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7.  ESTRATEGIAS TRADICIONALES DE ORDENACION

7.1  Frecuencias

Las estrategias empleadas por comunidades que pescaban sobre todo para el consumo local o para el intercambio con consecuencias para la ordenación de las poblaciones ícticas se definen como “estrategias tradicionales de ordenación”. Pueden dividirse en dos categorías generales amplísimas: “deliberadas” y “espontáneas” (Klee, 1980). A juzgar por la literatura del ramo, ni unas ni otras son tan comunes entre las comunidades pesqueras continentales como entre las comunidades marinas. De 91 sociedades que figuran en los Archivos de relaciones humanas sobre las que hemos examinado la información relativa a la pesca continental, en el 73 % de los casos (66) no se tenían noticias de estrategias de ordenación. De las que se señalan, la inmensa proporción (79 %) eran estrategias “espontáneas”, y sólo 3 de las 91 sociedades (el 3 %) informaban el practicar estrategias comprendidas en la categoría de las deliberadas.

La información reunida se refería a América Latina, Africa y Asia meridional (Nepal, India y Sri Lanka). De estas regiones, quienes menos señalaron estrategias de ordenación fueron las comunidades tradicionales de pesca de América Latina y Asia meridional. En América Latina sólo 5 de 38 sociedades (13 %) practicaban, según se afirmaba, estrategias de ordenación, todas ellas del tipo espontáneo, mientras que sólo dos de 17 sociedades del Sur de Asia (12 %) disponían de estrategias, teniendo unas estrategias “deliberadas” y también “espontáneas”. Aunque se señalaba que 19 de las 36 sociedades (53 %) de Africa tenían estrategias de ordenación, predominaban también aquí las estrategias espontáneas, pues sólo se indicaba la existencia de estrategias deliberadas en dos casos.

Esta escasez de datos requiere explicación. Son dos las posibilidades. Una es que no se recogió información incluso cuando existían tales estrategias. La otra es que no existían esas estrategias, por lo menos al tiempo de compilar los datos. Como pensamos que ambas explicaciones tienen fundamento, hace falta desde luego una investigación más a fondo. Como el proceso de comercialización en curso está socavando la eficacia y frecuencia de las estrategias tradicionales de ordenación que subsisten, debe darse prioridad a una investigación urgente sobre el terreno en una serie de casos atentamente escogidos. Es también importante la investigación de archivo, especialmente los de la FAO.

El propósito de los Archivos de relaciones humanas es reunir en un mismo lugar todo tipo de información etnográfica a efectos de comparación entre diversas culturas. La pesca es una de las muchas categorías utilizadas. Aunque para cada una de las 91 sociedades analizadas existían algunos datos sobre pesca, la calidad y cantidad de los mismos varía según las fuentes. Por consiguiente, es fácil imaginar circunstancias en las que tal vez se ignoren datos sobre estrategias de ordenación. Por ejemplo, aún investigando sobre una población de tipo fluvial, el investigador podría haber informado sobre una comunidad continental en la que se quitaba importancia a la pesca, o sus prioridades de investigación eran tales que sólo se hacía referencia de pasada a la pesca. Las estrategias de ordenación pueden también haber cesado en los últimos años, aunque esa posibilidad no es tan probable ya que las fuentes de dichos Archivos se basan en investigaciones sobre el terreno que se realizaron antes de 1960 y por consiguiente con anterioridad a gran parte de la reciente experiencia de comercialización de las pesquerías tradicionales. Prescindiendo de las razones que se aduzcan, nos consta por propia experiencia o por estudios más recientes que algunas de las sociedades para las que no se señalan estrategias, en realidad sí que las poseen.

Aunque las pruebas son fragmentarias, con la posible excepción de algunas de las poblaciones tribales más remotas de América Latina, sospechamos que todas las sociedades tienen estrategias espontáneas que tienen consecuencias en la ordenación pesquera. Por otro lado, abrigamos la sospecha de que la poca cantidad de ejemplos publicados sobre estrategias deliberadas de ordenación pesquera es un reflejo relativamente exacto del mundo real, aunque si se investigara más se identificarían probablemente más casos.

Las estrategias espontáneas que, a nuestro juicio, tienen aplicación casi universal, son las de acceso limitado. Aunque hay grandes variantes, especialmente entre cuadrillas de caza y de recolección, como mínimo las sociedades tradicionales pretenden restringir el acceso a algunas tierras de las que dependen para la labranza, la ganadería, la recolección y una serie de otras actividades. Dicho en otros términos, algún tipo de tenencia de tierra, con cláusulas para el acceso restringido, constituye un atributo de toda sociedad. Cuando las aguas vecinas tienen también valor para esas sociedades, es lógico esperar que el razonamiento en que se apoyan los sistemas de tenencia de tierras locales se apliquen también a los sistemas de tierras y aguas.

Hay pruebas, aunque escasas, que dan a entender que así es. Escribiendo sobre los Yoruba de Nigeria, Rowling (1956, pág. 27) escribió que “en las aguas delimitadas de ríos y corrientes hay un sistema de derechos exactamente análogo al de las tierras agrícolas: “aldea”, “barrio”… e individuo son elementos todos ellos que en un momento u otro hacen valer sus pretenciones”. En la Côte d' Ivoire, Lawson, (1983, pág. 13) cita a Verdeaux (1980) que dice “que, en las pesquerías lacustres de Costa de Marfil, los sectores de pesca son propiedad como la tierra y se ha desarrollado un sistema de propiedad y de ordenación análoga al de tenencia de tierras”. En Kenya, Hickling afirma que las grandes esclusas (keks)” que se ven en los ríos mayores son obra y propiedad de las familias dueñas de las tierras a ambos lados, acabando sus derechos respectivos a mitad del cauce del río” (1961, pág. 110). Y en Sri Lanka, Alexander (1980, pág. 91–111 aplicó el modelo ideal de Obeyeskere de tenencia de tierras (basado en su análisis de los sistemas reales) al sistema de tenencia de aguas marinas de la comunidad costera de Mawelle en aquel país.

