FAO en Venezuela

A Glendis Montilla la sanó la tierra

20/08/2021

Durante ocho años, Glendis Montilla debió recorrer diariamente más de 40 kilómetros para trasladarse desde los Valles del Tuy hasta Caracas. En la capital de Venezuela trabajaba como obrera en una fábrica de productos de limpieza.

Su jornada consistía en manipular directamente agentes químicos empleados para elaborar jabones, desinfectantes, quitagrasas, cloro. Como el resto de sus compañeros, se movía entre polvos, líquidos y vapores, una atmósfera que, poco a poco, fue minando su humanidad. En ese momento, ella no lo sabía, pero la constante exposición e inhalación de esas sustancias iban a ocasionarle daños permanentes en el corazón.

En el año 2015 su vida cambiaría para siempre. Agobiada por el estrés decidió, junto a su esposo, buscar un lugar más tranquilo para vivir. Ese lugar lo encontró a más de 350 kilómetros de su antigua casa, en la comunidad 5 de Octubre, ubicada en la zona periurbana de Barquisimeto, en el estado Lara.

De la capital se trajo sus cuatro hijos y una cita cada seis meses con el cardiólogo para recibir tratamiento y control médico.

Primer contacto

A principios del año 2020, la FAO realizó sus primeras visitas a la comunidad 5 de octubre. Glendis recuerda que, hasta ese momento, ella no sabía nada acerca de sembrar. Sólo que su abuelo había sido agricultor, pero desconocía -por ejemplo- que el patio de su casa tenía el potencial de generar alimentos para su familia.

Junto a un grupo de vecinos, se entusiasmó con la idea de cosechar sus propios frutos. Participó en las reuniones previas, también en las formaciones técnicas, y recibió semillas y herramientas para poner en marcha el huerto familiar.

Los habitantes de 5 de octubre fueron incluidos en un grupo de 387 familias del estado Lara, para participar en un proyecto propuesto para incrementar la producción de la Agricultura Familiar.

Esta es una iniciativa financiada por la Dirección General de Protección Civil y Ayuda Humanitaria de la Unión Europea (ECHO), que promueve la resiliencia en las familias que trabajan por satisfacer sus necesidades. El proyecto proporciona insumos agrícolas, como semillas y herramientas, asistencia técnica para mejorar los medios de vida y fortalecer así la seguridad alimentaria y nutricional. 

El corazón en la tierra

La cercanía con la tierra ha transformado todavía más la vida de Glendis. Esta mujer asegura que lleva más de un año sintiéndose mejor: “ya no sufro de ansiedad, no siento estrés desde que sembramos juntos”.

Sembrar no es meramente una actividad económica, también es cultural. En torno a la tierra ha evolucionado la especie. Hacer un zoom sobre el jardín de nuestra casa y descubrir que tenemos el poder de alimentarnos en las manos, suele ser maravilloso.

Para Glendis “la siembra fue una fiesta”. Lo describe “como atender a un bebe”. Según la otrora mujer de ciudad, ahora agricultora, debe “atender las plantas todos los días”.

Asegura que, con la ayuda de sus hijos su patio le ha dado mucho provecho. “Además, los alimentos frescos cosechados por mí saben mejor que los que compro en el mercado”, sonríe.

Su huerto es sonoro y multicolor. Combina plantas medicinales con hortalizas, cambures y gallinas. Glendis se siente sanada y feliz. Se lleva las manos al pecho para agradecer a la vida y “a la FAO por enseñarme un mundo que desconocía”.