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6.  ESTUDIOS DE CASOS

Los cinco estudios de casos que siguen cumplen varios fines. En los casos de Amazonas, en el primer ejemplo se ilustra el carácter de una pesquería tradicional en marcha, mientras que en los dos siguientes se exponen dos pesquerías comerciales en rápido desarrollo que reúnen a pescadores tradicionales y a forasteros. Los dos ejemplos del Zambesi se refieren a estudios a largo plazo de dos pesquerías distintas del Africa central, una del Medio Zambesi y otra relativa al río Kafue. Ambos casos ilustran la rapidez y magnitud de los cambios que han transformado a las pesquerías tradicionales de todo el mundo. Aunque las estrategias de ordenación previas empleadas en esas pesquerías tal vez sean aplicables a las condiciones actuales, como mínimo habrán de adaptarse a las mismas. Aunque la historia de cada caso es distinta, las transformaciones del Amazonas y del Zambezi ilustran tendencias que son mundiales.

6.1  Desarrollo de las Pesquerías en la Cuenca del Amazonas

El proceso de comercialización e intensificación de las pesquerías continentales que ha tenido lugar en todo el mundo en desarrollo durante las últimas décadas queda bien ilustrado con varios estudios de casos de pesquerías ubicadas en la cuenca del Amazonas del Brasil y del este del Perú.

6.1.1  Pesquería de subsistencia en la Amazonia

La fase inicial “fundamentalmente de subsistencia” está representada por el caso de los pescadores indios Cocamillas que viven a lo largo del río Huallaga en el nordeste del Perú. Una comunidad tradicional de Cocamillas compuesta por 350 personas, estudiada por Stocks (1983) a mediados de los años setenta, explota varias zonas de la llanura anegadiza del Huallaga, que comprenden el canal abierto del río, charcas que se secan y que quedan en depresiones someras cuando el río baja durante la temporada seca, y pequeñas corrientes tributarias. Sin embargo, su pesquería más importante es la del lago llamado “varzea”, expresión empleada en este caso para referirse a un lago “vivo”, que está conectado permanentemente por canales naturales con el canal del río principal. Aunque la mayor parte del pescado capturado por los Cocamillas se destina al consumo local, un 15 % más o menos se comercializa a través de mercaderes que visitan la zona durante la estación.

Los Cocamillas emplean toda una serie de técnicas para explotar los recursos pesqueros del varzea. Empleando pequeñas canoas de uno o dos remeros, utilizan un método sencillo de anzuelo y línea a la orilla durante las horas diurnas. También emplean varias variedades de redes de enmalle de nailon así como redes que echan por delante del barco. Aunque no tanto como en el pasado, también se practica en el lago la pesca con arpón. Por último, todos los meses de diciembre los Cocamillas organizan también una captura comunal de pescado empleando un veneno vegetal del lugar. Después de cerrar con redes una pequeña porción del lago, colocan el veneno en el agua. Los peces aturdidos y moribundos suben a la superficie donde son pescados con arpón y sacados de las redes, que circundan la zona (véase Hickling, 1961, págs. 108–237, y Welcomme, 1980, págs 181–189, para una exposición más general de los métodos tradicionales de pesca fluvial).

La intensidad con la que pescan los Cocamillas varía mucho a lo largo del año. Durante los períodos de estiaje, cuando son muy fáciles de capturar los peces porque se concentran en un sector relativamente reducido, la intensidad pesquera es elevada. Durante los períodos de aguas altas, el pescado es más difícil de capturar y debido a ello los Cocamillas emplean menos tiempo en pescar y dedican más esfuerzo a la caza de animales salvajes que les brindan una fuente alternativa de proteínas. Las fechas y la intensidad de la pesca están también condicionadas por las actividades agrícolas de estos indios.