Una explicación posible de los pocos casos que se señalan puede ser el prejuicio de la legislación occidental contra “la tenencia de aguas”, lo que puede haber inducido a los estudiosos a pasar por alto los casos indígenas. Este prejuicio existe en todas las zonas tropicales de las antiguas dependencias coloniales. Mientras el Gobierno de Perú ha dado a algunas comunidades indias derecho a las tierras, quedan excluidos los derechos a “las aguas que se hallan dentro de esas tierras” (Bergman, 1980, pág. 218). De modo análogo en Zambia, la potencia colonial se negó a reconocer los derechos consuetudinarios de los Batwa sobre las llanuras del Kafue (Lehmann, 1977, pág. 42), mientras que Johannes (1978, pág. 358) observa que el valor de la tenencia de aguas marinas en Oceanía “no se apreciaba generalmente por los colonizadores occidentales”. No sólo contradecían la tradición occidental de “la libertad de los mares”, que para ellos tiene valor universal, sino que también interfería con su deseo de explotar los recursos marinos de las islas…. Las administraciones coloniales aprobaban a menudo leyes que debilitaban o abolían la tenencia de aguas marinas”.

Por otro lado, hay ejemplos africanos en que los derechos de tenencia por lo visto no se extendían a los grandes ríos. A pesar de la importancia crucial del pescado para las comunidades fluviales y de las pretensiones de tenencias sobre aguas pantanosas y charcas, Cunnison (1950, pág. 218) afirma que el río Luapula (el principal recurso hídrico de la zona) “nunca perteneció a nadie: la gente dice que “pertenece sólo a Dios”. Afirmaciones análogas se han hecho sobre los ríos nigerianos. En América Latina, es posible que muchas sociedades tribales no tengan estrategias de ordenación pesquera fuera de algunos conceptos muy débiles de tenencia de aguas, aun cuando la pesca puede ser la fuente más importante de proteínas animales de su régimen alimentario.

En su obra de 1980 sobre Amazon Economics: The Simplicity of Shipibo Indian Wealth, Bergman no hace referencia alguna explícita a los mecanismos para administrar las poblaciones pesqueras, a pesar de su importancia decisiva para las comunidades fluviales de los Shipibos peruanos. Aunque las comunidades campesinas poseen caladeros y lugares para la caza, estos a veces se superponen con los de las comunidades adyacentes. Como cualquier Shipibo puede pescar, por lo visto, cuando, donde y cuanto le plazca, parece que los criterios de acceso limitado, en el mejor de los casos, se han desarrollado débilmente. La explicación lógica de estas situaciones es que las comunidades locales aprovechaban tan poco los recursos disponibles que era innecesaria cualquier intervención reguladora. Es más, generalizando sobre el empleo consuetudinario de los recursos del Amazonas, Moran (1981, pág. 52) observa que “la pesca está relativamente exenta de restricciones debido a la abundancia de los recursos en relación con la capacidad de los aborígenes para su explotación”.

En la mayoría de los casos latinoamericanos examinados, las tecnologías pesqueras eran sencillas y las densidades demográficas bajas. En la comunidad de Shipibo estudiada por Bergman, 107 individuos utilizaban a fines de subsistencia unos 28 kilómetros cuadrados. Pero el 50 % de todo el pescado y las piezas de caza cobradas se “consequían en un radio de 1 600 m de la aldea” (pág.203). Aunque la tecnología de la gente era muy sencilla (el arco y la flecha eran sus principales instrumentos de pesca), su alimentación era excelente pues la agricultura, la pesca y la caza les proporcionaban “un promedio de 1 665 kcal y 67 g de proteínas diarios por persona” (pág. 204). Antes de la comercialización de algunos aspectos de la economía (que determinó fuertes reducciones en las poblaciones de tortugas y de Arapaima gigas), no había pruebas de que se estuviesen aprovechando demasiado algunas especies acuáticas. En otras partes de América Latina, así como en Africa y en Asia, se daban situaciones análogas (5.3.1).

7.2  Tipos de Estrategias Tradicionales de Ordenación

7.2.1  Estrategias espontáneas

En la literatura especializada se habla de cinco estrategias espontáneas que tienen consecuencias para la ordenación pesquera. Son las siguientes: régimen de tenencia de aguas; prohibiciones rituales sobre algunas zonas pesqueras, tabúes alimentarios relativos al pescado en general o a determinadas especies; insuficiencias técnicas y actitudes contrarias al pescado y a la pesca, y la magia. Todas ellas limitan la utilización de los recursos pesqueros. En cuanto a sus consecuencias para formular nuevos sistemas de ordenación, la primera tiene con mucho la mayor importancia. De suerte que en los párrafos siguientes será objeto de más atención.

(1)  Tenencia de aguas

Aunque este régimen sólo se documenta para 18 de las 91 sociedades reseñadas, como se indicó en el capítulo anterior estimamos que la tenencia de aguas está más extendida de lo que se dice. Adopta varias modalidades, que pueden estar combinadas o emplearse separadamente. Las variantes son innumerables tanto por lo que se refiere a la circunstancia tiempo dentro de la misma sociedad como entre sociedades cercanas durante el mismo tiempo. En algunos casos, quienes tienen acceso limitado a las poblaciones pesqueras de algunos recursos hídricos son unidades territoriales como reinos, jefaturas y aldeas. En otros casos se trata de unidades de parentesco como clanes, linajes y familias. Hay incluso otros casos en que los derechos territoriales pueden pertenecer a algunos individuos y grupos familiares ritualmente predominantes o dentro de dirigentes políticos, organizados jerárquicamente, con grupos de familiares y otros que ejercen derechos de uso mientras que los derechos residuales seguían correspondiendo a la autoridad territorial. Cuando son los particulares los que controlan el acceso a algunos lugares de pesca, esto puede estar relacionado con clientelismos políticos o con la posición del individuo dentro de un grupo familiar más amplio. En uno y otro caso, los derechos suelen transmitirse de una generación a otra.

Dada la escasez de datos disponibles y la diversidad y dinámica que caracterizan casos de tenencia de aguas que están documentados, sería imprudente tratar de generalizar sobre la frecuencia de distintos tipos de régimen de tenencia de aguas. Vamos a presentar algunos ejemplos ilustrativos.

En Africa, el custodio de una unidad territorial puede permitir el acceso general a todos los sitios pesqueros dentro de la misma a todos los ciudadanos sin acepción de personas o pueden hallarse determinados caladeros bajo el control de determinadas personas y/o grupo familiar. En cualquier caso, “los forasteros” deben obtener permiso del “propietario” y de ordinario tendrán que dar una parte de la captura en concepto de “tributo” o “impuesto”. Los custodios combinan a menudo las funciones políticas con las rituales, encargándose de realizar varios rituales que aseguran la fertilidad del pescado así como de la gente y demás recursos. En Africa occidental podrían denominarse “sacerdotes fetiches” y en Africa oriental, “dueños de la tierra”. Estas funciones institucionales fueron llevadas a América Latina por los esclavos. Refiriéndose a los llamados negros Bush, Hurault alude al “gran hombre” como a alguien de quien “se supone” que mantiene el poder sobre todas las tierras del país Boni que no están asignadas a linajes; concretamente, eso es lo que sucede con la cuenca superior de los cursos de cebecera de los Lawa… Sólo él puede autorizar la pesca colectiva en el gran río” (1961, pág. 99).

