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Los bosques tropicales de especies mixtas - Nuevo examen de los aspectos económicos de los sistemas de ordenación natural

A.J. Leslie

A.J. Leslie fue Director de Industrias Forestales de la FAO.

ORDENACION INTEGRADA DE CUENCAS FLUVIALES EN TAILANDIA los resultados económicos son mejores de lo que parecen

· Hace algunos años traté de evaluar las posibilidades económicas de la ordenación natural de los bosques tropicales húmedos (Leslie, 1977). Ahora he comprendido que ese análisis fue demasiado pesimista, al menos por dos razones.

En primer lugar, exageraba la medida en que la complejidad ecológica hacia que fracasara la ordenación natural y se evaporara el entusiasmo que habla despertado. No hay duda de que la característica más común y destacada de la ordenación de los bosques tropicales es el éxito limitado de los sistemas de ordenación natural. Muchas veces ello se debe a la falta de ordenación, y no al fracaso de la ordenación natural. Sin embargo, hay bastantes ejemplos del logro de buenos resultados con los sistemas de ordenación natural para comprender claramente que las dificultades técnicas raras veces son el factor principal, y ni siquiera significativo, de su fracaso. Se sabe bastante acerca de la ecología de muchos tipos de bosques tropicales para poder hacerlos producir madera permanentemente y sin destruir su estructura natural. Es más, como lo ha indicado Jabil (1983), los bosques de dipterocarpáceas de las tierras bajes de la Malasia peninsular, ordenados con arreglo al sistema malasio uniforme, estarían para estas fechas produciendo un rendimiento en el marco de una segunda rotación, si no se hubieran talado para dedicarlos a fines agrícolas.

En segundo lugar, la conclusión a que llegué hace más o menos un decenio era incompleta. Conviene utilizar la ordenación natural, y no simplemente - como creía a la sazón - por lo que podría perderse si los argumentos económicos contra ella resultaran ser erróneos. Al mismo tiempo, sospechaba que algo no cuadraba en el argumento económico con el cual se descartaba tan fácilmente la ordenación natural, y que ese algo era más que la utilización que en él se hacia de los cálculos económicos dudosos referentes a la producción maderera y otras actividades generadoras de ingresos. Ahora me doy cuenta de que se trataba en realidad de una serie de graves fallos en la teoría económica (Leslie, 1983), y también en su aplicación en la práctica. Aun es más importante el hecho de que actualmente se tiene cada vez más seguridad de que hay argumentos económicos mucho más convincentes en favor de ese tipo de ordenación.

La principal finalidad de este articulo es pues presentar en forma sucinta los fundamentos que me han servido para llegar a una conclusión casi opuesta. Como se trata de una prolongación de mis trabajos de 1977 y 1983, no repetiré los argumentos aducidos en ellos. Me concentraré más bien en los aspectos más amplios y profundos del análisis económico que han visto la luz en estos diez años transcurridos.

Conservación de los bosques tropicales mediante actividades de ordenación

La conservación de los bosques higrofíticos tropicales podría muy bien ser, como arguyen muchos conservacionistas, la cuestión crucial de nuestra época en el sector de la conservación. Sin embargo, el mero interés no se traducirá en medidas en esta esfera. Independientemente de los remedios que podría poner de manifiesto un examen superficial de las causas visibles de la deforestación de las zonas tropicales, la razón fundamental de ésta, como lo demuestra claramente Westoby (1982), reside en el grado y magnitud de la pobreza en el Tercer Mundo. A menos que se venza esa pobreza, las posibilidades de conservar gran parte de los bosques tropicales - mediante conferencias, exhortaciones, investigaciones o incluso directrices - serán insignificantes. Por desgracia, las actitudes actuales no inducen a la aceptación de una responsabilidad internacional en lo que atañe a la pobreza del Tercer Mundo, y a los actuales métodos para distribuir la exigua cantidad de dinero que se destina - para calmar los escrúpulos - a resolver el problema, se suman los intereses creados que se oponen a todo cambio real para garantizar a los países pobres un lugar permanente en la economía mundial.

Habida cuenta de todo ello, el bosque higrofítico tropical sólo puede sobrevivir si la propia población considera que las tierras son más valiosas cubiertas de bosques que taladas para aprovecharlas en cualquier otra forma. La clave para convencer a la población de que merece la pena preservar los bosques tropicales reside en su explotación industrial mediante una ordenación que permita un rendimiento constante. Aunque esto pueda parecer contradictorio a quienes ven en la extracción maderera la principal causa de la deforestación, en las condiciones actuales no hay otra solución.

La conservación de los bosques tropicales de especies mixtas depende en gran parte de la posibilidad y viabilidad de ordenarlos como sistema, manteniendo al máximo los componentes del ecosistema original (Catinot, 1974) por medio de la regeneración natural, al tiempo que se producen las materias primas necesarias para una industria de productos forestales, viable y en gran escala, en las zonas rurales.

Se trata de una empresa difícil. Después de todo, las condiciones que debe cumplir la ordenación natural para ser eficaz (FAO, 1985a) son sumamente estrictas. Esta ordenación debe ser:

· ecológica y técnicamente posible;
· económicamente viable y rentable, y
· social y políticamente factible.

Este articulo trata sobre el segundo de esos requisitos: la viabilidad y rentabilidad económica; por supuesto, ello implica que se pueda satisfacer el primero de ellos. Al menos en la región de Asia y el Pacifico lo cumplen en general varios tipos de bosques. Indudablemente, la ordenación natural no se practica tan amplia ni perfectamente como se debiera, pero las razones de ello son más de carácter económico que ecológico. Además, probablemente las razones económicas se exageran tanto como lo eran en un tiempo las dificultades ecológicas.

Los argumentos económicos contra la ordenación natural

A primera vista parece muy sencillo demostrar que la ordenación natural de los bosques tropicales heterogéneos es antieconómica. Según la información resumida y evaluado por Masson (1983), con una ordenación natural estos bosques parecen requerir una rotación de 60 años o más para producir, por término medio, un incremento final comercial al año (I.F.C.) de 0,5 a 2,0 m3/ha. Los gastos silvícolas requeridos para establecer un bosque sometido a ordenación natural van de 20 a 100 dólares EE.UU. por hectárea. Aunque no lo indica Masson, los gastos recurrentes de administración y ordenación parecen ir de 0,5 a 1,5 dólares por hectárea al año. A juzgar por la escala de precios de la madera en pie de especies tropicales no coníferas comunicada por la FAO (1985a), la cifra de 20 dólares por m3 seria una estimación generosa de la tasa media, y quizás una de seis dólares por m3 seria el limite mínimo realista.

