociada más abundante, a veces en forma de especie codominante, pero con mayor frecuencia formando un segundo piso netamente definido. Otras perennifolias asociadas, que por lo común aparecen en forma de codominantes, son la Laurelia sempervivens (laurel), siendo la mezcla de esta especie con roble característica de algunas partes de la llanura central en Osorno y Llanquihue hasta Frutillar en el Sur, Eucryphia cordifolia (ulmo), Aextoxicon punctatum (olivillo), Weinmannia trichosperma (tinco o palosanto), Persea lingue (lingüe) y Drimys winteri (canelo). Las principales perennifolias asociadas que suelen presentarse en forma de subdominantes son: Myrtus luma (luma), Myrtus meli (meli), Tepualia stipularis (tepu), Myrceugenie apiculata (arrayán), Flotowia dicanthoides (trevo), Lomatia obliqua (radal), Guevina avellana (avellana), Embothrium coccineum (nutro o ciruelillo) y Boldea boldus (boldo). Pero comoquiera que muchas de estas especies son características de las estaciones de mayor humedad situadas a lo largo de corrientes de agua o en lugares pantanosos, donde forman denso monte bajo, en tales estaciones se convierten en especies dominantes o codominantes.

FIGURA 3. Bosque natural de Nothofagus obliqua, de buena calidad, después de un apeo parcial para destinarlo al cultivo y pastos, en laderas de gran pendiente de la reserva forestal de Llancocura, provincia de Valdivia, 40° 20' S. Al fondo, paisaje agrícola del sector del Río Bueno de la provincia de Osorno.

En la zona sur más árida que representa el sector transandino de Aysen y Magallanes, comprendida la Tierra del Fuego, las principales especies caducifolias son la lenga y el ñirre, y la mayoría de los bosques de esta zona están compuestos de masas puras de lenga, generalmente con sotobosque de Berberis spp. (michai o calafat). Otra especie caducifolia de Nothofagus se da en la Tierra del Fuego, a saber, Nothofagus montagnei, que se asemeja al ñirre.

El resto de esta región, es decir, las mesetas y vertientes marítimas de la cordillera del litoral en el norte de la región, la llanura central en dirección sur a partir de los 41°S, aproximadamente, y todas las islas y vertientes marítimas del continente al sur de Puerto Montt hasta el Cabo de Hornos está poblado por un bosque característico de perennifolias y que puede considerarse como bosque higrofítico de zona templada a causa de las copiosas lluvias que recibe. Son características tres especies perennifolias de Nothofagus, a saber, el coigüe, que se da hacia el sur, llegando hasta la provincia de Aysen, N. nitida (roble de Chiloé), que se encuentra desde Osorno hasta Aysen, pero principalmente en Chiloé, y N. betuloides (roble de Magallanes), que vive desde la meseta de la cordillera marítima en la provincia de Valdivia hasta el Estrecho de Magallanes. Otras especies muy comunes de este bosque higrofítico son el canelo y la luma. Todas las demás especies perennifolias citadas como asociadas en los bosques de caducifolias de la zona norte, más árida, se dan también en el bosque higrofítico en el norte de la región, pero algunas especies desaparecen al sur de Chiloé.

Especies coníferas

Los bosques naturales de la región sur están compuestos predominantemente de especies frondosas, pero no por completo, formando las coníferas un 7 por ciento aproximadamente. La asociación, con frecuencia íntima, de especies coníferas con frondosas es característica de los bosques naturales de Chile, muy al contrario del modo en que se dan las coníferas en el hemisferio norte, donde tienden a formar extensas masas puras o bien vegetan mezcladas con otras especies coníferas antes que con frondosas.

Se encuentran ocho especies indígenas de coníferas, a saber: Araucaria araucana (pino araucaria), Fitzroya cupressoides (alerce) Pilgerodendron uviferum (ciprés de las guaitecas), Libocedrus chilensis (ciprés de cordillera), Podocarpus andinus (lleuque), Podocarpus nubigenus (mañio hembra), Podocarpus salignus (mañio) y Saxegothaea conspicua (mañio macho) o nueve si se incluye la conífera enana Dacrydium fonckii, que se da desde la meseta de la cordillera de la costa en la provincia de Valdivia, hacia el sur hasta Aysen.

