FAO en El Salvador

La confianza y el compromiso de producir nuestros alimentos

30/01/2023

Celina del Carmen Alfaro es promotora comunitaria del proyecto “Aumento de las medidas de resiliencia climática en los agroecosistemas del corredor seco del El Salvador” (Reclima). Pasó por un proceso de formación en prácticas de adaptación al cambio climático, que ahora transmite a las y los productores del caserío La Bomba, cantón El Achiotal, San Pedro Masahuat (La Paz).

“Como mujer, ser promotora comunitaria, significa mucho porque es una oportunidad de compartir con las demás personas mis conocimientos y prácticas. La motivación que tenemos es involucrarnos en actividades de reforestación y cuidar el medio ambiente”, dijo.

La producción agrícola adaptada al cambio climático ha sido, desde hace mucho tiempo, un desafío para la comunidad. Producir, de la forma tradicional, se ha vuelto costoso. A esto se suma el costo de alquiler de tierras para quienes no poseen tierra propia y los riesgos de pérdidas por desastres naturales y los patrones impredecibles de lluvia, un problema que no enfrentaban sus ancestros. Estas causas pueden influir en la falta de interés de la juventud para involucrarse en el trabajo agrícola.

“La participación de jóvenes en la agricultura a lo largo de nuestra historia ha sido poca debido a que muchos alquilan la tierra para producir, por ello vemos a bien proyectos como Reclima que al compartir y sensibilizarnos en producir adaptados al clima nos sirve de motivación para involucrar a nuestra juventud en los diferentes proyectos y sean parte del cambio en la comunidad”, afirmó Celina.

La parcela donde funciona la Escuela de Campo, que han bautizado “Los Costeños”, tiene árboles frutales, loroco, plátano y tomate. Son 37 participantes (6 mujeres y 31 hombres) que aprenden gracias a Celina. Han implementado prácticas como las barretas vivas, la cobertura del suelo para conservar la humedad, la elaboración de abonos orgánicos, el uso de variedades resistentes y prácticas ancestrales. Entre ellas, el remojo del maíz criollo, conocido como variedad Santa Rosa, antes de sembrarlo, una práctica que promueve su germinación y tamaño.

“La comunidad ya está viviendo cambios, tenemos semillas en hortalizas adaptadas al clima en nuestras parcelas, las cosechas de tomate que obtuvimos nos permitió garantizar la seguridad alimentaria de nuestros hogares y hasta pudimos comercializar los excedentes. Lo que nos ha quedado como comunidad es la confianza y el compromiso de producir nuestros propios alimentos y vemos que sí funciona y que como mujeres estamos liderando estos cambios”, expresó la lideresa.

El proyecto, además de capacitar en prácticas de adaptación, busca empoderar y formar liderazgos en las comunidades. Celina explica que, aunque es una persona tímida, volverse promotora comunitaria le permitió entablar relaciones con las familias de su entorno y confiar en sus habilidades como lideresa. Se ha dado cuenta que se quiere seguir formando.

“Los cambios que he visto en mi persona son varios, yo era tímida, me costaba socializar y con estas actividades me relaciono más y aprendo con los demás. Como mujeres sentimos que podemos involucrarnos en las actividades en nuestras comunidades para mejorar y cuidar el medio ambiente. La comunidad me reconoce como lideresa y, al igual que yo, tienen un gran compromiso de aprender sobre las prácticas agrícolas adaptadas al clima”.

“Tengo mucho interés en continuar formándome cada vez más en las actividades de adaptación al cambio climático, al inicio yo era una mujer tímida, ahora soy lideresa comunitaria del proyecto”, concluyó.

Hasta diciembre 2022, el proyecto Reclima ha implementado prácticas de adaptación al cambio climático en más de 23 mil agricultores y agricultotres de 46 municipios, en coordinación con el Centro Nacional de Tecnología Agropecuaria y Forestal (CENTA), la meta es alcanzar a 50 mil personas productoras de 114 municipios. Reclima es implementado por FAO, el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN) y el Fondo de Inversión Ambiental de El Salvador (FIAES); con financiamiento del Green Climate Fund (Fondo Verde del Clima).