Partiendo de esas estimaciones, los valores extremos de los ingresos y costos en el caso de una rotación de 60 años serían los siguientes:

Cifra máxima de ingresos:

I.F.C. 2,0 m3/ha
Valor de la madera en pie $ 20/m3

Ingresos mínimos:

I.F.C. 0,5 m3/ha
Valor de la madera en pie $ 6/m3

Costos máximos:

Gastos de establecimiento $100/ ha
Gastos recurrentes anuales $ 1,5/ha/año

Costos mínimos:

Gastos de establecimiento $20/ ha
Gastos recurrentes anuales $ 0,5/ha/año

En el Cuadro 1 se resumen las relaciones costo-beneficios correspondientes, aplicando distintas tasas de descuento.

En el cuadro se podrá apreciar que es probable que las ganancias o beneficios previstos con una ordenación natural de los bosques tropicales higrofíticos sólo permitan sufragar los costos correspondientes cuando:

· las tasas de crecimiento y el valor de la madera en pie se aproximen al máximo, y

· los gastos silvícolas y de ordenación se aproximen al valor mínimo, o

· la tasa de descuento sea muy inferior a la que se aplica, recomienda o exige normalmente en las inversiones evaluables.

No es sorprendente pues que se descarte tan a menudo la ordenación natural por motivos económicos. Raras veces cabe esperar realísticamente que puedan lograrse y mantenerse en la práctica los altos niveles de rendimiento necesarios para que sea económica.

Por supuesto, este ejemplo es una versión simplificada de la demostración estándar, pero incluso los procedimientos más perfeccionados difieren poco en principio. La productividad de los bosques tropicales de especies mixtas en un régimen de ordenación natural parece por lo tanto ser demasiado baja para considerarla económicamente viable. En realidad, esta conclusión parece plausible. Como las necesidades de tierras y de capital de ese tipo de ordenación son muy grandes (véase, por ejemplo, Masson, 1983), y dado que, casi por definición, estos dos elementos escasean en los países en desarrollo, parece antieconómico e incluso irresponsable bloquear grandes cantidades de recursos en una actividad con una producción tan baja.

Los argumentos económicos expuestos más arriba contra la ordenación natural son casi indiscutibles, salvo por un extremo: son casi totalmente falaces.

Debilidad de los argumentos económicos contra la ordenación natural

En un respecto resulta evidente a primera vista el carácter falaz de dicho razonamiento: es demasiado incompleto. Omite muchos beneficios, bien porque no comportan ingresos, bien porque son ajenos al organismo que administra las actividades forestales. La evaluación en función de la producción maderera comercial por si sola puede ser un procedimiento legitimo desde el punto de vista de un propietario individual de bosques o de una compañía forestal, cuyo único interés o responsabilidad es la rentabilidad financiera de la madera. Pero muy pocos de los bosques higrofíticos tropicales entran en esa categoría. De hecho, la mayor parte de ellos son propiedad del Estado o los municipios. Las deficiencias de la evaluación meramente financiera de las inversiones públicas están tan bien documentadas (véase, por ejemplo, Gregerson y Contreras, 1979) que todo comentario ulterior al respecto es superfluo. Actualmente se admite sin discusión la distinción entre una estimación financiera que excluye los beneficios que no comportan ingresos ni efectos externos, por un lado, y una evaluación auténticamente económica. Además, existe un método consagrado y bastante perfeccionado para el análisis de la relación costo-beneficios sociales que permite pasar de la evaluación financiera a la de carácter económico.

La evaluación económica no sirve solamente para corregir omisiones. También sustituye los valores de mercado por valores sociales cuando hay motivos para considerar que ambos son sustancialmente diferentes. Por otra parte, extiende el alcance del análisis mucho más allá del ámbito del organismo directamente responsable. Sin embargo, esa extensión comporta grandes dificultades teóricas y prácticas. Pese a los progresos realizados en las técnicas de evaluación social (Sinden y Worrell, 1979), algunas de las dificultades sólo pueden ser resueltas por procedimientos bastante arbitrarios. Uno de ellos cl basado en la tasa de descuento - casi basta de por si para restar valor a la fórmula económica ordinaria que se aplica a la explotación forestal.

Antes de abordar esa cuestión, debo mencionar dos elementos teóricos bastante débiles en los que se basa la evaluación normal, incluso en su forma más amplia. Uno de ellos es un aspecto de la ordenación forestal en las zonas templadas: se trata de que, pese a todos los análisis económicos y a todas las exhortaciones en los cien o más años transcurridos desde que se definió la «fórmula de Faustmann», ésta ha ejercido en la práctica muy poco influencia en la ordenación y la política forestales. Por otro lado, en el caso de la silvicultura tropical se siguen aplicando los sistemas de ordenación natural, pese a su pretendida falta de viabilidad económica.

Este aspecto por si sólo debería plantear dudas. Se supone que, en su mejor expresión, la economía debe explicar la actividad económica. Afirmar que algo no debería hacerse cuando es evidente que se hace - y, de hecho, se prefiere difícilmente resulta una explicación. Algo debe andar mal cuando los hechos no se ajustan a la teoría. Normalmente, se debe sospechar de la economía, pero en economía, como han señalado muchos críticos (véase, por ejemplo, Seligman, 1962; Karmack, 1983), son con más frecuencia los hechos los que se consideran erróneos.

En la práctica, se tienen en cuenta las consideraciones no relacionadas con los ingresos, de tal manera que, en definitiva, se admite que la relación costo-beneficios sociales tiene un valor superior a la unidad. En principio, una evaluación formal de esa relación debería confirmar este extremo. En la práctica puede no confirmarlo. Se requiere además una cuantificación demasiado arbitraria de conceptos generales. Tal vez eso sea mejor que nada, pero dista mucho de ser definitivo. De todos modos, el hecho de que la ordenación natural goce de apoyo en la práctica, puede explicarse mejor, al menos en parte, por la inclusión de los beneficios que no comportan ingresos y los efectos externos correspondientes, que no descartándola como un error.