A pesar de la falta de equipo moderno y de embarcaciones motorizadas que caracterizan a las grandes pesquerías comerciales de otras partes del Amazonas, la productividad y el rendimiento de los pescadores Cocamillas son muy elevados. Patiendo de mediciones detalladas hechas a todo lo largo del año, Stocks llegó a la conclusión de que el rendimiento de pescado de todas procedencias en la zona oscilaba de 0,6 kg de pescado por hora de trabajo en abril, en el período punta de inundación, a 5,6 kilogramos por hora en noviembre durante la temporada de estiaje. La media general para una muestra de tres pescadores durante el año fue de 2,12 kilogramos de pescado capturado por hora de trabajo. Suponiendo una jornada de ocho horas, el resultado es un rendimiento respetable de unos 17 kilogramos de pescado por día-hombre. En el lago tipo varzea, que es la fuente principal de pescado explotada por los pescadores de la comunidad, los Cocamillas recolectaron unas 17 toneladas métricas por kilómetro cuadrado de agua.

Como los Cocamillas pescan fundamentalmente para su sostento, Stocks no pudo dar una estimación de los ingresos monetarios obtenidos por los pescadores de la comunidad para poder emplearla como medida del éxito respectivo de su pesquería. Pero Stocks analiza la situación nutricional de la comunidad, que puede servir de indicador alternativo del bienestar de la población. En base a las mediciones de consumo de alimentos tomadas tres veces a lo largo del año, Stocks llegó a la conclusión de que el régimen alimentario de los Cocamillas era suficiente en calorías y proteínas consumidas, aunque había alguna variación estacional en la disponibilidad de proteínas. A lo largo del año, la ingesta calórica fue siempre de unas 2 000 kcal por persona y día. La ingesta diaria de proteínas, a base principalmente de pescado con un suplemento de caza, iba de unos 75 gramos máximo por persona y día en la temporada de estiaje cuando el pescado se captura con más facilidad, a 50 g de proteínas en la temporada de máxima crecida. Son cifras que demuestran que, aunque pudiera haber una baja estacional en la ingesta proteínica, la dieta conseguida por los Cocamillas, que deriva de una combinación de pesca, caza y productos agrícolas, basta para mantener a la población en buen estado de salud.

Aunque los hombres Cocamillas son los que realizan la mayor parte de la actividad pesquera, las mujeres siguen contribuyendo considerablemente a la producción de pescado. Participan en las capturas comunales empleando cebo envenenado de pescado todos los meses de diciembre y también ayudan muchas veces a la pesca de red bogando mientras los hombres lanzan la red por delante de la embarcación. Aunque Stocks no estudie expresamente las diferencias en el nivel de vida entre los Cocamillas, su análisis da a entender que hay poca diferenciación socioeconómica en la comunidad. Parece también ocurrir esto entre otros grupos de pesca de subsistencia en el Amazonas como los Shipibo (Bergman, 1974; Behrens, 1981) y los Siona-Secoya descritos por Vickers (1976).

6.1.2  Pesquería comercial en la Amazonia

Dos estudios recientes hechos por Goulding (1981) y Smith (1981) sobre las grandes pesquerías de la cuenca del Amazonas en el Brasil sirven para ilustrar el proceso mundial de comercialización rápida que ha tenido lugar en estos últimos años. Smith analiza la industria pesquera en torno a la ciudad de Itacoatiara en el río Amazonas, mientras que Goulding estudia la pesquería alrededor de la ciudad de Porto Velho en el río Madiera, un gran afluente del Amazonas. Al igual que la región de los Cocamillas del este del Perú estudiada por Stocks, estas dos pesquerías, especialmente la del Porto Velho, más remota, eran pesquerías orientadas fundamentalmente a la subsistencia hasta finales de los años cincuenta o principios de los sesenta. Por entonces, la población de la región comenzó a aumentar rápidamente al construirse las primeras carreteras, proceso que culminó con la terminación de la carretera Trans-Amazónica a principios de los años setenta. En 1950, por ejemplo, la población de Porto Velho contaba sólo con 12 000 personas. Para 1970, después de quedar unida la ciudad por carretera con el centro de Guiaba en la provincia de Mato Grosso, la población se ha cuadruplicado llegando a unos 50 000 habitantes. Para 1975, el número de habitantes se había duplicado de nuevo alcanzando los 100 000.

