El actual modelo de los agronegocios se caracteriza por la concentración económica, la expansión monoproductivista, el acceso a una mayor cantidad de tierras para capitales foráneos de carácter especulativo. En consecuencia, se produce el desarraigo de miles de pequeños y medianos agricultores, que aún están afianzados a su terreno, con una cultura propia y para los que el desarrollo incluye no solo una mejora de su necesaria estabilidad económica, sino el respeto y consolidación de pautas culturales, familiares, sociales, ecológicas y de arraigo a un entorno que el modelo industrial desatiende o amenaza. El Estado debe reconocer a los productores familiares como sujetos indispensables del desarrollo igualitario, productivo y económico, que garantice a su vez la soberanía alimentaria, el acceso a la tierra, el agua y los recursos naturales, con sustentabilidad ecológica, económica y social. En este contexto adquiere vigencia el rol de la Agricultura Familiar, como promotor de un mejor nivel de vida, generadora de empleos, que ponga freno al éxodo permanente de los pobres del campo a las ciudades y asegure instancias productivas que ayuden a alcanzar dicha sustentabilidad. Es así que surge el “Foro Nacional de la Agricultura Familiar” como un espacio de participación de las organizaciones de productores familiares, campesinos e indígenas en la discusión y el diseño de políticas públicas para la Agricultura Familiar y el Desarrollo Rural. En el marco de un verdadero desarrollo rural sostenible será pilar insustituible la agricultura, pero sólo de base familiar, en el que el capital humano y la capacidad humana, más que el capital financiero se encuentran en el centro de la discusión. En el presente ensayo se pretende analizar la evolución y características de estos espacios de participación a nivel provincial como parte del proyecto de investigación “Territorios locales en el mundo global. Contextos socioculturales y productivos”.