Además, puede surgir una segunda duda por razones que tienen que ver con la teoría. Se trata de la hipótesis implícita de que la opinión individualista occidental sobre la racionalidad tiene validez universal. En realidad, tal hipótesis carece casi completamente de fundamento. Como indica Myrdal (1972): «No tiene mucho sentido analizar la economía de la silvicultura tropical a partir de una teoría económica que tal vez sea válida en los países desarrollados, pero que no lo es en las naciones en desarrollo.» Lo malo es que el sistema económico y los sistemas institucional y cultural son interdependientes.

Por desgracia, las deficiencias de la versión neoclásica de la economía no le han hecho perder su fama implícita y autodeclarada de ser la única economía verdadera. Ha podido preservar esta imagen mediante una combinación eficaz de los siguientes elementos:

· elaborando una teoría cuya brillantez intelectual y elegancia lógica hacen perder de vista su irrelevancia;

· pasando por alto las criticas o contrarrestándolas con subterfugios que falsean las pruebas contradictorias, convirtiéndolas en confirmaciones, o descartando las opiniones contrarias so pretexto de que se refieren a casos especiales;

· monopolizando la enseñanza de la economía y dotando a las instituciones de política económica con personal educado en esa tradición.

Glosario de los términos utilizados en este articulo

Relación beneficios-costos: los resultados o beneficio' económicos totales que es probable se obtengan a ejecutar un proyecto dado o realizar una actividad determinada, en comparación con el costo de ejecución de ese proyecto o actividad. Si el resultado de dividir los beneficios entre el costo es superior a 1,0, ello quiere decir que los beneficios son mayores que el costo; si el resultado es inferior a 1,0, ello significa que el costo excede de los beneficios: una relación de 1,0 indica que ambos son iguales.

Tasa de descuento: la tasa de interés a la cual el valor del costo y beneficios que se registrarán en diferentes fechas futuras se convierte al valor equivalente actual.

Fórmula de Faustmann: fórmula para calcular el valor neto actual (descontado) por hectárea de la corriente de costos registrados y de ingresos obtenidos en una serie infinita de rotaciones de explotación forestal.

Precio sombra (contable): precio no regido por el merca do que se aplica a la mano de obra, el capital, los bienes importados, etc., para lograr una valoración y asignación más racionales de recursos escasos; en un país en desarrollo, por ejemplo, una gran escasez de tractores podría dar lugar a que el precio de mercado de lo. tractores fuera sumamente alto, pero la aplicación de un precio sombra podría ponerlos al alcance de los posibles consumidores. Con frecuencia, la finalidad de la utilización de precios sombra o «contables» es promover el crecimiento económico.

Posibilidad de una evaluación económica de la ordenación natural

Evidentemente no basta con demostrar que el análisis económico ordinario carece casi enteramente de significado. La falta de validez de los argumentos contra la ordenación natural de los bosques tropicales no confirma el razonamiento en favor de ella. Hay que demostrar que los sistemas de ordenación natural son:

· económicamente viables de por si; y/o
· mejores que cualquier otro uso posible de las tierras y de los demás recursos involucrados.

Lo primero que hay que hacer es pasar de la estimación básicamente financiera en que se funda la evaluación estándar a una estimación económica. Ello supone analizar todos los aspectos no relacionados con los ingresos, así como todos los efectos externos, como propone Myers (1980), y examinar además los resultados desde una perspectiva más amplia que la utilizada por el organismo gestor. Además, todos los insumos y productos deben expresarse en unidades monetarias que tengan en cuenta su valor social.

Desde el punto de vista conceptual todas las etapas son lógicas y sencillas; en la práctica las dificultades son enormes. Merece la pena mencionar tres problemas de especial importancia: 1) el problema de la evaluación general; 2) el problema de los limites, y 3) el problema de la valoración.

El problema de la evaluación general Los resultados financieros previstos de la ordenación forestal pueden evaluarse en forma general, es decir, independientemente del tipo o ubicación de los bosques, sin que ello resulte totalmente irrelevante. El principal efecto financiero del tipo y ubicación de los bosques se refleja en el valor de la madera en pie. Se puede fijar una escala de valores medica probables de la madera en pie, como la que ha servido de base para las estimaciones resumidas en el Cuadro 1, lo bastante amplia para tener en cuenta casi todas las variaciones posibles.

Este enfoque general es mucho menos sostenible en una evaluación económica. Por una parte los conceptos adicionales de valor intangible que comporta excluyen todo tipo de promedio, y por otra hay un gran número de ellos que están más concretamente relacionados con el tipo y la ubicación de los bosques. Por ejemplo, la importancia de la hidrología de las cuencas boscosas variará en su parte inferior según la topografía y los suelos. Es pues probable que el valor social de los bosques en las cuencas escarpadas con suelos erosionables sea mayor que el de los bosques con una topografía más suave y con suelos de carácter más estable. Al mismo tiempo, el valor social de una cuenca boscosa depende de la naturaleza, el alcance y el valor de los intereses que podrían verse afectados en su par te inferior por la forma en que se ordenan los bosques. En una evaluación económica hay que tener en cuenta ambos aspectos, y son tan específicos por lo que se refiere al tipo y ubicación, que todo enfoque general sólo puede tener una validez limitada.

Se plantean dificultades análogas al considerar la fauna y flora silvestres como un producto de la ordenación forestal. Existe una estrecha vinculación entre el tipo de bosque y la flora y fauna silvestres que tienen en él su hábitat, por lo cual el valor social de un bosque de especies tropicales heterogéneas depende mucho de su tipo, pero, por otra parte, la ubicación del bosque en relación con los centros habitados y con distintos grupos socioeconómicos afecta también el valor social de su flora y fauna. Es probable que la población que explote tierras agrícolas adyacentes a un bosque donde vivan animales predatorios o capaces de causar daños a los cultivos tenga una opinión diferente del valor de ese bosque que la de los habitantes de ciudades situadas a cierta distancia de él, o de las comunidades cazadoras que vivan en su seno. Así pues, hay una interacción demasiado compleja y específica entre el ecosistema forestal y su ubicación, para que tenga mucho sentido una evaluación económica general.