Entre los pueblos Luapula (Zaire y Zambia) antes de su conquista por el rey de los Lunda Kazembe, “los propietarios de las tierras” controlaban las tierras pantanosas que encerraban buen número de lagunas muy productivas. Debido en parte a problemas de seguridad, los pescadores del lugar solían reducir sus actividades pesqueras al territorio que se hallaba bajo su propio “propietario de la tierra, “no subdividiéndose los derechos de pesca por otros conceptos. “Los propietarios de las tierras”, responsables como eran de la fecundidad de los peces dentro de sus dominios, cumplían rituales anuales, entre los cuales el más importante consistía en una técnica (kutumpula o golpeo del agua) dando suelta al pescado al término de la temporada de veda. Después de la conquista de Kazembe, “los propietarios de las tierras” seguían realizando esos ritos al tiempo que el control político de los recursos de tierras y aguas (junto con gran parte del tributo pagado) pasaba a Kazembe y a sus jefes. Debido en parte a una mayor sensación de seguridad, los pescadores ya no restringían sus actividades a la pesquería más próxima (Cunnison, págs. 10–11, 218).

Al sudeste de los Luapulas se hallan los pantanos de Bangweulu, donde los Unga practicaban un tipo diferente de tenencia de aguas. Según Brelsfor (1946), a las aguas abiertas tenían acceso todos los recién llegados, incluidos los no Unga siempre que pagasen tributos al jefe. Por otro lado, los sitios de esclusas eran asignados por el jefe únicamente a individuos que fueran Unga. Guardados por espíritus ancestrales vigilantes, los derechos de usufructo se restringían al usufructuario y a sus herederos. En toda Africa eran comunes estos derechos individuales a las presas y esclusas (y a las aguas circundantes), así como a las charcas empleadas para el envenenamiento de los peces. Eran menos comunes, pero no por ello raros, los derechos individuales a grandes lagunas y estanques, que muchas veces eran objeto de pesca comunal una vez al año después de celebrarse una ceremonia apropiada de apertura por el dueño (para quien el beneficio principal consistía en el prestigio y condición consiguientes más bien que en el pequeño tributo en pescado que recibía de los participantes; véase también 7.2.2 (1)).

(a)  Arriendo y subasta

En los casos en que los dirigentes rituales y políticos de las sociedades tradicionales asignan derechos de uso de antiguo hereditarios sobre recursos pesqueros a algunos individuos/grupos familiares/comunidades, dichos dirigentes mantienen unos derechos residuales a los recursos de aguas correspondientes.

Aunque los derechos de usufructo solían ser de carácter perpetuo, teóricamente eran revocables si el usuario no prestaba los servicios previstos y/o no pagaba tributo (en pescado) al “propietario de las tierras y aguas”. Con estos arreglos reconocidos en el derecho consuetudinario, cabría argumentar que, en principio, constituyen un tipo de arriendo indefinido. Subrayamos este extremo porque el arriendo y especialmente el arriendo a través de mecanismos de subasta a favor de comunidades locales o de individuos/grupos familiares dentro de esas comunidades, tiene varias características interesantes como la de la ordenación pesquera.

Aunque no conocemos ejemplos de arriendo formalizado de recursos pesqueros entre sociedades tradicionales de pescadores, si que se da esa particularidad con alguna frecuencia entre las civilizaciones antiguas de Asia meridional, donde ya se había dado una cierta comercialización de la pesquería. En esos casos, los dirigentes locales (maharajás,etc.) y luego las potencias coloniales y/o el Estado, arrendaban, varias pesquerías a la población local y a los forasteros. Según Hickling, en Camboya el rey arrendaba tierras inundadas a “algunas personas privilegiadas”, normalmente Chinos. Estos a su vez subarrendaban obteniendo un beneficio, llegando a veces a haber entre el Estado y el explotador real hasta ocho fases de subarriendo (1961, pág. 137). Debido a la corrupción, se modificó el sistema en 1908, designándose a algunas zonas como pesquería libre mientras que otras se daban en arriendo como concesiones. Estas la explotaban no las comunidades locales, sino empresarios, cada uno de los cuales disponía de un buen número de personas, no sólo de pescadores, sino también de reparadores de barcos y de obreros corrientes.

En el sur de Asia, Lawrence (1895, pág. 157) se refiere también al arriendo estatal de pesquerías en el Valle de Cachemira, mientras que también se daban arriendos en otras partes de la India hasta el nivel de estanques de aldeas, donde las comunidades locales podían arrendar los derechos de pesca a una familia/grupo familiar de la comunidad (comunicación oral de 1984 de Nicholas Dirks). Aunque no se dan ejemplos específicos, Welcomme (1980, pág. 229) observa que “en muchos ríos, especialmente en Asia… se logra el control dividiendo el río y la llanura en lotes, por los cuales los particulares o grupos de pescadores compiten en las subastas que se tienen cada año. La función de vigilar el lote arrendado corresponde entonces a los grupos de pescadores”.

En los casos anteriores nos parece hallarnos ante un proceso de evolución con consecuencias positivas para la ordenación (véase 9.4.1 (3)). Es un proceso que puede también combinarse con la intensificación como sucedió en el lago artificial de 1920 construido en Java y al que se refiere Hickling (1961, pág. 246). En ese caso se puebla el embalse y se fertilizan las aguas con toda una serie de desechos agrícolas y humanos. El primer arrendatario fue el propietario de una granja lechera que permitía a la gente del lugar pescar a cambio de un tanto fijo por kilo de pesca. Una parte de los otros derechos iban a parar al fondo de la aldea. Después de expirar el arriendo inicial de 33 años, se ocupó de la coordinación de la pesca una cooperativa de pescadores compuesta por 160 individuos.