Durante ese mismo período, en la zona se introdujeron tipos más modernos de aparejos de pesca, sobre todo redes de enmalle y de cerco hechas de nailon. Además, al crecer el mercado local y de exportación de productos pesqueros, se abrieron fábricas de hielo para ayudar a la conservación del pescado con miras a su transporte a larga distancia. Durante ese mismo período, se introdujeron también grandes barcos pesqueros dotados de motores. Al cabo de menos de quince años, las redes de cerco contribuyen ya a un 70–75 % de la captura total en las pesquerías de Itacoatiara y Porto Velho. Aunque se siguen utilizando técnicas tradicionales de pesca, análogas a las descritas para los Cocamillas (fundamentalmente para la pesca de subsistencia), su importancia está descendiendo rápidamente. Ambas comunidades sirven ahora de base para flotas de barcos pesqueros motorizados, que muchas veces se desplazan a grandes distancias para llegar a pesquerías productivas. Una flota pesquera mucho mayor procedente de la gran ciudad portuaria de Manaus, aguas arriba de Itacoatiara en el río Amazonas, pasó de 140 barcos en 1970 a tener 800 en 1976 (Smith, 1981, pág. 122).

Como en la mayoría de las pesquerías de llanuras anegadizas, hay una estacionalidad muy marcada en las actividades pesqueras a lo largo tanto del río Amazonas como del Madiera. En ambas pesquerías, al período de estiaje corresponde la mayor parte de la captura anual, aunque pueden darse algunas de las mayores pescas durante las migraciones de los peces aguas arriba, que se verifican en períodos de crecida de las aguas. En épocas del año, cuando los rendimientos de la pesca son bajos, la mayoría de los Itacoatiaras se dedican a la agricultura o al trabajo asalariado para complementar así sus ingresos. Muchos poseen o alquilan pequeñas parcelas de tierras en las que cultivan productos de subsistencia y comerciales como el yute. Otros puede que trabajen como peones asalariados para grandes terratenientes o para una de las varias industrias de la zona, como fábricas de madera, yute, o caucho.

La pesquería tan comercial que se inició en las zonas de Itacoatiara y Porto Velho a finales de los años sesenta dio lugar a un auge inicial en la productividad de las pesquerías (fase tres). Tras varios años de explotación, los rendimientos en las proximidades de los dos puertos comenzaron, sin embargo, a descender considerablemente (fase cuatro). En Porto Velho, por ejemplo, los datos de Goulding arrojan un aumento de productividad de la pesquería pues pasa de sólo 450 t de pescado anuales en 1968 a 1900 t en 1974, año en que se produjo un brusco aumento en el esfuerzo pesquero y también unos niveles de estiaje extraordinarios. Sin embargo, a partir de 1974, ha habido un constante descenso en la producción anual de la pesquería de Porto Velho con un rendimiento de sólo unas 900 t tanto en 1977 como en 1978.

Al mismo tiempo que han ido descendiendo los rendimientos totales, también ha bajado la captura por esfuerzo unitario (cpue). En 1974, los pescadores de Porto Velho tenían un rendimiento de unos 54 kg de pescado por día-hombre. Ya en 1977 el cpue había bajado a sólo 26 kg de pescado por día. Aunque se registró un ligero aumento durante 1978/79, el rendimiento de la pesquería de Porto Velho sigue siendo sólo la mitad del nivel que alcanzó en 1974. En Itacoatiara, Smith habla de un cpue análogo de unos 23 kg por día hacia finales de los años setenta. Estos promedios naturalmente encubren una notable variación estacional en eficiencia, y no distinguen entre técnicas distintas de pesca como redes de enmalle y de cerco (para detalles véase Goulding, 1981, pags. 60–8).

Sobre la base de 10 años de datos para la pesquería de Porto Velho, Goulding afirma que “dada la actual economía de las pesquerías del Amazonas, de unos 20 a 30 kg de pescado por día-hombre, es el nivel mínimo al que pueden funcionar económicamente las pesquerías comerciales”. A una tasa de rendimiento por debajo de esa cifra, según él sería de esperar que el número de pescadores se redujese o que aumentase el precio del pescado. Interesa señalar aquí que, a pesar del equipo moderno empleado en las pesquerías de Itacoatiara y Porto Velho, su nivel de eficiencia en torno a los 25 kg de pescado por día-hombre, no es mucho más alto que los rendimientos de unos 17 kg por día hombre obtenidos por los Cocamillas, que emplean unas técnicas mucho menos complejas.