Con todo, estas reservas no significan necesariamente que sea inútil ampliar la evaluación financiera general del Cuadro 1 para que abarque una perspectiva económica. Una tarea positiva posible seria demostrar en qué medida tendrían que aumentar los ingresos para que el valor de la relación costo-beneficios fuera mayor que la unidad. Los valores calculados nuevamente de esta manera se presentan en el Cuadro 2. Indican las cantidades que habría que acreditar anualmente a los servicios productivos no generadores de ingresos para colmar la diferencia.

Como éstas son simplemente versiones transformadas de los cálculos de la relación costo-beneficios, los valores negativos corresponden a una relación superior a la unidad en la evaluación financiera, y los valores positivos a una inferior a la unidad. Por lo tanto, el régimen de ingresos mínimos/costos máximos seria económicamente viable si se admitiera en general que, con una tasa de descuento del 4 por ciento, el valor anual total de toda combinación relevante de servicios - como protección de cuencas, paisaje, fauna y flora silvestres, recursos genéticos, plantas medicinales aún por descubrir o la conservación propiamente dicha - equivale a 54 dólares EE.UU. por hectárea. A una tasa del 10 por ciento el valor anual reconocido y admitido tendría que ser de 3490 dólares EE.UU. por hectárea.

Cuadro 1. Relaciones costo-beneficios indicativas de la ordenación natural de bosques higrofíticos tropicales a distintas tasas de descuento

Tasa de descuento (%)

 

0

2

4

6

8

10

0

2

4

6

8

10

Ingresos máximos

Ingresos mínimos

Costo máximo

12,6

4,9

1,8

0,6

0,2

0,1

0,95

0,36

0,13

0,04

0,02

0,01

Costo mínimo

30,5

19,5

7,0

2,5

0,8

0,4

2,25

0,82

0,28

0,10

0,03

0,01

Fuente: Estimaciones basadas en Masson (1983) y FAO (1985).

Cuadro 2. Valor anual medio por ha en dólares EE.UU. de los servicios no generadores de ingresos requeridos para lograr una relación beneficios-costo igual a 1

Tasa de descuento (%)


0

2

4

6

8

10

Ingresos máximos/costo mínimo

-39,2

-62,7

-77,6

-30,0

265,9

1439,2

Ingresos máximos/costo máximo

-36,9

-54,7

-43,9

105,2

776,3

3271,4

Ingresos mínimo/

0,2

9,2

54,4

242,5

955,7

3494,1

costo mínimo

-2,2

1,2

20,6

107,5

445,2

1661,9

Fuente: Cuadro 1.
Nota: Los valores negativos indican una relación beneficios-costo > 1 y los positivos una relación < 1.

Tampoco en este caso se puede confiar mucho en estas cifras reales, pero si comportan varios principios importantes. El primero es que cuanto mayores sean los ingresos de la producción maderera y menor el costo de ordenación, más fácilmente podrá el sistema de ordenación alcanzar objetivos múltiples.

El segundo es la valoración de los servicios que no generan ingresos, es decir, que producen resultados intangibles, mediante una forma del criterio de excedentes de los consumidores. Ello significa que si un régimen de ordenación natural produce una combinación dada de ingresos y valores intangibles que se considera satisfactoria, el valor atribuido a los beneficios intangibles debe ser al menos igual a toda pérdida sufrida en lo que atañe a ingresos. El criterio no es tan sencillo como parece (Blaug, 1978) y ha tenido sus altibajos en la teoría económica. No obstante, ello reviste menos interés para la economía de la silvicultura tropical que dos cuestiones delicadas que la utilización de esa variante plantea o trata de evitar. ¿Quién obtiene los beneficios, y qué criterios se aplican al respecto?

El problema de los limites Esas dos cuestiones dimanan de un tercer principio, resumido en el Cuadro 2, que, a su vez, las complica, y es que el valor neto que se asigne o acepte para los conceptos que no generan ingresos depende mucho de la tasa de descuento empleada para calcular la relación costo-beneficios. Es aquí donde se plantea el problema de los limites. Por ejemplo, tal vez en Malasia e Indonesia se admita que la ordenación que proteja el hábitat del orangután, el rinoceronte blanco u otra especie importante de la fauna silvestre, así como las cuencas fluviales, merece hacer unos gastos anuales de 54 dólares por hectárea. Sin embargo, habrá unanimidad en negar que merece la pena gastar 3500 dólares por hectárea anualmente. Sin embargo, los conservacionistas y otras personas, especialmente en los países desarrollados, podrían estimar que la protección de esas especies para evitar su extinción bien vale ese precio.

En un plano mundial esta última apreciación podría de hecho estar más cercana a la verdad. El problema es que ello supone extender los limites de la evaluación para que abarque todo el planeta. Es evidente la futilidad de este planteamiento. Los llamamientos en favor de la conservación de los bosques tropicales implican que ciertos países en desarrollo deben correr con los gastos de ordenación necesarios para satisfacer a las personas, sobre todo de los países desarrollados, interesadas solamente en la posible extinción de las especies o la desaparición de los ecosistemas. Esa asignación injusta de los gastos a los pobres y los beneficios a los ricos tendría que estar respaldada por un sistema eficaz y adecuado de pagos de transferencia. En la actualidad no existe, y al parecer no hay intención de crearlo. Sin ese sistema, los llamamientos en pro de la conservación de los bosques tropicales del mundo seguirán, y con razón, sin respuesta. Y en ausencia de tal sistema, la evaluación económica a escala mundial carece de todo sentido.

Sin embargo, la evaluación económica de la ordenación natural de los bosques tropicales tiene que abarcar al menos el ámbito nacional. Pese a ciertas dificultades técnicas, esto es posible. La extensión más allá de los limites de este ámbito, si bien es deseable y está exenta de problemas técnicos especiales, no tendría ningún valor práctico, con unas pocas excepciones regionales. Así pues, los valores sociales que revisten primordialmente un interés mundial sólo se tendrían en cuenta en la medida en que se produjeran efectos identificables en el plano nacional.

Esta lamentable realidad no hace sino confirmar el extremo señalado al comienzo de este trabajo. En las circunstancias actuales, la conservación de los bosques tropicales en interés de toda la humanidad depende de que la ordenación natural sea económicamente rentable para cada uno de los países que posee tales bosques. A ese respecto, el problema de la fijación de valores y precios, especialmente en lo que atañe a la tasa de descuento, reviste una importancia crucial.

