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Lucha contra el matorral y los árboles inútiles

por ARTHUR W. SAMPSON, Profesor Emérito de Silvicultura
Y ARNOLD M. SCHULTZ, Especialista Adjunto, Escuela de Montes, Universidad de California

Tercer capitulo de un trabajo preparado a solicitud de la FAO. Los dos primeros aparecieron en números anteriores del volumen 10 de Unasylva La parte restante se publicará en el volume 11, número 1 de esta revista y la serie completa formará un cuerpo de obra que saldrá a luz por separado.

Métodos y aperos para las quemas reguladas

LAS quemas reguladas (racionalización de la roza con fuego) consisten en la aplicación sistemática y confinada del fuego a una superficie escogida de antemano, por lo común en tierras incultas. El acto de prender fuego se puede ejecutar de diversas maneras, desde las quemas prescritas, en las cuales es preciso plegarse a un estrecho margen de condiciones de meteorología y combustibilidad de la vegetación para lograr un próposito determinado, hasta los «incendios de conveniencia»; esto es discrecionales, cuyos únicos elementos preestablecidos son el momento y el lugar de la quema (34).

Por regla general, el fuego arde mejor y abrasa mayor número de plantas cuando la temperatura ambiente es alta, la humedad escasa, y el viento sopla con más o menos fuerza. En tales ocasiones, los riesgos son grandes y el dominio de la conflagración se hace difícil. La finalidad de las quemas reguladas (racionales) se concentra en obtener una incineración tan efectiva como sea posible, en circunstancias de incuestionable seguridad.

Las precauciones que se observan en este método de lucha contra el matorral son las de localizar los límites del área que se haya de abarrar, preparar las líneas de protección (rayas, cortafuegos, parafuegos (senderos, caminos, arroyos, etc.), contrafuegos, picadas rompefuegos y guardarrayas) y el combustible, así como consumar y vigilar el incendio.

Localización y condicionamiento de las líneas de defensa

El recinto que vaya a quemarse debe estar circundado por barreras naturales o preparadas artificialmente, que al mismo tiempo sirvan de frente de ataque en que se inicie el fuego, y de obstáculo a su propagación fortuita. Siempre que fuere posible, se aprovecharán las obstrucciones naturales como líneas de seguridad, que suelen ser más anchas y efectivas, y el único costo que ocasionan se reduce a incluir en la maniobra un pequeño espacio adicional o sustraerlo a la quemazón. Pueden clasificarse esas barreras en las siguientes categorías: físicas (quemas recientes, cursos de agua o caminos, lechos de roca); topográficas (cresterías, barrancas anchas); e ignescentes (vegetación rala, pasto verde, breñal medio en laderas que dan al norte). Las líneas de defensa más seguras son las que combinan los caracteres anteriores; por ejemplo: una carretera que atraviese pastos verdes próxima a una crestería (4)

En las líneas de protección construidas artificial mente, deben tomarse en cuenta la topografía y la vegetación de tipo ignescente a fin de detener los incendios de superficie o de copa y confinar los originados por chispas. Los fuegos superficiales se atajan interrumpiendo la continuidad del tapiz combustible. No hace falta que la faja abierta sea ancha pero ha de quedar desnuda de plantas hasta el suelo mineral. Una buena norma que puede seguirse es que la franja tenga al menos un ancho igual a la altura de la vegetación ignescente en pie que la bordea. Así pues, si atraviesa un tapiz herbáceo, el cortafuegos no necesita una anchura tan grande como en un matorral alto y espeso. En los bosques, y en condiciones favorables a la quema prescrita, basta una banda estrecha entre las agujas de pino, arreglada con rastrillo de mano. Esto significa que para acondicionar las líneas de seguridad con las economías posibles, los linderos de la quema racional se correrán al interior del pasto o de la tierra cultivada a orillas de la maleza, o debajo de los árboles, donde no haya despojos abundantes o matorral vivo en el piso bajo.

Los fuegos de copa se localizan desmontando un espacio amplio en el matorral o en el dosel arbóreo. La anchura del descuaje depende de la cantidad de calor desarrollada en el borde de la quema, de la dirección y fuerza del viento que cruce la banda abierta y de la inflamabilidad del combustible en la orilla externa de la brecha.

Los incendios por chispas o pavesas son difíciles de apagar pero pueden reducirse evitando que cerca de la picada rompefuegos queden arbustos y árboles cuyas hojas ardientes estallen lanzándose a gran altura en el aire, y situando las líneas de defensa donde la dirección de los vientos sea previsible con mayor certeza.

El área destinada a quemarse debería siempre extenderse cuesta arriba desde el cortafuegos (Figura 40). No conviene nunca ubicar las líneas de protección a cierta altura en las laderas o sobre las cresterías, en todo caso su colocación pertinente estaría inmediata a las cumbres al transponer las elevaciones, del lado opuesto a la quemazón.

La posición de las líneas, por otra parte, corresponde a los lugares en que la ignición resulte fácil. La presteza de la ustión, o encendido, es inversamente proporcional al tamaño, contenido de humedad y raleza del combustible, y guarda relación directa con la velocidad del viento, la temperatura y sequedad del aire, e inclinación de la pendiente. La regla más importante para una buena línea de encendimiento es que la materia ignescente sea ligera, seca, y que forme una capa continua hasta cierta distancia dentro del perímetro, penetrando en la maleza que se quiera quemar. El encendido se hace con rapidez, da poco calor al borde de la línea de seguridad y en ningún tramo de ésta hay necesidad de mantener la vigilancia por mucho tiempo. Entre dichos combustibles se hallan la hierba seca, la hojarasca, las agujas de pino y la chamarasca leve que deja una cuchilla de empuje al destrozar y machacar un matorral abierto.

Se ha descrito ya el material mecánico que suele usarse para preparar cortafuegos. Tratándose de matorral denso o de árboles inflamables, la cuchilla de empuje se emplea en el desmonte de senderos de suficiente ancho que satisfagan los requisitos de seguridad. La remalla se echa al lado interno de la raya, jamás al externo. Si está previsto el transcurso de largo tiempo entre el acondicionamiento de la línea de defensa y la quema regulada, lo mejor es acarrear todos los despojos vegetales que deja la topadora a bastante distancia dentro del breñal, de trecho en trecho por la periferia. La madera hupeada como nidos de ratillas y troncos podridos también debería llevarse lejos de la línea a la espesura por el interior de la banda (lado destinado a quemarse). Los raigones altos se derriban con cuchillas de empuje, pues continúan ardiendo muchos días y avientan centellas a considerables distancias. En caso de que el rodal de maleza no esté muy apretujado, será factible arrasar las matas en una tira, del ancho sencillo o doble de la cuchilla empujadora, contigua a la línea de seguridad, por su parte interna, a fin de que el material aplastado facilite el encendido.

Cuando las líneas de protección se tracen en herbazales, se recurre a una grada de discos para arreglar una barrera de suelo mineral. Tal cosa es practicable mientras la hierba está verde o el suelo tiene suficiente humedad para facilitar la labor. El mismo efecto se logra raspando el suelo con una cuchilla de empuje o niveladora de caminos, que arranca el pasto conforme avanza. A menudo es posible dejar la raya en condiciones satisfactorias sin más herramientas que una pala o azadón.

FIGURA 40. Línea (faja, franja, banda) de seguridad (defensa, protección) bordeando una ladera a cuyo pie serpea. Nótese la ancha zona de pasto entre el cortafuegos y la maleza.

FIGURA 41. Una calzada, línea original de defensa, con ensanchamiento mediante la quema preliminar de una franja de broza machacada en época en que el matorral estaba demasiado verde para arder.

En tapiz de agujas de pino basta el rastrillo o el instrumento de zapa de McLeod, una combinación de azada y rastrillo, y utilísimo artefacto. Las agujas y la basura se llevarán a suelo mineral, donde se amontonarán, o bien, se extenderán por el interior de la línea (lado de la proyectada quema). El propio utensilio servirá después para prender fuego, arrastrando un manojo de agujas ardiendo.

Otro medio de preparar fajas cortafuegos consiste en coordinar con la quema preliminar los métodos mecánicos o químicos. A tal objeto, se machaca una tira del breñal haciendo pasar una cuchilla de empuje, o se rocía con un desecante de acción rápida. Ya que la humedad del combustible haya disminuido a suficiente grado, su ignición no presenta mayor peligro de incendiar la maleza verde, intacta, contigua a la banda tratada (Figura 41). La quema preliminar se emplea, asimismo, en la preparación de anchas franjas a través de los pastos; más tarde, ya entrada la noche, se les pone fuego y entonces la humedad será bastante elevada y la quemazón no entrañará peligro de propagarse. Aunque las quemas preliminares devoran el combustible menudo y seco, evitando riesgos posteriores, el fuego quizá no adquiera la intensidad necesaria para matar las plantas arbustivas.

FIGURA 42. Encendido de ramojo seco usando antorcha de gateo. El recipiente contiene bastante petróleo diesel para una hora de chorreo intermitente. (Servicio Forestal de los E.U.A.)