En pocas palabras, aunque no hay pruebas claras de que las especies ícticas tan densamente explotadas corran peligro de extinción en la región en su conjunto, el agotamiento local de especies importantes comercialmente se ha convertido en un problema, y la productividad de las pesquerías en el Amazonas ha bajado considerablemente después de un auge inicial durante los últimos años sesenta y principios de los setenta.

El alto costo del equipo en las pesquerías comerciales del Amazonas está fuera del alcance de la mayoría de los pescadores. En Itacoatiara, por ejemplo, Smith informa que sólo algunos de los pescadores más ricos pueden permitirse las costosísimas redes de cerco de lámpara, que cuestan unos 500 dólares cada una. Estos mismos hombres poseen también las mayores embarcaciones motorizadas que pueden emprender los viajes de altura, que son los medios más productivos para aprovechar los recursos pesqueros de la región. Los pescadores menos pudientes pueden pescar empleando pequeños barcos sin motor y equipo menos costoso, como redes de enmalle o técnicas indígenas, pero sólo están en condiciones de llegar a los caladeros vecinos, que no son tan productivos. Lo más frecuente es que un grupo de pescadores se repartan el costo de alquilar un gran barco o que trabajen como miembros de la tripulación para un armador de un gran buque pesquero, que se lleva el 50% de la captura mientras que el resto se divide entre los tripulantes.

Aunque los propietarios de los grandes barcos pueden lograr un beneficio notable, la mayoría de los pequeños pescadores parecen conseguir un sostén marginal en la pesquería de Itacoatiara. Smith afirma que los pescadores están considerados localmente bastante bajos en la escala socioeconómica, un poco por encima de la categoría ínfima, la de los braceros migrantes, y casi al mismo nivel que los campesinos. La mayoría de los pescadores obtienen unos ingresos superiores al salario mínimo de US$ 2,00 por día, pero durante la temporada floja, cuando es difícil pescar, se ven obligados a dedicarse a otras ocupaciones como la agricultura de subsistencia o el trabajo asalariado para procurarse su propio sustento.

Vemos, pues, que aunque la pesca sigue siendo una actividad económica viable en las pesquerías comercializadas de la cuenca del Amazonas, muchos de los pequeños pescadores parecen alcanzar un nivel apenas suficiente de vida. Lo que es peor, hay un desnivel cada vez mayor entre la mayoría de pequeños pescadores, muchos de los cuales ya han dejado de ser trabajadores autónomos, y los pocos pescadores acomodados y empresarios que controlan el equipo principal y los grandes barcos de pesca empleados en estas faenas.

6.2  La Pesquería del Medio Zambezi

La pesquería del Medio Zambezi que comienza al pie de las gargantas debajo de las cataratas Victoria en Zambia-Zimbabwe y se extiende a 300 km aguas abajo hasta la confluencia del Kafue con el Zambezi es un ejemplo de la rapidez con la que una pesqueria tradicional puede llegar a comercializarse. Los datos que siguen están tomados de un estudio de Scudder sobre el desarrollo de la pesquería, del lado de Zambia, en que los Gwembe Toga Constituyen la inmensa mayoría de la población.

A principios de los años cincuenta, no existían pescadores comerciales entre los Gwembe Tonga ni había ningún otro que se dedicase a la pesca comercial en el río. Todavía no se habían introducido redes de enmalle o embarcaciones motorizadas, y no se exportaba pescado del valle del Medio Zambezi. La gente del lugar, sin embargo, eran pescadores competentes, familiarizados con todas las grandes especies que existían en el Valle del Medio Zambezi y que pescaban valiéndose de toda una serie de técnicas tradicionales adaptadas a las condiciones específicas de aquellas aguas y al comportamiento de las especies que pretendían cobrar (Scudder, 1960). Empleando diversas técnicas, salvo cuando colaboraban en el envenenamiento de charcas aisladas durante la estación de estiaje, hombres y mujeres se convertían en consumados pescadores durante las temporadas pertinentes, aportando el pescado una fuente importante de proteínas.

