Un examen de las publicaciones existentes revela que se han elaborado numerosas estrategias para la comercialización de la madera entre los cultivadores y la industria de elaboración. Por ejemplo, algunas empresas obtienen sus suministros por conducto de intermediarios comerciales (es decir, agentes de mercado) y no tienen una relación directa con los cultivadores, mientras que otras empresas adquieren tierras (es decir, mediante alquiler) con arreglo a un contrato con los propietarios de la tierra para la plantación de árboles, o contratos con los agricultores con el mismo propósito (Mayers 1999). Los cultivadores han desarrollado también estrategias de mercado, tales como el establecimiento de cooperativas o el empleo de sus propios agentes de mercado, para mejorar los ingresos comerciales procedentes de la explotación forestal.
A los efectos del presente estudio, un acuerdo entre cultivadores se define como una asociación contractual entre cultivadores/propietarios de las tierras, y una empresa de elaboración para la producción de productos forestales comerciales. Las asociaciones de pequeñas plantaciones varían considerablemente en el grado en que los insumos, los costos, los riesgos y beneficios se comparten entre los cultivadores/propietarios y las empresas. Las asociaciones pueden ser a corto o a largo plazo (por ejemplo, 40 años), y pueden ofrecer a los cultivadores sólo beneficios financieros o toda una otra serie de beneficios. Asimismo, los cultivadores pueden actuar de manera individual o en grupos, en colaboración con una empresa, y utilizar tierras/bosques privados o comunitarios. En los contratos oficiales se tiende a explicar detalladamente el carácter de cada asociación de pequeñas plantaciones (responsabilidades, contribuciones, e ingresos).
Con arreglo a la definición anterior, las asociaciones de pequeñas plantaciones pueden incluir acuerdos que en las publicaciones se describen como asociaciones mixtas y explotación forestal por contrato. Las diferencias entre cada uno de estos acuerdos se plantean generalmente en relación con la responsabilidad por la silvicultura, la propiedad de los recursos y su control, y la remuneración financiera a los cultivadores. En los programas de pequeñas plantaciones convencionales, el propietario es responsable contractualmente de la silvicultura y del suministro de productos forestales (con frecuencia madera) a la empresa en el momento de la tala. Con arreglo al contrato, la empresa puede proporcionar insumos y/o apoyo técnico al cultivador, y garantizar un mercado para el producto. En las publicaciones existentes se ha descrito cierto número de programas de pequeñas plantaciones existentes en Ghana, India, Sudáfrica y Tailandia, (Mayers 1999).
En Australia y Nueva Zelandia, las asociaciones de pequeñas plantaciones son generalmente designadas como empresas mixtas, con tres tipos generales de acuerdos: empresas mixtas de "alquiler", empresas mixtas de "participación en la cosecha", y empresas mixtas de "comercialización" (véase recuadro 1) (Curtis & Race, 1998). Estos acuerdos exigen un compromiso contractual entre el propietario y la empresa de elaboración forestal (a veces una empresa forestal gubernamental), la determinación de los insumos y responsabilidades de cada participante en el establecimiento, la ordenación y la tala de árboles, o en la administración y explotación de un bosque existente. En Nueva Zelandia, las empresas mixtas que comparten los ingresos financieros resultante de la tala de los árboles son más comunes que las empresas mixtas "de arrendamiento" como en Australia (Nueva Zelandia, Ministerio de Silvicultura 1994). En Australia y Nueva Zelandia, el socio industrial puede garantizar solamente el precio del mercado en el momento de la tala o establecer un ingreso convenido con arreglo al índice de inflación. Asimismo, no todos los inversionistas industriales son empresas de elaboración de "productos finales" - algunos son inversionistas industriales para la venta" o simplemente la comercialización de los productos forestales brutos o no elaborados (por ejemplo, astillas de madera) (Curtis & Race 1998).