El encendido y la consumación de la quena

Iniciar la fogata a lo largo de la periferia de una demarcación condenada al fuego, según los procedimientos habituales, es faena de esmero y paciencia. Dado que la operación entera constituye un proceso lento. la ignición no requiere artificios complicados ni rápidos. A continuación se exponen algunos métodos sencillos.

Arrojar cerillas encendidas al combustible seco por el contorno de la línea de campaña, evidentemente no exige ningunos enseres especiales. Sin embargo, una herramienta de zapa McLeod de peso liviano resulta útil, considerando la facilidad de transportarla. por lo demás, siempre conviene tener una a mano en previsión de que ocurran incendios de chispas o de propagación cruzando la línea. Se puede usar para «arrastrar la lumbre» llevando paso a paso entre la hierba un mechón de combustible en llamas. Igual objeto se consigue halando sobre el pasto seco un neumático dado de baja, provisto de una carga flamígera de aceite gastado de cigüeñal. Produce el mismo efecto la antorcha de goteo, que consta de un recipiente de 4 litros, con un largo pitón en que se introduce una mecha. Cargada de aceite diesel y una vez empapada la mecha, se prende ésta, e inclinando el aparato, chorrea por el pico aceite encendido que cae en el tapiz combustible (Figura 42). Si bien son útiles estos métodos rústicos tratándose de pasto y agujas de pino en estado seco, no resultan satisfactorios cuando la vegetación ignescente no es de poca altura ni compacta, como sucede en un rodal denso de maleza. En este caso, se hace necesario un lanzallamas neumático portátil para generar suficiente cantidad de calor que permita alzar llama a los pies de mata dispersos (Figura 43). Tanto el lanzallamas como la antorcha de goteo se alimentan con combustible Diesel. pero en aquél el aceite está sometido a gran presión en el depósito, del que sale para formar una llama de calor intenso que se proyecta a distancia de 6 m. y mayor, a su paso por la boquilla sobre una mecha encendida.

FIGURA 43. Lanzallamas neumático de mochila. Tiene cabida para unos 11,5 litros de combustible diesel. Lanza una llama hasta de 6 m. a presión de 5,6 a 7 atmósfera con un gasto de 1,5 litros por minuto. La unidad completa no llega a 45 kilos de peso. (Servicio Forestal de los E.U.A.)

Se han empleado tres métodos generales de ignición. El más simple y común es el de quema «lateral» (Figura 44, izquierda). El incendio se inicia a orillas de las líneas de defensa y de allí se propaga al centro. Tal procedimiento ofrece la mayor seguridad, especialmente en matorral denso donde no hay senderos de escape que salgan a la raya de protección. El recinto entero debe estar situado de manera que el movimiento del aire e se establezca hacia el interior a medida que se vaya poniendo fuego en la periferia. Es preciso que ha' a suficiente combustible seco dispuesto en orden regular y continuo que conduzca la lumbre a todas las plantas. indeseables. Conviene que el área sea bastante limitada o compacta para quemarla durante el corto período del día en que la temperatura, la humedad y el viento son más o menos constantes.

En la quema «central»se suscitan las primeras llamas por el centro de la cubierta vegetal y se las deja extenderse hasta producir un calor intenso (Figura 44, centro). Entonces se incendian otros puntos próximos a la periferia, de donde el fuego es atraído hacia el centro porque esa dirección sigue la corriente de aire, que origina vientos que alcanzan velocidades de 16 Km. por hora y soplan de todo lado al interior. La hoguera central, por su parte, se estabiliza y rara vez cunde a los bordes. Este sistema tiene aplicación limitada a pequeñas extensiones de terreno plano sin movimiento miento de vientos.

FIGURA 44. Esquemas de 3 procedimientos corrientes de incendio. Izquierda: quema lateral. A. Dos cuadrillas ponen fuego en los puntos indicados por las flechas, iniciando el incendio alrededor de la periferia. B. Terminado el encendido las fogatas del borde a la derecha se han conjugado, propagando el fuego muy al interior. C. Las hogueras de todos lados van a juntarse. D. Quema consumada. Centro: Quema central. A. Las primeras fogatas se inician en el centro del área. B. Las hogueras centrales se han unido y se comienza una nueva serie de fuegos por los bordes. C. Principian a unirse los incendios interiores y exteriores, extendiéndose la conflagración a los limites del área. D. Sección transversal de «C», que muestra las llamas atraídas hacia el centro. Derecha: Quema en fajara. A. Las primeras fogatas se prenden próximas al borde extremo superior de la ladera. B. El borde superior ya quemado, se procede a incendiar otra tira 15 m. cuesta abajo. C. Consumida la segunda franja por el fuego, se sigue con otra. D. La faja final de la quema se enciende a lo largo del borde inferior. (Adaptación basada en datos de Arnold. Burcham. Fennar y Grah (4).)

La quema «en fajas» está indicada en laderas o cuando los vientos predominantes determinan que el fuego avance en una dirección. Se principia prendiendo una estrecha banda después de fijar una línea de fuego cuesta abajo poco distante de la cresta de sotavento del lugar (Figura 44, derecha). Luego que se apaga el incendio, se repite la maniobra en otra faja como de 30 m. adentro, es decir, cuesta abajo. Cada tira sucesiva se va ensanchando respecto a la anterior sin peligro, puesto que el rompefuegos que tiene delante también será más ancho. Procediendo de este modo se cuenta con algunas ventajas porque si se comienza por la orilla se dificulta la ignición, y de producir un fuego arrebatado, existiría el riesgo de que saltara atrás salvando la línea de defensa.

En la exposición precedente se han descrito los métodos comunes de quema diseminada o a al voleo» (Figura 45). Los beneficios de tales quemazones son variables. De ordinario los planes de quema regulada se hacen con mucha anticipación a la fecha que se le fija. Entre tanto, se preparan las líneas de seguridad, se tiene disponible una cuadrilla de trabajadores Figura 46), y el pastoreo se habrá diferido a efecto de que espese el tapiz herbáceo que servirá de combustible para la propagación del incendio. Los cambios atmosféricos de poca importancia que llegado el día no justifiquen un aplazamiento de la quema, pueden sin embargo modificar los efectos al grado de que sólo el pasto arda y así quedarán frustrados los esfuerzos de todo el año. En prácticas recientes He prefiere destrozar el matorral un ano antes con el fin de que los tallos y las hojas estén seco; y aplastados contra el suelo, y el pasto haya crecido por entre la remalla muerta. Aun en días relativamente frescos, el fuego consume la mayor parte de esta clase de combustible. Así pues, la combinación del tratamiento mecánico y las llamas demuestra ser muy efectiva en muchas localidades.

FIGURA 45. Quema regulada según el método de incendio por las orillas, en las faldas de la cordillera de Sierra Nevada, California. Los árboles altos son pinos sabinos (Pinus sabiniana), especie carente de valor en pastizales. (Universidad de California.)

FIGURA 46. Cuadrilla y material listos una quema regulada en California, agosto de 1952, en 332 Ha. Estuvieron 98 hambres en las líneas de fuego; 17 mujeres prepararon un almuerzo y repartieron refrescos. El material de campaña constaba de 3 «jeeps» cisternas, 1 «jeep» con pulverizador Bean, 4 camiones cisternas de propulsión en las 4 ruedas, 1 camión con depósito de agua de 1.140 litros y 2 «jeeps» en servicio de patrulla; había además suficientes herramientas de zapa McLeod y bombas de mochila para todos. (Universidad de California.)

FIGURA 47. Esquema de un proyecto de ignición zonal. El matorral es preparado para el incendio varias semanas antes de la quema regulada, majándolo en fajas con una cuchilla de empuje (3). Los tranzones de broza en pie (2) tienen una anchura aproximada dable de las tiras aplastadas. Una cuadrilla de 5 obreros se distribuye por las vías de ataque indicadas (1), prendiendo a su paso la ramalla seca con antorchas de gateo. [Según Arnold, Burcham, Fenner y Grah (4).]

Se sabe que para consumar una quema limpia (quema rasa) no es necesario desbaratar y majar toda la maleza, que puede derribarse y machacarse con una cuchilla de empuje según alguno de diversos procedimientos diferentes, aplastando y dejando en pie el matorral en fajas alternativas, de modo que no hace falta tratar más que la mitad o una tercera parte del monte, lo cual reduce el costo proporcionalmente.

Un cuarto método de incendio, denominado «ignición zonal», presenta ventajas de ejecución en breñales así preparados después que las bandas abatidas se han secado. Consiste en provocar un gran número de fuegos separados y distribuidos en una demarcación en breve lapso de tiempo (4) a distancias tan cortas que el calor radiado de una hoguera contribuye a que las otras ardan con mayor intensidad, a la vez que las materias ignescentes intermedias se secan y calientan en forma que su incineración se acelera. Las múltiples llamas se conjugan en violenta borrasca ígnea cuya fuerte succión de aire impide que la conflagración se propague. En la práctica, eso se ejecuta por medio de una cuadrilla de hombres (Figura 47), cada uno provisto de una antorcha de goteo, prendiendo fuego presurosos en su avance a lo largo de los corredores paralelos de maleza triturada. Los operarios deben mantener el alineamiento de frente a efecto de no poner en peligro a ninguno que se rezague. Si la cuadrilla marcha a velocidad de 3 a 5 Km. por hora y los despojos combustibles tienen el grado conveniente de humedad, la maleza se enciende con la rapidez adecuada a una quema segura y eficaz. Además, la intensidad del incendio se puede regular aumentando o disminuyendo la actividad del encendido.

