FAO en Uruguay

El enfoque participativo: esencial para monitorear y evaluar la salud de los pastizales y los suelos

Foto: ©FAO / Proyecto Ganadería y Clima
01/12/2021

“La ganadería sobre campo natural nunca fue parte del problema, es parte de la solución”, dice una experta de la FAO.

Incluir a los productores ganaderos en el monitoreo de pastizales contribuye al desarrollo sostenible y a la lucha contra el cambio climático. Además, la neutralidad de la degradación de la tierra está entre las metas de desarrollo sostenible a las que se comprometieron los países hacia el año 2030.

Un trabajo internacional en el que Uruguay fue referente regional, generó interés en el resto de la región “ese interés va más allá de la voluntad de monitorear el estado de los pastizales, también se trata de destacar y difundir la importancia de los pastizales latinoamericanos en la acción en contra del cambio climático, para preservar la biodiversidad y luchar contra la degradación del suelo”, destaca Vivian Onyago.

Onyango fue la oficial técnica de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) que lideró el proyecto Pastizales, llevado a cabo en Kenia, Níger, Burkina Faso, Uruguay y Kirguizistán, como representantes de las principales zonas de campo natural en el mundo, con apoyo del Fondo para el Medio Ambiente Mundial, más conocido como Fondo GEF.

El equipo internacional del proyecto Pastizales, desarrolló una metodología de evaluación para esos ecosistemas particulares, conocida como “Metodología para la evaluación participativa de pastizales (PRAGA)”.

Los pastizales o campo natural, son ecosistemas vitales y vastos, cubren más de la mitad de la superficie de la Tierra, el 54% de ella.

Una de las particularidades de los pastizales es que están expuestos a condiciones muy variables de precipitaciones y temperaturas. Esa característica explica en parte la dificultad que la humanidad ha tenido a la hora de comprenderlos y de monitorear su salud y los cambios que se dan en ellos, ya que no solo los afectan el uso y la acción humana.

Además, el monitoreo de los pastizales estuvo tradicionalmente en manos de científicos y se abordó de manera sectorial, los biólogos atendían un aspecto, los cientistas del suelo, los agrónomos, los botanistas y sociólogos o especialistas en desarrollo rural, los suyos propios.

“Investigaciones o trabajos previos no llegaron a comprender en profundidad la complejidad de los pastizales, lo trataron como cualquier otro ecosistema y en realidad son mucho más complejos. Son el hogar de cientos de millones de personas, ricos en biodiversidad y una fuente de recursos esenciales servicios de los ecosistemas”, explica Onyango.

Evaluar para dónde, para quién y para qué

Lo habitual es que las personas que usan la tierra, los objetivos para los cuales la usan y el conocimiento que se acumula durante generaciones, no eran tenidos en cuenta a la hora de evaluar el estado del campo natural y de la tierra en la que crecen. “Los objetivos de gestión de la comunidad deberían guiar la evaluación y sus parámetros”, recomienda la experta.

Onyango cita como ejemplo que no es lo mismo un pastizal en el que vive fauna salvaje, como en la mayoría de los de África, que un pastizal de uso ganadero, como los del Cono Sur o los que se encuentran en reservas naturales. Cada uso implica usar indicadores distintos.

“Lo que decimos es que si vienes a ver cómo está la tierra, necesitas hablar con la persona que la está usando”, sentencia Onyango.

Otra característica del monitoreo de los pastizales que se hace habitualmente es que, dada su enorme extensión, se usan herramientas tecnológicas que permiten observar amplias superficies de manera remota, como el monitoreo satelital.

A veces esas herramientas generan lo que Onyango llama “falsos positivos”, como el creer que un área muy verde, indica que el pastizal está en buen estado (Green index), cuando puede haber perdido diversidad, contener chircas, yuyos o plantas no comestibles para el ganado o los animales que viven en los pastizales.

Lo que recomiendan Onyango y el equipo del proyecto es asociar el monitoreo a gran escala con el trabajo de campo localizado, que implica “hacer monitoreo en el lugar, hablar con los productores para entender lo que está sucediendo y cuál es la historia de la tierra, de su uso y cuáles son los planes para ella en el futuro”.

El proyecto Pastizales desembocó en una reciente publicación de la FAO y de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), de la que Onyango es coautora: "Neutralidad en la degradación de la tierra. Argumentación para utilizar enfoques participativos en el monitoreo y evaluación de la salud de los pastizales" (en inglés). Esta señala, justamente, que los enfoques integrados y participativos que combinan el conocimiento local y/o tradicional y los diversos enfoques y especialidades científicos, son clave a la hora de evaluar la salud de los pastizales y de trabajar para evitar la degradación de la tierra.

A través de los Objetivos de Desarrollo Sostenible están surgiendo nuevas oportunidades como las metas de neutralidad en la degradación de la tierra (NDT) o el Decenio de las Naciones Unidas para la Restauración de Ecosistemas (2021-2030) que señalan que la tierra es un recurso no renovable, que necesita atención, mejor manejo y restauración en caso de degradación.

