M. Caballero Deloya
La Ciudad de México ha sido frecuentemente calificada como una de las zonas metropolitanas más contaminadas del mundo. Existen varios argumentos que lo justifican: posee una población de 17 millones de habitantes que cada día aumenta en alrededor de 1 000; cuenta con un parque vehicular de 2,9 millones de automóviles, la mayor parte de ellos viejos; existen 30 000 industrias en el área y está caracterizada por una escasa circulación de vientos, situación que favorece la presencia continua de materiales contaminantes y promueve inversiones térmicas durante el invierno. Este articulo examina el estado actual de la silvicultura urbana en la Ciudad de México y su potencial para reducir los efectos perjudiciales del deterioro ambiental; da asimismo sugerencias para una acción futura que ayude a concretizar este potencial.
El Dr. Miguel Caballero Deloya es Investigador Titular en el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales y Agropecuarias (INIFAP), México.
La Ciudad de México o Distrito Federal y su área conurbada constituyen la zona metropolitana más grande e importante de la República Mexicana, ocupando una superficie de 1 499 kilómetros cuadrados. Siendo México una nación fuertemente centralizada, dicha ciudad representa el núcleo político, económico, social y cultural de la República.
Su clima es subtropical de altura, templado, semiseco y sin estación invernal bien definida (D.D.F., 1975). La temperatura media anual fluctúa entre 15° y 16°C; en verano pocas voces supera los 30°C y desciende ocasionalmente por debajo de los 0°C en diciembre o enero. La precipitación media anual es de 700 mm y se manifiesta entre los meses de mayo y octubre (D.D.F., 1975).
La Ciudad de México posee un alto valor histórico para los mexicanos. En este lugar se asentó originalmente la cultura Mexica o Azteca, la cual fundó en el año 1325 su ciudad sede: «La Gran Tenochtitlán». Posteriormente, los españoles establecieron en el mismo sitio la capital de la Nueva España, como resultado de la conquista (1521), y con la independencia (1824), esta metrópoli fue declarada sede oficial del gobierno de la nación por parte del Congreso.
Antes de la llegada de los españoles, Tenochtitlán era una ciudad indígena con 300 000 habitantes. Se establecieron extensos jardines en ella y en zonas cercanas como Chapultepec, Iztapalapa, y Xochimilco (Benavides, 1992). La concepción de los jardines era abierta e informal y en ellos se cultivaban diferentes variedades de árboles y arbustos. Tenochtitlán y otros lugares de México exhibieron los primeros casos de arte topiario en América (De Herrera, 1980).
Durante el período colonial se plantaron árboles en los interiores y exteriores de las iglesias
Tenochtitlán fue destruida por los conquistadores, y en su lugar se edificó la capital de la colonia. Durante el período colonial, se implantaron jardines en los interiores y exteriores de las diversas iglesias que se edificaron. Los españoles introdujeron en la ciudad la concepción de los «jardines árabes» en los patios interiores de las casas y en las plazas públicas (Caballero, 1986). Estas se construyeron en la Ciudad de México y en el resto de poblados de la Nueva España, adoptando patrones geométricos definidos. Dentro de estas plazas se crearon bellos jardines con árboles y flores, convirtiendo a estos sitios en lugares preferidos de recreo y de alta relevancia social, donde se daban cita todos los sectores de la sociedad. En el año 1529 se construyó la Alameda Central, uno de los parques citadinos con mayor tradición e historia de todo el país. Un año después, se declaró como lugar público otro sitio de gran tradición, el Bosque de Chapultepec, que destaca actualmente como el parque de la ciudad más visitado por los capitalinos. También durante este período se plantaron árboles a lo largo de las más importantes avenidas y paseos existentes (D.D.F., 1985).