El calor que produce la ignición zonal adquiere suficiente fuerza para consumir el matorral verde en pie entre las fajas arrasadas. Ofrece el sistema su mayor seguridad de aplicación durante los meses de la primavera, cuando la vegetación leñosa está húmeda y poco propensa a alzar llama (Figura 48). También se emplea en la preparación de anchas sendas de defensa antes de emprender una quema diseminatoria ordinaria.

FIGURA 48. Comparación de los resultados de la ignición zonal con los de quema ordinarios. El área en primer plano se quemó por ignición zonal después de destrozar un 40 por ciento de la maleza. En las mismas condiciones meteorológicas, la broza en pie al fondo no ardió empleando el método de quema por las orillas. (Servicio Forestal de los E.U.A.)

Aparatos especiales de ignición

La pirotecnia como recurso de quemas reguladas constituye un nuevo campo de investigación. Varios artificios se han puesto a prueba para prender los combustibles vegetales en su asiento natural, pero hasta la fecha poco podría decirse de las ventajas de un método respecto a otro, su efectividad relativa o las diferencias de costo.

Entre los artefactos se cuenta una diversidad de granadas, sea destinadas a arrojarlas a mano, lanzarlas con cañón de fusil, soltarlas desde un avión o colocarlas en puntos estratégicos sobre el suelo y hacerlas estallar al cerrar un circuito eléctrico o con mecha (espoleta) rápida (Figura 49). Un método que se ensayó en el chaparral de California es el de distribuir granadas a distancia de 15 a 30 m. acomodadas en montones de combustible (ramojo) a propósito cortado de las matas y apilado, las cuales se hacen tronar a un tiempo. Conforme a otra práctica se obtienen buenos resultados dejando caer las granadas desde un aeroplano en vuelo lento (145 Km./h.) a una altura aproximada de 150 m. Cuando el tapiz combustible del suelo forma una capa continua y compacta, como el pasto seco, igual eficacia se consigue en la iniciación de incendios, ya se usen granadas chicas o grandes, sueltas o agrupadas.

La ventaja de emplear artificios pirotécnicos estriba en la facilidad de quemar anchas fajas de matorral que prácticamente son inaccesibles a pie llevando lanzallamas u otros aparatos comunes, caso que acontece en terrenos escarpados o en el centro de las quemazones reguladas que han principiado a arder por las orillas. No hay peligro de que las cuadrillas queden presas en el fuego si las granadas se tienden de antemano, conectadas por una larga mecha. La simultaneidad de la explotación realiza el mismo efecto que la ignición zonal siempre que las granadas se coloquen en disposición apropiada. Por consiguiente, el método se hallará muy efectivo en las guamas de invierno y de primavera cuya finalidad sea el mejoramiento de los apacentaderos de caza o la construcción de anchos cortafuegos protectores.

Quemas prescritas en los bosques

Las quemas prescritas se han definido como la aplicación deliberada y la confinación del fuego a una superficie para conseguir determinado fin. Los propósitos principales que se persiguen en los bosques son los siguientes:

1. Reducir los riesgos de incendio mediante la eliminación de plantas adventicias y despojos leñosos;

2. evitar la invasión de especies inferiores en el piso bajo;

3. disminuir el estancamiento del desarrollo vegetativo en rodales de reproducción densa;

4. preparar semilleros de ceniza para la propagación natural de árboles deseados;

5. limitar la cantidad de hojarasca inútil y la vegetación superflua que intercepta la lluvia y la sustrae al crecimiento arbóreo, con análogos efectos en lo que a las aguas subterráneas concierne;

6. restringir los casos de enfermedades fúngicas y de ataques de insectos;

7. mejorar los pastizales para apacentamiento de los ganados;

8. rehabilitar la habitación de los animales de caza y facilitar su levantamiento.

FIGURA 49. Material usado para encendido rápido. Hecho por Fenner and Day, Richmond, California. (Ralph L. Fenner.)

FIGURA 50. Curvas que muestran el costo de las quemas reguladas, por acre, en función de la amplitud del incendio hasta 640 acres (260 Ha.). Los costea mínimos se con siguen en una extensión de 440 acres (178 Ha.). [Según Sampson y Burcham (34.)]

Ningún aparato especial se requiere para dichas quemas. Las condiciones importantes son el tiempo favorable y el estado idóneo de la vegetación ignescente.

Aunque la técnica varía de un lugar a otro, hay que tener presentes las siguientes advertencias: los incendios en ocasión de poca humedad y alta temperatura son capaces de matar cualquier árbol. Las quemas en la estación húmeda o fría, cuando el combustible está seco y los árboles adormecidos, son las más indicadas y seguras. Muchos árboles y arbustos frondosos tienen corteza delgada y una quema ligera los mata fácilmente. En cambio, no pocos árboles entre los maderables más valiosos poseen notable resistencia al fuego; por ejemplo: el pino amarillo de América, el del Caribe y el de incienso en la región sudoriental de los Estados Unidos; el pino ponderosa y el gigante de California en el oeste del mismo país. En general, las especies que toleran el fuego son las dominantes de una comunidad vegetal subclímax, por haberse criado en un ambiente donde los incendios eran naturales y frecuentes (43).

El combustible propagador del incendio a la maleza y los despojos puede ser el pasto, como en el sudeste de los Estados Unidos, o las agujas de los árboles forestales. Se procurará mantener la quema a poca altura del suelo en todo momento, y en algunos casos será necesaria una preparación especial de la estructura ignescente. Las quemas cuesta arriba pueden ocasionar fuegos de copa. Así pues, los raigones, la madera hupeada y los árboles carcomidos deben tratarse con algo de precaución.

Costo de las quemas reguladas

Los costos varían de un lugar a otro conforme a los jornales, disponibilidad de aperos y clase de vegetación, así como de un año a otro, dependiendo sobre todo de los progresos técnicos que permitan un avenimiento satisfactorio entre ausencia de peligro y efectividad de la quemazón. La fuente que más datos aporta acerca de los costos de las quemas es California, donde los incendios de matorrales mediante licencia se legalizó en 1945 y desde entonces se ha adelantado mucho en materia de investigación y práctica.

Se divide en dos partes el costo de una quema autorizada: gastos del que recibe el permiso o terrateniente y los que sufraga el Estado o el municipio (34). A continuación se pone un ejemplo:

Costos que eroga el tenedor del permiso

Costos que recaen sobre el Estado

1. Preparación de las líneas. de seguridad, protección o defensa.

1. Tiempo que emplea el personal administrativo en asesoramiento técnico e inspección de seguridad.

2. Otras providencias de protección.

2. Aparejos y gastos de servicio de guardia para proteger las propiedades colindantes.

3. Mano de obra, materiales y alimentos concomitantes a la ejecución de la quema.

3. Tiempo pagado a las cuadrillas de guardia.

FIGURA 51. Chamizal de California antes y después de la quema. (Arriba). La fotografía se tomó cuando todavía no recibía ningún tratamiento. Luego se rozó la vegetación en la faja de centro con una cuchilla de empujel y se dejó secar durante 40 meses. El recuesto central izquierdo de la fotografía en la parte inferior se incendió con la vegetación en pie: quedaron islotes sin quemar y casi Codas las plantas han retoñado. La banda machacada ardió a fuego raso' que fué bastante intenso para matar por completo gran parte de los vegetales, lo cual redujo el número de retoños. La colina del fondo se dejó sin quemar. (Dirección de Montes de California.)

FIGURA 51. Chamizal de California antes y después de la quema. (Arriba). La fotografía se tomó cuando todavía no recibía ningún tratamiento. Luego se rozó la vegetación en la faja de centro con una cuchilla de empujel y se dejó secar durante 40 meses. El recuesto central izquierdo de la fotografía en la parte inferior se incendió con la vegetación en pie: quedaron islotes sin quemar y casi Codas las plantas han retoñado. La banda machacada ardió a fuego raso' que fué bastante intenso para matar por completo gran parte de los vegetales, lo cual redujo el número de retoños. La colina del fondo se dejó sin quemar. (Dirección de Montes de California.)

FIGURA 52. Fotografía experimental en ensayos de ignición zonal. (a) Destrozo de un 50 por ciento: igual anchura de las tiras machacadas que de las sin majar, (b) roza de un 33 por ciento: la faja indemne tiene doble ancho de la cuchilla de empuje; (o) roza del 25 por ciento: la franja intacta tiene 3 anchos de la cuchilla, (d) un 50 por ciento machacado en forma de parrilla; (e) el 100 por ciento destrozado; (f) matorral inafectado. (Servicio Forestal de los E.U.A.)

El poseedor del permiso (permisionario) sostiene ciertos costos no mencionados arriba, como la pérdida del pasto que en vez de usarse para forraje, sirve de combustible, y el consiguiente alquiler de pastizales supletorios o compra de piensos adicionales para el ganado, que compensen esa mengua. Tampoco se incluyen los gastos subsecuentes de administración, entre ellos los de resiembra y acotamiento. Los costos del Estado no son una concesión al permisionario, en el sentido de que puedan reportarle lucro. Representan más bien los gastos contables que originan la administración y regulación del uso de las quemas en e] mejoramiento de pastizales para proteger el interés público.