Recuadro 1: Empresas mixtas de empresas forestales y cultivadores en Australia Las empresas mixtas de alquiler son acuerdos con arreglos a los cuáles el propietario recibe pagos regulares (por lo general anuales) del socio industrial por concepto de alquiler de sus tierras con fines de explotación forestal comercial. Las empresas mixtas de participación en los cultivos son acuerdos entre el propietario y los inversionistas, que pueden ser empresas de elaboración de productos forestales, que determinan las responsabilidades de cada socio en todo lo relativo a los insumos y la asignación de los ingresos durante toda la vida del cultivo arbóreo. Los ingresos procedentes de la tala se determinan a partir del precio de mercado en el momento de la recolección. Las empresas conjuntas de mercado garantizan la venta al cultivador, generalmente sobre la base del precio del mercado en el momento de la tala. El cultivador tiene la obligación de ofrecer al socio industrial la primera opción de compra; sin embargo, si puede obtenerse un precio mejor, el cultivador puede vender a otro comprador. |
| Fuente: Curtis & Race (1998). |
Los estudios efectuados recientemente sobre los cambios mundiales que se han producido en la explotación forestal ofrecen una idea valiosa del contexto en que están surgiendo asociaciones de empresas-cultivadores forestales (FAO 1999; Higman y otros 1999; IIED 1999). Las cuestiones importantes son, entre otras:
Puesto que con frecuencia, las empresas forestales industriales son las que ponen en marcha los programas de pequeñas plantaciones forestales, las ventajas para estas empresas derivadas de estos acuerdos parecen ser importantes. Las asociaciones de pequeñas plantaciones dan a la empresa acceso a suministros de productos forestales adicionales, más seguros y/o más baratos. Estas asociaciones permiten también a las empresas diversificar las fuentes de sus materias primas, lo que con frecuencia tiene sentido comercial (Arnold 1997; Curtis & Race 1998; Mayer 1999). Al evaluar el costo de las operaciones, las empresas tendrán en cuenta, además de los costos directos de la plantación de árboles, los costos indirectos y los riesgos financieros en que se incurre cuando se procede a la compra de tierras y al empleo de importantes equipos de trabajadores, lo cual puede evitarse en gran parte mediante los acuerdos de pequeñas plantaciones forestales (Arnold 1997). Las empresas pueden obtener también beneficios socioculturales o sociopolíticos haciendo participar a las comunidades locales en el desarrollo forestal, puesto que probablemente será necesario fomentar un contexto comunitario más favorable a la producción forestal industrial.
En el caso de los cultivadores/propietarios se ha determinado toda una serie de beneficios potenciales gracias a las asociaciones de pequeñas plantaciones. En un examen de los programas de pequeñas plantaciones en el Brasil, la India y Filipinas (Hihman y otros, (1999)), se observó que los agricultores han podido asegurar la tenencia de la tierra y aumentar la claridad en lo que respecta a los derechos a los árboles en proceso de crecimiento, lograr un apoyo financiero o acceder a fuentes de ingresos mientras crecen los árboles, obtener ingresos netos mayores de los árboles que en el caso de los usos tradicionales de la tierra, asegurar los mercados para la madera y contar con buenos medios para participar con la empresa y estar capacitados para recurrir a terceras partes. Estos programas han permitido también a los cultivadores generar ingresos de tierras subutilizadas (Mayers 1999). Si bien las cuestiones relativas a la tenencia de la tierra no constituyen una preocupación importante en Australia, los beneficios antes indicados son similares a los beneficios que los cultivadores/propietarios australianos han obtenido mediante la asociación de pequeñas plantaciones ( Curtis & Race 1998).
El carácter diverso de algunos programas de pequeñas plantaciones y los beneficios que ofrecen se muestran en los estudios de casos resumidos en el recuadro 2. Si bien algunas empresas ofrecen a los cultivadores un mercado garantizado para sus productos - ya sea a precios fijos/de índice o de mercado -, otras empresas fomentan asociaciones con el beneficio adicional de un porcentaje del producto forestal (por ejemplo madera) en el momento de la tala. Otros acuerdos prevén beneficios adicionales que ofrecen empleo, o contribuyen al desarrollo comunitario (por ejemplo fondos para escuelas o servicios de salud) o mejoras en la agricultura (por ejemplo, forraje para el ganado).