(2)  Prohibiciones rituales

Las prohibiciones de carácter ritual, aunque impuestas a veces por separado, contra la pesca en determinadas zonas iban muchas veces unidas a la tenencia de aguas como medio para negar el acceso. En el valle del Medio Zambezi, por ejemplo, las lagunas en que habían santuarios de las lluvias y otros lugares sagrados, se hallaban cerradas a la pesca en toda la estación pluviosa y durante la crecida anual del Zambezi. Al comenzar a retirarse las aguas el maestro de ceremonias de la vecindad establecía un día en el que quedaba eliminada la prohibición. En esa ocasión, centenares de personas pescaban de forma colectiva en la zona después de que el maestro de ceremonias había dado comienzo ritualmente a la pesca, invocando en dicho acto los nombres de los antepasados correspondientes. Se tienen noticias de variantes de esta ceremonia en toda el Africa tropical, participando en algunos casos los jefes del lugar y en otros los particulares y representantes de grupos allegados. En la mayoría de esos casos, antes de iniciar la pesca se impetraba a varios antepasados como parte del ritual.

En la India, los únicos santuarios pesqueros permanentes estaban asociados con lugares religiosos de culto (Jhingran y Tripathi, 1977). Algunas zonas podían quedar también vedadas a la pesca durante largos períodos a raíz de la muerte de personajes importantes. Lawrence, por ejemplo, escribió que “a la muerte del Maharajá Gulab Singh quedó prohibida rigurosamente la pesca por seis años” (1895, pág. 157); después de esa fecha la prohibición seguía vigente en una región cuando el autor de este trabajo visitó el lugar.

(3)  Tabúes

En la literatura se habla de dos tipos generales de tabúes que protegen sin pretenderlo a las poblaciones ícticas. El primero es un tabú general de comer pescado bajo cualquier forma. El segundo comprende tabúes más específicos contra algunas especies de pescado. Los tabúes generales pueden ser de carácter religioso o profano. Parece que las prohibiciones de comer pescado debido a su asociación sagrada con los dioses o el alma humana se han desarrollado sobre todo en sociedades que viven cerca del Mediterráneo (Pariser y Hammerle, 1966, pág. 62), pero creencias análogas aparecen también por lo menos en algunas tribus Igbo de Nigeria (Basden, 1966, pág. 40; Meek, 1970 y Ottenberg, 1968 y 1971). Aunque algunas comunidades locales de Igbo pescaban en el río Níger, no se permitía la pesca en muchos cursos de agua menores. En ellos el pescado se consideraba sagrado porque se creía que “encerraban las almas de los antepasados” (Mekk, pág. 18) o porque se consideraban criaturas de una determinada deidad o espíritu. En esos casos, los que seguían sosteniendo las creencias que servían de apoyo a esos tabúes se sentían ofendidos si pescaban otros Igbo (conversos cristianos, por ejemplo) o personas extrañas.

Las prohibiciones existentes entre varios grupos étnicos del nordeste, este y centro de Africa eran profanas más bien que sagradas, al menos al tiempo de su constatación. Entre los Dorobo de Kenya y los Masai de Kenya-Tanzanía, Macquire (1928, pág 250) informó que el consumo de pescado se consideraba “anatema”, mientras que Hollis (1905) señalaba que en todo su vasto territorio los Masai ni pescaban ni utilizaban botes. El consumo de pescado también estaba prohibido entre una serie de pueblos cushíticos en el nordeste de Africa (Simoons, et al., 1979).

Los tabúes específicos eran bastante más comunes. Algunos eran de carácter totémico, que impedían a los que honraban a un determinado totem el matar o comer una determinada especie de pez. Otros eran tabúes individuales, cuya observancia podía exigirse como parte de una cura contra determinadas clases de enfermedades. Había incluso otros que estaban asociados con algunas fases en el ciclo de desarrollo de la persona, prohibiéndose a menudo a las mujeres comer determinadas especies de pescado mientras tenían la menstruación o criaban o durante el embarazo. Los jóvenes podían también evitar algunas especies, como la Clarias, cuyo consumo, se temía, podía causar impotencia u otras situaciones indeseables.

(4)  Insuficiencias técnicas y aptitudes contrarias al pescado como alimento y a la pesca como ocupación

Los tabúes eran una expresión extrema de una renuencia más general a comer pescado, lo que había protegido evidentemente hasta entonces a las poblaciones ícticas. Según Pariser y Hammerle, “Salvo en el Japón, Filipinas, Tailandia y el noroeste de Europa, el pescado no se considera por lo general como un alimento muy apetecible”, representando el consumo mundial de pescado “tal vez del 3 al 5 % de todas las proteínas consumidas” (1966, pág. 61). Aunque subrayando las dificultades a la hora de tratar de examinar las causas de ese prejuicio, los autores señalan a continuación que “A pesar de las necesidades tan universales y tremendas en materia de nutrición, en muchos países ha debido desarrollarse todo un conjunto de actitudes que van desde la resignación, pasando por los obstáculos técnicos, hasta la indiferencia, la renuencia y la resistencia al empleo en gran escala del pescado como alimento humano” (pág. 62).

Aunque Pariser y Hammerle sacaron sus ejemplos sobre todo de civilizaciones antiguas, valen también para toda una serie de sociedades menores. Por lo que respecta a las insuficiencias de carácter técnico, algunos de los primeros exploradores europeos a la Patagonia quedaron sorprendidos al encontrar que algunas poblaciones no tenían técnicas para capturar poblaciones de peces, por lo demás abundantes (Musters, 1973), mientras que en otras partes la pesca se reducía al empleo de arcos y flechas (Holmberg, 1950). En Africa y en Asia la renuencia a comer pescado llevaba muchas veces a mirar mal a los que lo comían o a los que lo capturaban y comerciaban. Estas aptitudes se extendían incluso a gente para las que el pescado era un elemento secundario en su régimen de alimentación, por ejemplo los Kikuyu de Kenya refiriéndose desdeñosamente a los Luo, para quienes el pescado era un alimento importante, los llamaban “comedores desnudos de pescado”. En Asia meridional, los pescadores pertenecían a las castas inferiores o a las poblaciones tribales, categorías ambas que eran tenidas en baja estima por la casta superior de los hindúes.