Como resultado de la constructión de la presa de Kariba en la última mitad de los años cincuenta y el llenado del lago Kariba entre 1959 y 1963, los hombres ya comercializaban su pesca,al cabo de menos de cinco años. Durante ese período, la expansión del lago Kariba constituía un modelo de ordenación y desarrollo pesquero. Por lo que respecta a la planificación, la nueva pesquería se redujo a la población local durante los cinco primeros años de suerte que al menos parte de la población indígena tendría así la oportunidad de convertirse en pescadores profesionales antes de que quedase abierto el lago (en 1964) a todos los advenedizos. Desde el principio se implantó también un sistema cerrado, que coincidía con la temporada de las lluvias (cuando las actividades agrícolas alcanzaban su cota máxima y géneros de peces como el Labeo se desplazaban aguas arriba por los afluentes para desovar). Como una contribución más al desarrollo de una pesquería local de acceso limitado, el Gobierno destacó personal extensionista ambulante y residente en la zona, esta bleció un fondo rotatorio para préstamos destinados a la adquisición de redes de enmalle (y accesorios) y barcos; importó embarcaciones más modernas que se podrían comprar mediante esos préstamos; trajo gente de fuera y capacitó a gente del lugar para la construcción de barcos de pesca; estableció los principales campamentos pesqueros en los que se construyeron mercados; y creó un centro de capacitación e investigación pesqueras que luego se convirtiría en un servicio nacional.

Los Gwembe Tonga respondieron positivamente a estos incentivos. Ocho meses depués de haber quedado cerrada la presa en diciembre de 1958, en las aguas de Zambia se contaban ya 407 pescadores que utilizaban 93 embarcaciones (de las que 87 eran canoas ahuecadas), con 748 redes de enmalle. Entre 1960 y 1964, la proporción de embarcaciones mejoradas aumentó considerablemente y se compraron los primeros motores fuera borda. Las tasas de reembolso por los préstamos fueron excelentes, pues algunos pescadores incluso llegaron a pagar sus deudas en mitad del período de tiempo requerido. Para fines de 1962, más de 2 000 Gwembe Tonga, con más de 5 000 redes de enmalle, ya pescaban por el lado de Zambia. Los desembarques registrados de pescado superaban las 3 000 t, llegando a más de 4 000 en 1963.

El Consejo comarcal local también contribuyó considerablemente a la rápida comercialización de la pesquería (de la que se beneficiaba también al gravar las exportaciones de pescado) construyendo y mejorando los caminos de acceso a algunos por lo menos de los campamentos de pesca y creando un sistema de transporte lacustre para los pescadores y comerciantes a base de 26 clases de barcos con motor diesel de 26 pies. Este servicio, aunque no sin problemas, se demostró de un valor incalculable, pues no sólo permitić a los pescadores de los campamentos alejados transportar su pescado seco a los centros comerciales, sino también poder dedicar más tiempo a las faenas pesqueras. Durante los años del auge económico, centenares de comerciantes privados pequeños y medianos acudieron en tropel a la ribera del lago, constituyendo el comercio pesquero una actividad estrictamente privada en que empleaba a un número notable de forasteros (luego parte de la gente del lugar se convirtió en pescadores/comerciantes, y una escasísima minoría llegó a ser comerciantes con dedicación completa).

Al capturar de una a tres toneladas de pescado por año, la mayoría de los pescadores realizaron grandes ahorros, parte de los cuales invirtieron en ganado y en la educación de sus hijos. Como ya se señaló, la pesquería fue también el mecanismo más importante para hacer lugar en una economía de mercado pues estas acudían a los campamentos de pesca a miles para hacer cerveza y vender productos agrícolas.

Al tocar a su fin a mediados de los años sesenta (fase tres) el período inicial de gran productividad que caracteriza a los nuevos embalses, la pesquería tuvo un descenso ya que los desembarques totales bajaron a unos 1 000 t (fase cuatro). Esta baja resultó acentuada al quedar abierta la pesquería por entonces a los forasteros y al aumentar considerablemente el número de unidades mecanizadas con motor fuera borda gracias al nuevo programa de préstamos. Al descender la captura por unidad de esfuerzo, los pescadores mejor dotados que habían mecanizado sus faenas se vieron cargados de deudas que no podían pagar, mientras que la mayoría de los pescadores de canoas no mecanizadas volvieron a un tipo de producción de subsistencia. Ahora bien, la mayoría de los pescadores locales abandonaron la pesca dedicándose de nuevo a la agricultura u a otras actividades. Aunque el período de prosperidad había pasado, las inversiones hechas con ahorros de los años buenos siguieron, no obstante, teniendo una gran importancia para el desarrollo agrícola y comercial de la zona durante los años setenta (aunque el descenso de la pesquería con redes de enmalle prosiguió a todo lo largo de ese período debido a la guerra librada por la independencia de Zimbabwe, a principios de los años ochenta se inició una mejora).