En escala, mundial, las asociaciones de las pequeñas plantaciones pueden ser un mecanismo para hacer frente a varios problemas importantes relacionados con una producción maderera sostenible (Race 1999), que incluyen:
Recuadro 2: Ejemplos de asociaciones de pequeñas plantaciones
| Swiss Lumber Company, Ghana |
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La Swiss Lumber Company tiene un aserradero en Ghana pero no tiene acceso a zonas forestales para obtener un suministro adecuado de madera. Si bien la empresa ha desarrollado plantaciones en su propia tierra, éstas serán insuficientes para satisfacer la capacidad de su aserradero. Por consiguiente, ha elaborado estrategias para atraer a los pequeños agricultores a fin de que produzcan árboles nativos en tierras que se han degradado y tienen rendimiento agrícolas marginales. A los propietarios de las tierras se les ofrece la formación de empresas mixtas. Los agricultores reciben un pago en efectivo en el momento de entrar en la empresa, un porcentaje convenido de la madera en el momento de la tala, un alquiler anual de la tierra, y una primera opción en el contrato de eliminación de malezas en la plantación como un medio de crear empleo para los agricultores participantes. En cambio, los propietarios convienen en dar a la empresa una primera opción en la compra de su proporción de la madera a los precios prevalecientes en el mercado. |
| PICOP, Filipinas |
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La Paper Industries Corporation de Filipinas (PICOP) elaboró un plan de pequeñas plantaciones para los propietarios locales a fin obtener recursos adicionales de plantaciones para pulpa de madera, puesto que los bosques de su "concesión" se estaban agotando. La empresa se interesó también debido a la oportunidad que se crearía para reforzar su relación con las comunidades locales mediante la participación en los beneficios. En 1986, PICOP comenzó a alentar a los agricultores a plantar Albizzia falcateria , en rotaciones de 8 años, en tierras marginales para la fabricación de pulpa de madera. En virtud del programa de plantación, la empresa convino en proporcionar a los agricultores material de plantación y asesoramiento técnico y garantizó un mercado para el producto a un precio mínimo garantizado. La empresa desarrolló también la infraestructura de caminos necesaria, así como un importante servicio de extensión. En cambio, los agricultores convinieron en dar a PICOP el primer derecho a rechazar los árboles, después de lo cual podrían vender a otros compradores. Fuente: Arnold (1997). |
| Empresas Sappi y Mondi, Sudáfrica. |
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Estas empresas, que son propietarias de importantes fábricas de pasta y de papel en la región de KwaZulu-Natal tienen grandes plantaciones. El interés de las empresas en obtener productos de madera de los propietarios, como consecuencia de los problemas con que se enfrentan las empresas para adquirir tierra o conservarla, hace que las empresas alienten a los propietarios a producir madera comercialmente y en pequeña escala. A mediados del decenio de 1980, Sappi y Mondi pusieron en marcha un programa para pequeños propietarios. Con arreglo a este plan, los cultivadores establecieron plantaciones de una superficie de 1,2 hectáreas en promedio. Con arreglo al contrato, los cultivadores recibían insumos subvencionados, préstamos garantizados por la recolección final y asesoramiento en materia de servicios de extensión. En cambio de ello, los cultivadores convinieron en vender su madera a la empresa. Las empresas han alentado también el establecimiento de plantaciones en tierras comunales situadas en zonas cercanas a sus fábricas cuando existan los programas de pequeñas plantaciones forestales. Fuente: Arnold (1997). |
A quiénes benefician?
En gran parte de las publicaciones se señala que los beneficios potenciales de los programas de pequeñas plantaciones sólo pueden favorecer a los cultivadores/propietarios en ciertas circunstancias específicas, y se indica que se deben evitar las hipótesis acerca del monto de los beneficios resultantes de las asociaciones de pequeñas plantaciones. Sin embargo, Mayers (1999) indicó que los cultivadores reciben beneficios potenciales de las asociaciones de pequeñas plantaciones forestales cuando:
Debe observarse que puede haber seguridad en la obtención de recursos para los cultivadores bajo acuerdos sobre disposiciones de tenencia de la tierra distintos a aquéllos para la propiedad privada (por ejemplo, alquiler a largo plazo o propiedad comunal) (Arnold 1997). Higman y otros (1999) indicaron que los programas de pequeñas plantaciones pueden incluso ayudar a los propietarios en pequeña escala a lograr la propiedad de la tierra, tal como sucedió en el caso de los programas de pequeñas plantaciones PICOP en Filipinas (Arnold 1997). Sin embargo, Kato (1996) señala las limitaciones del programa de pequeñas plantaciones de PICOP, puesto que este programa carece prácticamente de interés para quienes no poseen tierras, es decir esencialmente los más pobres. Arnold (1997) comprobó que los propietarios de tierras que se beneficiaban de los acuerdos de pequeñas plantaciones de PICOP, eran los que estaban establecidos en tierras clasificadas como enajenables y disponibles (es decir que podían ser compradas/alquiladas para uso privado), tenían explotaciones de aproximadamente 11 hectáreas (es decir, tierras suficiente para dedicarlas a empresas a largo plazo), y producían cultivos de subsistencia, o tenían otros programas de cultivo intensivo que daban lugar a una subutilización de la tierra. En efecto, estos agricultores producían cultivos que rendían bajos ingresos, poseían ganado de pastoreo o emprendían otras labores de agricultura extensiva.
