FAO en Colombia

Con lluvia potabilizada, comunidades de la Amazonía colombiana se proveen de agua para su nutrición y bienestar

26/12/2023

¡El agua es vida!, así lo manifiestan comunidades de pueblos indígenas del Amazonas. Y es que para los pueblos indígenas el agua es justamente eso, vida; vista más allá de un recurso que provee la madre naturaleza, es un integral en nuestros cuerpos y en cada elemento, cada ser que nos rodea. 

Percibir un mundo sin agua, para los pueblos indígenas, y para toda la humanidad y seres vivos que habitamos el planeta, es sencillamente imposible. El gua constituye más del 50 % de nuestros cuerpos y es el elemento vital para la producción de alimentos, por lo que, tanto bebida directamente, como a través de los alimentos, el agua es el soporte para nuestra nutrición, la vida y el desarrollo.

Y es que, aunque vivimos en el Planeta Azul, cubierto en un 71 % por agua, solo el 2,5% de esta es agua dulce, apta para beber, para la agricultura y para la mayoría de los usos industriales. Cifra que además de ser baja ya, se prevé siga disminuyendo frente a factores como la contaminación, la urbanización y el cambio climático, entre otros. 

Así mismo, la calidad del agua a nivel mundial se está deteriorando a un ritmo alarmante, y los recursos de tierra y agua en el mundo están en un punto de inflexión, según el último informe de la FAO sobre El estado de los recursos de tierras y aguas del mundo para la alimentación y la agricultura.
 

El Amazonas, rodeado de fuentes hídricas, pero carente de agua potable 

El departamento del Amazonas, reconocido por su inigualable biodiversidad, está constituido por nueve áreas no municipalizadas (Tarapacá, La Pedrera, Puerto Santander, La Chorrera, El Encanto, Puerto Arica, Puerto Alegría, La Victoria y Mirití Paraná) y dos municipios: Puerto Nariño y Leticia, su capital.  

674 especies de aves, 158 de anfibios, 195 de reptiles, 212 de mamíferos, de 753 peces y más de 6300 plantas diferentes de flora, integral el Amazonas, un escenario de bosque tropical en el que confluyen infinidad de árboles, palmas, hierbas, plantas y bejucos o lianas.  

Este sistema surte y regula el agua del departamento, y en conjunto con los demás departamentos de la Amazonía Colombia y los otros ocho países de la macrorregión, también el agua del continente, que llega a todos a través de la lluvia, los ríos y, en algunos casos, los acueductos.  

Infortunadamente, y pese a que cuenta con una alta disponibilidad de recursos hídricos (ríos, lagos y lagunas) y una precipitación media multianual de 2.800 a 3.200 mm, el departamento del Amazonas no goza de un suministro adecuado y suficiente de agua potable. 

Así, el bajo rendimiento de su acueducto y el alto costo que representa el poder contar con dicho servicio, son las mayores limitantes para que sus habitantes tengan la posibilidad de abrir el grifo y recibir agua de calidad para su consumo y las labores domésticas. 

Las nueve áreas no municipales cuentan con acueductos viejos y obsoletos, condiciones a las que se suma el hecho de tener las bocatomas en ríos donde se presenta minería ilegal, lo cual expone a estas comunidades a la contaminación por mercurio.  

Su capital, Leticia, ha tenido que atravesar por una crisis de agua. El acueducto, que se surte de la microcuenca del Yahuarcaca, resulta insuficiente para suministrar este líquido a los más 42 mil leticences y en la actualidad solo abastece al 30 % de su población. 

Problemática a la que suma el que la calidad de agua en la fuente se ve afectada por aumento en la cantidad de sólidos, ocasionando problemas como la parasitosis, detectada en altos niveles especialmente en la población infantil.
 

El acceso al agua, un derecho humano 

De acuerdo con la declaración de la Asamblea General de las Naciones Unidas, realizada en julio de 2010, “todos los seres humanos deben tener acceso a una cantidad de agua suficiente para el uso doméstico y personal (entre 50 y 100 litros de agua por persona/día) y que sea segura, aceptable y asequible”. ​Asimismo, el costo del agua no debería superar el 3 % de los ingresos del hogar; la fuente debe estar a menos de 1.000 metros del hogar y su recogida no debería superar los 30 minutos. ​ 

No obstante, de acuerdo con cifras del Banco Mundial, alrededor de 2.000 millones de personas en todo el mundo no tienen acceso a servicios de agua potable gestionados de manera segura, 3.600 millones no cuentan con servicios de saneamiento seguros y 2.300 millones carecen de instalaciones básicas para lavarse las manos, lo que implica que la escasez de agua ya afecta a cuatro de cada diez personas. 

Hoy en día, 2 400 millones de personas viven en países sometidos a estrés hídrico. Muchos de ellos son pequeños agricultores que ya luchan para satisfacer sus necesidades diarias, especialmente las mujeres, pueblos indígenas, migrantes y refugiados. La competencia por este recurso inestimable está aumentando, a medida que la escasez de agua se convierte en una causa de conflicto cada vez mayor. 