Los dos factores de mayor importancia en la determinación del costo por hectárea son la extensión de la quema y la amplitud del tratamiento preliminar En cuanto a la quema, el principal elemento de costo es la seguridad de protección; a saber: preparar las líneas de defensa. En los tratamientos preliminares el costo corresponde a las operaciones encaminadas lograr completa eficacia.

Se expone en la Figura 50 la relación entre la superficie incendiada y el costo por acre (0,4047 Ha.) de las quemas reguladas llevadas a cabo en el norte de California en 1947 y 1948. Para las áreas quemadas de 640 acres (260 Ha.) y menores, los gastos totales se han desglosado entre los que incumben al permisionario y los que soporta el Estado. Aunque en la gráfica no se consideran los costos por acre de quemas representativas más extensas, las tendencias, en líneas generales, son: en superficies que exceden de 700 acres (283 Ha.), los costos disminuyen de $1,20 a 0,40 ($3,00-1,00/Ha.) hasta llegar a un punto entre 5.000 y 10.000 acres (2.024-4.047 Ha.), pasado el cual, los costos comienzan a subir de nuevo. La inflexión inicial de la curva se debe al hecho de que ciertos costos básicos subsisten independientemente de la extensión de la quema. Más allá de 440 acres (178 Ha.) se necesita maquinaria de mayor tamaño y es preciso emplear medios de protección más complicados, pero a base del costo por acre, el punto alto se alcanza alrededor de los 700 acres (283 Ha.). Las quemas en predios grandes vuelven a requerir maquinaria de mayor tamaño y más obreros, y tienen que utilizarse diferentes técnicas en asegurar la defensa.

La cantidad de tratamientos mecánicos y químicos previos que haya necesidad de dar depende de la intensidad y arrasabilidad de la quema deseada. La ignición lateral en derredor de un matorral en pie puede producir un incendio que sólo mate un bajo tanto por ciento de la maleza y consumir poco combustible; por ejemplo, el desbroce previo con rieles o por machacamiento asegura una quema rasa (Figura 51). Como idea de conjunto, puede apreciarse en la Figura 52 la proporción del área que es posible someter a tratamiento. Por vía de experiencia, se han hecho ensayos de ignición zonal en tipos vegetativos de chamizal y chaparral heterogéneo, siendo el diámetro medio de los troncos de 2,5 a 10 cm. De los resultados se desprenden los siguientes datos que sirven de guía general para el destrozo de breñales (14):

Condición del matorral

Espesura de la broza

Porcentaje de superficie por desmatar

Maleza joven pero - vigorosa, con pocas ramitas y hojas muertas; la hojarasca en el suelo no propaga el fuego

Rala. copas abiertas, densidad 20-50 %

100

Mediana densidad, 50-80%

100

Densa, superior al 80 %

100-50

Broza madura, de su máxima talla; ramitas y ramas de la copa muertas y visibles; hojarasca suficiente para propagar el fuego en condiciones normales de quema estival

Rala

100

Mediana

50

Densa

33

Plantas sobremaduras; las copas comienzan a ralear; muchas ramitas y ramas muertas, la hojarasca propaga el fuego siempre que se prenda

Rala

100

Mediana

33

Densa

25

Estos datos permiten calcular el costo relativo aproximado de la quena.

Métodos y materiales para destrucción química de la broza

El uso de sustancias químicas en la destrucción de malezas no es nuevo. Se han empleado desde hace mucho tiempo materiales domésticos, tales como petróleo de lámpara, sal de cocina y arsénico para matar plantas. Sin embargo, no se había intentado una lucha extensiva contra el matorral y los árboles inútiles, sirviéndose de productos químicos, hasta que se descubrieron ciertos compuestos específicos para el objeto. Hogaño los maticidas químicos (destructores de broza) constituyen la base de grandes labores de investigación y de una poderosa industria. Varios elementos contribuyen a ese progreso reciente: la busca de un método seguro, infalible y barato de extirpar las plantas indeseadas; los conocimientos más profundos acerca de las actividades fisiológicas fundamentales de las plantas y el móvil de lucro de los fabricantes de productos químicos.

Las ventajas de la lucha química son que la muerte completa de las plantas se obtiene más fácilmente que con los métodos mecánicos de descuaje, y que de ordinario se corren pocos riesgos. Están, por otro lado, los inconvenientes de ser precisa mucha investigación o tanteos a fin de encontrar la sustancia química adecuada, la dosis y la época oportuna de aplicación en cada especie, y de que ya muerto el vegetal, la estructura leñosa quede en pie entera e intacta. Además, el producto químico suele dejar la madera menos susceptible a la pudrición. Puesto que el procedimiento químico mata pero no desaloja la maleza, en general se combinan con él, ora los aperos mecánicos, ora las quemazones.

CLASES DE COMPUESTOS QUÍMICOS

Con el propósito de comprender la razón de utilizar determinados métodos de aplicación, hay que enterarse de la acción que ejercen los herbicidas comunes. Para que un producto químico sea eficaz como destructor de broza, debe poseer ciertas propiedades, entre ellas la de ser absorbible por el vegetal al instante, traslocable (trasladable, difusible) en el interior de éste y letal a las células o tejidos, acabando por matar la planta. Da esas cualidades, la traslocación (traslación, difusión) no es un requisito absoluto. Se presenta en seguida una exposición sucinta de la actividad fisiológica de unas cuantas sustancias químicas de uso corriente, algunas de las cuales encajan en más de una categoría en la clasificación.

Herbicidas selectivos (diferenciales) o de tipo hormónico

A ellos pertenecen los compuestos químicos llamados «reguladores del crecimiento» (fitohormonas), que se traslocan dentro de la planta y obran básicamente en los sistemas enzimáticos, los cuales difieren en su estructura química de un grupo vegetativo a otro, de suerte que un compuesto harmónico determinado tiene una reacción específica en el protoplasma de cierto género, especie, y quizá de una variedad o estirpe: he aquí el fundamento de la selectividad. En un campo de matorral heterogéneo, formado por una docena de especies o más, el herbicida afectará la rapidez de crecimiento o el ritmo respiratorio de algunos arbustos sin causar acaso trastornos en otros, o de provocarlos, serán de consecuencias menores. Esto representa una ventaja sólo cuando las especies indeseadas son susceptibles (sensibles), en tanto que determinados componentes de la colectividad botánica se quieren conservar para el ramoneo.

Muy diversos son los preparados herbicidas del tipo harmónico, pero únicamente dos se conocen bien: el 2,4-D (ácido 2,4-diclorofenoxiacético) y el 2,4,5-T (ácido 2,4,5-triclorofenoxiacético). Su uso se ha difundido bastante contra las especies arbustivas, aunque con resultados variables. A fin de aminorar su acción diferencial (selectiva), a menudo se mezclan ambas sustancias, y así su eficacia afecta a mayor número de especies.

Tanto el 2,4-D como el 2,4,5-T se pueden aplicar en forma de ésteres, aminas o ácidos. De éstos, los ésteres son los más solubles en aceite (oleosolubles) y en consecuencia los que mejor y al instante absorben la cutícula aceitosa o cerosa tan frecuente en las hojas de muchas plantas adventicias, sobre todo de climas mediterráneos. Después de los ésteres, las hojas absorben con mayor facilidad los preparados de ácidos libres que de aminas hidrosolubles. No obstante, una vez que el producto químico atraviesa la epidermis, tiene que disolverse en el agua del mesofilo para entrar al floema y ejercer su acción en las células meristemáticas. Ahora bien, en forma de aminas obran mejor, pues los ésteres son los menos prontos en trastocarse. Así se comprende que la naturaleza de la cutícula y de los tejidos foliares de una especie puedan determinar si los ésteres o las aminas de 2,4-D o 2,4,5-T hayan de ser las sustancias químicas más efectivas que deban aplicarse.

Uno de los inconvenientes graves del empleo de los herbicidas 2,4-D y 2,4,5-T en forma de ésteres es su notable volatilidad. La evaporación del compuesto químico en el follaje pulverizado puede persistir durante algún tiempo y afectar la vegetación próxima. No hay que confundir este fenómeno con la dispersión (migración) que ocurre en la pulverización, que alcanza las mismas proporciones en la aspersión de ácidos o aminas que en la de ésteres.

El 2,4-D y el 2,4,5-T aventajan en varios aspectos a otras muchas sustancias químicas que se mencionarán. Los siguientes merecen especial atención: no son venenosos para el ganado ni tienen acción corrosiva sobre las superficies metálicas de los aparatos pulverizadores; basta una cantidad relativamente pequeña de preparado sin diluir, por lo regular de 1,13 a 4,5 Kg. por hectárea; y su efectividad consiente sin modificación un amplio margen de volúmenes. lo cual los adapta por igual a su aplicación mediante aviones, aparejos de tierra o aparatos de mano. como no afectan los pastos, estos compuestos selectivos gozan de aceptación incondicional para la lucha contra la maleza en los pastizales.

