FAO en Argentina

Un tereré entre claveles, rosas y fresias

05/10/2016

Esperanza, productora de flores de corte en El Pato (Berazategui, provincia de Buenos Aires) de 44 años y madre de 4 hijos, es una mujer con muchas mochilas a sus espaldas. Hace 30 años emigró desde Paraguay a Argentina en busca de mejores oportunidades y desde entonces, su vida estuvo rodeada de claveles.

Sin embargo, los inicios fueron duros, ya que las condiciones laborales en el sector de las flores eran pésimas y le tocó asumir toda la carga laboral y familiar cuando su marido enfermó.

En esta nota, entre tereré y tereré, Esperanza nos explica cómo se las arregló para arrancar una vida sin un solo peso y crear su propio negocio para lograr su sueño: comprarse una casa y mantener a su familia.

¿Cuándo llegaste a Argentina? ¿Viniste acompañada por tu familia?

Cuando vine de Paraguay tenía 15 años. Vine hace 30 años con con mi hermana. Mi hermana vino porque allá no teníamos nada y mis papás eran pobres. Acá me casé y formé familia. Empecé a trabajar como productora de flores y el trabajo era durísimo. Trabajábamos con los japoneses, eramos sus esclavos y no teníamos descansos. Ahora fui a visitar a mi mamá, vino mi mama a conocer a sus nietos.

¿Cómo era un día de tu jornada laboral?

Tenía que luchar por mis hijos, llevándolos a 9 km a la escuela. Trabajaba por horas desde las 11 AM. Bañaba a los niños, les llevaba al colegio y entraba a las 13.00 a trabajar hasta las 16.30. Después iba a buscar a los chicos y seguía trabajando hasta las 22.00 o las 23.00h de la noche. Cuando llegaba a mi casa, tenía las tareas por hacer, como lavar la ropa a mano. A veces me levantaba a las 5.00 AM para colgar la ropa o cocinar el almuerzo.

¿Cuándo pudiste emprender tu propio negocio?

Después de mucho tiempo pudimos comprar un terreno pero con muchísimo sacrificio. Luchamos plantando un poco, pudimos levantar las casas. No teníamos nada: cuando empezamos no teníamos ni olla. Los japoneses nos dieron una cacerola y un plato, estuvimos 4 años solo con eso. No nos alcanzaba con lo que ganábamos pero tuvimos suerte que pudimos comprar esto para criar a nuestros hijos y que estudien.

¿Cuántos hijos tenés?

Cuatro hijos, la mayor Graciela tiene 30 años, Eduardo 28, Silvina 27 y el chiquito 25. Yo les llevaba al colegio hasta los 17 años. Los dos que no están casados viven conmigo y nos ayudan en el hivérnaculo. Los casados tienen trabajo.

¿Cuántas personas trabajan con vos?

Esto es enorme. Trabaja mi familia, 6 personas, más 3 medianeros. En total, 9 personas para 100 hivernáculos. En diciembre plantamos claveles para que salgan en julio; y después en julio se plantan otra vez para diciembre. Luego está la rosa, que se poda en julio para el día de la Madre. Se trabaja desde las 4 am hasta las 11 pm. Entre tanto, tomamos tereré.

¿De qué tareas te ocupas en el hogar?

Me ocupo de todo. La mujer tiene que cocinar, limpiar la casa, hacer mandados... Los hombres se dedican al hivernáculo, pero tuve la mala suerte que mi marido se enfermó, sufrío un ACV y luchamos con mis hijos para que volviera a caminar. En 5 años no hizo nada, solo rehabilitación. Entonces quedamos mis dos hijos y yo para levantar a la familia.

¿Tuviste que asumir todo el trabajo que hacía tu marido?

Él hacía los negocios y se encargaba de la venta de las flores. Ahora tengo que aprender todo y enseñarle a mi hija para que siga el camino de su papá: ir a vender la flor, hacer los contratos con los vendedores grandes.

¿Tus hijos te han ayudado mucho en el negocio familiar?

En los peores momentos mis hijos me han ayudado mucho. Ahora me ocupo de coordinar la producción y de la casa. A la hora de comercializar, Juan y Graciela van ellos. Del mercado charlamos los manejos, siempre están informados de lo que hacía su papá. Si sale mal ahí va peor el trabajo y la plata tiene que venir de allá.

¿Cómo están los caminos de acceso?

Cuando compramos el terreno, no había calle. Había una huella de un metro y solo se podía entrar con tractor. Nosotros tuvimos que arreglárnoslas con la colaboración de todos. Ahora ya podemos salir cuando llueve. Pedimos ayuda, vecino por vecino, algunos podían, otros no. Era una lucha hasta el año pasado.

¿Hay diferencia entre la actitud de los vecinos productores y los que tienen casa de fin de semana?

Sí, los que tienen casa-quinta no te quieren ayudar. Los únicos que ayudan son los productores.

¿Cuánto tardasteis en construir el hivérnaculo?

Vine de Paraguay con una mochila y un par de ropas. Nada más. Le dije a mi marido "trabajemos para poder tener algo y no sufrir más". Sufrimos un montón, no podíamos comprarle un juguete a mi hijo. Teníamos una casita de madera y pensaba "si luchamos, algun día tendremos una casa buena".