Alrededor de 600 millones de personas que dependen, al menos parcialmente, de los sistemas alimentarios acuáticos para vivir están sufriendo los efectos de la contaminación, la degradación de los ecosistemas, las prácticas insostenibles y el cambio climático. 

Ante estas condiciones, y teniendo en cuenta el marco de cooperación propuesto para el alcance del ODS 6, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), con apoyo del Programa Mesoamérica sin Hambre AMEXCID-FAO, y en alianza con la Cancillería de Colombia, ha puesto en marcha la iniciativa de sistemas de captación y potabilización de agua lluvia (SCALL), posibilitando a comunidades indígenas el acceso a agua potable.
 

¿Qué son y cómo funcionan los Scall? 

Los Scall nacen como una alternativa innovadora, que parte soluciones basadas en la naturaleza, y que para este caso hace uso del agua lluvia, aprovechando la alta pluviosidad para atender una problemática que amenaza la nutrición y salud de comunidades rurales, al no contar con agua potable. 

El proceso de potabilización inicia con la captación y almacenamiento del agua lluvia en tanques modulares diseñados para este fin, con capacidad de 50 mil litros; luego el agua es enviada por motobomba a un tanque de cloración, y una vez ya clorada, pasa por un filtro de arena, de carbón y dos microfiltros, un regulador de pH, un equipo de luz ultravioleta y un generador de ozono. 

Para resolver las dificultades de energía eléctrica, cada planta de tratamiento es dotada con páneles solares, que a su vez suplen las necesidades comunitarias de este servicio, pues la planta de potabilización es ubicada en la escuela de cada comunidad. 

Estas plantas son operadas y administradas por las comunidades, a partir de la capacitación inicial brindada por la FAO sobre el manejo técnico y con el apoyo del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), quien ha formado a representantes comunitarios para el manejo adecuado y las buenas prácticas.  

El sistema de captación y potabilización de agua lluvia (SCALL) tiene la capacidad de potabilizar 6.000 litros de agua diarios, para que familia reciba semanalmente 40 litros de agua, envasada y tratada por las mismas comunidades en la planta de potabilización, garantizando que puedan contar con este recurso vital los 365 días del año.  

El agua embotellada en garrafones se vende a familias de comunidades cercanas generado una red de abastecimiento a nivel local y permitiendo así que familias de comunidades vecinas cuenten también con este recurso.  

El esquema de sostenibilidad de este emprendimiento funciona a través de la creación de un fondo rotatorio manejado por un comité del agua en cada comunidad, que a partir de los ingresos que genera el sistema por venta y la recarga de botellones cuenta con los recursos para el mantenimiento de la planta y el pago de los operarios que la manejan.  

Así mismo, en cuanto a costos, la venta inicial del botellón (con la base y la tapa dosificadora) cuesta 2 mil pesos y la recarga 500 por cada botellón, montos concertados participativamente con las comunidades. Dichos costos resultan ser mucho más bajos en relación con el valor comercial: 30 mil pesos el botellón nuevo y 1.500 cada recarga, además del costo del transporte, que normalmente debe ser hasta la cabecera municipal (unos 40.000 pesos por viaje).  

En materia de salud, la iniciativa ha dejado un incremento en la salubridad, impacto que ya se ha comenzado a ver, pues enfermedades diarreicas en la población infantil han disminuido considerablemente, tal como se reflejó en un estudio realizado recientemente por el Centro de Salud de Zaragoza, adscrito a la Secretaría de Salud Municipal, en el que se encontró una disminución del 95 % de casos de diarrea infantil, respecto del estudio previo a la instalación del SCALL, realizado en 2017.  

Esta iniciativa ha sido desarrollada por el proyecto Innovación tecnológica y producción sostenible en departamentos de frontera, en el marco del convenio Cancillería de Colombia - FAO, y con el apoyo del Programa Mesoamérica sin Hambre AMEXCID-FAO, así como con las alcaldías municipales y gobernaciones departamentales. 

A la fecha ya son más de 1.200 familias de la Amazonía colombiana, quienes disfrutan de agua potable con los Scall. 605 familias (2.606 personas) de San Martín de Amacayacu, Zaragoza, La Libertad y Nazareth en Leticia (Amazonas); 590 familias (2.270 personas) en las comunidades de Coayare y San Felipe (Guainía), y 54 familias (230 personas) en Amaven, Cumaribo (Vichada). 

Agua, nutrición y salud hacen parte de una misma ecuación, por lo que vale la pena destacar la importancia que estos tres elementos tienen para Colombia, de acuerdo con lo propuesto en el Plan Nacional de Desarrollo 2022-2026, en suma para avanzar en la garantía del derecho humano a la alimentación; apuestas que con la llegada de los nuevos gobiernos locales será necesario aterrizar en las oportunidades y apuestas a niveles municipales, departamentales y de región, especialmente en aquellos centros poblados de carácter rural.
 

Videos:
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Sistemas de Captación de Agua Lluvia: agua para la vida

 

Contacto de prensa:
Ana Reyes Arias
Oficina de Comunicaciones
Representación FAO Colombia