Un jardín informal en un suburbio de la Ciudad de México
A partir de 1821, México inició su proceso histórico como país independiente. Durante varios años, frecuentes conflictos armados concentraron los escasos recursos disponibles, así como la atención de las autoridades y de los habitantes citadinos. No obstante, se logró el mantenimiento de los parques y de los jardines existentes, y ocasionalmente se plantaron árboles en nuevos jardines y paseos (Benavides, 1992). En el período 18641867, México fue objeto de una intervención militar francesa, y, en esa época, se introdujeron nuevos conceptos en el diseño de parques y jardines. La configuración de las áreas verdes adoptó esquemas muy geométricos y rígidos, como fue la remodelación de la Alameda Central. Esta influencia perduró hasta el inicio del presente siglo (Caballero, 1986).
Durante el siglo XX, la Ciudad de México ha experimentado un crecimiento desbordado, que ha alcanzado sus máximos niveles en décadas recientes, y posee ahora la mayor concentración humana del mundo. Esta explosión demográfica fue motivada por una intensa, continua y sistemática inmigración de la población rural. La causa fundamental es el profundo desbalance social y económico que existe entre la sociedad urbana y la que habita el agro mexicano, que ha vivido secularmente en el máximo grado de marginación. Durante los últimos años la superficie de áreas verdes en el Distrito Federal ha aumentado, pero el ritmo del crecimiento de la población ha sido aún mayor. Mientras que en 1794, el 14 por ciento de la superficie ocupada por la ciudad correspondía a áreas verdes, en 1910 esta proporción se redujo a 2,8 por ciento (De Quevedo, 1935). Actualmente se dispone únicamente de 33,1 kilómetros cuadrados de áreas verdes en la zona urbana, sólo 2,2 por ciento de la extensión total del área metropolitana (Benavides, 1992). La Ciudad de México cuenta sólo con 1,94 m2 de áreas verdes por habitante, cifra que resulta muy por debajo de los 9 m2 por habitante que recomienda la Organización Mundial de la Salud.
La enorme problemática ambiental que padecen la Ciudad de México y varias de las zonas metropolitanas más importantes del país subraya la ingente necesidad de intensificar su programa de dasonomía urbana. Estos esfuerzos de ninguna manera representan la solución a los complejos problemas citadinos, pero podrían ayudar sustancialmente a reducir los efectos nocivos del deterioro ambiental urbano y a hacer más llevadera la vida del habitante de las grandes ciudades.
Los propósitos fundamentales de la silvicultura urbana de la ciudad de México son:
· ayudar a mitigar los efectos de la intensa contaminación ambiental que afecta a la zona metropolitana. Se ha reportado que «el promedio diario de smog que como manto gris cubre la Ciudad de México, es provocado por 650 toneladas de contaminantes que flotan en la atmósfera» (Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología, 1986);· establecer un mayor número de áreas recreativas al aire libre, para la atribulada población capitalina. Sobre el particular cabe destacar que los parques más importantes de la zona metropolitana - entre ellos Chapultepec, Desierto de los Leones, Parque Hundido, Parque de los Venados y Cerro de la Estrella - se han convertido en importantes áreas de carácter deportivo y recreativo;
· crear, a los ojos de la población, una imagen más agradable de la ciudad y mejorar su apariencia.
La silvicultura urbana necesita diferenciar las distintas áreas y estudiar la situación particular de cada una de ellas. Las áreas de la Ciudad de México se pueden dividir en tres categorías básicas: de interés histórico, de desarrollo urbano planificado y áreas suburbanas pobres que surgen sin ningún plan específico.
La escasez de personal y de recursos económicos causa la muerte de un gran número de árboles
Areas de valor histórico
Corresponde a las secciones más antiguas de la ciudad, que cuentan con edificios, iglesias, parques, monumentos, etc. que se han convertido en reliquias históricas y son las áreas tradicionales de mayor interés turístico. Es común advertir en ellas la presencia de árboles grandes, así como de hermosos jardines en plazas centrales.
Nuevos desarrollos urbanos planificados
En las últimas décadas, se constituyeron diversas empresas fraccionadoras de terrenos que ampliaron la superficie metropolitana mediante la urbanización de nuevas tierras, particularmente en las zonas sur y occidental de la ciudad. Varios de estos desarrollos urbanos prestaron debida atención al establecimiento de áreas verdes. En algunos casos, se adoptaron diseños modernos, imitando patrones desarrollados en ciudades de Norteamérica. Desafortunadamente, sus elevados costos permitieron que solamente un grupo reducido de familias con alto nivel de ingreso tuvieran acceso a estas nuevas áreas urbanas. En contraste con lo anterior, la mayoría de los nuevos desarrollos urbanos se hacen en forma masiva, buscando brindar hogar a grandes núcleos de trabajadores en superficies reducidas y con infraestructura de bajo costo. Las previsiones para la reforestación urbana en estas condiciones son muy limitadas y reflejan grandes deficiencias.
