Género

Mujeres sirias y turcas crean una cooperativa y mejoran su independencia económica en Turquía

Gracias a su éxito y a su experiencia demostrada en producción y comercialización, Turna ha podido sobrevivir a la actual pandemia de la COVID‑19.

La FAO ayudó a las mujeres sirias y mujeres turcas a establecer Turna, una cooperativa nueva de mejillones rellenos afincada en Izmir. ©FAO/Safak Toros

15/06/2021

Con más de 3,6 millones de sirios en su territorio, Turquía acoge la mayor población de refugiados del mundo. Muchas de estas personas, a las que Turquía ha concedido “protección temporal”, trabajan en los sectores agroalimentario y ganadero, que son los que más oportunidades ofrecen en la zona en la que residen. Sin embargo, estas oportunidades suelen ser informales y estacionales y exponen a los sirios y a las comunidades turcas vulnerables, en especial a las mujeres, a condiciones de trabajo deficientes, al empleo informal y a salarios bajos o irregulares Esta situación genera tensión social, como ha quedado claramente de manifiesto durante la pandemia de la enfermedad por coronavirus (COVID-19).

Una evaluación realizada en 2017 por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y sus asociados locales mostró que las cooperativas dirigidas por mujeres y concebidas para ellas promueven que las mujeres se hagan cargo de sus propias actividades económicas, sobre todo en situaciones que les imponen limitaciones sociales y culturales. El año pasado, la FAO, con el apoyo del Gobierno del Japón, inició un proyecto de creación de resiliencia entre los refugiados sirios y las comunidades de acogida mediante la generación de más oportunidades para obtener medios de vida y una mayor cohesión social. El objetivo era mejorar las capacidades y la competencia económica de 70 habitantes locales y sirios, principalmente mujeres, de tres provincias diferentes.

Entre las dificultades más frecuentes afrontadas por los trabajadores agroalimentarios sirios y turcos para acceder a la agricultura o la microindustria alimentaria cabe destacar la falta de competencias, la imposibilidad de acceder a créditos o activos productivos y el conocimiento limitado de los derechos de propiedad y la dinámica de mercado. Las mujeres se enfrentan a desafíos especialmente importantes, ya que también asumen la carga de las tareas domésticas y de cuidado de los niños, que requieren mucho tiempo y no son remuneradas, por lo que son más vulnerables a la pobreza y el hambre.

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