¿Contaste con alguna ayuda en tus inicios?

Le debo mucho a mi padrino, un correntino que me ayudó. Un día le dije que quería trabajar para tener para mi casa. Le pedí prestadas las tierras para poder plantar clavel, porque no quería vivir más dependiendo de nadie y él me ayudó. Yo no tenía ni un peso. En aquel momento compraba los huevos picados con arroz para mi hijo. No alcanzaba para comprar la casa.

¿Cómo te las apañaste para ahorrar para comprar tu propia casa y terreno?

Ahorrando pesito por pesito, alquilamos la tierra para plantar más y comprarle a los chicos un par de ropas para un año. Se pasaban los 9 meses con las mismas zapatillas. Si comprábamos un juguete, no teníamos para la casa. Quería ver crecer a mis hijos en mi propia casa. Después Juan quería una camioneta y le dije que no porque la prioridad era la casa.

Sacrificio tras sacrificio. ¿Pero valió la pena?

Ahorrando compramos el campo. Por 5 años no supimos lo que era ropa nueva para poder comprar el campo y hacer la casa. Después luchamos para que los chicos tuvieran su propio cuarto, que tuvieran su propia pieza para no vivir apretados. Ya tenían 5-6 años, ellos nacieron en el hivernáculo. A los 15 días de tenerlos, volví a trabajar para que ellos en un futuro también pudieran tener para su casa. Ahora se casaron los dos, les ayudamos a hacerse la casa, tienen todo.

No sabiamos lo que eran unas vacaciones pero nosotros nos pasabamos todo el año trabajando. A veces nos sentamos los domingos con Juan y lloramos, porque no teníamos nada. Ahora disfrutamos a mis nietos, lo que mis hijos no pudieron. A veces les compro juguetes y lloro cuando pienso en lo que pude darle a mis hijos.

Cuando ves tu casa y los hivernáculos, ¿piensas que valió la pena tanto sacrificio?

Valió la pena luchar. Me dice mi marido que tengo que descansar más pero yo no puedo. El día de mañana voy a tener más edad y no podré trabajar más, así que no quiero dar trabajo a mis hijos.

¿Qué consejos darías a las mujeres que estén en tu misma situación?

Que luchen, si quieren tener algo, que piensen que se puede. Yo no tenía nada y pudimos. Llegamos a la meta que queríamos.

¿Piensas que el gobierno hace algo por mejorar la situación de mujeres como vos?

El gobierno no ayuda a las mujeres. La secretaría de agricultura familiar nunca se nos acercó, ni tampoco los intendentes. Luchamos solas para mejorar todo.

¿Recuerdas alguna experiencia que afectara duramente el trabajo?

Cuando nos azotó el tornado del 2001. Vinimos a las 6 am y todo estaba tirado y pensábamos que no lo podríamos superar. No sabíamos de donde sacar las fuerzas y la plata. Usamos nuestros ahorros porque no teníamos ayuda del gobierno para levantar el hivernáculo de nuevo con mis hijos. Después de 4 meses, levantamos 8 hivernáculos. Ese fue el peor momento, cuando ves que no tienes nada. Te fuiste a la tarde y a la mañana no encontrás nada. Pensé que se me terminó la vida.

¿Cómo es un día de un turno de corte? ¿Cómo se estructura el trabajo?

Empezamos el turno a las 4,30 am, tomando mate y a las 6 am empezamos a trabajar. Los lunes se corta la flor y se empaqueta. El martes sigue el riego; los gajos de las plantas todo tiene que estar firme, se tiene que hacer al otro día. En julio empieza la plantación del clavel, pasar el tractor por la tierra, pasar las redes y los plantines que se plantan para 4-5 meses. A veces te pagan una miseria y te cuesta un montón, porque los plantines salen a 2 pesos, se usan 20.000 plantas por casa en los hivernáculos. Son muchos y a veces perdés y tienes que esperar al año siguiente. Tiene su proceso, esperar meses para cortar. Hay tres hectáreas cubiertas y cada hivernáculo tiene 10.000 plantitas. De ahí has de sacar los pimpollos: tiene su gajito que tiene que quedar un solo pimpollo para que florezca y se saca uno por uno. Se tarda 4 horas. En verano se riegan dos veces por semana y en invierno 2. Tiene 120 metros cada hivernáculo.

¿Qué trabajo hacen las mujeres y los hombres?

Hombres y mujeres trabajan por igual. Los hombres levantan los hivernáculos y los hierros para que pueda entrar la madera. Al pesar 80 kilos, ese trabajo no lo puede hacer la mujer, pero el resto, sí. Tardamos cinco días en montar un hivernáculo.

¿Y si sumamos el trabajo que la mujer hace en la casa?

La mujer trabaja más, ya que tiene que hacer las tareas en casa, y tiene menos descanso. Desde las 10 de la noche ellos se bañan, ven el futbol, pero nosotras tenemos que hacer todo.

¿Escuchaste alguna vez que la mujer se queda en la casa y que el hombre es el que trabaja?

Sí hay gente que dice que las mujeres ayudan y se quedan en casa pero no es así, hay muchas más mujeres que luchan para tener todo lo que se necesita en casa.

Fotografìa: ©Sofìa Nicolini Llosa

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