El problema de la valoración El tercer problema en la transición desde la evaluación financiera a la económica es expresar todos los costos y beneficios en función de valores sociales. Ello comporta dos aspectos: en primer lugar, la fijación de un valor social a cada concepto generador de ingresos cuando haya razones para creer que no está debidamente representado por el precio de mercado y, en segundo lugar, la atribución de valores sociales a los conceptos que sean intangibles y por lo tanto, no generadores de ingresos.

El método de fijación de precios sombra o contables para determinar los valores sociales suele centrarse en el primer aspecto: el ajuste de los precios de mercado. Lógicamente, el segundo aspecto no es más que un caso especial del problema del precio contable cuando no existen precios de mercado. Sin embargo, la cuestión reviste escasa importancia en una apreciación general de la economía de la ordenación de bosques tropicales ya que, como ya se ha indicado, solamente el valor social total de un grupo no especificado de conceptos intangibles tiene relevancia.

Estos argumentos económicos contra la ordenación natural son casi indiscutibles, salvo por un extremo: son casi totalmente falaces.

Por desgracia, las deficiencias de la versión neoclásica de la economía no le han hecho perder su fama implícita y autodeclarada de ser la única economía verdadera.

La idea en que se basan los precios contables es que el precio comercial en equilibrio en un mercado perfectamente competitivo y el valor social coinciden. Así pues, en los mercados donde la estructura competitiva dista mucho de ser perfecta se puede estimar el valor social calculando el precio que existiría si se eliminaran las imperfecciones y distorsiones en el mercado. Por consiguiente, la sustitución de los precios reales por los contables es apropiada cuando las escalas salariales no están en consonancia con la oferta efectiva de mano de obra, o cuando los precios internos de los productos o insumos se mantienen artificialmente elevados o bajos con medidas proteccionistas o mediante subvenciones.

Los mercados imperfectos, con estas y otras distorsiones análogas, son tan comunes en los países en desarrollo como en las naciones desarrolladas. La evaluación económica de la ordenación de los bosques tropicales hecha a partir de precios contables podría diferir mucho de una basada en los precios internos efectivos. El grado de diferencia puede apreciarse volviendo a calcular las relaciones costo-beneficios del Cuadro 1 con el uso de precios contables. Supóngase, por ejemplo, que la escala de salarios sombra equivale a un 75 por ciento de las escalas legales pagadas por la administración pública y las industrias forestales, en una situación en que la mano de obra representa dos tercios de los gastos de establecimiento y los costos anuales, y en que los precios contables de la madera son suficientemente elevados para que los precios de la madera en pie valorados socialmente sean un 20 por ciento superiores. Los costos e ingresos sociales comportarían entonces las siguientes escalas:

· establecimiento, de 17 a 83 dólares por hectárea;
· gastos anuales de mantenimiento y ordenación, de 0,40 a 1,25 dólares por hectárea y año;
· precio de la madera en pie, de 7 a 24 dólares por m3.

Utilizando estos valores sociales se obtiene una relación costo-beneficios que va de 70,2 a 0,5 en el caso de los mejores resultados posibles, en comparación con 30,0 a 0,4 cuando la tasa de descuento aumenta de 0 a 10 por ciento. En la peor hipótesis posible, la escala correspondiente de la relación costo-beneficios es de 5,3 a 0,03 frente a 2,3 a 0,01. Dicho de otro modo, la sustitución de los precios de mercado por precios contables hace que la relación costo-beneficios se duplique o triplique.

Un aumento considerable análogo lo registran naturalmente los valores sociales que tendrían que atribuirse a los conceptos no generadores de ingresos para que, desde el punto de vista económico, la ordenación natural alcanzara un punto de equilibrio. Con la combinación de ingresos máximos y costos mínimos, habría que atribuir un valor positivo; si la tasa de descuento fuera del diez por ciento, ello seria solamente un 25 por ciento de la cantidad necesaria en la evaluación financiera a precios de mercado. En el caso de la peor combinación, tendrían que atribuirse valores sociales positivos en el caso de todas las tasas de descuento, pero a niveles del 20 al 25 por ciento menores que en la evaluación financiera. Así, con una tasa de descuento del 4 por ciento, a la cual la evaluación financiera indicaba que el valor social de los conceptos no generadores de ingresos tendría que ser de unos 54 dólares por hectárea y año para que la ordenación natural alcanzara un punto de equilibrio, la cifra correspondiente en el caso de la evaluación económica seria de unos 42 dólares.

Previendo un margen para tener en cuenta las imperfecciones y distorsiones del mercado se puede lograr un mejoramiento sustancial en la economía de la ordenación natural, cuando esas imperfecciones mantienen los precios de los insumos en el mercado más elevados y los de los productos más bajos que sus respectivos valores sociales. Incluso así, sigue siendo la tasa de descuento el elemento que más influye en la viabilidad económica. Como se trata de la variable clave del análisis económico - e incluso financiero - de la ordenación de los bosques tropicales, esa tasa merece ser objeto de una sección especial, sino de todo un libro.

La variable cronológica y el tipo de interés en la ordenación natural

En general, para que los bosques lleguen a un estado de madurez compatible con las especificaciones de los bienes y servicios que se prevé produzcan, se requieren períodos de rotación bastante largos, por no decir muy largos. Por consiguiente, el tiempo es un insumo importante - y muchas veces el principal - en el proceso de producción forestal. Durante una rotación se produce una serie de gestos e ingresos recurrentes e intermitentes; en las evaluaciones, muchos de éstos tienen que darse por sentados para muchos años futuros. La economía forestal tiene que tener presente tres aspectos del tiempo en el proceso productivo:

· el costo del tiempo como insumo de ese proceso;
· las diferencias en cuanto al momento en que ocurren los diversos insumos y productos; y
· la creciente incertidumbre en relación con los hechos, cuanto más haya que anticipar en el futuro su ocurrencia, magnitud y calendario.