(5) Magia

Aunque las pesquerías marinas y continentales han estado asociadas hace mucho tiempo con un sinnúmero de prácticas mágicas, son pocos los estudios que han hecho comentarios sobre las repercusiones que éstas tienen en la ordenación pesquera fuera de dar a los pescadores confianza frente a toda una serie de peligros y amenazas (cocodrilos y hipopótamos; tormentas y condiciones hídricas desfavorables, rivales envidiosos y hostiles; y espíritus potencialmente hostiles). Constituye una gran excepción el estudio de LaMuniere de 1969 titulado Aspects of Leadership in a Multi-tribal Society: Sorcery and Personal Achievement. Esta tesis doctoral inédita trata de la pesquería de los Kafúes en Zambia a principios de los anos sesenta. Dado el carácter multiétnico de la pesquería y la ausencia de otros sistemas de control social, LaMuniere alega que la magia y más concretamente la hechicería llegaron a proporcionar “un sistema alternativo de jerarquización y control social”. A la base de este sistema existía un “mínimo común denominador”, que era la creencia sostenida por todos los pescadores (y que todavía mantienen hoy los más ancianos de todos los grupos étnicos afectados) de que los mejores pescadores capturan más pescado no sólo porque tienen encantos y magia pesquera sino también porque, como hechiceros, han matado a parientes o trabajadores cuyos espíritus se ven entonces inducidos a llevar el pescado hacia sus redes. Si les interesa el poder político, estos pescadores son los que con más probabilidad se convertirán en líderes locales, en cuyo caso sus rendimientos (y su reputación como hechiceros) suelen aumentar ya que entonces tienen acceso (por sus seguidores) a más información sobre dónde abunda la pesca. Con un mejor acceso a la mano de obra, pueden entonces desplazarse en la mañana hasta esos caladeros y con su fama de hechiceros mantener a raya a los adversarios o a los últimos llegados. En esos casos, la fama de hechicero no sólo puede dar lugar a situaciones de liderazgo sino también actuar como “mecanismo de acceso limitado” para el espaciamiento recíproco de los pescadores.

Aunque se han señalado creencias análogas sobre magia pesquera en muchas comunidades pesqueras tradicionales, el estudio de LaMuniere es el único que hemos encontrado donde se analiza la importancia de la magia y de la hechicería como elemento organizativo y gestor en una pesquería que es multiétnica y muy comercial al mismo tiempo. Aunque los pescadores comerciales que emplean redes de enmalle en el lago Kariba tienen creencias análogas, no se ha analizado su relación con la economía política y la organización de la pesca. A nuestro entender, lo mismo vale para la pesquería multiétnica del Medio Níger. Aunque existen otras formas institucionales de organizar a los pescadores en el Níger e incorporarlos en una unidad política más vasta, sospechamos sin embargo que el control de la magia en esa región y la reputación de una persona como hechicero tal vez sirvan también de mecanismo distribuidor. Por otro lado, la situación referida por LaMuniere puede ser muy bien un fenómeno transitorio para organizar una pesquería multiétnica antes de la aparición o refuerzo de otras formas de organización política (partidos politícos, juntas locales, asociaciones de pescadores, etc).

7.2.2  Estrategias deliberadas

Aunque por lo visto son relativamente poco frecuentes estas estrategias, aplicadas con el propósito expreso de ordenar (conservar) las poblaciones ícticas, pueden dividirse en tres categorías generales. Consisten en restricciones en las artes de pesca, temporadas de veda, e intensificación de la pesca.

(1)  Restricciones en las artes de pesca

De las varias técnicas deliberadas, las restricciones en las artes de pesca son las menos comúnmente señaladas. En algunos casos en que se dan, se aplican a sólo un número limitado de técnicas, explicando los analistas la prohibición por motivos biológicos o sociológicos. En una parte del Medio Níger, los usos locales prohibían la construcción de una barrera a lo ancho del río en período de estiaje de lo que deduce Hickling que se trataba de un medio para proteger la formación de bancos de Alestes leuciscus, que constituían una fuente muy valiosa de aceite de cocinar. Tal vez en términos sociológicos se explique mejor la prohibición de unas técnicas más eficaces aplicadas en algunos estanques y lagunas. Refiriéndose a dos estanques controlados por grupos descendientes de los Igbo (Afikpo) en Nigeria, Ottenberg (1971, pág. 193) se refiere a “normas de pesca que prohiben el empleo de canoas y de redes grandes”.

En esas lagunas, cerradas a toda clase de pesca durante parte del año, pescan en forma comunal un número relativamente grande de personas en una determinada época de cada año. Aunque su control varía de una zona a otra, casi siempre los “propietarios” son gente de influencia que adquieren prestigio organizando grandes expediciones pesqueras y distribuyen lo capturado entre familiares y demás componentes. Fortes insiste en este punto cuando habla de los Tallensi de Ghana: “La pesca comunal no beneficia mucho al propietario de la charca. Por grande que sea el tributo, el beneficio neto que reporta es pequeño pues distribuye gran parte de la pesca entre los demás… ¿Por qué entonces los propietarios de las charcas convocan a expediciones pesqueras comunales? Con contadas excepciones, la designación para una jefatura… constituye el título de propiedad de una determinada charca… Organizar una expedición pesquera comunal constituyen por lo tanto, una prerrogativa del jefe. Mantiene el prestigio y proclama la condición de un jefe más allá de los confines de su propio territorio limitado” (1945, pág. 140). Como se necesita un gran número de participantes (Fortes señala que el día establecido acuden “procesiones interminables” de adultos de ambos sexos y de niños) para pescar los peces de la charca durante todo el día o incluso a lo largo de varios días, tiene sentido el restringir unas artes de pesca que abreviarían la expedición o concentrarían la captura en pocas manos.

Sin embargo, hay algunos otros casos en que las restricciones de las artes de pesca parecerían apropiadas. Siendo así, el análisis de Johannes sobre las pesquerías marinas en Oceanía parecería igualmente aplicable a las pesquerías continentales tradicionales. En palabras suyas, “las restricciones sobre artes de pesca, que son probablemente la forma más antigua de regulación de la pesca en Occidente… parecen ser la forma más rara de conservación que se practica en Oceanía… No sorprende que las restricciones sobre un aparejo pesquero eficaz no se apliquen tradicionalmente en Oceanía. Como ha afirmado Crutchfield en 1972, “la consecución de un nivel deseado de mortalidad pesquera mediante la proscripción deliberada de unos métodos eficaces de recolección es antieconómica, contraproducente y devastadora, en sus efectos para el progreso tecnológico”. Los pescadores tradicionales de las Islas del Pacífico hubieran quedado probablemente boquiabiertos de saber que en algunas partes del mundo estaban prohibidos unos aparejos eficaces de pesca” (1978, pág. 354).

(2)  Temporadas de veda

Entre los casos conocidos de ordenación deliberada de los recursos pesqueros continentales, las temporadas de veda son con mucho el mecanismo más importante empleado por los pescadores tradicionales. En toda Africa, “los propietarios” de charcas prohiben frecuentemente todo tipo de pesca (salvo tal vez la pesca suelta con anzuelo y líneas) hasta tanto se abre oficialmente la temporada de pesca con una expedición comunal (cuya fecha suele coincidir con el comienzo del estiaje). Estas expediciones se suelen hacer anualmente aunque “el propietario” puede prohibirlas durante un período de varios años si escasea la pesca, debido, por ejemplo a una temporada larga de sequía. Wilson (1951, pág. 58) relata un caso de este género entre los Nyakysa de Tanzanía.