Los programas organizados por las empresas de pulpa y de papel de Sappi y Mondi en Zululandia, Sudáfrica, para los propietarios en pequeña escala, habían demostrado ser útiles para los agricultores que contaban con otras fuentes de ingresos, o cuando no era necesario dedicar mano de obra a otras actividades distintas (Arnold 1997). En efecto, los agricultores necesitan contar con otra fuente regular de ingresos para evitar dificultades en materia de efectivo entre cada tala de árboles y, por consiguiente, no depender de la concesión de préstamos. Los programas de pequeñas plantaciones que hacen que los agricultores sustituyan los cultivos de alimentos por explotaciones forestales pueden poner en peligro la seguridad alimentaria y obligar a las familias a generar mayores ingresos para comprar alimentos, todo lo cual puede exponerlas a un mayor riesgo socioeconómico. El estudio realizado por Arnold (1997) sobre las experiencias de los programas de pequeñas plantaciones forestales en Filipinas y Sudáfrica lo llevaron a la conclusión de que los programas de pequeñas plantaciones eran apropiados para los agricultores en determinadas circunstancias. En resumen, las asociaciones de pequeñas plantaciones exigen tener en cuenta la forma en que los agricultores pueden hacer uso de sus ganancias en la producción de madera, en comparación con la pérdida de producción agrícola.
También debe tenerse en cuenta si las temporadas de producción de productos forestales y de la agricultura son complementarias, por ejemplo, con una competencia mínima en lo que se refiere a la obtención de mano de obra agrícola (Mayers 1999). Mayers (1999) sugirió que algunos programas agrícolas y forestales pueden ser de distintas temporadas en las regiones templadas, lo que permite la realización de actividades forestales. En cambio, estas actividades suelen coincidir en las regiones tropicales (Hardcastle 1999, citado en Mayers 1999), aunque se sabe que existen algunas excepciones.
Por consiguiente, las asociaciones de pequeñas plantaciones no convienen a todos los cultivadores y empresas forestales, lo cual indica que es necesario aclarar las circunstancias en que podrán beneficiarse los posibles socios.
Usos competitivos de la tierra
Una preocupación de los programas de pequeñas plantaciones forestales, especialmente en los países no industrializados, es que la plantación de árboles puede sustituir a la producción agrícola, reduciendo de esta manera la producción de alimentos básicos de las comunidades. En la región de KwaZulu de Sudáfrica, la escasez de tierras fue la razón principal por la cual muchos agricultores decidieron no participar en los programas de pequeñas plantaciones. Como consecuencia de esta actitud, las empresas convinieron en concentrar el objetivo de sus planes en tierras de bajas posibilidades agrícolas. Aunque algunos agricultores llegaron finalmente a plantar árboles en tierras de cultivo, en esta situación la disminución de la producción de alimentos fue mínima (Arnold 1999).
En las zonas con una industria forestal extensiva, se han suscitado algunas preocupaciones debido al uso excesivo de agua para los árboles, especialmente en los casos en que el agua es un importante obstáculo para la agricultura. El problema de que la explotación forestal reduzca la disponibilidad de agua para la agricultura, tanto a nivel de la explotación agrícola como de captación de agua, puede ser positivo o negativo, dependiendo de los objetivos de la ordenación de los recursos naturales.
Se comprobó que algunos de los agricultores que participaban en el programa de pequeñas plantaciones de PICOP en Filipinas entraban y salían en el programa de plantaciones forestales. La razón principal de este movimiento era que los agricultores habían plantado árboles también en tierras adecuadas para el cultivo agrícola, y después de la tala de los árboles y de obtener un pago importante regresaban a la producción agrícola (Arnold 1997).