6.3  La Pesquería del Kafue

Aunque el caso del Kariba es un ejemplo de la rapidez con la que puede transformarse una pesquería tradicional en otra artesana muy comercializada, donde los ahorros se reinvierten para el desarrollo de la zona circundante, el desarrollo rápido de la pesquería de las llanuras de Kafue ilustra como una pesquería muy productiva puede verse sofocada por su propio éxito.

La pesquería de las llanuras de Kafue, con sus 4 340 millas cuadradas en plena crecida (Gay, citado por Welcomme, 1980), en cuanto a componentes biofísicos y socioeconómicos, es una de las mejores estudiadas del mundo. Bajo el aspecto socioeconómico nos hemos basado sobre todo en la tesis doctoral inédita de LaMuniere (1969), así como en una serie de monografías más recientes de Hayward aún por publicar (1981–83).

La historia de la pesquería del Kafue puede dividirse en tres períodos, de los que el primero dura hasta aproximadamente 1917, el segundo va de 1917 a mediados de los años cincuenta y el tercero desde mediados de los años cincuenta hasta la actualidad. Coinciden aproximadamente con las tres fases de comercialización de Goulding, verificándose la cuarta fase en estos últimos años. En el primero período de tiempo, las gentes de aquellos lugares pescaban sólo para su consumo, sostenién dose la gran mayoría de ellos como pastores/agricultores (los Ilas) y como agricultores/pastores (los Tongas y los Salas de la Llanura). Según Lehman, las propias llanuras tomaron su nombre de los Twas, de quienes “se afirma que reclamaban la propiedad de los derechos de pesca de toda la llanura”, disponiendo cada grupo de “una zona limitada específica que defendían contra los intrusos” (1977, págs 41–2). Sus derechos de acceso exclusivo fueron sin embargo, rechazados por la administración colonial, que declaró abierta la pesquería a todos los recién llegados.

Sin embargo, aún antes de los tiempos coloniales, los Twas libraron una batalla sin éxito contra los pescadores Lozi, que desde Barotselandia habían invadido las tierras del suroeste. Durante la última parte del siglo XIX, los Lozi, a las órdenes de su jefe supremo, habían ampliado su influencia hasta la cuenca del Kafue, gravando primeramente con un tributo annual a los Ilas y a los Tongas en 1882. Según LaMuniere, “el jefe supremo reclamaba el derecho a la caza, pesca, a poseer tierras y a mantener representantes en el territorio de los Ilas y los Tongas” (pág. 41), enviando brigadas oficiales de pescadores Lozi a explotar las llanuras por lo menos hasta 1917. Así comenzó la comercialización inicial de la pesquería, aumentando con los años el número de pescadores autónomos Lozi (es decir, de pescadores que trabajan por propia cuenta y no para el jefe supremo). Para “1935–40, una gran masa de pescadores Lozi podían encontrarse en las llanuras todos los meses de junio al comienzo de la campaña de pesca” (págs. 42–3). Aunque no había estimaciones seguras sobre su número, en los tiempos del censo de 1959 (cuando había ya comenzado a declinar su predominio sobre la pesca), ascendían en total a 3 000–4 000 pescadores.

LaMuniere atribuye la rápida comercialización de la pesquería durante la tercera fase a tres elementos. El primero era la implantación de redes de enmalle relativamente baratas confeccionadas de nailon a mediados de los años cincuenta, lo cual permitía a cualquiera que ahorrase el salario de un mes de trabajador no especializado el poder incorporarse inmediatamente a la pesca como pequeño propietario (de una red) / operador (antes de esa fecha los pescadores Lozi confeccionaban sus redes casi siempre de neumáticos viejos de automóviles, labor árdua y engorrosa,a decir poco). El segundo factor era la creciente demanda de pescado en el Cinturón del Cobre y en la capital nacional de Lusaka, en rápido desarrollo, que distaba menos de 50 km del extremo oriental de la pesquería unida por una carretera alquitranada siempre transitable. El aumento de la demanda estimuló el comercio del pescado, tanto que LaMuniere clasifica “las actividades de los comerciantes de pescado en expansión” (pág. 49) como el tercer factor que supera en importancia a la introducción de las redes de enmalle.