Se habla también de temporadas de veda para las pesquerías en las lagunas del Africa occidental. Citando a Mensah (1979), Kapetsky escribe que, en el caso de las lagunas comunales de Ghana, “la reglamentación de la pesca está controlada por un sacerdote fetichista principal y se ejerce en forma de temporadas de veda” (1981, pág. 10). Citando a Verdeaux (1980) sobre pesquerías en lagunas de Côte d'Ivoire, Lawson (1983) se refiere a “un sistema de reglamentaciones y prohibiciones pesqueras para temporadas y días de pesca, aparejos y lugares” (pág. 13).

(3)  Intensificación

Hemos elegido dos tipos entre los casos de intensificación descritos en las publicaciones y que se refieren a pesquerías tradicionales. El primero está relacionado con las pesquerías de llanuras inundables mientras que el segundo se practica en arrozales. Ambos se limitan mayormente a Africa y Asia.

(a)  Intensificación de la pesquería en llanuras inundables

En su forma más sencilla, este tipo de intensificación supone simplemente el conectar el cauce principal del río con las llanuras anegadizas adyacentes abriendo un canal. Al subir los niveles de las aguas, tanto el agua como los peces son arrastrados fuera a través del canal, siendo capturados mediante diversos aparejos cuando vuelven a bajar las aguas de crecida. Stubbs, según refiere Hickling (1961, pág. 132), describió la existencia de esta técnica entre los Dinka del Sudán ya en los años cuarenta y a Scudder le refirieron los pescadores Dinka en los años setenta que todavía se practicaba. Los Libinza dan un paso más pues pescan en un gran tributario del río Ubangi en Zaire. Según Leynseele (1979), los diques naturales se elevan mediante canales que se dejan abiertos para que el pescado pueda pasar a las charcas adyacentes. Luego se cerraban con mimbres, convirtiéndose en una inmensa trampa para los peces. “Antes del período colonial, los meandros anegados del río Ngiri constituían una inmensa zona pesquera… El pescado que quedaba así retenido en las charcas estaba tan concentrado que era necesario alimentarlo… Así pues, esta pesca intensiva fue el comienzo de la piscicultura” (pág. 177).

Más al oeste, en Benin, se excavaban realmente estanques piscícolas rectangulares, con el eje mayor muchas veces perpendicular al río, para aumentar así el habitat de los peces y facilitar su captura al descender las avenidas. Según Welcomme, estos estanques superan a menudo el kilómetro de longitud si bien su anchura y profundidad raras veces superan los 4 m y 1,5 m, respectivamente. Cuando hay charcas naturales, “suelen ampliarse artificialmente” (1971, pág. 136). Una vez que la crecida anual ha llenado las charcas, se cortan con vallas las entradas desde el río principal, pescándose las charcas hacia finales de la estación seca. Para entonces, la vegetación que crece dentro de las charcas se va eliminando y las vallas se van desplazando hacia adentro para concentrar los peces antes de proceder a su captura.

Uno de los pocos casos de intensificación tradicional que se conocen de América Latina comprende también la construcción de estanques. Según Steward y Faron, “en Colombia, los gorrones construyeron estanques especiales en los que criaban peces para comerciar con otros grupos” (1959, pág. 183).

Existen otros casos en que el agricultor/pescador fertiliza las masas de agua próximas a sus colectividades, aunque en la literatura especializada no se dice claramente si esta práctica es, o no, deliberada. En su análisis de la pesquería de llanuras anegadizas de los Cocamillas del nordeste del Perú, Stocks (1983) señala cómo la población recicla los desechos echándolos al lago adyacente a su comunidad. Por otro lado, afirma lo siguiente: “No creo que estas prácticas culturales sean simple coincidencia porque los Cocamillas acompañan estos usos de eliminación de resíduos con una serie de manifestaciones folklóricas que dan a entender que dichos usos pudieran tener cierto valor práctico. Por esa razón, quiero sostener que los Cocamillas explotan sus recursos lacustres “de forma efectiva”, es decir, funcionalmente (pág. 264).

Otra forma de intensificación de la pesquería de llanuras anegadizas son lo que Welcome denomina “parques pesqueros”. Aunque se ha hablado de “parques pesqueros” del sur y sudeste de Asia (véase Hickling, 1961, págs. 141–5 para una breve exposición de ejemplos tomados de Camboya y Birmania), la documentación más detallada procede de Africa occidental (Welcomme, 1971 y 1980; Kapetsky, 1982 y Lawson, 1983) donde se citan ejemplos de Benin, Ghana, Côte d'Ivoire, Nigeria y Togo. Aunque los pescadores identifican diversas variedades, el principio base es el mismo, estando las diferencias principales en la naturaleza de los materiales utilizados, en lo complejo de la construcción y en el tamaño, pues hay parques pesqueros pequeños que tienen unos pocos metros de diámetro, frente a otros mayores con más de 20 m. En cada caso, la vegetación se sitúa en aguas someras para atraer a los peces, rodeándose luego el “parque” con una red antes de la captura de la población allí residente. En los casos más sencillos, puede colocarse vegetación flotante en el agua “pues así se atrae a los peces que buscan alimentos y refugio. Estas instalaciones se pescan a los pocos días de su construcción pues actúan como trampa-refugio que atraen a los peces de las aguas circundantes” (Welcomme, 1971, pág 130). En los casos más complejos, la vegetación flotante está rodeada de estacas o ramas que se hincan en el fondo del río o del lago. Las obras se inician después de las inundaciones anuales, pescándose en las estructuras construidas a intervalos de varias semanas a varias semanas a various meses según las condiciones. Cuando Welcomme registró los rendimientos en el delta del río Ouémé (Benin), las recolecciones extrapoladas anualmente llegaron a ser de 28 t/ha “sin que ello repercutiera por lo visto en la captura por otros métodos de pesca aplicados en la zona” (1979, pág. 194).

Estos ejemplos son especialmente importantes porque la intensificación tiene consecuencias considerables como estrategia de ordenación. Sin embargo, muchos expertos que se ocupan de acuicultura prefieren trabajar con agricultores más bien que con pescadores, estimando que estos últimos se resisten a la intensificación. Aunque en algunos sectores puede darse esa resistencia, no es una característica intrínseca de las comunidades pesqueras.

