El Afganistán: la situación de la seguridad alimentaria mejora, pero la crisis está lejos de haber terminado

Entrevista con el Sr. Alexander Jones, Director de la División de Movilización de Recursos de la FAO, sobre su reciente visita al terreno en el Afganistán para comprobar cómo la FAO ayuda a los agricultores a recuperarse

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El Sr. Alexander Jones, Director de la División de Movilización de Recursos de la FAO, y el Representante de la FAO en el Afganistán, visitan a un grupo de productores de trigo en el distrito de Daman, en Kandahar, para informarse sobre los desafíos a los que se enfrentan al trabajar en la agricultura. Afganistán, febrero de 2024.

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14/03/2024

Roma - El Afganistán representa el mayor programa de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en un país, donde continúa llevando a cabo sus operaciones a pesar de la inestabilidad política. La Organización cuenta con más de 400 empleados sobre el terreno y está presente en cada una de las 34 provincias del país.

La situación de la seguridad alimentaria sigue siendo alarmante, con más de 15 millones de personas —el 36 % de la población— que padecen inseguridad alimentaria. Sin embargo, la labor que la FAO ha realizado allí con otros asociados —habiendo llegado a más de 10 millones de agricultores el año pasado y con la intención de llegar a más el año próximo con semillas de trigo, vacunas para animales y otros insumos para la producción agrícola— está contribuyendo a reducir gradualmente las cifras de la inseguridad alimentaria. Estas intervenciones desempeñan un papel vital, ya que el 80 % de la población del país obtiene sus ingresos de la agricultura.

El Sr. Alexander Jones habló con nosotros al regreso de una visita sobre el terreno en el Afganistán, donde se reunió con comunidades rurales de agricultores y pastores. En esta entrevista, nos explica las dificultades actuales a las que se enfrentan los miembros de estas comunidades, cómo les afecta la crisis climática, sus necesidades prioritarias y las posibles vías para estabilizar la situación. También habla de proyectos concretos sobre el terreno y de las mejoras que están logrando en la vida de la población rural, al tiempo que comparte sus reflexiones y observaciones sobre cómo ha cambiado el país a lo largo de los años.

Usted visitó comunidades agrícolas rurales en tres provincias: Kapisa, Kandahar y Helmand. ¿Cuál es la situación actual de la seguridad alimentaria en el Afganistán y cuáles son los mayores desafíos a los que se enfrentan los agricultores y pastores afganos?

La situación alimentaria ha mejorado en comparación con hace uno o dos años, pero sigue siendo bastante grave. Hay una pérdida de ingresos, problemas con la migración, una reciente afluencia de retornados de Pakistán, y, por supuesto, la sequía y el cambio climático los están afectando muy seriamente. Pero las cosas han mejorado sustancialmente, también gracias al enorme trabajo que las Naciones Unidas en general —y la FAO en particular— han realizado en los últimos dos años para apoyar a los agricultores. En resumen, mejorando, pero aún queda mucho trabajo por hacer.

La sequía, la escasez de agua y el rápido descenso del nivel de las aguas subterráneas afectan sobre todo a los agricultores y pastores, por lo que la población rural sufre las consecuencias. ¿Cómo afectan las repercusiones del cambio climático a la situación humanitaria del país?

El cambio climático tiene repercusiones especialmente graves en el Afganistán porque es un país muy árido.

Además, llevamos cuatro años consecutivos de sequía. La expectativa era que este año iba a ser realmente bueno desde el punto de vista climático, porque normalmente en los años de El Niño el Afganistán recibe beneficios. En cambio, hemos asistido a una inversión de El Niño, seguida de una situación de sequía terrible. Y esto está afectando a todo el país. Obviamente, no hay mucho que podamos hacer a corto plazo. Pero, por ejemplo, en los últimos dos años la FAO ha apoyado a las comunidades a través de programas de dinero por trabajo en la construcción de más de 6 000 diques de contención para favorecer una mejor infiltración del agua y la recarga de las aguas subterráneas.

Y también tenemos muchos planes para ayudar a los agricultores a mejorar la gestión de los recursos hídricos en las explotaciones, porque hay mucho despilfarro debido a las técnicas que utilizan ahora. 

Usted ha visto de primera mano cómo viven y trabajan allí las comunidades rurales y qué tipo de apoyo necesitan. ¿Puede dar un ejemplo concreto de cómo la FAO está ayudando a los agricultores a hacer frente a la escasez de agua y mitigar las pérdidas de cosechas?

Es un programa muy amplio. De hecho, es el mayor programa que la FAO está aplicando en el mundo, y también el mayor programa que se está ejecutando en el Afganistán.