Se indican las desventajas de que la efectividad depende en gran manera de la concentración, estado de desarrollo de la planta, condiciones del tiempo y de los suelos, y la tendencia a dispersarse (migrar o volar). No importa que se apliquen con aeroplano o aparejo de tierra, pues en ambos casos la diseminación de partículas alcanza a kilómetros a la redonda, culminando en pérdida de valiosos cultivos. Sobre todo las pulverizaciones con avión resultan perjudiciales aún en días de calma, debido a la turbulencia que provoca la hélice.

Herbicidas de contacto no selectivos (inselectivos)

Muchas sustancias químicas hidrosolubles son traslocativas pero carecen de selectividad. Están indicadas para aspersiones foliares o pueden aplicarse en superficies agrietadas. Se tienen como más conocidas en este grupo el amato (sulfamato amónico) y el arsenito sódico, aunque diversos compuestos de cloratos y tiocianatos (sulfocianatos) ejercen la misma acción. Merced a su solubilidad en agua, se traslocan a diferentes órganos de la planta luego que llegan a los elementos floémicos. Las células vegetales que permanecen en contacto prolongado con el producto, mueren. El efecto sobre el protoplasma de cualquiera planta es más o menos igual, pero la velocidad de la traslocación, la dosis exacta y la época de mayor susceptibilidad (sensibilidad) introducen suficientes distinciones entre las especies para alterar la uniformidad de los buenos resultados. La manera de matar las células difiere según el compuesto químico; el amato propende a precipitar las proteínas en el protoplasma; el arsénico desintegra la estructura del núcleo, al paso que las sales tienen casi todas efectos plasmolíticos. El carácter común de estas reacciones es que trastornan las relaciones hídricas normales en las células y los tejidos. Los agentes letales conservan su solubilidad en la planta, de modo que son conducidos por el sistema vascular a los varios órganos y acaban matando el vegetal entero.

Utilizadas en forma de pulverizaciones foliares, las soluciones acuosas requieren el empleo de máquinas, procedimiento típico del 2,4-D. Pueden asimismo aplicarse a las superficies laceradas de los tallos, o echarse los propios cristales en las incisiones (entalladuras) o picaduras en la base de los árboles.

Ni el amato ni el arsenito sódico son volátiles; por tanto, su uso no entraña peligro respecto a los cultivos adyacentes. El arsenito, sin embargo, es muy venenoso para los animales y hay que tener mucha precaución con él. Tampoco debe aprovecharse como combustible la madera de árboles envenenados con arsenito sódico, puesto que el humo pudiera ser tóxico. El amato y el arsenito son ambos corrosivos en grado sumo para los aparatos, y en general, el costo de su aplicación supera al de las pulverizaciones de tipo hormónico. Se ha demostrado que la eficacia del amato alcanza a mayor número de especies arbustivas y arbóreas que el 2,4-D y el 2,4,5-T.

Herbicidas de contacto que no se traslocan (intraslocativos)

Comprenden los diferentes aceites de propiedades herbicidas, casi todos los cuales producen efectos perniciosos en las plantas. Se esparcen sobre las hojas en forma de película por su exigua tensión superficial y traspasan la cutícula. Carecen de movilidad en el sistema vascular, y no obstante, penetran profundamente en la planta por difusión, a que contribuye la fase lipoide de los tejidos. Los aceites son solubles en los lipoideos de las paredes celulares y al saturar éstas impiden el intercambio normal de gases; en consecuencia, las celdillas se asfixian. Aparte de este efecto letal, los aceites poseen cierto grado de toxicidad que depende de la cantidad de compuestos insaturados.

Se distinguen dos tipos de intoxicación: la aguda, que se resuelve en la pronta quema de las hojas; y la crónica, acompañada de síntomas de clorosis, lentos en manifestarse. La intoxicación crónica raras veces se observa por sí sola en los yerbajos. Los compuestos ligeros, como la gasolina, queman los hojas súbitamente, pero a menudo el daño no pasa de leves excoriaciones, pues la mayor parte se evapora antes que los tejidos se saturen, a menos que el volumen aplicado sea excesivo. La intoxicación aguda proviene de emplear hidrocarburos pesados, aromáticos; por ejemplo: el petróleo diesel y los aceites de yerbajos. Los más vulgarizados para extirpar la maleza son el petróleo diesel, el de estufa, el de lámpara y el aceite de yerbajo. El de motor diesel es barato, de manejo seguro, incorrosivo, y causa intoxicación aguda y crónica.

La toxicidad de los aceites aumenta añadiéndoles cantidades pequeñas de activadores (reforzadores) como el azufre, el pantaclorofenol o el dinitrocresol, que desgarran las células luego que el aceite los hace pasar por la cutícula. Esas disoluciones se aprovechan como desecantes; es decir: tienen por objeto causar una disminución rápida de humedad en el follaje para ponerle fuego poco después del tratamiento. En los chaparrales de California, una solución de pentaclorofenol al 1 por ciento en aceite diesel, aplicado a razón de 472 litros por hectárea, redujo perceptiblemente en dos horas el contenido de agua de los arbustos en pie, y en un día bajó al 50 por ciento.

Esterilizantes del suelo

Estos compuestos no se limitan a matar todas las plantas existentes en el área tratada, sino que impiden durante un período de tiempo considerable, que cualquier otra vegetación crezca en el lugar. La esterilización del suelo se practica con el propósito de matar y evitar la aparición de plantas adventicias a lo largo de las líneas de transmisión y de las cercas, en los ribazos de acequias, veras de los caminos y líneas de seguridad contra incendios. El método no presenta utilidad en el mejoramiento de pastizales ni en la ordenación forestal.

Los esterilizantes se aplican al suelo por diseminación o «al voleo» en toda la superficie o nada más alrededor de la base de las plantas perniciosas. La lluvia los arrastra al interior del suelo por infiltración y allí permanecen hasta que la vegetación los absorbe o siguen sumiéndose por percolación con las lluvias subsecuentes o se destruye su estructura mediante acciones químicas y bacterianas. Pueden los coloides del suelo absorber esos agentes químicos, y entonces dejan de ser asimilables para las plantas. En estado soluble, los chupan las raíces y la estructura de las células que entran en contacto con ellos se disgrega.

Conviene citar por vía de ejemplo de esterilizantes permanentes del suelo, el arsenito sódico, el trióxido de arsénico, los compuestos boratados y el CMU (3[paraclorofenilo]- 1,1 -urea dimetílica).

Salvo algunas excepciones, su acción remata en la completa destrucción de toda vegetación. El arsenito sódico y los boratos se deslavan (percolan, lixivien) en suelos arenosos con el anego excesivo, y ciertas plantas son resistentes al trióxido de arsénico.

Ejemplos de esterilizantes temporales son la cloropicrina, el disulfuro de carbono y el bromuro de metilo. Tanto el 2,4-D y el 2,4,5-T como el amato pueden usarse en calidad de esterilizantes. Dado que los aludidos compuestos no tienen mucha aplicación en la lucha de grandes proporciones contra el matorral, no se consignan aquí las ventajas e inconvenientes relativos de estos diferentes productos.

Los requisitos fundamentales que han de cumplir las sustancias químicas esterilizantes son que deben permanecer en la zona radical del suelo en forma asimilable (soluble) y en suficiente concentración al tiempo en que las raíces de las plantas efectúen la absorción activa (13).

FIGURA 53. Esquema de un modelo de pulverizador con lanza de tubería, provisto de una bomba de desplazamiento positivo y agitador mecánico. Las partes principales se describen en el texto. [Según Akesson y Harvey (1)]

Diluyentes y sinérgicos

Los agentes diluyentes o «portadores» (conductores, excipientes) hacen posible la distribución uniforme de las sustancias químicas muy concentradas, en tanto que los sinérgicos (coadyuvantes, cooperadores) aumentan su eficacia.

El agua es el diluyente que más se usa para pulverización del follaje, sobre todo por razón de su baratura. El petróleo diesel sirve de portador en las pulverizaciones basales (de la base), pero en la aspersión foliar desempeña el doble papel de conductor y sinérgico (en menores cantidades) que promueve la penetración. Cuando forma parte de los herbicidas traslocativos (traslativos, difusivos), sólo se puede emplear en pequeñas proporciones porque de lo contrario se queman las hojas y el movimiento del producto químico activo en los tejidos se retarda.

Los sinérgicos comprenden los extensores-adherentes y los emulsionantes. Los extensores-adherentes son agentes mojantes iónicos o neutros que aumentan la adherencia a la superficie de la planta y reducen la tensión superficial del portador. Los emulsionantes mantienen los materiales oleosos en suspensión en el agua durante la pulverización. Las disoluciones acuosas de amato y aminas de 2,4-D y 2,4,5-T requieren por lo común algún emulsionante y extensor-adherente, pero los preparados de ésteres los contienen de ordinario en cantidades adecuadas.

FIGURA 54. Esquema de pulverizador con bomba centrifuga y agitador hidráulico. La bomba centrífuga hace innecesarias las válvulas de paso. En el croquis, «D,' es una válvula reductora de presión, o bien, una válvula simple de compuerta si la presión de la bomba es uniforme. La válvula «B» se conecta a una manguera de succión para el relleno cuando se abre «C» y se cierra «A». Un tubo de Venturi acciona la lanza de agitación. (Según Akesson y Harvey)

MÉTODOS DE APLICACIÓN

Hay cuatro métodos básicos para el tratamiento de árboles y arbustos con preparados químicos; a saber: aspersiones foliares, pulverizaciones de la base, aplicaciones en superficies laceradas y saturación del suelo. Este último se expuso al hablar de los «esterilizantes del suelo».