Durante la segunda mitad de los años cincuenta llegó en gran número una población multiétnica de pescadores procedentes de toda Zambia y también de Malawi y Tanzanía. En 1961, LaMuniere observaba que el 70 % de los comprendidos en su muestra había llegado durante los diez años últimos. “La afluencia de pescadores procedentes del Cinturón del Cobre aumentó aún más en 1958 debido a que se produjo una recesión en el mercado de este metal y a que millares de hombres, que antes trabajaban en las industrias de la minería y afines, se encontraron temporalmente sin trabajo”.

Al aumentar durante los años cincuenta el número de pescadores y de redes de nailon (de enmalle y de cerco), la producción estimada aumentó de 1 700 t en 1954 a más de 11 000 en 1958, fecha en que el total de pescadores pasaba los 5 000. Durante los dos años siguientes, los desembarques bajaron considerablemente debido a la reducción de las crecidas y a una fuerte presión pesquera durante los períodos de estiaje, aumentando los rendimientos de nuevo a raíz de producirse crecidas más normales. Entre 1961 y la construcción de la presa del Kafue en 1972, oscilaban de 2 894 t a 7 992, con un valor modal de 5 500 a 6 500 t. Aunque esta presa, más la construcción de la presa de Itezhitezhi, a finales de los años setenta, alteró radicalmente el régimen de inundación de las llanuras, los rendimientos siguieron luego promediando unas 6 000 t. Aunque los desembarques bajaron al principio después de la construcción de la presa debido a la inundación permanente de muchas playas en donde se practica la pesca de cerco, los pescadores “se adaptaron a períodos indefinidos de crecida practicando dicha pesca desde botes anclados en ensenadas inundadas, desde islotes o en lagunas someras abiertas” (Hayward, 1981). Como resultado, volvieron a aumentar los desembarques, con unas variaciones anuales, que ahora guardan relación con el grado de merma del embalse.

La comercialización de la pesquería proporcionó también un gran empleo a los mercaderes. Aunque nunca se han hecho recuentos precisos de éstos, Hayward contó un promedio de 56 que servían los tres puertos del sector oriental de la pesquería. Predominaban los pequeños comerciantes, algunos de los cuales vendían pescado fresco todos los días en la hacienda industrial vecina de Kafue. Como ocurrió con los pescadores durante los últimos años cincuenta y desde 1974, muchos comerciantes habían estado anteriormente desempleados, declarando un 75 % de los entrevistados por Hayward que “comenzaron este oficio del comercio porque no tenían otro empleo” (1981, pág. 13).

Aunque bajo el aspecto socioeconómico la pesquería ha absorbido anteriores reducciones en los desembarques anuales, el análisis de Hayward demuestra que actualmente se halla en mala situación. Desde mediados de los años setenta, la recesión económica prolongada de Zambia ha reducido gravemente las oportunidades de empleo, y son muchos los desempleados y subempleados que pasan a la pesca y al comercio del pescado. Antes del comienzo de la reciente sequía (que ha devastado grandes zonas del Africa meridional), unos 6 000 pescadores recolectaban un tonelaje igual de pescado. Sin embargo, la mayoría capturaba menos de una tonelada por año, lo que es probablemente una cifra mínima para mantener un nivel adecuado de vida partiendo de una línea de pobreza. Al persistir unos tiempos difíciles, los funcionarios de ingresos más altos y otros residentes de las ciudades se han dedicado a la pesca como medio para complementar sus ingresos (y a veces duplicarlos). Como propietarios absentistas de barcos y equipo de pesca con cerco, contratan su mano de obra entre los desempleados cada vez más marginados, que se han convertido así en un proletariado rural. En palabras de Hayward, “la presión económica dentro de la sociedad en su conjunto está empujando, por lo tanto, cada vez más a los estratos económicos superiores a dedicarse a actividades informales y a reproducir la estratificación socioeconómica general también en el sector informal” (1981, pág. 7).