Estamos hablando de cientos de millones de dólares de los EE.UU. La FAO, tan solo en el último año, ha ayudado a más de 10 millones de personas, así que se trata de un programa a gran escala. El ejemplo más concreto ha sido el suministro de semillas de trigo de muy buena calidad a fin de impulsar la producción de los agricultores, acompañadas de fertilizantes y algunos otros insumos.

Esta ha sido la solución rápida, diría yo, y ha tenido un éxito espectacular. Ya estamos dando un paso más con diversos tipos de ordenación de recursos hídricos, sobre todo diques de contención, recogida de aguas y secadores solares para ayudar a los agricultores a conservar frutas y hortalizas para el invierno.

Se están llevando a cabo muchas actividades, algunas de ellas centradas específicamente en las agricultoras y sus familias, que se encuentran en una situación extremadamente difícil debido a las prohibiciones que les impiden acceder a la educación después de los 12 años y les imponen severas restricciones a la hora de trabajar y dedicarse a los negocios. Hay aspectos como el cultivo de setas o la horticultura, sectores en los que se les permite trabajar incluso bajo esas normas tan estrictas.

La situación de la seguridad alimentaria ha mejorado ligeramente, pero sigue preocupando la inseguridad alimentaria de una gran parte de la población, más del 35 %. ¿De qué forma aborda la FAO los problemas de seguridad alimentaria?

Lo importante es que la situación ha mejorado, pero la crisis no ha terminado. Tras haber estabilizado la situación a través de un programa humanitario ingente, queremos empezar a ocuparnos de cuestiones de seguridad alimentaria a más largo plazo. No estamos en condiciones de hablar de desarrollo, debido también a la incertidumbre política. Pero hay muchas intervenciones en las que nos gustaría participar.

Un ejemplo concreto es que la mayoría de los agricultores afganos tienen asignaciones de tierra minúsculas. Estamos hablando de 4 000 o 5 000 metros cuadrados. Dos “Jerib”, como ellos lo llaman. Eso no basta para alimentar a una familia de 10 miembros cultivando trigo. De forma que el asunto es intentar pasar a cultivos de mayor valor añadido —como granadas, uvas, albaricoques y todo tipo de hortalizas—, que conocen muy bien y que se pueden vender en los mercados.

Pero para ello tendríamos que afrontar varios retos relacionados con los insumos, las cámaras frigoríficas, los mercados, el etiquetado, el envasado, etcétera. Es un paso difícil. Pero lo más interesante es que los propios agricultores lo piden. En cada reunión de aldea en la que me senté —y acudí a una decena—, se enumeraban literalmente todas estas cosas: la gestión de los recursos hídricos, el secado solar, el almacenamiento en frío y los mercados.

Lo que usted describe es una combinación de ayuda de emergencia y medidas preventivas para que los agricultores sean más resilientes a las múltiples perturbaciones a las que se enfrentan. ¿Puede explicar con más detalle la importancia de invertir en medidas preventivas?

Es muy importante. La sequía, las condiciones del suelo, la falta de infraestructuras, son problemas constantes en el Afganistán y lo seguirán siendo en un futuro previsible.

Tenemos que buscar modelos más sostenibles para la seguridad alimentaria, medidas preventivas en muchos ámbitos, incluida la ganadería. Recientemente la FAO ayudó a controlar y suprimir un brote masivo de dermatosis nodular contagiosa, que afortunadamente conseguimos detener rápidamente. Por tanto, las medidas preventivas siguen siendo fundamentales, pero requieren una disponibilidad continuada de recursos.

¿Qué es lo que más le ha impresionado de este viaje?

Viví en el Afganistán hace 21 años, no había vuelto a Kandahar desde entonces. Fue fantástico ver a viejos amigos, fue genial estar de vuelta. Y fue sorprendente observar que pocas cosas habían cambiado.

Después de 21 años, fue un poco decepcionante. Hay algunas cosas que sí han experimentado un cambio radical, como el uso del bombeo solar extensivo de aguas subterráneas para el riego, que ahora está haciendo descender gravemente las capas freáticas hasta el punto de que son demasiado profundas para muchas comunidades. Así pues, algunas cosas están mejor y otras un poco peor, como cabía esperar dos décadas después.

Una nota muy positiva es que ahora es posible viajar prácticamente a cualquier parte del Afganistán. La seguridad ha mejorado notablemente, aunque la FAO sigue operando con protocolos de seguridad muy estrictos. Así que tenemos pleno acceso a la población. Contamos con una cooperación adecuada con las autoridades de facto, en especial a nivel local, aunque, por supuesto, operamos por separado y en paralelo. Pero reconozco que se nos permite hacer lo que hay que hacer. Y allí existe una gran comunidad humanitaria. Solo cabe mencionar que el 85 % de nuestro personal en el Afganistán son afganos, y que están haciendo un trabajo magnífico.

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