Aspersión foliar

Este procedimiento exige el perfecto recubrimiento de las hojas de arbustos y árboles con partículas de] herbicida finamente divididas. El método se emplea por lo regular en aplicaciones diseminatorias que pulverizan todas las plantas, útiles y nocivas. En consecuencia, los herbicidas selectivos que no matan, verbigracia, el pasto, se adaptan en particular a su aplicación mediante aspersiones.

Los productos químicos se pueden pulverizar en volumen grande o pequeño. El gran volumen se refiere a una forma muy diluida del producto activo que moja por completo la vegetación. Es frecuente usar cantidades de 945 litros por hectárea de compuesto químico más el portador en las aspersiones de breñales con aparejos pulverizadores de tierra. Pequeño volumen significa una forma de más alta concentración en que las cantidades aplicadas por hectárea rara vez exceden de 95 litros. Las aspersiones de poco volumen se realizan casi siempre desde un avión o helicóptero, ya que ese medio de transporte es oneroso para crecidas cantidades de líquido.

El material que sirve para pulverizar consta esencialmente de los siguientes aparatos: bomba, tanque o depósito, agitador, lanza, boquilla y fuente de energía que haga funcionar la bomba e impulsar e] apero a través del matorral.

Los tipos más simples de pulverizadores son los portátiles con tanque de aire comprimido y los de mochila de presión constante. Ambos se bombean a brazo y los llevan los operarios. Una bomba simple de aire, montada dentro de un depósito cilíndrico de 11,3 a 15 litros, da una presión aproximada de 5,6 Kg. por cm². (5,6 atmósferas), que hace salir el líquido por la boquilla. La presión disminuye a medida que el nivel del tanque baja y llega el momento en que hay necesidad de volver a llenarlo de aire. En el tipo de mochila, las bombas de émbolo o de diafragma están provistas de cámaras de aire que conservan la presión constante cualquiera que sea la cantidad de líquido remanente, y el bombeo es continuo.

Las variantes de los pulverizadores de fuerza son innúmeras, pero basta esquematizar un modelo corriente y hacer una breve descripción las partes esenciales de que se compone.

La Figura 53 muestra el esquema de un pulverizador con bomba de acción positiva. Está dotada de una llave de paso o regulador de presión y una válvula reductora de presión del tipo de diafragma. La llave de paso baja la presión a 7 atmósferas o menos, bastante para la aspersión de maleza. Puede rellenarse el tanque acoplando una manguera de succión a la válvula de relleno, para lo cual se cierra la válvula «A» y se abre la «B».

La capacidad necesaria de la bomba se determina según la cantidad máxima de líquido que hayan de descargar las boquillas. Para calcular dicho valor puede usarse la siguiente ecuación (1):


Ejemplo: Con una lanza de 25 pies (7,6 m.), caminando a 5 millas (8 Km.) por hora, la capacidad de la bomba debe ser de 25 galones (95 litros) por minuto si la intención es aplicar 100 galones por acre (1.000 litros por hectáres).

El tamaño del depósito que conviene usar depende de la capacidad de la bomba, del volumen o concentración del líquido y de la proximidad al almacén de agua u otro diluyente. Los aparejos de tierra pueden tener tanques grandes de 300 a 1.000 galones (1.134 a 3.785 litros), pero los de avión de alas fijas rara vez pasan de 150 galones (567 litros) y los de helicóptero son de 60 a 80 galones (227 a 302 litros) de capacidad. El depósito se puede llenar con bomba según se describió antes. Los de metal son más fáciles de mantener limpios y

FIGURA 55. Las características del recubrimiento dependen del espaciado de las boquillas, de la anchura del abanico y de la distancia sobre el cuelo. [Según Akesson y Harvey (1)]

Resultan indispensables los agitadores para toda pulverización de mezclas. Las emulsiones y suspensiones espesas requieren agitación continua en el depósito, y sólo ocasionan las soluciones acuosas de 2,4-D y 2,4, 5-T o de amato. Se monta un agitador mecánico que consta de una serie de paletas en un eje giratorio que corre próximo al fondo del tanque, de manera que se pueda acoplar al motor de la bomba. La agitación hidráulica se consigue instalando una tubería de retorno a guisa de lanza cercana al fondo del depósito, que conduce de la bomba el flujo excesivo de líquido. Este dispositivo trabaja mejor con una bomba centrífuga (Figura 54).

Las lanzas se fabrican de tubo de tamaño nominal variable desde 3/4" hasta 2" (1,9-5 cm.) de diámetro. Menores tuberías no serían satisfactorias porque la resistencia al flujo del líquido reduce la presión en las boquillas durante la aspersión de gran volumen. El tamaño mayor es más fuerte y está menos propenso a «chicotear» cuando se eleva la lanza sobre el matorral. Asimismo, se facilita hacer las perforaciones para colocar las boquillas en un tubo grande. La longitud de la lanza depende de la capacidad del tanque y de la bomba. Puede calcularse el largo adecuado para cubrir una superficie en determinado tiempo mediante la fórmula que sigue:

Para una lanza que haya de rociar 600 acres (202 Ha.) en 10 jornadas de 8 horas con un aparejo que por termino medio avance 4 millas (6,4 Km.) por hora, el cómputo dará:

Dos tipos de boquillas son corrientes: las que pulverizan en forma plana, como abanico, y las que proyectan el líquido a manera de cono hueco. Las que dan la aspersión plana, llamadas boqueras, cubren el objeto de modo mis uniforme y la aplicación es más impetuosa. A presión mínima de 10 a 25 libras por pulgada cuadrada (0,7 a 1,8 atmósferas), el líquido se extiende en abanico al salir de la boquera. Al subir la presión se ensancha el abanico y disminuye el tamaño de las gotitas Las boquillas de aspersión cónica no obturan con la misma facilidad y menos probabilidad tienen de nebulizar a bajo régimen de descarga. El ancho del abanico, el espaciamiento de las boqueras y la altura de la lanza determinan la uniformidad del recubrimiento del objeto (Figura 55). La descarga en galones por acre (gasto) se calcula conforme a la ecuación siguiente:

FIGURA 56. Pulverizador Bean montado en un remolque. El aspersor aquí representado tiene un depósito de liquido con capacidad de 568 litros. El grupo de tuerza consiste en un motor de gasolina Briggs y Stratton de 1 cilindro, enfríado por aire, con potencia nominal de 5-1/4 caballos de fuerza a 3.600 r.p.m., velocidad máxima. La capacidad asignada de la bomba es de 26,5 litros por minuto a 28 atmósferas de presión. Este aparejo se usa para apagar incendios, en quemas reguladas, pulverizaciones del ganado y desirucción química de la broza. Producto de la Food Machinery Co., John Bean Division, San José, California. (Dirección de Montes de California)

FIGURA 57. Bomba y lanza larga de tubería. Este tipo de apero, montado en un tractor de ruedas, trabaja bien sólo en terreno bastante llano cubierto de vegetación baja como Artemisia, según se observa, o para tratamiento de renuevos tiernos de especies mayores. (Servicio Forestal de los E.U.A.)

FIGURA 58. Turbina nebulizadora de flujo axial montada en un camión, La turbina descarga un gran volumen de aire a velocidad de unos 240 Km. por hora, que arrastra consigo una cantidad relativamente pequeña de líguido lanzado al torbellino por medio de atomizadores. La alta humedad reduce las perdidas por evaporación, de modo que la hora más oportuna para la aspersión por medio de esta máquina es en la madrugada o al caer la tarde. La brisa ligera contribuye a aumentar el alcance (en favor del viento) o la turbulencia (contra el viento). En condiciones óptimas se puede pulverizar una banda de 18 a 30 m. de anchura (25). (Servicio Forestal de los E.U.A.)

El valor 5.940 es una constante derivada de la ecuación

En las aspersiones de un avión, el ancho efectivo de la banda es mayor que el largo de la tubería lanzadora. Conociendo el régimen de descarga de las boquillas, se puede calcular el gasto por acre de acuerdo con la siguiente fórmula:

FIGURA 59. Pulverización de un mezquital con avión de alas fijas. La tubería, montada debajo de las alas inferiores del biplano, está dotada de 14 boquillas. (Texas Agricultural and Mechanical College)

FIGURA 60. Helicóptero pulverizando Artemisia grande. Estas aeronaves pueden volar con seguridad casi rozando las puntas de los arbustos. (Servicio Forestal de los E.U.A.)

FIGURA.61. Destrucción de mezquites con petróleo de lámpara. Los largos pitones de los recipientes ayudan a vaciar el petróleo en la base del tallo, y luego penetra el hidrocarburo a la zona de brote de la planta. (Servicio de Conservación de Suelos)

La potencia necesaria para mover la bomba depende de la descarga predeterminada en galones por minuto y de la bomba, dato que suministra el fabricante. La fórmula que se da a continuación es cómoda en el cómputo aproximado de la potencia:

Respecto a la eficiencia de las bombas, ésta varía desde un 20 hasta el 80 por ciento. Adoptando un bajo valor para el cálculo, se asegura una potencia asignada amplia para el motor.