En Australia, los agricultores con explotaciones amplias tienden a dedicar tierras agrícolas de 10 hectáreas o más a la silvicultura comercial si se cuenta con evaluaciones adecuadas del mercado que indican que la explotación forestal es viable en comparación con otros posibles usos de la tierra. En esta situación, con frecuencia se expresan reservas acerca de si las evaluaciones son de fiar en vista de la falta de experiencia y de las evaluaciones del mercado de la explotación forestal en tierras agrícolas (Curtis & Race 1998). Sin embargo, los acuerdos de pequeñas plantaciones que proporcionan algunos ingresos antes de la cosecha final (por ejemplo, programa de alquiler de la tierra) han demostrado ser muy populares (Curtis & Race 1998).
Métodos de producción
En la mayoría de los programas de pequeñas plantaciones la empresa asociada recomienda, y algunas veces controla, los métodos de producción para garantizar una productividad óptima en las plantaciones. Sin embargo, se ha informado que algunas veces las recomendaciones han sido demasiado complejas, han exigido mucha mano de obra y han sido costosas para los cultivadores. Como resultado de ello muchos de los agricultores que participan en el programa PICOP optaron por utilizar los servicios de contratistas para realizar las operaciones o las modificaron (Arnold 19979). En estos casos, las utilidades de los agricultores disminuyeron debido a los elevados costos de producción, o cuando se aplicaran planes de acción modificados, los agricultores pudieron reducir los costos de sus operaciones forestales (Kato 1996). Por ejemplo, algunos agricultores habían reducido el nivel de mantenimiento, confiaban en la regeneración natural y no en la compra de plantas de semillero, y habían plantado árboles en una sola operación en las parcelas forestales en vez de hacerlo en diversos plazos. Sin embargo, estos cambios introducidos en las prácticas recomendadas por lo general se traducen en repercusiones en la productividad, ya sea en menores rendimientos o en calidades inferiores. A su vez, esto afecta los ingresos financieros de los cultivadores y probablemente modifica la rentabilidad de los programas de pequeñas plantaciones tanto para los cultivadores como para las empresas.
El hecho de proporcionar a los cultivadores un asesoramiento técnico adecuado en materia de prácticas forestales representa una ventaja para las empresas, ya que probablemente se lograrán la calidad y los rendimientos necesarios. El suministro a los agricultores de un apoyo adecuado en materia de extensión y cuestiones técnicas puede ser importante para el éxito de los programas de pequeñas plantaciones. Mayers (1999) señaló que algunos de los programas que habían tenido más éxito habían establecido viveros para proporcionar a los cultivadores plantas de alta calidad.
En los programas de pequeñas plantaciones de KwaZulu la participación de los agricultores en la producción tenía varios aspectos. Los agricultores podían dejar que la empresa dirigiera las operaciones o utilizara contratistas para realizar el trabajo, lo cual se tradujo algunas veces en una baja producción (Arnold 1997). Basándose en las observaciones hechas en otros programas de pequeñas plantaciones, Arnold (1997) llegó a la conclusión de que los agricultores debían participar estrechamente en las actividades de producción y confiar menos en la empresa para lograr una mayor productividad y un aumento de las utilidades reduciendo los costos de la mano de obra contratada.
Acceso a préstamos financieros
Con frecuencia la disponibilidad de préstamos financieros es importante para la participación de los cultivadores en los acuerdos de pequeñas plantaciones forestales, en especial para cubrir los costos del establecimiento y mantenimiento de las plantaciones en sus primeras etapas, pero también para lograr financiación hasta la venta de los árboles. Sin embargo, no siempre se necesitarán préstamos y pueden representar un riesgo adicional en las actividades forestales, afectando algunas veces la rentabilidad de los programas para los cultivadores. La disponibilidad de crédito por parte de las empresas asociadas puede llevar a algunos agricultores a emplear mano de obra innecesariamente, tal como se pudo observar en los programas de KwaZuli (Arnold 1997), reduciendo así la rentabilidad de la explotación forestal. Por consiguiente Arnold (1997) sugirió que la empresa asociada que proporciona servicios a los agricultores no debería ser una fuente de préstamos para los participantes.
Arnold (1997) informó que si bien algunos agricultores estaban dispuesto a participar en los programas de PICOP, no podían o no deseaban obtener préstamos debido a los difíciles procedimientos administrativos. Muchos de los agricultores que plantaban pequeñas superficies no necesitaban préstamos para cubrir los costos de mano de obra y de otro tipo.