Las dos primeras especies de éstas tienen habitats restringidos. El Pino araucaria está limitado a los Andes, entre el volcán Antuco (37°30'S.) y el de Lanin (39°30'S.), a alturas comprendidas entre unos 1200 metros y el límite altitudinal de la vegetación arbórea y, como ya se ha mencionado, al sector de Nahuelbuta de la cordillera del litoral, un poco al norte de los 38°S., bien formando masas puras, bien mezclado con coigüe y lenga, esta última sólo en el habitat andino. El alerce, en cambio, es una especie del bosque higrofítico. Su límite septentrional lo constituye la cordillera marítima de la provincia de Valdivia, a elevaciones superiores a los 300 metros. Más al sur, entre el Lago Llanchihue y Puerto Montt, se encuentra en la llanura central y sigue dándose en la mayoría de las estaciones de las provincias de Llanchihue y Chiloé, asociada frecuentemente con el ciprés de las guaitecas. El alerce es la sequoia de los bosques naturales de Chile, alcanzando gran tamaño en condiciones favorables, y larga edad, 2.000 años o más.

De las demás coníferas, el ciprés de cordillera, el lleuque y el mañio se dan principalmente al norte de la provincia de Osorno, pero el ciprés de las guaitecas, el mañio macho y el mañio hembra son más característicos de las zonas de gran pluviosidad, encontrándose muy al sur. El ciprés de cordillera prefiere las estaciones rocosas. El lleuque es relativamente escaso. El mañio aparece en las dos cordilleras, así como en la planicie central, y por lo común es árbol de piso inferior bajo especies dominantes caducifolias o perennifolias. El ciprés de las guaitecas es dominante en la mayoría de las estaciones, como en la isla Guaiteca, de donde procede su nombre. El mañio macho y el mañio hembra se encuentran generalmente en calidad de subdominantes, aunque a veces de codominantes con especies frondosas.

La calidad de la vegetación de los bosques naturales de esta región no es en modo alguno uniforme. Quedan algunos rodales de rauli, coigüe, pino araucaria y alerce no explotados ano por el hombre, en que pueden encontrarse grandes árboles de tres metros de diámetro a la altura del pecho y 40-50 de altura total, pero estos árboles decrépitos suelen presentar un elevado porcentaje de enfermedad. Hay sectores sumamente extensos de monte bajo en que son pocos o faltan por completo los árboles de tamaño propio para madera serradiza, y algunos sectores, como la meseta de la cordillera marítima de la provincia de Valdivia, sólo tienen vegetación achaparrada, debido a lo somero del suelo y a la exposición. En general, los bosques de calidad máxima son los del sector andino de las provincias de Malleto, Cautín, Valdivia, Osorno y Llanquihue, alcanzando el óptimo en Cautín y Valdivia. La calidad de los bosques de la cordillera marítima de estas provincias, y asimismo de los bosques de Chiloé, Aysen y Magallanes, es notablemente inferior, tendiendo a degenerar a medida que la latitud o la altitud aumentan.

Figura 4. Paisaje característico de la provincia de Cautín, 38°40' S. Tocones, tallos carbonizados y unos cuantos supervivientes del antes rico bosque de Nothofagus, actualmente dedicado al cultivo.

Característica de los bosques naturales del sur de Chile lo constituye el denso sotobosque, compuesto a veces por el repoblado de especies que toleran la sombra, como la tepa, la luma y los tres mañios, pero con mucha más frecuencia por una vegetación profusa de especies de Chasquea (colihue y quila), que agudizan el problema silvícola de la regeneración de estos bosques, sobre todo por ser fotófilas la mayoría de las especies de más valor, como el rauli y el roble. Sin embargo, la Chasquea proporciona abrigo y forraje al ganado vacuno durante el invierno cuando no se dispone de otro forraje verde. A mayores alturas de los Andes, el sotobosque está compuesto frecuentemente por las especies alpinas de canelo; en el bosque higrofítico de Aysen son abundantes la fucsia y los helechos; mientras en los bosques de caducifolias de Aysen y Magallanes, las formas más comunes de sotobosque son especies de Berberis (michai o calafat).