Suburbios de miseria
Varias áreas de la periferia oriental de la ciudad, dentro del Estado de México, han sido receptoras de la mayor parte de la violenta inmigración rural que ha padecido la metrópoli. La forma tan anárquica en la que ha ocurrido este proceso, en tierras que carecían en absoluto de infraestructura urbana, no ha permitido ningún tipo de planificación en materia de áreas verdes. Por otro lado, la alta densidad poblacional en estos sitios ha dejado poco margen para llevar a cabo programas apropiados de reforestación urbana. Algunos pobladores, preocupados ante la necesidad de áreas verdes, han hecho un esfuerzo personal por plantar árboles, pero esta acción se ha llevado a cabo de manera desordenada e irregular, sin responder a ningún tipo de plan o de estrategia concreta (Caballero, 1986). Cabe aclarar que la asistencia técnica en este sentido es prácticamente inexistente. Los interesados difícilmente obtienen una orientación en cuanto a qué tipo de árboles emplear, cuándo plantarlos, cómo preparar la cepa de plantación, cómo colocar el árbol, qué tipo de mantenimiento prodigarle, etc.
Dada la enorme extensión de la Ciudad de México y su compleja problemática, su administración se encuentra fraccionada en 16 delegaciones o unidades políticas. Estas exhiben gran heterogeneidad, tanto en extensión como en población, problemas sociales y económicos, urbanización, etc. Así, en tanto que dos de estas delegaciones cuentan con poblaciones inferiores a 200 000 habitantes, otras dos tienen, cada una de ellas, más de 1 millón. Para cumplir con sus responsabilidades, cada Delegación cuenta con una oficina de parques y jardines. Estas disponen, en forma modesta, de equipo, herramientas y personal dedicado específicamente a la reforestación urbana. Las responsabilidades de las delegaciones del Distrito Federal incluyen: reposición de fallas y de árboles muertos; labores de mantenimiento en el arbolado (podas y riegos); trabajos de sanidad (aplicación de insecticidas y fungicidas); y creación de nuevas áreas verdes.
Reforestación urbana en un suburbio de la Ciudad de México
Tomando en cuenta las limitaciones financieras que se confrontan, las tres primeras de esas acciones reciben prioridad. La cuarta, creación de áreas verdes, depende mucho de la disponibilidad de recursos adicionales. Las labores de mantenimiento al arbolado urbano se llevan a cabo prioritariamente en la zona céntrica y en las zonas históricas o residenciales de la ciudad. Por carecer del presupuesto necesario, las zonas pobres y los suburbios de miseria reciben muy poca atención al respecto.
Se estima que la supervivencia del arbolado plantado en la zona urbana de la Ciudad de México varía de 40 a 50 por ciento. Las causas más importantes de las fallas son:
· el alto nivel de contaminación generalizado que afecta a la ciudad. El máximo daño se advierte en el arbolado plantado a lo largo o próximo a las vías de circulación con alta densidad vehicular, como son «el viaducto», «el periférico» y varios de los ejes viales. Una investigación realizada para evaluar el estado en que se encuentra el arbolado de pino radiaba (Pinus radiata) empleado en la reforestación urbana en la Ciudad de México, reveló que el 75 por ciento de los árboles estudiados acusan serios síntomas de deterioro, que se manifiestan en retorcimiento de los fustes, hiperfoliación y presencia de resinosis. El 80 por ciento de la muestra acusó también efectos de enanismo (Nieto de Pascual, 1988);· vandalismo, particularmente en las zonas conurbadas con mayor índice de marginación social.