(b)  Intensificación en arrozales

Se menciona aquí sólo de paso porque los propietarios de los arrozales son agricultores más bien que pescadores o pescadores/agricultores. Cuando se cultivan camarones después de la recolección del arroz, los arrozales pueden darse enarriendo como se hace en el Sur de la India (Memon, 1955, citado por Hickling, 1961). En otros lugares, como en Java, los peces pueden recolectarse como un segundo cultivo, después de la cosecha de arroz y lo hacen los propios agricultores. En esos casos, se elevan los malecones para que los arrozales se conviertan temporalmente en estanques piscícolas. Se estima que los orígenes de la acuicultura derivan de estos ejemplos, aunque, como ya hemos visto, los pescadores y los pescadores/agricultores también han desarrollado, dentro de las pesquerías continentales tradicionales, sistemas prototípicos de piscicultura.

7.3  Eficacia, Estado Actual y Utilidad Futura de las Estrategias Tradicionales de Ordenación

7.3.1  Eficacia

Las estrategias tradicionales de ordenación han estado dominadas por estrategias espontáneas que, en líneas generales, fueron demasiado eficaces en cuanto que dieron lugar a una pesca insuficiente de recursos. Así sucedió especialmente en sociedades con actitudes negativas hacia el pescado como alimento. Ocurrió también lo mismo en aquellas partes de América Latina donde la población pescaba con poca tecnología relativamente ineficaz. El depender del arco y de la flecha, por ejemplo, no sólo limitaba la pesca a un número relativamente pequeño de especies sino también a sus categorías más viejas.

Probablemente una causa importante de que las estrategias deliberadas fueran poco comunes era la de que resultaban relativamente supérfluas salvo en condiciones especiales como períodos prolongados de sequía. Si no erramos en decir que estas estrategias de acceso limitado, como la tenencia de aguas, eran casi universales en Africa y Asia, mientras eran comunes las exclusiones rituales de temporada, tales estrategias habrían reducido el riesgo de una pesca excesiva, incluso de las poblaciones más interesantes, al distribuir el esfuerzo de pesca en el espacio y el tiempo.

Cuando existen estrategias deliberadas, las temporadas de veda y las restricciones de aparejos eran posiblemente respuestas a sequías períodicas (más bien que una dinámica demográfica), conclusión provisional sugerida por el hecho de que la mayoría de nuestros ejemplos provienen de habitats semiáridos a áridos frente a los húmedos, o de regímenes de aguas de inundación influídos por lluvias estacionales (y por lo tanto fluctuantes). Por lo que respecta a la intensificación, hace falta investigar para ver si el desarrollo de unas técnicas más eficaces constituye, o no, una respuesta ala sedentarización o si, como ha supuesto Boserup (1965) para las poblaciones agrícolas tradicionales, a un aumento de la población. En ambos casos, hubiera sido necesario un suministro mayor y más fiable de pescado, lo que hubiese podido explicar las pesquerías más intensivas de llanuras anegadizas de los Dinka Mothany en el Sudán, de los Libinza en el Zaire, y de los constructores de estanques piscícolas y de parques de peces en Benin. Por otra parte, dado el carácter pluriespecífico de estas pesquerías y la notable productividad y recuperabilidad de las pesquerías en aguas continentales de inundación, no está demostrado en absoluto que unas técnicas más eficaces (como el empleo de varios tipos de cebo envenenado en los estanques y, en condiciones de caudal reducido, en ríos y corrientes) o la intensificación amenazasen las distintas poblaciones ícticas, cuanto menos enteras pesquerías, antes de su comercialización.

7.3.2  Estado actual

Durante el período colonial y/o desde la independencia nacional, ha disminuido la eficacia de las estrategias tradicionales de ordenación. Debido en gran parte a una creciente comercilalización de las pesquerías fluviales y la secularización/disminición de las creencias tradicionales (bajo forma tanto de rituales exclusivistas como de tabúes), los pesadores locales y los forasteros propenden por igual a ignorar los criterios de acceso limitado a menos que se hagan cumplir realmente.

Antes de la imposición del dominio colonial, la violación de caladeros restringidos podría ser causa de resistencia armada como entre los Nuer del Nilo (Sudán) o los indios Kamarakotos de Venezuela (según Simpson (1940, pág. 134) “la única guerra india seria fue la que los Kamarakotos recuerdan haber estallado por la violación de los derechos (de pesca); dicha violación sigue siendo, al menos en teoría, un delito grave”). Ahora bien, los regímenes coloniales raras veces apoyaron los derechos de uso restringido a grandes masas de agua, con el resultado de que esas pesquerías quedaron abiertas a todos los advenedizas. En Zambia, hemos ya expuesto como los derechos consuetudinarios de los Batwa sobre las llanuras del fueron ignorados por los Británicos. En otras partes de Zambia, la comercialización de las pesquerías locales ha hecho que la gente del lugar y los foresteros pierdan el respeto a los privilegios consuetudinarios de carácter exclusivista. La imposición de tributos a las pesquerías comerciales por los consejos de distrito administrados localmente (que establecieron los Británicos en los años treinta) ha reducido también las exigencias de los “propietarios de las tierras y las aguas” en cuanto a tributos. En el caso de los Luapula, ya no “les resulta cosa fácil obtener tributos de los pescadores en sus aguas, porque estos ahora pagan los tributos en otras partes en forma de impuestos. El afán lucrativo es ahora la principal preocupación del pescador, por lo que va a donde espera obtener las mejores capturas” (Cunnison, 1959, pág. 10). Aunque algunos personajes políticamente poderosos pueden seguir cobrando tributos (especialmente de pescadores locales que siguen reconociendo su jurisdicción,), su posición, como en otras partes, se ha debilitado.

Por lo que respecta a otros mecanismos de exclusión, la educación y la llegada de forasteros con diferentes creencias ha reducido la eficacia de las exclusiones rituales, de los tabúes de todo tipo y de exclusiones por razones de magia. Donde en otro tiempo la escasa pesca podía considerarse el problema principal, en la actualidad la pesca excesiva, aunque difícil de demostrar salvo para determinadas especies, parece ser una gran amenaza ya que la mayoría de los pescadores utilizan técnicas más eficaces sin ninguna reglamentación real, propia o externa.

