Las mujeres rurales juegan un rol transformador en el desarrollo agrícola y rural, así como en garantizar la seguridad alimentaria y nutricional. Sin embargo, las mujeres tienen menos acceso a los Servicios de Asistencia Técnica y Extensión Rural (SAR), que los hombres e incluso, cuando logran tener acceso, la información, las tecnologías y las prácticas se adaptan mayormente a las necesidades de los hombres (Manfre et al., 2013; ATA, 2015; Petrics et al., 2015). Estas brechas de género se entrecruzan con otras, tales como la falta de acceso a la propiedad de la tierra o a canales de comercialización de sus productos, y se agudizan con aquellas vinculadas al trabajo doméstico y las tareas de cuidado, que limitan el tiempo disponible de las mujeres para participar en actividades de extensión rural, aun cuando, crecientemente son ellas quienes tienen a su cargo una parte importante del trabajo agrícola.

En este contexto, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) desarrolló la Herramienta de Análisis de Género en los Servicios de Asesoramiento Rural (GRAST), con el propósito de evaluar el grado de incorporación del enfoque de género en las políticas y programas, en el entendido de que los servicios de asesoramiento y extensión rural con enfoque de género son necesarios para aumentar el rendimiento en la productividad agrícola, lo que se traduce a su vez, en ingresos más altos para el hogar y en economías locales y nacionales más dinámicas (FAO, 2018).