Mercados competitivos
Cuando existen mercados competitivos para los productos forestales es más probable que los programas de pequeñas plantaciones sean más equilibrados (Race 1999). Un mercado competitivo probablemente se traducirá en precios de mercado satisfactorios para los cultivadores. Aunque en el caso de algunas de las asociaciones de pequeñas plantaciones la empresa elaboradora garantiza un mercado, los cultivadores pueden vender a otros compradores que ofrecen mejores precios. Por ejemplo, PICOP comprobó que algunos cultivadores incluidos en los programas vendían madera a otros compradores que ofrecían mejores precios, mientras que algunos de los cultivadores para Sappi y Mondi, tenían la obligación contractual de vender sus productos a las empresas, pero vendían también a otros compradores que ofrecían precios más elevados. Algunos cultivadores habían vendido a otras empresas forestales para no reembolsar el préstamo (Arnold 1997).
Para evitar la pérdida de suministros de los programas de pequeñas plantaciones a otros compradores, en general una empresa tratará de pagar al precio de mercado actual y desarrollar una relación positiva con los cultivadores. Para desarrollar estas relaciones será necesario atender las necesidades de información de los agricultores, conceder una mayor proporción de las utilidades en el mercado, u ofrecer beneficios agrícolas y comunitarios más amplios. En respuesta a una menor seguridad en el suministro de madera procedente de programas de pequeñas plantaciones en los mercados competitivos, las empresas han reducido también su dependencia de los cultivadores elaborando otras estrategias para satisfacer sus necesidades de madera (Arnold 1997; Curtis & Race 1998). Algunas empresas han eliminado completamente su programa de pequeñas plantaciones (Shingi 1997).
Los mercados competitivos también reducen el grado de dependencia de los cultivadores frente a las empresas, en especial cuando éstas puedan no estar en condiciones de cumplir sus compromisos contractuales de compra. Se han comunicado algunos ejemplos en el que la empresa elaboradora ha reducido sus compras de los pequeños agricultores cuando la demanda ha disminuido o se han modificado las condiciones de la oferta (Arnold 1997; Curtis & Race 1998; Mayers 1999).
Junto con mercados más competitivos, Arnold (1997) sugirió una mejor representación de los cultivadores en el proceso de negociación y asociaciones más flexibles que ofrezcan a los cultivadores una proporción del valor de los productos elaborados en el ámbito de programas de pequeñas plantaciones, lo que contribuiría a lograr precios más atractivos para los cultivadores.
Sin embargo, cuando no existen mercados competitivos, las empresas tienden a no interesarse en la organización de programas de pequeñas plantaciones, tal como lo indica la experiencia australiana (Curtis & Race 1998). Incluso cuando se establecen acuerdos de pequeñas plantaciones, los mercados no competitivos harán difícil calcular los precios sobre los cuales basar la negociación. Curtis y Race (1998) sugirieron que la tarea fundamental del desarrollo forestal, y en particular de la silvicultura, será alentar la creación de mercados competitivos en el ámbito local. Determinaron que existían ciertas posibilidades para elaborar acuerdos a largo plazo de suministro, que permitan una revisión de los costos y los precios a intervalos regulares como un medio para alentar la adopción de acuerdos equitativos en materia de plantaciones forestales. También indicaron que quizá sea necesario que el gobierno haga inversiones para mejorar el acceso a mercados más competitivos, por ejemplo, aumentando la información sobre el mercado y la infraestructura de transportes.
La variabilidad en el lugar del mercado es en general inherente al sector forestal comercial. Tanto las empresas como los cultivadores son susceptibles a períodos de inestabilidad del mercado durante el período del contrato si en los acuerdos de asociación se ha introducido una flexibilidad financiera insuficiente. Sin embargo, una previsión deficiente de los cambios de la demanda del mercado por parte de las empresas se ha traducido también en el fracaso de las asociaciones, especialmente en la industria de la pulpa y el papel (Mayers 1999).