7.3.3  Utilidad futura de las estrategias tradicionales de ordenación

Aunque de este tema se tratará con más detalle en un capítulo posterior, hay que subrayar ahora una serie de puntos preliminares. Como quiera que los gerentes de pesquerías buscan otras estrategias para “respaldar” o complementar unos mecanismos reglamentarios oficiales ineficaces, hay un peligro muy real de que se espere demasiado de las prácticas tradicionales de ordenación. Aunque algunas prácticas pueden ser de interés directo (Lawson, 1983), otras estaban pensadas para afrontar circunstancias muy diferentes. Sin grandes reajustes y adaptaciones, no es probable que puedan utilizarse actualmente, especialmente si han cesado porque la gente interesada ya no acepta el tipo de liderazgo que implican y/o las sanciones que les sirven de base. Por otra parte, incluso las prácticas de gestión que siguen siendo válidas y pertinentes han de incorporarse a una estrategia mas general que comprende un fuerte apoyo externo.

Tomemos como ejemplo la tenencia de aguas. Aunque un limitado acceso a un recurso puede ser una estrategia necesaria de ordenación, no es una estrategia suficiente, independientemente de que esa tenencia se haga a través de individuos, grupos familiares, comunidades o sociedades. Al aumentar el número de individuos con acceso a los mayores recursos existentes, junto con la intensidad de utilización y el volumen y eficacia de los aparejos, puede resurgir un problema de “propiedad común” a menos que se empleen también otras técnicas de gestión. Lo mismo vale para el aprovechamiento de la tierra, cuando se mide con más facilidad la degradación. En este caso la degradación de las explotaciones de propiedad individual y de los recursos de propiedad comunal es un problema mundial y muy grave que no se resuelve evidentemente con sólo limitar el acceso.

En estos casos, la población local, independientemente de la forma de tenencia de tierras, es parte del problema. Por otro lado, el deseo de los administradores de recursos naturales de procurarse su cooperación para hallar soluciones es de importancia crucial pues, como ya henos demostrado, la participación local en la planificación, ejecución, gestión y evaluación de proyectos no sólo es rentable en términos de justicia social sino también cara a una mayor productividad.

Si es rentable el “pueblo lo primero” (Cernea, 1985), entonces la siguiente presunta es cómo actuar. Si, en el caso de pequeñas pesquerías, se parte de que las consideraciones socioeconómicas son tan importantes como las biofísicas - y en eso estamos de acuerdo con Kapetsky (1982) y Welcome (1980, pág. 10) - siguese que los sociólogos han de intervenir de lleno en la formulación de nuevas estrategias de gestión y de proyectos en los que se apliquen esas estrategias. A raíz de su análisis de las evaluaciones del Banco mundial sobre una serie de tipos de proyectos, Kottak llegó a la conclusión de que tal vez el resultado más importante de su estudio era que “la artención a las cuestiones sociales es rentable en términos económicos; las tasas económicas medias de rendimiento en proyectos que eran compatibles socioculturalmente y que se basaban en una comprensión y análisis más apropiados de las condiciones sociales eran más del doble de las correspondientes a proyectos socialmente imcimpatibles u mal analizados” (pág. 5). En términos más concretos. “las cooperativas suelen ser más prósperas cuando se basan en instituciones comunales preexistentes del nivel local ”(pág 31) y ”ninguno de los proyectos estudiados que han tenido éxito aspiraban a conseguir cambios revolucionarios en vida del pequeño propietario” (pág. 11).

Las conclusiones de Cernea y Kottak, aplicadas a las comunidades pesqueras, significan que, para su eficacia, las estrategas de ordenación deben ser congruentes con las instituciones y conceptos locales más bien que revolucionarias. Pero cuando están unas determinadas instituciones, entonces las nuevas estrategias de ordenación deben guardar coherencia con las ideas y los principios que les sirven de base. En el caso de poblaciones contemporáneas de sociedades pesqueras antes tradicionales, nuestro análisis sugiere que hay tres conceptos que tienen especial importancia y son, primero, un acceso limitado, segundo, la participación y control individual, de grupos familiares y/o comunitarios; y tercero, las temporadas de veda.

Habrá que prestar especial atención a estos conceptos en el capítulo final de este estudio, en que se formulan sugerencias para futuras estrategias de ordenación de ordenación. En particular, tendrá que haber conexión entre acceso limitado y la participación local. la historia de pesquerías tradicionales de aguas dulces marinas abundan en ejemplos de intentos de pescadores locales de proteger los derechos de acceso limitado a sus pesquerías. Así era en el pasado y sigue siendo verdad también hoy día en que esas pesquerías se han comercializado cada vez más. los recientes encontronazos entre pescadores locales y forasteros ya no pueden llegar a ser tan violentos como en el pasado.

En la cuenca del amazonas, Smith habla de choques entre pescadores locales de sunsistencia y grandes pescadores comerciales procedentes de Manaus, que han ensanchado su radio de acción hasta los territorios de aquéllos. En 1971 hubo varias muertes como consecuencia de litigios sobre derechos de pesca (Smith, 1981). En las llanuras de Kafue, con cierta periodicidad los Batwa arrojan a palos a los pecadores forasteros, quienes emplean técnicas ilegales en sus dominios (Scudder, notas de campo de 1983). Sin embargo, aunque los pescadores locales parecen llevar las de perder en esos choques, por lo menos a largo plazo no tendría que ser así si sus intentos de proteger su modo de ganarse la y sus pesquerías recibieran suficiente apoyo exterior.

Aunque se trata de una pesquería marítima, tenemos un el empeño de pescadores locales a lo largo del litoral de java que se vio cronado por el éxito al tratar de prohibior los parejos de arrastres usados por los forasteros. En lo más álgido del cnflicto murieron varios capitanes de arrastreros, en cuyo memento intervino el Gobierno de Indonesia a favor de los pescadores del lugar. Aunque la prohibición consiguente tiene el apoyo del Gobierno, “se inició y se hizo cumplir Penayotou, 1983, pág. 41).

Por lo que respecta a “las temporadas de veda”, no sólo las comunidades pesqueras tradicionales las han hecho cumplir en el pasado, sino que parece también que están intencionadas a que se restablezcan dentro de pesquerías comercializadas en las que está bajando la captura por unidad de esfuezo. En Kariba, el ex presidente de la Asociación de pescadores de Kariba, dijo reiteradamente a Scudder que debía restablecerse la temporada de veda que se hacía cumplir durante finales de los años cincuenta y principios de los sesenta. Otros pescadores están de acuerdo en ello (lo que importa no es que haga falta una temporada de veda de ese tipo, sino más bien que la acepten los pescadores locales como estrategia de ordenación pesquera).


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