BOSQUE HIGROFITICO EN TAMIL NADU la ordenación representa un medio para salvarlo

En consecuencia, en la economía forestal predominan el costo del tiempo y las incertidumbres en relación con éste. La ventaja de la solución de Faustmann para el problema del tiempo es que recoge estos tres aspectos en una sola cifra y en una operación única. El tiempo, como insumo, viene representado por el interés compuesto de una partida de costos o ingresos a partir de la fecha en que se producen y hasta el final de la rotación (o serie de rotaciones), o por la tasa de descuento aplicada al comienzo de ésta. Las diferencias en la distribución cronológica de los costos e ingresos se eliminan mediante la aplicación del interés compuesto o la tasa de descuento hasta la misma fecha; el tipo de interés que se utiliza a este respecto puede seleccionarse de manera que incorpore el factor que representa la incertidumbre.

Así gran parte de la economía forestal trata de la estimación - hecha antes de realizar las inversiones - del resultado económico previsto de las distintas opciones de política y ordenación forestales. A este respecto, el método Faustmann no sólo es correcto desde el punto de vista teórico (Gaffney, 1957), sino que también es indispensable. De ello se desprende claramente que el tipo de interés empleado para hacer las estimaciones es el factor más importante al determinar los resultados de una opción dada o los resultados comparativos de un conjunto de opciones posibles.

Los importantes efectos que produce el tipo de interés los pone de manifiesto el ejemplo cuyos resultados se resumen en los Cuadros 1 y 2. Al duplicar el tipo de interés (descuento) del 4 al 8 por ciento, se reduce la relación costo-beneficios en la misma medida en que lo hace una cuadruplicación de los gastos de establecimiento. Dicho de otro modo, el valor que hay que atribuir a los conceptos no generadores de ingresos para que la ordenación natural alcance un punto de equilibrio aumenta de cinco a veinte veces.

No es fácil cuadruplicar la productividad ni reducir en cuatro veces los costos, por lo cual se comprende fácilmente por qué el interés compuesto tiene fama de «tirano» en la explotación forestal. Parece que, al igual que los tiranos, dicta y denuncia. Dicta la adopción del sistema de plantación con especies de alto rendimiento o rotaciones de breve duración, y denuncia a los que insisten en los sistemas de ordenación natural atribuyéndoles un olvido irresponsable de la realidad económica (Clawson, 1983). Pero, en realidad, no conduce necesariamente a esas conclusiones. De hecho, todo depende de cuál sea la tasa de interés. Es evidente que las tasas relativamente altas favorecen un periodo de rotación y un sistema de plantación cortos, pero cuando son bajas puede suceder fácilmente lo contrario. Treloar y Morison (1962) demostraron en forma convincente este efecto cuando compararon los resultados financieros de la silvicultura y la agricultura en Australia occidental. Si se supone que en el caso de la ordenación natural sucede lo mismo que en el régimen de plantación, hay menos justificación para aceptar sin más ni más la afirmación de que el interés compuesto es el talón de Aquiles de la ordenación natural.

Para verificar esta posibilidad, el ejemplo simplificado utilizado anteriormente para ilustrar la economía de la ordenación natural se tomó como base para hacer una comparación con un régimen representativo de plantación. En el Cuadro 3 se resumen las relaciones de costo-beneficios de ambos utilizando una serie de tasas de descuento.

Se produce claramente una inversión de la tendencia. Hasta una tasa de descuento de alrededor del 6 por ciento, el régimen de ordenación natural produce mejores resultados financieros que el de plantación. Por encima del 6 por ciento la situación se invierte. Los cálculos con otras combinaciones de costos e ingresos indican que la tasa critica se encuentra en la gama del 5 al 6 por ciento.

Cabe destacar que esto ocurre en un contexto puramente financiero. Si se incluyen consideraciones ajenas a los ingresos, que afectan al régimen de ordenación natural en mucha mayor medida que al de plantación, la tasa a la cual se produce la inversión de efectos es más alta. Sin embargo, esto no es importante. El hecho es que, hasta una tasa de descuento determina da, existe mayor posibilidad de que la ordenación natural sea una mejor opción en la silvicultura tropical, y ello por razones financieras tan sólo. Hasta ese punto no es necesario invocar las ventajas intangibles de los sistemas naturales, ni utilizar los precios sombra para demostrar las ventajas de esa ordenación respecto de otras formas de utilización de los bosques o tierras. Todo depende de la tasa de descuento.

Naturalmente, ello plantea la cuestión de cuál es la tasa de descuento apropiada para evaluar las distintas opciones existentes en silvicultura. La cuestión es tan crucial que cabria esperar que hubiera sido resuelta hace tiempo en forma decisiva y concluyente. Pero el hecho es que no se ha resuelto, ni en el caso de la explotación forestal, ni en ninguna otra forma de actividad económica cuyo desarrollo requiera largo tiempo. En realidad, casi no hay ningún punto de acuerdo, y mucho menos unanimidad, ni siquiera acerca de lo que es una tasa apropiada. Se pueden encontrar razones convincentes para casi toda tasa plausible a partir de cero.

Por ejemplo, Solow (1974) se inclina por la aplicación de un tipo de interés nulo, implícita en el argumento de Ramsey de que es «éticamente inaceptable que la sociedad descuente las utilidades futuras» (Ramsey, 1928). La idea básica de que los intereses de las generaciones futuras no son menos importantes que los de la generación actual la expone en más detalle Rawls (1971). Se trata de una visión de las relaciones intergeneracionales congruente con las actitudes de las sociedades melanesia y polinesia, que confirma que la teoría económica tradicional del occidente no tiene validez universal. Con este tipo de respaldo, la doctrina de la renta forestal y la teoría de la conservación, que en ambos casos suponen un tipo de interés nulo, no son tan irracionales como han supuesto muchos economistas forestales.