La sociedad mexicana está adquiriendo cada día mayor conciencia de la necesidad de promover la reforestación y el cuidado de los árboles urbanos, como medida vital para garantizar su bienestar y aun su propia supervivencia. Algunos ejemplos ilustrativos son:
· la creación de comités forestales municipales en todo el país, con el patrocinio de autoridades de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos. Estos comités buscan la participación ciudadana directa en el establecimiento de un mayor número de áreas verdes urbanas y en otros objetivos forestales;· la proliferación de grupos ecologistas que presionan continuamente a través de los medios de comunicación sobre la necesidad de multiplicar esfuerzos en materia de dasonomía urbana. Un ejemplo es el MEM (Movimiento Ecologista Mexicano);
· la existencia de grupos específicos de ciudadanos organizados para la restauración forestal urbana. Tal es el caso de «los amigos del Bosque de Chapultepec», grupo que recientemente, a través de una cruzada nacional, recaudó fondos para restaurar el parque citadino más visitado de la Ciudad de México;
· la creación en 1982 de una Secretaría de Estado para la problemática urbana y ambiental del país. Sus responsabilidades fueron retomadas por la nueva Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL) en 1992.
Las autoridades del Departamento del Distrito Federal están convencidas de que una auténtica campaña de reforestación en la ciudad, difícilmente puede alcanzarse sin una participación dinámica de la ciudadanía. Con el objeto de motivar esta participación, se han promovido intensas campañas en los últimos años. La más reciente se llevó a cabo en el año 1990. Bajo el lema «Cada familia un árbol», se plantaron 1 800 000 arbolitos en las 16 delegaciones de la ciudad. Los programas de silvicultura urbana se han convertido en una bandera nacional estratégica que une a la sociedad y a los diferentes niveles de gobierno en torno a una causa común. La Secretaría de Educación Pública promueve las campañas a través de los escolares; la Secretaría de Agricultura obsequia arbolitos y fomenta su utilización a nivel nacional; los miembros del Ejército Mexicano participan anualmente en la reforestación nacional; la Secretaría de Desarrollo Social aporta recursos y apoya a las comunidades urbanas y rurales en la reforestación; grupos ecologistas así como organizaciones urbanas y rurales promueven diferentes niveles de participación, etc. Sin embargo, este gran esfuerzo se advierte desvinculado y acusa importantes deficiencias. Para alcanzar éxito en tan relevante tarea, se considera necesario:
· elaborar y aplicar responsablemente planes rectores de mediano y largo plazos en materia de silvicultura urbana;· coordinar los esfuerzos de reforestación independientes y desvinculados que llevan a cabo las diversas dependencias e instituciones. En la Ciudad de México, la coordinación debe hacerse entre las delegaciones políticas del Departamento del Distrito Federal y entre éstas y otras organizaciones;
· programar la recolección de semillas y la producción de plantas en los viveros con un enfoque de mediano y largo plazos, conforme a las necesidades y a los programas futuros de reforestación contenidos en el plan rector;
· capacitar al personal operativo del Departamento del Distrito Federal y de las agencias estatales responsables de la reforestación urbana en el empleo de equipos y procedimientos modernos;
· formar cuadros de profesionales especialistas en la materia, y hacerlos responsables de la buena marcha de los planes rectores;
· llevar a cabo programas permanentes de concientización y educación para las poblaciones citadinas sobre los principios básicos de la silvicultura urbana, especialmente en aspectos relacionados con la contribución de la vegetación al bienestar, con las técnicas de reforestación y con el cuidado del arbolado urbano.
Recientemente, los gobiernos de la Ciudad de México y de dos entidades federativas vecinas, los Estados de México y de Morelos, suscribieron dos importantes convenios; uno con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y otro con el Gobierno del Japón. Por medio de éstos, la ciudad recibirá un significativo crédito internacional para llevar a cabo una intensa campaña de reforestación, tanto en la zona urbana (crédito del BID) como en la suburbana (crédito japonés) del Distrito Federal y de los Estados mencionados. Parte del crédito se dedicará a la capacitación, consultaría y adquisición de equipo moderno. Existe gran optimismo sobre los logros que se esperan a través de estos proyectos internacionales.
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