Acuerdos de negociación
Por lo general, los acuerdos de pequeñas plantaciones ofrecidos por las empresas forestales son limitados. Algunos miembros del personal de las empresas estiman que ofrecer acuerdos flexibles, por ejemplo, emprender negociaciones individuales con muchos cultivadores, puede exigir mucho tiempo y ser costoso (Curtis & Race 1998). En el mismo estudio, los autores comprobaron también que las empresas estaban más dispuestos a negociar con los cultivadores cercanos a los aserraderos, o con un buen suministro de madera. Sin embargo, en las regiones donde los suministros procedentes de cultivadores en pequeña escala son menos importantes para las empresas, por lo general los cultivadores tienen que aceptar o rechazar los programas ofrecidos. En estas circunstancias, pueden crearse asociaciones de carácter desigual (Mayers 1999) y contar con una limitada participación de los cultivadores (Arnold 1997). Incluso cuando las empresas forestales están dispuestas a negociar con cultivadores, el mayor conocimiento del mercado que tienen las empresas, y en general la falta de experiencia de los cultivadores, hacen que estos últimos se encuentren en mala posición para negociar.
En los programas de KwaZulu, la falta de capacidad de negociación de los cultivadores se tradujo en la firma de contratos que éstos no comprendían plenamente, o con previsiones de ingresos que no eran realistas. Los planes de Sudáfrica han sido objeto de críticas debido a la falta de equilibrio entre los riesgos y los ingresos para los cultivadores y las empresas que participan en los acuerdos (Arnold 1997).
A fin de aumentar la capacidad de los cultivadores para negociar asociaciones más equilibradas y equitativas, podría ser útil para los cultivadores emplear a una tercera parte para que negocie en su nombre (Arnold 1997; Mayers 1999). Sin embargo, Mayers (1999) señaló también que los cultivadores que adquieren experiencia y habilidad en la negociación con las empresas forestales mediante una renegociación periódica de los contratos, tendrán quizás menos necesidad de contar con esa organización. En estas circunstancias, las asociaciones de pequeños cultivadores probablemente serán más equilibradas Mayer (1999).
En Australia, los cultivadores en pequeña escala consideran generalmente que no están capacitados para negociar con la industria y ponen en duda la equidad de los acuerdos existentes. Par hacer una inversión más importante en la explotación forestal, muchos cultivadores estiman que se encontrarían en mejor situación si entraran a formar parte de una cooperativa de comercialización o funcionaran independientemente de una empresa, tratando de encontrar posibles compradores en el momento de la tala (Race & Curtis 1999). Sin embargo, el estudio comprobó que en las regiones donde las estructuras de mercado son deficientes, los cultivadores en pequeña escala tenían mejores posibilidades de negociar con las empresas antes de la plantación de los árboles. En ese momento, los agricultores tienen un mayor poder de negociación y tienen también la posibilidad de dar otra dirección a sus recursos familiares.
Alcance de la asociación
Por regla general, los programas de pequeñas plantaciones forestales ofrecen apoyo técnico a los cultivadores para facilitar la producción de un volumen y calidad de la madera en condiciones óptimas (Arnold 1997; Curtis & Race 1998; Vuokko & Otsamo 1998; Shingi 1997). Sin embargo, un examen de los programas de pequeñas plantaciones existentes indica que los programas que tienen más éxito ofrecen a los cultivadores acuerdos más amplios que proporcionan el apoyo técnico y el asesoramiento que necesitan los agricultores para superar toda una serie de problemas socioeconómicos y ambientales (Curtis & Race 1998; Mayers 1999), o que ayudan a las comunidades a lograr sus objetivos económicos más amplios (Mayers 1999).
El proyecto de empresa mixta organizado por ENSO e Inhutani, en el Kalimantan Occidental, Indonesia, ofrece toda una serie de beneficios comunitarios a las aldeas participantes, en particular una mejor infraestructura, mejores árboles caucheros para plantaciones privadas, apoyo para desarrollar tácticas agrícolas y posibilidades de empleo (Vuokko & Otsamo 1998).
Mayers (1999) observó que las asociaciones de pequeñas plantaciones con grupos comunitarios presentan desafíos más difíciles para las empresas, tales como ayudar a las comunidades a crear capacidad interna para resolver los conflictos internos cuando éstos se plantean. Se ha informado acerca del éxito de un programa de pequeñas plantaciones, en el que participa una comunidad aldeana en Kalimantan Occidental, Indonesia (Vuokko & Otsamo 1998). Aunque la empresa tuvo que superar una incertidumbre inicial acerca del plan, su aceptación por los aldeanos ha hecho que se preste amplio apoyo a los intereses de la empresa.