Por lo demás, los motores son unas voces independientes del propulsor del aparejo y otras es el mismo, y en este último caso la bomba se conecta con correa a la polea o toma de fuerza. Las bombas de los pulverizadores de avión se pueden mover con los motores hidráulicos que gobiernan los alerones o el mecanismo de aterrizaje, por aspas de viento, platillos de mando de accesorios acoplados al motor del aeroplano o motores eléctricos separados.

Los diversos tipos de monturas posibles de adoptarse en los aparejos de tierra o de avión son demasiado variables para describirlos en este lugar, pero algunos están representados en las Figuras 56, 57, 58, 59 y 60, que darán una idea de las posibilidades.

La pulverización del follaje de la maleza con avión tiene ciertas ventajas sobre la que se hace en tierra. En efecto, se cubren considerables extensiones a bajo costo y en poco tiempo. Una proporción apreciable de los gastos que ocasionan las aspersiones por medio de un aeroplano corresponde al establecimiento de una pista de aterrizaje cerca del breñal y el transporte de la aeronave a la misma. Esa partida es igual, así se trate de un campo grande o de uno pequeño, y por ende, las erogaciones por hectárea resultan elevadas en superficies reducidas, en las cuales la aplicación desde tierra suele reportar economías. El empleo de aviones está indicado cuando el terreno se halla húmedo o cobijado por la nieve. Hay posibilidad de recubrir cabal, pero no por fuerza uniformemente, la vegetación que tapiza un campo escabroso. Los preparados químicos podrán pulverizarse en pequeño volumen, y respecto a muchas especies, esto constituye una decidida ventaja.

FIGURA 62. Relleno de picaduras con cristales de amato. Las acopaduras se tajan tan próximas al suelo como sea posible para acelerar la muerte y reducir los retoños. La separación de las picaduras debe ser de 25 cm. entre sus orillas. Bastan 2 para árboles hasta de 15 cm. de diámetro a la altura normal, pero por cada 5 cm. que aumente el diámetro se hará una picadura más. Una cuadrilla de 3 operarios es recomendable: 2 se dedican a picar y el otro a la aplicación de la sustancia química. Si se agrega un colorante al producto, se facilita saber cuáles árboles picados recibieron ya el tratamiento. (Servicio Forestal de los E.U.A.)

El helicóptero pulveriza a notable proximidad del suelo, cosa no asequible a las naves aéreas de alas fijas. En terreno escarpado, el helicóptero puede seguir las curvas de nivel tortuosas, de suerte que la distancia constante arriba de la superficie terrestre asegura una distribución más regular de las aspersiones. Las breñas dispersas o manchones de árboles indeseados podrán atacarse por puntos a escasa velocidad y prudente altura, eludiendo el esparcimiento de producto activo sobre la vegetación insensible intermedia. El torbellino descendente del rotor de la máquina se resuelve en una acción turbulenta que se aprovecha a maravilla en el follaje de mediana o alta densidad. La pulverización se precipita hacia abajo con violencia y luego repercute o rebota en ascenso. Este movimiento hace que tanto la haz como el envés de las hojas queden recubiertos y distribuye el producto químico en todo el espesor del estrato foliar. Otra ventaja del helicóptero es la pequeñez del espacio preciso para despegar y aterrizar. Rara vez resulta imposible localizar un puerto adecuado para el helicóptero en algún punto interior o vecino al matorral que se intenta tratar. No obstante, su carga útil es menor que la de un aeroplano, lo cual eleva el costo de las operaciones. El helicóptero es ineficaz en las montañas cuya altitud sobre el nivel del mar pase de 1.800 m.

Se aduce como principal inconveniente de la aviación para pulverizar la maleza, la probabilidad de dispersión del herbicida a causa de las corrientes de aire a la altura del vuelo. Además del daño que se inflige a los cultivos vecinos, redunda en mala distribución del líquido sobre el follaje.

Las aspersiones en vuelo son azarosas para los pilotos. Muchos matorrales que subsisten hoy en día constituyen el revestimiento característico de empinadas laderas y cañones. Tales desfiladeros presentan extremados peligros al vuelo en altitudes que ofrecen la mayor efectividad de diseminación de los compuestos químicos.

FIGURA 63. Disolución de amato vertida en una entalladura. Es cómodo hacer la incisión a la altura mostrada, pero ofrece mayor posibilidad que las picaduras bajas de que las árboles retoñen. Conviene restringir tal método a los árboles grandes. Una practica eficaz consiste en formar una cuadrilla de 4 hambres, 3 para las entalladuras y el restante ocupado en aplicar el compuesto químico. (Servicio Forestal de los E.U.A.)

FIGURA 64. Esquema de la herramienta de Cornell. [Según Cope y Spaeth (9)]

FIGURA 65. Cristales de amato vaciados en un tocón cortado en figura de «V», a fin de impedir que retoñe. (Servicio Forestal de los E.U.A.)

Los aparejos de tierra son los más cómodos en condiciones favorables al empleo de pulverizaciones de gran volumen, donde la superficie del suelo sea plana y bastante firme para las maniobras de maquinaria con ruedas y siempre que el matorral no sea tan denso que impida el paso del apero. Las pulverizaciones de mano son útiles en extensiones menores, en terreno demasiado abrupto para la maquinaria rodante y en los bosques si sólo una cantidad limitada de las plantas se desea destruir.

Pulverización en la base

Este método consiste en aplicar los productos químicos en forma concentrada sobre la porción inferior de los tallos de las plantas leñosas. Se puede verter el herbicida con regadera o untarlo sirviéndose de una brocha. Las operaciones de esta índole evitan el desperdicio excesivo y el preparado, si se quiere, se usa a plena fuerza. Cuando se opte por un pulverizador, se tendrá presente que las boqueras que aspergen en forma de abanico son las mejores. Puesto que así se malgasta algo de líquido, es preferible diluirlo. Sin embargo, conviene aplicarlo en cantidad suficiente para que escurriendo por el tallo, penetre en el suelo.

Cualquiera de los herbicidas oleosolubles traslocativos se puede aprovechar en aplicaciones basales, que son en particular efectivas con portadores de aceite diesel ligero o petróleo de lámpara, los cuales se introducen por la corteza hasta el floema. Los árboles chicos de 7,5 cm. o menos de diámetro se matan pronto siguiendo este método debido a la delgadez de la corteza. Los aceites solos también se utilizan en tratamientos de base y obran mejor en las especies rizocárpicas. El aceite se deja escurrir por el tallo hasta la zona de brote. Tanto el cuello como la tierra próxima inmediata dieta se empapan y el aceite se esparce a los tejidos meristemáticos de las yemas y los mata, impidiendo que lleguen a retoñar (Figura 61).

Aplicaciones en superficies laceradas

La aplicación de preparados químicos en agrietaduras de los tallos detienen el crecimiento apical; en las incisiones (entalladuras) y picaduras evita los retoños; y los tratamiento de cepa previenen los renuevos del cuello o del tocón. Los procedimientos del caso son relativamente simples. El amato, el arsenito sódico, el 2,4-D y el 2,4,5-T en forma de aminas o de ésteres, son los preparados que con mayor frecuencia se utilizan en los distintos métodos de superficies laceradas.

Método de picaduras (Figura 62): Las picaduras o acopaduras son cortes de hacha que cercenan la corteza de arbustos y árboles a intervalos alrededor de la base. Con dos hachazos se hace una picadura satisfactoria, dejando el corte inferior inclinado hacia abajo y encajando algo en la albura o al menos hasta el cámbium, de manera que los vasos del floema queden expuestos en la superficie superior. Dado que no habrá capas suberosas que atravesar, no hacen falta soluciones oleosas. Los productos químicos hidrosolubles del tipo traslocativo, ya sea disueltos o en cristales, se pueden echar en la picadura con una alcuza o cuchara.

La alcuza de bombeo con largo pitón trabaja bien, pero lo mismo sirve un artefacto improvisado de bote con pico. El número de picaduras necesario depende de la especie y del diámetro del tallo, y otro tanto hay que decir de la concentración y cantidad absoluta del compuesto químico para cada acopadura.

Método de entalladuras (Figura 63): La incisión consta esencialmente de una serie de picaduras contiguas alrededor de la base de un tallo, sin que sea preciso dejar un corte limpio y ancho atravesando el cámbium, como sucede con la anelación, aunque debe formar un receptáculo alrededor de la circunferencia del tallo para colocar el preparado químico. Existe poco movimiento lateral, si acaso, de las soluciones acuosas; por consiguiente, el método de las picaduras mata ciertos segmentos de la planta en alineación vertical con los cortes, en tanto que los dirigidos en el sentido de los espacios intermedios pueden retoñar. Esta eventualidad se reduce al mínimo optando por el método de las entalladuras, que resulta mejor para árboles grandes de 30 cm. o más de diámetro en la base. Naturalmente, las incisiones tardan más tiempo en hacerse que las picaduras, y se gasta mayor cantidad de preparado, pero estos inconvenientes se compensan con el aumento relativo de árboles muertos.