Cuadro 3. Relaciones beneficios-costo en los bosques tropicales de especies mixtas en régimen de ordenación natural y en régimen de plantación, a distintas tasas de descuento

Tasa de descuento (%)

Régimen

0

2

4

6

8

10

Ordenación natural

12,3

4,8

1,8

0,6

0,2

0,1

Plantación

1,3

0,9

0,7

0,5

0,3

0,2


Ordenación natural

Plantación

Incremento medio anual (m3/ha/año)

1,8

18

Periodo de rotación (años)

60

20

Valor de la madera en pie (dólares EE.UU./ha)

15

5

Gastos de establecimiento (dólares EE.UU./ha)

-

-

Iniciales

50

1000

Segunda rotación

-

50

Tercera rotación

-

100

Gastos anuales (dólares EE.UU./ha/año)

1

1

La escuela que postula un tipo nulo de interés no ha convencido a muchos economistas, pero si hay algunos que consideran que la tasa de descuentos debe ser relativamente baja. Böhm-Bawerk (1959), por ejemplo, argüía que «subestimamos sistemáticamente nuestras necesidades futuras y los medios que sirven para satisfacerlas». Muy análoga era la postura de Eckstein, citada por Peterson (1977): «no se actúa con responsabilidad para con las generaciones venideras si se aplica una tasa de descuento que da prioridad al consumo actual». Estas opiniones están en consonancia con la posición mantenida desde hace tiempo por los especialistas en silvicultura. Si hay que aplicar un interés compuesto a las actividades forestales, el tipo apropiado debe ser relativamente bajo.

La validez de una tasa especial baja de interés en la silvicultura, y la postura extrema de una tasa nula, son rechazadas por la mayoría de los economistas. Ello no demuestra que la idea sea equivocada. Es más, es apoyada por los resultados de las investigaciones de Marglin (1967) sobre la tasa apropiada de descuento aplicable a las inversiones públicas. Su formulación de una tasa de descuento teórica le condujo, con evidente sorpresa por su parte, a la conclusión de que la tasa apropiada disminuye a medida que aumenta el periodo de vida económica del proyecto.

Esta sorprendente confirmación de los argumentos aducidos por los especialistas en silvicultura en favor de un tipo especial bajo de interés en la explotación forestal parece no haberse recogido en los comentarios de las revistas económicas. Y no es difícil comprender la razón. La gran mayoría de los economistas consideran que, si hay que aplicar una tasa social de descuento, tiene que guardar estrecha relación con las tasas de interés del sector privado. Si admitieran los proyectos a largo plazo como excepciones, se debilitaría esa posición por lo cual es mejor hacer caso omiso de la paradoja de Marglin.

Así pues, la opinión mayoritaria se inclina en favor del costo de oportunidad del capital como tasa de interés apropiada para la silvicultura como inversión pública (Walker, 1983). El costo de oportunidad se deriva entonces de las inversiones o el consumo desplazados en el sector privado por la desviación de fondos hacia las inversiones públicas. La consecuencia general parece ser que la tasa apropiada es mucho más elevada que la propugnada por otras teorías (por ejemplo, Baumol, 1983; Fraser, 1985). En efecto, esa opinión rechaza la ética de Ramsey referente a los derechos de una generación frente a los de generaciones sucesivas.

Lo importante de estos veredictos tan diferentes sobre la cuestión vital de la tasa de interés es que, en definitiva, sólo se trata de opiniones. Los tipos elevados de interés que actúan en contra de los sistemas de ordenación natural en la silvicultura, y en contra de la explotación forestal en general, no tienen por fundamento sino la opinión de ciertas personas. Afirmación reiterada, opinión mayoritaria o juicio oficial, solo se trata en definitiva de opiniones.

Otra característica notable del debate sobre la tasa apropiada de interés es que, aparte de la tasa de valor nulo, raras veces se especifica una concreta. Ocasionalmente se menciona una escala de ellas (por ejemplo, Fedkiw, 1960; Fraser, 1985); se da por supuesto un nivel bajo absoluto (Baumol, 1983), o se sugiere una fórmula arbitraria para calcularla (Marglin, 1967; Little y Mirlees, 1968). Algunos departamentos del tesoro e instituciones, como el Banco Mundial, fijan tasas concretas para evaluar las opciones relativas a las inversiones públicas, cuya escala parece ir del 7 al 11 por ciento. Pero ello sigue siendo únicamente el reflejo de una opinión, y por lo tanto es discutible, como lo indican Sugden y Williams (1978).

Sin embargo, muchas veces, especialmente en la silvicultura, se resuelve el problema con frases como «a una tasa aceptable de interés» (Worrell, 1956) o «el costo de oportunidad del capital del propietario de las tierras» (Hyde, 1980), o se pasa totalmente por alto por no haber un procedimiento generalmente aceptado para determinar la tasa (Gregerson y Contreras, 1979). En vista de ello, éste es un método mucho menos satisfactorio que el de fijar un tipo, que es el utilizado por los departamentos del tesoro o los bancos. Sin embargo, en realidad no es así, ya que es mucho más honesto y realista al poner de relieve el carácter puramente subjetivo de la elección.

Con todo, cabe argüir que debe haber limites en lo que atañe a la escala de las tasas de interés. En el extremo inferior, podría muy bien ser nula. Pero esto no resuelve el problema, ya que deja el campo abierto, como lo señaló Hiley (1930), para elegir un tipo de interés que produzca el resultado apetecido de antemano. Si se quiere que tenga algún sentido la introducción de consideraciones económicas en la política y la ordenación forestales, tiene que haber un fundamento menos arbitrario en lo que concierne al tipo de interés.

El problema lo plantea el fundamento que debe elegirse. Si la tasa de interés nulo se rechaza como tasa general para toda la gama de opciones intergeneracional, ¿en qué medida debe superar el valor cero una de carácter neutral o justo desde el punto de vista generacional? La clave puede residir en el costo de oportunidad del capital en relación con la generación actual. Este se suele determinar - aunque ello no está totalmente justificado - teniendo en cuenta el consumo o las inversiones desplazados del sector privado por las inversiones sociales. De paso cabe señalar que esta tasa se considera una tasa marginal, y no el tipo medio o más elevado en el sector privado. Por supuesto hay poco acuerdo, salvo en términos algebraicos, acerca de lo que significa el tipo de interés o de cómo podría determinarse. Huelga señalar que, en la práctica, los valores algebraicos son útiles para las evaluaciones, por lo cual se necesitan pruebas empíricas si este planteamiento ha de servir de base para la tasa social de descuento.

