FAO en Perú

Agricultores de Tambogrande recuperan sus tierras y protegen su seguridad alimentaria

16/01/2018

Más de mil agricultores enfrentan los efectos de las intensas lluvias a través de la instalación de huertos familiares que garantizan disponibilidad alimentaria.

El fenómeno El Niño Costero golpeó al país con severas precipitaciones, inundaciones y deslizamientos de tierra durante los meses de enero a marzo de 2017. En Piura, en la costa del norte del país, más de 10 mil hectáreas de cultivo se perdieron y más de 16 mil hectáreas resultaron dañadas

A una hora y media de Piura, en el distrito de Tambogrande, Hernán Espinoza tuvo que lidiar con la devastación de más del 60% de los campos agrícolas de su comunidad, enclavada en el valle de San Lorenzo.

 “Después de las inundaciones que hemos sufrido a raíz del El Niño costero, nuestros cultivos han quedado devastados,  casi se ha perdido toda la producción”, recuerda Hernán Espinoza

En contextos de emergencia como este, la FAO tiene como objetivo fundamental proteger y garantizar el acceso de las familias rurales a alimentos de calidad y de forma oportuna, y apoyar una rápida recuperación de sus medios de vida.

“Hemos recibido, cada familia, una buena cantidad de semilla de maíz y frijol caupí, que nosotros llamamos ‘chileno’, y son cultivos excelentes para este momento porque siembras hoy y en unas semanas ya puedes estar cosechando”, explica Hernán.

La instalación de pequeños huertos familiares de cultivos alimenticios de corto periodo vegetativo y de valor comercial permite atender la Seguridad Alimentaria de la familia de Hernán y sus vecinos de Tambogrande en dos sentidos: asegura la producción rápida para el autoconsumo y favorece el comercio comunitario para generar ingresos que, a su vez, les permitan adquirir alimentos complementarios o atender las necesidades básicas que ellos prioricen.

“A raíz de estas actividades en nuestra familia va a haber un cambio porque gracias a eso después nosotros vamos a tener nuestros propios alimentos para consumirlos, para vender a nuestros vecinos y así agenciarnos de algo para nuestra canasta familiar”, concuerda Hernán.

Los cultivos de panllevar serán básicos para el sustento y los medios de vida de estas familias mientras se trabaja de forma paralela en la recuperación a largo plazo de los cultivos más comerciales del valle, como limones y mangos.

Recuperando la tierra

Se distribuyeron 25 000 kg de frijol caupí y 6 250 kg de maíz amarillo duro entre 1400 familias de 6 Comisiones de Riego. Cada familia recibió las semillas necesarias para cultivar media hectárea de terreno, con lo que la superficie cultivada en el valle alcanzó las 700 hectáreas. Ellos recibieron también kits de herramientas para iniciar el trabajo de preparación de suelos, y rigurosas indicaciones técnicas por parte del equipo del proyecto.

Para asegurar el éxito productivo, Hernán y otros a 36 productores líderes del valle se convirtieron en  promotores locales en manejo agronómico, riego y gestión de riesgo. “Tuvimos que capacitarnos durante una semana y los que aprobamos el curso luego estuvimos encargados de replicar los conocimientos adquiridos entre los miembros de nuestras Comisiones de Riego”, cuenta Hernán. Además, el proyecto brindó asistencia técnica personalizada a 350 pequeños agricultores, orientándolos y haciendo seguimiento a todo el proceso de instalación de cultivos y manejo agronómico.

Este sin duda era el primer paso para una recuperación exitosa de la localidad, pero cultivar en campos tan duramente afectados por los fenómenos climáticos iba a ser una tarea aún más ardua. Antes de plantar la primera semilla, había que liberar el agua.

Liberando el agua

“Este proyecto nos fortaleció de una manera muy especial y a buen tiempo porque el fenómeno natural dejó nuestros  canales de riego colmatados de impurezas, piedra, lodo, y por lo tanto no íbamos a poder desarrollar una campaña chica buena. Nos habíamos inundado pero ahora el agua ya no llegaba hasta nuestros campos, era un triste contradicción”, vuelve a recordar Hernán.

Para llevar a cabo el trabajo urgente de liberar el agua y asegurar un riego continuo para las tierras de las familias de Tambogrande, se implementó un programa de descolmatación de canales que tuvo a los propios agricultores como protagonistas.

Cerca de 500 pobladores de la zona conformaron 25 brigadas especiales para limpieza y descolmatación de 58.25 km de canales de riego. Ellos recibieron kits especiales de herramientas, materiales de protección, motosierras y capacitaciones para lanzarse a la acción.

Las actividades de limpieza de canales se hicieron a través de la modalidad de efectivo por trabajo: se pagaron 5000 jornales diarios de USD 10 cada uno a 498 miembros de la localidad, por un monto total de 150 mil soles. Esta modalidad de trabajo es ampliamente implementada por la FAO en contextos de emergencia, con dos objetivos complementarios: brindar oportunidades de empleo intensivo y no calificado a corto plazo a hombres y mujeres en condiciones de extrema vulnerabilidad, y contribuir con la rehabilitación de activos productivos comunitarios, como canales de riego. De esta manera, los agricultores acceden a un ingreso económico que les garantiza autonomía para atender sus necesidades más apremiantes. Con estos programas, se reducen considerablemente las intenciones de abandono de los campos en busca de ingresos inmediatos en las ciudades aledañas menos afectadas.

“El trabajo con las brigadas ha hecho que nuestra comunidad de Tambogrande quede ya preparada para una descolmatación rápida de canales en casos de emergencia. Esto nos va a permitir una mejor respuesta ante futuras inundaciones”, dice Hernán convencido.

La generación de sinergias locales entre la Junta de Usuarios de Riego del Valle de San Lorenzo, las siete comisiones de riego participantes, la Agencia Agraria local y el trabajo articulado entre FAO y Soluciones Prácticas como operadora local del proyecto han sido  factores fundamentales para el éxito de esta intervención.

“Esto ha superado mis expectativas. Mira qué hermosas plantas hemos conseguido”, dice Hernán, de pie en sus campos de maíz, rodeado de su familia. Su pequeña hija adolescente está de acuerdo con su papá: “Estoy feliz porque sé que este cultivo nos va ayudar para mucho, porque podemos alimentar a nuestros hermanos y también sirve para alimentar a los animales que tenemos, y también para cosas que podemos vender y de esas ganancias poder comprar nuestros alimentos”.

 

Más información

Loretta Favarato
Comunicadora de FAO Perú
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