FIGURA 66. Consecuencias del ramoneo del ganado caprino. Previamente, esta zona había sido un denso chamizal. En 1925 de hizo una quema y se erigió después una cerca, que puede verse en la fotografía. En el área que aparece en primer término en la ilustración se apacentaron cabras y en la zona situada al otro lado de la cerca se permitió que volviera a crecer la maleza. Las hierbas anuales constituyen actualmente la cubierta de los pastos destinados al ganado caprino. (Universidad de California.)

Herramienta de Cornell (Figura 64): Esta herramienta se construye con un tubo de 1,5 m. de longitud en dos piezas. La sección superior tiene 1,2 m. de largo y en ella se deposita la sustancia química; al pie o sección inferior de 30 cm. se le da figura de escoplo o gubia con filo cortante cóncavo. Entre las dos partes se inserta un cilindro de latón con alma hueca de 1,27 cm. de diámetro, que hace las voces de cuerpo de válvula y dosificador. Dos válvulas unidas a un vástago de alambre de 3,2 mm. de diámetro que pasa por el cilindro y sube al interior del depósito, guardan una separación tal que cuando la válvula superior está en su asiento, la inferior queda abierta, y viceversa. En la práctica, a un golpe descendente de la herramienta cortante sigue un rápido movimiento de tira y empuja del vástago a que se unen las válvulas, lo cual deja salir una cantidad medida de líquido, que entra en el corte hecho en el árbol. Este modelo se diseñó en la Universidad de Cornell (9). Otros «inyectores de árboles» se basan en idéntico principio, pero la válvula de disparo funciona automáticamente al choque de la herramienta cuando se encaja en el árbol.

FIGURA 67. Efectos que el ramoneo del ganado ha provocado en la maleza cogote. Durante 20 años el ganado ha pastado en la zona que puede verse a la izquierda en la fotografía. En el área que aparece a la derecha, se ha evitado el ramoneo por un idéntico período de tiempo. Los animales destruyen retoños en proporciones suficientes para impedir la propagación de las plantas. (Universidad de California.)

FIGURA 68. Consecuencias del ramoneo por los venados en un chamizal. Un ensayo de tratamiento intenso de pastizales para venados por medio de quemas requladas condujo a la muerte de todos las plantas de ramoneo. El rodal tratado era poco extenso y lo pastaban más venados de los que el pastizal podía sostener. (Universidad de California)

Tratamientos de cepa. Los troncones de las especies rizocárpicas pueden tratarse en cualquiera de tres maneras: por pulverización de base; vertiendo el veneno en las picaduras o incisiones alrededor de la base; o aplicando la sustancia tóxica en la parte superior o cara del corte. El compuesto químico se aplica con cuchara (Figura 65) o brocha de pintor. La solución debe embarrarse hasta que esté a punto de escurrir. Si los troncos se cortan bajos y a escuadra, la mayor parte del líquido surtirá efecto. Los tallos chicos se pueden cortar dándole al tocón figura de «V». La ranura se llena de cristales o embadurna con solución.

FIGURA 69. Extirpación de la maleza con la competencia de los pastos. La escena muestra los restos de un antiguo matorral denso. Se hizo una quema regulada y en unas partes se sembró ballico anual. A la izquierda se ve un tranzón de ballico maduro exento de brinzales adventicios; a la derecha el campo no sembrado, invadido por una numerosa población de brinzales de ceanoto y yerba santa de un año. [Según Schultz, Lauchbaugh y Biswell (36)]

MÉTODOS COMBINADOS DE DESBROCE

Los compuestos químicos son más efectivos en su aplicación auxiliados por algún otro método de desbroce, tales como un tratamiento mecánico, el fuego o un sistema de pastoreo. Eso se explica porque las especies adventicias en rodales mixtos (heterogéneos) no son igualmente sensibles a los productos químicos, y por otra parte, los pies muertos siguen erectos durante algún tiempo. A continuación de una lucha eficaz por medios químicos, pueden usarse rieles, cadenas o cuchillas de empuje con el objeto de arrasar los tallos Suele recurrirse a las quemas previas o subsecuentes a las pulverizaciones. Los retoños y los brinzales de la maleza por lo común son más susceptibles a las hormonas químicas que las plantas maduras de la misma especie. Así pues, las quemas reguladas seguidas de aspersiones foliares constituyen un método efectivo de lucha contra el matorral. En las quemas de primavera, cuando el contenido de humedad de las plantas es alto, el recurso a la pulverización de herbicidas de contacto como desecantes de acción rápida es un expediente preliminar que bien vale la pena.

La posibilidad de utilizar pulverizaciones de follaje selectivas acompañadas del ramoneo intenso no se ha explorado a suficiencia. Los herbicidas de tipo hormónico que actúan mejor a mayor superficie foliar expuesta sirven, por tanto, para matar las plantas de un tranzón mixto menos ramoneado, es decir: las menos preferidas por el ganado. Esta acción selectiva favorece las plantas de ramoneo deseadas.

Lucha biológica contra plantas adventicias

La limpia de matorral por los medios llamados «biológicos» se dirige esencialmente a la destrucción de los retoños y brinzales de las plantas lanosas después que la cubierta se ha quemado o tratado por métodos mecánicos. Las cabras, y en menor grado los venados, son los animales más idóneos para la destrucción de rodales aclarados, como los de encina blanca de California y algunas otras plantas adventicias (32).

Cuando los renuevos sápidos comienzan a aparecer, tras la operación de limpia, se procurará meter en el lugar bastantes cabras a fin de que acaben con los retoños y las plantas nacidas y de que el ramoneo no de a éstas ocasión de medrar (Figura 66). Los animales se confinan en superficies cercadas relativamente chicas. Las áreas donde los retoños sean abundantes quizá requieran 8 cabras por hectárea, y otras sólo 5 durante toda la estación de pastoreo. A medida que la vegetación cambia poco a poco de matorral en pasto, se aumenta la extensión por animal para que las cabras se conserven en buenas condiciones. La receptividad ganadera se aprovechará a capacidad completa de ramoneo, de ordinario en un período de 3 a 5 años, ya que de lo contrario sólo una parte de los retoños será destruida. Por lo regular las cabras reportan al menos un pequeño beneficio económico si se manejan en la forma descrita. Con ovejas y vacas se obtienen muchas veces resultados análogos (Figura 67).

En los lugares quemados de poca extensión, de 2 a 3 hectáreas, los venados destruyen retoños y brinzales de chamiza, encina y demás plantas leñosas sápidas (Figura 68). Las quemas de mayores proporciones son un fracaso en el propósito de mantenerlas limpias porque el ramoneo no se concentra bastante.

Otro recurso eficaz en la destrucción de brinzales de breñas consiste en sembrar plantas forrajeras agresivas en las zonas quemadas. Está demostrado por estudios particulares que en pastos densos las plantas nacidas de semilla de maleza no pudieron propagar sus raíces a las zonas de agua aprovechable a la salida del verano (36). En contraste, los brinzales que crecieron donde no había competencia de otra vegetación propagaron con abundancia sus raíces dentro de la zona acuífera disponible al terminar el estío (Figura 69). Además de lo dicho, la cubierta de pasto estabiliza el suelo, suministra forraje y sirve de combustible para futuras operaciones de roza con fuego si se desea continuar el desmonte.

La lucha biológica contra plantas adventicias por medio de enfermedades e insectos es un fenómeno natural que a menudo conduce al aclareo de rodales nativos de plantas perjudiciales, incluso de especies adventicias. No obstante, estas depredaciones rara vez culminan en la destrucción permanente. Por lo contrario, la lucha biológica ofrece grandes posibilidades tratándose de plantas nocivas introducidas, porque sus depredadores naturales se pueden importar sin ir acompañados de sus propias enfermedades o parásitos naturales. En Australia se logró un éxito notable en el combate a las especies introducidas de cetáceas y más recientemente en California y Oregón con la hierba de San Juan (corazoncillo), consiguiendo escarabajos que se alimentan sólo de estas plantas.

CONFERENCIAS Y REUNIONES CALENDARIO PARA 1957

Del 21 de enero al 5 de febrero

Ginebra

Consulta Internacional sobre tableros aislantes, tableros duros y tableros de madera aglomerada

Marzo

Indonesia

Comisión Forestal para Asia y el Pacífico (Cuarta Reunión). Subcomisión de la Teca (Segunda Reunión)

Del 22 de abril al 1° de mayo

París

Comisión Internacional del Chopo (Novena Reunión), y Congreso Internacional del Chopo

Del 7 al 14 de mayo

Roma

Comisión Forestal Europea (Novena Reunión)

Del 3 al 19 de junio

Moscú

Comité Mixto CEE/FAO sobre Técnicas de Trabajo Silvícola y Capacitación de Trabajadores Forestales (Segunda Reunión)

Del 9 al 20 de julio

Guatemala

Comisión Forestal Latinoamericana (Sexta Reunión)

Del 28 de septiembre al 10 de octubre

Irak

Comisión Forestal para el Cercano Oriente (Segunda Reunión)

Noviembre

Roma

Conferencia de la FAO (Noveno Período de Sesiones)


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