Aunque la inundación de la porción oriental de las llanuras (que es la más pescada y más densamente poblada debido a su acceso relativamente fácil y a su proximidad a los mercados principales) favorece el empleo de las redes de enmalle con preferencia al equipo de cerco, el robo de estas redes se ha convertido en un problema tan serio que su empleo se ha reducido enormemente. Al propio tiempo, el precio de una red de cerco se ha duplicado desde 1968 mientras que el precio de los barcos de vitrofibra lo ha hecho por seis pasando de US$ 1 000 el costo de una sola red y del bote (sin motor fuera borda).

Como estos precios limitan la compra de barcos y de equipo de redes de cerco a los ricos, los pequeños pescadores se dedican cada vez más a técnicas ilegales para aumentar su rendimiento. Las dos más importantes son la Kutumpula y el empleo de pequeñas mallas (por debajo del mínimo legal de 3 pulgadas), empleándose a menudo varias técnicas conjuntamente. Los pescadores que practican el Kutumpula emplean redes de enmalle que colocan en un semicírculo antes de golpear la superficie del agua con palos para que el pescado entre en las redes. Al principio aumentaron los rendimientos al paso que disminuyó el robo de redes pues se las tenía en constante observación mientras estaban en el agua. Sin embargo, para 1981, según Hayward la estructura de la población de los peces se estaba alterando, bajando en el mercado de Lusaka la proporción de pescado de mas de 3 libras. Hayward también se mostraba preocupado de que la pesca de kutumpula a base de pequeñas mallas estaba interfiriendo con el desove. No cabe duda de que la sequía ha empeorado la situación en los dos años últimos, pues son más los pescadores que pescan en aguas más someras empleando técnicas ilegales, pescadores que eran demasiado eficientes en su destreza para capturar las poblaciones existentes (Hayward, 1982, pág. 24–5).

6.4  Resumen de los Estudios de Casos

Los casos estudiados ilustran varias características importantes. Salvo en las zonas más aisladas, demuestran la rapidez con la que pueden comercializarse las pesquerías tradicionales. Comercialización ésta que puede interesar primordialmente a los pescadores tradicionales del lugar, a los pescadores forasteros o a ambos tipos. Puede dar lugar a notables ahorros, que podrían desencadenar un proceso de desarrollo dentro de la zona de la pesquería (Kariba) o exportarse con carácter prioritario de la misma (Kafue).

Los casos del Amazonas y de Zambia ilustran también el grado en que las pesquerías fluviales pueden absorber a un gran número de desempleados y subempleados como pescadores y comerciantes, y ofrecer oportunidades de inversiones a empresarios del sector privado y profesionales retribuidos. Pero a medida que se intensifican las operaciones, dentro de los sistemas fluviales del Amazonas o del Zambesi, determinadas poblaciones de peces, la captura por unidad de esfuerzo y los niveles de vida pueden resultar todos ellos perjudicados, pasando muchos pescadores a convertirse en una población marginada de campesinos pobres.

No será fácil invertir esta situación que, a nuestro juicio, está generalizándose cada vez más en varios países. En casos tan extremos como las pesquerías de las llanuras de Kafue, la afluencia de forasteros no sólo ha “roto viejos controles de tipo oficioso”, sino que “por lo visto no puede hacerse nada a nivel local para poner coto a unas prácticas de pesca excesiva (Hayward, 1981a y 1982, respectivamente). Por otro lado, hasta la fecha las estrategias oficiales de ordenación se han demostrado totalmente ineficaces. Si cabe una solución, de las pruebas recogidas durante esta encuesta parece que hará falta un esfuerzo cooperativo entre asociaciones fuertes de pescadores locales (y tal vez comerciantes) y organismos exteriores de apoyo (tanto gubernamentales como no gubernamentales). Como existen pocos ejemplos felices de tal cooperación, las soluciones necesitarán también una buena disposición para hacer experiencias con nuevas instituciones, algunas de las cuales se exploran en los capítulos siguientes de esta monografía.


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