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Agricultura inteligente en Uzbekistán


La transformación de comunidades rurales mediante tecnologías asequibles y técnicas eficientes

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Así como la innovación suele consistir en encontrar nuevas aplicaciones para métodos antiguos, la “agricultura inteligente” consiste en poner en práctica formas asequibles e ingeniosas de mejorar la producción de cultivos sin recurrir necesariamente a la tecnología más avanzada. © FAO/ A. Khalimov

20/10/2022

Aunque al oír hablar de iniciativas destinadas a aumentar la producción de alimentos mediante la llamada “agricultura inteligente” podemos pensar en inteligencia artificial, robots y macrodatos, la mejora de la agricultura no siempre tiene que ver con la tecnología de vanguardia. Y cuando se trata de agricultura en pequeña escala en zonas rurales, lo “inteligente” suele estribar en encontrar formas asequibles e ingeniosas de aumentar la producción de cultivos, al mismo tiempo que se utilizan recursos naturales de manera eficiente y sin dañar el medio ambiente.

Eso es precisamente lo que pretende el proyecto de la FAO “Agricultura inteligente para las generaciones futuras”.

Dotado con 3,4 millones de dólares estadounidenses y financiado por el Gobierno de la República de Corea, este proyecto está ayudando a decenas de familias rurales de Uzbekistán y Viet Nam a mejorar su producción agrícola en invernaderos, con lo que producen más alimentos utilizando menos plaguicidas, menos fertilizantes minerales, menos agua, menos mano de obra, y con mayor seguridad.

La idea de fondo es aumentar la eficiencia de los invernaderos abordando cinco factores interrelacionados: el control del clima, la gestión de plagas y enfermedades, el riego, la nutrición de las plantas y las prácticas de cultivo.

Gracias a un sólido asesoramiento científico y a soluciones basadas en datos objetivos, tanto tradicionales como modernas, el proyecto está convirtiendo los cultivos en invernaderos en negocios prósperos, aumentando los ingresos de sus propietarios y las oportunidades de empleo en las comunidades, al tiempo que permite ofrecer alimentos más diversos, asequibles e inocuos durante todo el año.

“Hemos visto invernaderos de alta tecnología que, pese a contar con una gran inversión, obtenían una baja productividad, porque no se habían tenido en cuenta las condiciones locales. Los sistemas de bajo costo, como estos invernaderos optimizados, ofrecen mayores rendimientos con menos recursos”, declaró el Sr. Melvin Medina Navarro, oficial técnico principal del proyecto.

Se abandonaron algunas prácticas anticuadas, como el uso excesivo de plaguicidas nocivos y la polinización manual, y se pasó a usar trampas adhesivas especiales antinsectos y abejorros para la polinización. ©FAO/ H. Muminjanov

Soluciones inteligentes

Cuando los expertos de la FAO visitaron por vez primera los hogares rurales con ingresos bajos e irregulares en los tres distritos piloto de Uzbekistán, encontraron métodos obsoletos e ineficaces de cultivo de frutas y hortalizas en invernaderos.

Por ejemplo, la polinización se realizaba a mano, y se utilizaba una cantidad abundante de plaguicidas nocivos. Los invernaderos se cubrían con barro para crear sombra y reducir la temperatura interior durante los meses más calurosos, cuando las máximas del día pueden alcanzar los 42 °C.

“Lo primero que hicimos fue recomendar el uso de materiales de cobertura nuevos”, cuenta Khayrulla Esonov, agrónomo de la FAO que trabaja en el proyecto.

Los invernaderos se equiparon con películas de plástico con aditivos especiales que permiten aumentar su resistencia, reflejar la radiación ultravioleta, reducir el polvo y evitar la condensación.

En lugar de los plaguicidas nocivos, los expertos introdujeron trampas adhesivas especiales y redes antinsectos para luchar contra las plagas y enfermedades. Otra respuesta eficaz a la amenaza de los virus y las bacterias fue colocar alfombras de desinfección y un sistema de doble puerta, además de quitar las malas hierbas alrededor de los invernaderos.

La gestión del agua se mejoró mediante sistemas de riego por goteo, compuestos por bombas de agua eléctricas, filtros, depósitos de agua y líneas de goteo, a través de las cuales se aplican los nutrientes solubles con mayor eficacia, que llegan directamente a las raíces de las plantas.

Además, se proporcionó a todos los beneficiarios instrumentos para medir la calidad del agua. Las pruebas realizadas indicaron que el agua de riego en las tres zonas piloto presentaba niveles excesivamente altos de pH, algo que se ha logrado controlar ajustando los niveles de fertilizantes y añadiendo ácidos especiales al agua.

La madre naturaleza también ayudó, de la mano de los abejorros, gracias a los cuales se reemplazó la práctica de la polinización manual, que consume mucho tiempo y resulta ineficaz.

Matluba Alimbekova destinaba la mitad de sus ingresos a cubrir los costos de producción, pero gracias al proyecto de agricultura inteligente esos costos se han reducido a menos del 20 %. © FAO/ H. Muminjanov

Resultados que cambian la vida de las personas

Estos cambios, unidos a la asistencia técnica que proporcionó la FAO, situaron la gestión de los invernaderos en un nivel muy distinto, con resultados que en ocasiones fueron espectaculares. En un principio, el proyecto aspiraba a aumentar la producción de hortalizas en al menos un 20 %. Sin embargo, durante el primer ciclo de cultivo, los agricultores lograron un aumento del rendimiento de los tomates y los pimientos dulces del 90 % y el 140 %, respectivamente.

Nigora Pulatova, una de las agricultoras que participaron en el proyecto, se sorprendió al obtener la misma cosecha utilizando la mitad de plántulas que otros agricultores. La calidad de los productos también aumentó enormemente en cuanto a tamaño, forma y color, y ausencia de residuos de plaguicidas, lo cual permitió que los agricultores pudieran vender las hortalizas a un precio mucho más elevado.

Otra agricultora que participó en el proyecto de la FAO fue Matluba Alimbekova, madre de cinco hijos y residente en Gumbaz Mahalla, en el distrito uzbeko de Andiján. Matluba llevaba tiempo cultivando tomates, pepinos, pimientos dulces, ajos y hierbas aromáticas, pero perdía casi la mitad de su producción por las plagas y enfermedades. Este año ha plantado una nueva variedad de pimiento dulce llamada Anetta, que se adapta mejor a las condiciones locales, y hasta ahora ha cosechado más de dos toneladas y ha ganado unos 1 100 dólares estadounidenses (12 millones de sums uzbekos). Actualmente cosecha más de 90 kilos de pimientos a la semana y tiene previsto plantar rábanos en noviembre para aumentar sus ingresos durante la temporada de invierno.

“El proyecto ha sido una gran ayuda para mi familia, pues hemos aumentado nuestros ingresos”, afirma Matluba.

Matluba dijo que antes destinaba la mitad de sus ingresos a cubrir los costos de producción, pero gracias al proyecto de agricultura inteligente esos costos se han reducido a menos del 20 %.

Los próximos pasos del proyecto serán evaluar el mercado, mejorar los laboratorios de seguridad alimentaria y formar a expertos locales para aumentar la exportación de hortalizas frescas y generar más ingresos, y seguir transformando las comunidades rurales con técnicas asequibles y reproducibles.

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