Distribución de dos bosques naturales

La extensión actual de todos los tipos de bosque y terrenos árbolados naturales se cifra en 16.090.000 hectáreas, o sea el 22 por ciento de la superficie total del país, 74.177.000 hectáreas. De dichas 16.090.000 hectáreas, 9.466.000 no están en condiciones de producción, por ser bosque o terrenos arbolados naturales inaccesibles o bien rocosos desprovistos de interés comercial, y sólo 6.625.000 hectáreas son bosques o terrenos arbolados naturales accesibles y de interés comercial. Esta última cifra arroja algo menos de una hectárea de bosque productivo por habitante, lo cual se aproxima al promedio mundial, siendo considerablemente mayor que la cifra correspondiente a los países de Asia de gran densidad de población, que sólo llega a 0,3 hectáreas, pero que es menos de la mitad de la correspondiente a América del Norte, que asciende a 2,5 hectáreas.

Asimismo, como la anterior exposición sobre los bosques naturales de las diversas regiones de Chile indica, la distribución de los bosques naturales es sumamente desigual, tanto geográficamente como respecto a población. Por ejemplo, la proporción que los bosques guardan con la superficie total varía entre mucho menos del 1 por ciento en las tres provincias del Norte y más del 40 por ciento en las provincias del Sur, desde Arauco-Malleco hasta Magallanes, y la cantidad de bosque por habitante oscila entre una pequeñísima fracción de hectárea en la primera zona a más de 13 hectáreas en las provincias del Sur.

En lo que respecta a la suficiencia forestal, Chile puede dividirse en dos amplias zonas. La zona norte, desde Tarapacá a Talca inclusive, es zona deficitaria. Ello constituye una desdicha, teniendo en cuenta la gran parte de la población que vive en la región Santiago-Valparaíso, y la gran distancia a los bosques naturales del Sur, lo que plantea problemas de transporte y encarece mucho la madera en Santiago. La zona sur, desde Maule-Linares hasta Magallanes, es excedentaria, pero la región de Concepción sólo lo es a causa de las extensas plantaciones; las provincias de transición, Arauco y Malleto, presentan excedentes, debido, por una parte, a los bosques naturales y, por otra, a las plantaciones, y las provincias del Sur, Cautín y Magallanes, son excedentarias por sus bosques naturales.

La influencia del hombre

Es posible que la influencia del hombre sobre la existencia, extensión y distribución de los bosques naturales sólo haya complementado en pequeña medida la acción de los factores naturales fundamentales, pero sin duda constituye la causa principal del estado actual de la mayoría de los bosques naturales. En el pasado siglo, esta influencia ha sido singularmente decisiva, e incluso cabria calificar de destructora. Antes de dicha época, lo escaso de la población y la falta de incentivo para la explotación comercial probablemente redujeron la explotación de los montes a modestos límites locales. Con el aumento de la población, la necesidad de más tierra para cultivos y pastos por parte de los colonos, el crecimiento de las ciudades, el tendido de una línea férrea que une a Santiago con las provincias del Sur, llegando hasta Puerto Montt, y el subsiguiente desarrollo de la exportación, los montes naturales quedaron sujetos a una presión sin tregua cada vez mayor.

