En los últimos años en Latinoamérica se ha reforzado un sentimiento de orgullo y preocupación al mismo tiempo por el Patrimonio Alimentario Regional (PAR) que atesoran sus países, sobre todo en el área rural.

Orgullo mostrado en las cartas de restaurantes afamados, circuitos turísticos gastronómicos con identidad, incluso en espacios de abastecimiento como los mercados, ferias y autoservicios donde la presencia de productos emblemáticos de la agricultura familiar es cada vez mas habitual.

La preocupación por un lado se debe por no contar con políticas para la salvaguarda de la cocina en su dimensión cultural (PAR) y por otro, no tener clara cuenta de que la presencia de productos de la agricultura familiar en ámbitos de demostrado crecimiento económico (en gran parte justamente por su presencia) generen beneficios a los portadores culturales de estos productos y quienes hacen posible sigan existiendo.

Se sabe de esfuerzos desde el sector público y privado en varios países no solo para asegurar la articulación campo- ciudad, sino y sobre todo para lograr una justa distribución hacia las personas del campo. Conocer cómo funcionaron estas experiencias, para quienes funcionaron y en que contexto funcionó lo que funcionó fue el germen de este proyecto.