El seguimiento de la salud de los pastizales debe respaldar la gestión sostenible, informando sobre cómo y cuándo intervenir y actuar para reducir la degradación y respaldar buenas prácticas que la preserven, señala el documento.

Latinoamérica, Uruguay y su producción sostenible

Uruguay fue el único país de Latinoamérica participante del proyecto global, por lo que su rol fue clave, como representante de la región y de la producción ganadera sostenible.

“Es un país que aún conserva muy amplias áreas de pastizales naturales”, explica Onyango, pero además “cuenta con personas muy capacitadas, es el caso incluso de los productores y eso fue muy inspirador para otros países que pudieron ver lo que se puede hacer para fortalecer las capacidades de personas que trabajan en la tierra, para que la puedan manejar mejor”, agrega.

Para la oficial técnica de la FAO, otra fortaleza del país que representó a la región fue la apropiación que se dio por parte del Gobierno uruguayo respecto al proyecto y sus objetivos. Uruguay “fue un muy buen socio”, asegura.

En ese sentido, explica que “este trabajo brinda una base para difundir la importancia de los pastizales regionales en la acción en contra del cambio climático, para preservar la biodiversidad y luchar contra la degradación del suelo y también para visibilizar los desafíos que enfrenta el campo natural latinoamericano, entre ellas el cambio del uso de los pastizales a otros”.

Eso se basa en que “la ganadería sobre campo natural nunca fue parte del problema, es parte de la solución”, enfatiza la especialista de la FAO.

“No se trata solo de los productores, no se trata solo de los países, los pastizales están brindando lo que llamamos beneficios ambientales globales”, advierte. Cuando estos se pierden, porque se cambia el uso del suelo para pasar a hacer producción agrícola, por ejemplo, el carbono es liberado en la atmósfera, participando del calentamiento global.

Además, el campo natural en sí captura carbono, en una medida no tan grande como los bosques, pero por la gran superficie que cubre es un aporte muy grande a la lucha en contra del cambio climático.

No solo el suelo secuestra carbono, también lo hacen los pastizales.

“En cuanto a la biodiversidad, en Uruguay los pastizales albergan “una enorme cantidad de especies de aves que solo se encuentran en esas áreas y si se cambia el uso de esas tierras, van a perder su hábitat y van a desaparecer. Esa biodiversidad es importante para la producción de alimentos y también para nuestra herencia cultural, por eso hay que preservarla y conservarla”.

El manejo sostenible del campo natural nos permite mantenerlo en buen estado, con personas que hacen ganadería cuidando que sus tierras no sean degradadas.

Además de las ventajas científicas a nivel global, los pastizales proveen alimentación para el consumo humano, señala Onyango. Eso, es importante para los países latinoamericanos que son los principales exportadores hacia el resto del mundo. “Alimentan más allá de las fronteras de los países y también generan ingresos y empleos, partiendo de carne de los predios en el campo a lo largo del sistema alimentario, hasta llegar a los consumidores que se alimentan con carne latinoamericana, así que los pastizales sustentan vidas”, continúa Onyango.

Respecto a los cuestionamientos que se le hacen a la ganadería, por su rol en la generación de metano y su contribución al calentamiento global, la oficial técnica de la FAO destaca que “la mayoría de la producción ganadera en pastizales no es tan intensiva como otras producciones animales, está alineada con la ecología y por lo tanto debe tener una consideración especial y debemos protegerla.”

Onyango agrega que “la producción ganadera intensiva es la que deja una enorme huella ambiental, la extensiva es muy buena para el medio ambiente”, destaca.

“Si sacas a los animales de los pastizales también tienes un problema, eso puede generar degradación, porque el pasto no se renueva y se vuelve muy duro y denso. El pasto necesita del ganado porque le ganado le permite balancearse, si el pastizal no es consumido y manejado, algunas especies se convierten en dominantes y otras mueren, generando una pérdida de biodiversidad”.

Onyango señala que “la producción extensiva también es buena para la salud humana porque son animales que están al aire libre, caminan grandes distancias, comen distintos tipos de pasto y eso les permite producir carne de alta calidad, que vale y cuesta mucho más”.

“Cuando algunos dicen que no deberíamos comer carne la cuestión es saber de qué carne estamos hablando. Así no castigamos a todos, incluso a los que está haciendo bien el trabajo”.

Ningún sistema de pastizales es del todo natural porque existen muchos grados de intervención humana, desde el pastoreo y el desmonte hasta la alteración del suelo y los incendios. Estas prácticas son a menudo parte integral de la gestión ecológica y del funcionamiento de los pastizales dado que se desarrollan y evolucionan con la ganadería desde hace más de 300 años. Hoy en día, las principales causas de la degradación de los pastizales son sobrepastoreo y las especies invasoras.

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