El régimen de tierras, implantado por los españoles y conservado en su mayor parte después de la independencia de Chile, unido a la política de conceder a la iniciativa privada carta blanca para la roturación de tierras forestales con destino al cultivo y los pastos, tuvo por consecuencia que gran parte de los terrenos forestales acabaran por considerarse propiedad de particulares. Al norte de Puerto Montt, los terrenos forestales propiedad del Estado se limitan a unas cuantas reservas, en la mayoría de las cuales se otorgaron concesiones para la explotación maderera comercial con liberalidad, y hasta fecha muy reciente la ocupación se permitía o se llevaba a cabo ilegalmente. Se calcula que son objeto de tal ocupación el 52 por ciento de la superficie total de las reservas forestales del Estado, o sea, 945.726 hectáreas. En la parte sur de Magallanes, incluso la Tierra del Fuego, antiguos terrenos forestales están ahora sujetos al régimen de concesión, o en algunos casos se hallan ocupados por ganaderos dedicados a la cría de ovinos, siendo solamente en las provincias de Chiloé y Aysen, como asimismo en partes de Llanquihue y Magallanes, pero sobre todo en Aysen, donde quedan extensos sectores de terrenos forestales todavía propiedad del Estado, al menos nominalmente, y tales tierras forestales contienen, por lo general, montes de calidad inferior a los de propiedad privada situados más al norte. Se estima que de la superficie total ocupada por toda clase de bosques y terrenos arbolados, incluso plantaciones. el 54,5 por ciento es de propiedad privada; el 42,7 por ciento, de propiedad estatal y el 2,8 por ciento, de propiedad indeterminada.

A la mayoría de los propietarios particulares sólo les ha interesado obtener un rendimiento máximo inmediato de los bosques naturales y conseguir que quedaran roturados con la mayor rapidez posible, sin pensar en el futuro. Las dificultades de explotación, la mediocridad de las comunicaciones y la distancia a los mercados han fomentado el apeo selectivo, es decir, sólo el de los mejores árboles de unas cuantas especies de gran valor, acompañado con frecuencia por la destrucción de las restantes. Esta destrucción, efectuada a veces deliberadamente con el propósito de roturar el terreno, y en ocasiones de un modo irreflexivo, se llevó a cabo recurriendo a los incendios, práctica que no ha contribuido a desarrollar la conciencia del público en materia de protección de los bosques contra el fuego. Extensas zonas del Sur de Chile, donde los trabajos de roturación siguen en curso, se ven entorpecidas por los sombríos espectros de los árboles muertos, los tocones de árboles explotados y las trozas semi-carbonizadas, muchas de las cuales están sanas en su interior y podrían aprovecharse. El empleo del fuego para los aclareos ha surtido a veces el efecto favorable de estimular la regeneración de determinadas especies, especialmente roble, rauli y coigüe, pero cuando el primer incendio ha ido seguido de repetidas limpias y nuevos incendios, o cuando ha habido pastoreo, la vegetación arbórea joven ha sufrido graves daños o ha quedado destruída.

El apeo selectivo ha surtido el efecto natural, pero desdichado, de que hayan quedado sometidas a una corta excesiva las especies de gran valor (lingue, radal, ciprés de cordillera, laurel, rauli, roble, pino araucaria y alerce, para citar sólo unas cuantas ya que tales especies son cada vez más escasas, quedando algunas amenazadas de extinción. Por ejemplo, la producción de madera serradiza de lingue, laurel, rauli y roble en 194546 fué, en números redondos, de 850.000, 3 3/4, 5 y 9 millones de pulgadas,¹ respectivamente, pero en 195253 la producción de madera aserrada de estas especies sólo ascendió a 250.000, 1, 2,5 y 3 millones, respectivamente.

(¹Una pulgada= 10 pies tablares.)

Actualmente, el centro de la explotación de montes naturales está representado por las provincias de Valdivia, Cautín y Malleto, por este orden, que producen más del 60 por ciento de la producción total de madera aserrada del país. El lugar que ocupa la explotación forestal como fuente de empleo lo indica el hecho de que en 1953-54 estaban en servicio 599 aserraderos quedaban trabajo a unos 12.000 obreros.

El volumen de madera en pie de los restantes montes naturales productivos se ha estimado en 1.500 millones de metros cúbicos, y su incremento bruto anual en 17,5 millones de metros cúbicos. En cambio, sus pérdidas anuales debidas a causas naturales, como pudrición, efecto del viento, insectos y hongos, así como incendios, generalmente provocados por el hombre, y la explotación se han cifrado en 43 millones de metros cúbicos.

Estas cifras son exponente de una situación sumamente grave que, de no corregirse, tendrá por consecuencia, el agotamiento de los montes naturales productivos en los próximos 50-60 años.


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