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Las legumbres y los suelos: un dúo dinámico


Cuatro formas en que las legumbres nutren el suelo y el suelo nos alimenta a nosotros

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Las legumbres —desde las más populares, como las lentejas, los garbanzos, las alubias y los guisantes, hasta las variedades menos conocidas como el tarhui y el adzuki— son capaces de mejorar la salud del suelo y la de nuestra dieta. © FAO/Pedro Costa Gomes

05/02/2024

Son las semillas secas de las plantas leguminosas, son comestibles y se cultivan tanto para consumo humano como animal. Se trata de las legumbres, las cuales, por si no lo sabían, tienen la capacidad de transformar nuestros sistemas agroalimentarios.

Repletas de color y de sabor, menudas pero poderosas, las legumbres comprenden desde las variedades más tradicionales, como los frijoles, las lentejas, los garbanzos y los guisantes hasta las menos conocidas, como el tarhui y el adzuki.

Las legumbres no solo fortalecen nuestra seguridad alimentaria y nutrición, sino que también nutren los suelos y benefician al medio ambiente.

El próximo 10 de febrero se celebra el Día Mundial de las Legumbres y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) quiere poner de relieve el potencial que tienen estos granos —menudos pero poderosos— para mejorar la salud de nuestros suelos y nuestras dietas.

Aquí explicamos cuatro efectos nutritivos que tienen las legumbres para los suelos, que a su vez son fuente de alimento para los seres humanos:

1. Aportan nutrientes esenciales a los suelos.

Es bien sabido que un suelo sano permite cultivar alimentos más saludables y nutritivos. Pero ¿sabían acaso que las legumbres también mejoran la salud del suelo al movilizar y suministrar sustancias nutricias como nitrógeno, fósforo y micronutrientes?

Las leguminosas obtienen más del 60 % del nitrógeno que necesitan del aire. Este nitrógeno pasa luego al suelo, donde también es accesible para los cultivos aledaños, de modo que se reduce la necesidad de aplicar fertilizantes químicos. Esta capacidad singular se denomina “fijación biológica del nitrógeno” y consiste en convertir el gas nitrógeno de la atmósfera en amoníaco (una forma de nitrógeno que pueden aprovechar las plantas).

El fósforo es otro elemento nutritivo muy necesario, fundamental para convertir la energía solar y permitir que la planta crezca, pero muchas veces no está presente en el suelo o se encuentra en cantidades muy pequeñas o en una conformación química que la planta no puede utilizar. Por eso, a fin de compensar esta carencia, los agricultores añaden abonos sintéticos.

Las leguminosas tienen la capacidad natural de movilizar el fósforo y otros nutrientes y micronutrientes esenciales hacia los suelos, lo cual contribuye a que el cultivo rinda más y las plantas crezcan más sanas. Por este motivo, la FAO y su Alianza mundial sobre los suelos promueven el cultivo de leguminosas en rotación con productos básicos, a fin de enriquecer el suelo y contribuir a obtener alimentos más nutritivos. Por ejemplo, en Bangladesh, la FAO ha promovido la rotación del cultivo del frijol mung con el de arroz. Este proyecto pretende combatir el “hambre oculta”, un trastorno carencial que se produce a pesar de ingerir a diario una ración adecuada de calorías, prevalente en las poblaciones de muchos países.

Izquierda/arriba: Las legumbres movilizan y aportan sustancias nutricias como nitrógeno, fósforo y micronutrientes para los suelos, lo cual contribuye a que el rendimiento del cultivo sea mayor. © FAO/Matteo Sala. Derecha/abajo: En Bangladesh, un proyecto

2. Ayudan a preservar la biodiversidad del suelo.

Los suelos albergan más del 50 % de la biodiversidad de nuestro planeta. En un suelo sano conviven lombrices, nematodos, de 20 a 30 especies de acáridos, de 50 a 100 especies de insectos, cientos de especies de hongos y miles de especies de bacterias y actinomicetos. Esta es la biodiversidad del suelo: multitud de organismos que interactúan entre sí y prestan servicios esenciales como el reciclaje de los elementos nutritivos, la retención de carbono por el suelo y la consiguiente reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.

La biodiversidad de un suelo sano no solo le confiere mayor resistencia a las adversidades y alteraciones, sino que también mejora la capacidad del ecosistema de suprimir enfermedades. Y es aquí donde intervienen las legumbres, porque incrementan la cantidad y la diversidad de la microfauna. Si hay más microorganismos, se reciclan más los nutrientes y se regula mejor la materia orgánica, de modo que mejora la biodiversidad del suelo.

En lugar de hacer un uso inadecuado o excesivo de los productos agroquímicos, que pueden degradar el medio ambiente, las leguminosas incluidas en los sistemas de rotación ayudan a frenar y controlar las plagas y las enfermedades.

3. Mejoran la estructura del suelo.

La estructura del suelo es la disposición física que adoptan las partículas de arena, limo y arcilla. Si el suelo es poroso y se desmigaja con facilidad, permite que las raíces se distribuyan bien, por lo que se considera que está bien estructurado. En cambio, si tiene una consistencia demasiado compacta (y se desmenuza con dificultad), es posible que su estructura no sea buena.

El cultivo de leguminosas mejora la estructura del suelo. Entre otros beneficios duraderos, ensancha sus poros y cohesiona sus componentes, con lo cual el suelo se airea mejor y retiene más agua. Además, dado que las leguminosas tienen un sistema radicular más profundo y un crecimiento más prolongado, la estructura del suelo mejora de forma efectiva.

El dúo dinámico compuesto por las legumbres y los suelos desempeña una función primordial para aportar alimentos nutritivos, mejorando la agrobiodiversidad, mitigando el cambio climático y favoreciendo los medios de subsistencia. © FAO/Samuel Aranda

4. Ayudan a adaptarse al cambio climático y mitigarlo.

Gracias a su capacidad de movilizar nutrientes esenciales hacia el suelo, las legumbres reducen el uso de fertilizantes químicos y la emisión de gases de efecto invernadero, que son importantes factores causales del cambio climático. También favorecen el desarrollo de las raíces, potenciando la retención de carbono y contribuyendo a mitigar el cambio climático.

Por otro lado, las legumbres poseen una enorme diversidad genética, por lo que es posible seleccionar y cultivar las variedades más resistentes al clima. Estas variedades pueden ser útiles a los agricultores en las zonas donde más escasea el agua, en especial ante el estrés térmico que sufren las plantas por el calor.

Al intercalar al menos una leguminosa con un cereal, los campos se adaptan mejor a las adversidades climáticas, como las sequías. Este modelo ya se ha aplicado con un balance muy positivo en Tanzanía, donde se cultivan simultáneamente cereales (maíz, sorgo), legumbres (frijoles) y frutos secos (cacahuetes).

El dúo dinámico compuesto por las legumbres y los suelos desempeña una función primordial para aportar alimentos nutritivos, mejorando la agrobiodiversidad, mitigando el cambio climático y favoreciendo los medios de subsistencia.

Las legumbres aportan nutrientes esenciales al suelo y este, a su vez, nos aporta alimentos y nutrientes esenciales a nosotros, contribuyendo a una dieta más saludable para todos.

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