Algunos estudios hacen desvanecer toda noción de que el costo de oportunidad del capital, fijado de esta forma, seria bastante elevado. Anderson (1983) menciona un estudio de la rentabilidad de obligaciones de empresas privadas en los Estados Unidos de América en el periodo 1960-1978, que indicaba una tasa real a largo plazo de alrededor del 2,5 por ciento. Risvand (1984) comprobó que la tasa real de interés en Dinamarca en los 160 años comprendidos entre 1819 y 1979 registró un promedio del 2 al 4 por ciento, sin ninguna tendencia firme a subir o bajar durante ese periodo. También comprobó de paso que la silvicultura proporcionaba una tasa real de rendimiento a largo plazo superior a las correspondientes a los bonos y los intereses bancarios. Como éstas son tasas medias, cabe esperar que el costo marginal de oportunidad sea algo inferior. A la vista de estas pruebas, las tasas fijadas por los departamentos del tesoro o los bancos de 7 a 11 por ciento - son o demasiado altas, o incluyen la inflación. Si se ajustan para tener en cuenta esta última, su valor entra en la misma gama del 2 al 4 por ciento.

Una solución del problema podría ser aplicar lo que Prest y Turvey (1965) describen como el procedimiento normal, es decir, seleccionar sencillamente una tasa de entre las que estén en vigor a la sazón. Se trata de un método más atractivo, sobre todo porque parece obviar las dificultades teóricas. Pero también comporta inconvenientes. En primer lugar, sigue siendo totalmente subjetivo. Todo lo que hace es restringir la gama de tasas de la cual puede escogerse una. Por otra parte, las tasas en vigor siguen incluyendo la inflación. La gama de tasas reales, corregidas para tener en cuenta esas distorsiones, podría muy bien incluir una tasa indicativa, dejando campo libre para escoger una algo superior o inferior a ella, lo cual dará el resultado que se desee lograr.

Conclusión

De este examen surgen tres aspectos de considerable importancia para la ordenación de los bosques tropicales, a saber:

1. Las perspectivas económicas de la ordenación natural dependen en gran parte, y tal vez primordialmente, de la tasa de interés proyectada en el tiempo.

2. La elección de la tasa que debe utilizarse es casi enteramente subjetiva.

3. Existen pocos elementos en la teoría o la práctica económica para orientar o restringir esa selección, pero todo parece indicar que es más probable que la tasa apropiada se encuentre en el extremo inferior de toda gama plausible de tasas reales, que en su extremo superior.

Estas conclusiones resuelven en gran parte las dudas acerca de la viabilidad económica de la ordenación natural de los bosques higrofíticos tropicales. Es innegable que los sistemas naturales en general no pueden competir en la silvicultura, a altos tipos de interés, con alternativas como las plantaciones industriales, ni con las demás formas posibles de aprovechamiento de las tierras. Es imposible o sumamente improbable aumentar la tasa de crecimiento y el rendimiento, o incrementar el valor medio de la madera en pie, en la medida necesaria para compensar los efectos de la aplicación de un tipo elevado de interés compuesto a los gastos o de una alta tasa de descuento a los ingresos. Tampoco sirve de mucho hacer la evaluación sobre una base puramente económica. Incluso suponiendo que los beneficios sociales netos de los servicios que no producen ingresos sean mayores con la ordenación natural que con las formas alternativas de ordenación forestal o de tierras, el valor adicional que habrá que acreditar a la ordenación natural, a altas tasas de interés, alcanza cifras excesivas.

Este veredicto parece haber sido aceptado con demasiada facilidad, tanto por los partidarios de la ordenación natural como por los que propugnan las alternativas agrícola y de plantación. Esa aceptación se ha logrado mediante un argumento falaz. Hay que utilizar una alta tasa de interés para demostrar la base antieconómica de la ordenación natural. Con un interés bajo sucedería todo lo contrario. Raras veces se menciona este aspecto importante en las evaluaciones que demuestran la ineficiencia económica de esta ordenación, y nunca se hace referencia a' la dudosa validez del argumento de la tasa elevada de interés. No parece muy honesta esa ocultación de una información que tiene carácter vital.

Así pues, no es necesario defender la ordenación natural, afirmando, como lo hice en 1977, que podrían ser erróneos los argumentos económicos aducidos contra ella. Esos argumentos son falaces, y no simplemente por su debilidad teórica y práctica implícita. Son erróneos porque, con las tasas de interés que las consideraciones teóricas y los estudios empíricos sugieren que hay que utilizar en la economía forestal, es probable que la ordenación natural de los bosques tropicales de especies mixtas sea una mejor opción económica y financiera que los usos o los sistemas de ordenación alternativos de las tierras.

En realidad la cuestión no es tan sencilla, y ello por dos razones. La primera es que, si se prevé que las tasas reales de interés a largo plazo serán mucho más altas en el futuro que en el pasado, y si también pueden estar decisivamente vinculadas a mayores beneficios sociales, se reduciría mucho la eficiencia económica de la ordenación natural. La carga de la prueba a este respecto recae sin embargo en aquellos que ponen en tela de juicio la ordenación natural por motivos económicos. Todavía hay pocos indicios de que puedan producirse cambios de tal magnitud.

La segunda razón es que una demostración de la eficiencia de la ordenación natural en lo que atañe a la utilización de capital no confirma necesariamente una eficiencia similar por lo que se refiere al aprovechamiento de la tierra. Dicho de otro modo, esa ordenación podría aún ser relativamente costosa en función del aprovechamiento de la tierra. Este punto es discutible, pues la distinción entre tierra y capital desaparece virtualmente cuando se trata de largos períodos. Pero, incluso si se da cierta validez a este factor, esa disparidad tendería a ser eliminada por las ventajas a largo plazo de la ordenación natural frente a los sistemas alternativos de utilización de la tierra. Por ejemplo, los bosques tropicales naturales producen algunos tipos de madera y algunos servicios no generadores de ingresos que son únicos en su género. No pueden producirse en ningún otro lugar ni de ningún modo que no sea mediante la ordenación natural, y tampoco pueden reemplazarse adecuadamente con sucedáneos.

Así pues, las posibilidades de mercado que ofrecen esos productos son muy distintas de las deficientes perspectivas de la mayoría de los productos fruto de las alternativas agrícola y de plantación (Ministerio de Industrias Primarias de Malasia, 1986). En estas circunstancias las posibilidades económicas de la ordenación natural, no pueden sino mejorar independientemente de la forma en que se evalúen.

En efecto, las reservas formula das más arriba refuerzan la conclusión de que la ordenación natural de los bosques tropicales de especies mixtas, cuando es ecológicamente viable, es asimismo preferible, considerada en si misma, desde el punto de vista económico.

Referencias

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