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Rural women in Latin America: Recognize an opportunities to capitalize on sustainable solutions (In Spanish)

:01/01/2018

Por Anna Gincherman, Jefe Oficial de Desarrollo de Producto en el Banco Mundial de la Mujer.

Según el Banco Mundial, "aproximadamente el 70% de todas las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas (MIPYMEs) en los mercados emergentes no tiene acceso al crédito", a pesar del importante papel que desempeñan en el crecimiento económico, especialmente en los mercados emergentes. Esta situación afecta desproporcionadamente a las mujeres: datos de la Corporación Financiera Internacional indican que al menos "el 70% de las pequeñas y medianas empresas (PYMES) propiedad de mujeres dentro del sector formal en países en desarrollo están poco o nada atendidas por las instituciones financieras -un déficit de financiación de alrededor de 285 millones de dólares."

Hay un imperativo especial para cerrar la brecha de financiación para las mujeres, además de que suponga una gran oportunidad de mercado y una buena base de clientes: las mujeres en general tienen una cartera menor en riesgo, son clientes más fieles y tienden a comprar más productos. Sabemos que dar acceso a los servicios financieros a las mujeres de bajos ingresos contribuye al avance de familias y sociedades. También sabemos que las economías inclusivas son clave para el crecimiento sostenido, del orden de un 12% de aumento en el ingreso per cápita en 15 mercados emergentes, según Goldman Sachs.

En América Latina, aproximadamente el 35 por ciento de las mujeres tiene acceso a una cuenta bancaria. Teniendo en cuenta que los desafíos para el acceso a los servicios básicos en general son más amplios en las comunidades rurales, es seguro afirmar que esta cifra sea mucho más alta. A pesar de este flagrante mercado sin explotar, pocas instituciones han intensificado su trabajo para llegar a él. Sin embargo, ha habido tres instituciones de América Latina que han reconocido a las mujeres rurales como oportunidad: Interfisa Banco (Paraguay), Fundación de la Mujer (Colombia) y Caja Arequipa (Perú), y con el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo hemos trabajado con ellos para desarrollar productos de crédito sostenibles que satisfagan las necesidades de las mujeres.

Diseñando para la sostenibilidad

El proceso de desarrollo de productos del Banco Mundial de la Mujer (WWB) tiene en cuenta tres áreas clave en la creación de una propuesta sostenible. En el diseño de productos nos aseguramos de que las características del producto estén alineadas con las necesidades y capacidades del mercado de destino, teniendo en cuenta, por ejemplo, el carácter estacional de las empresas rurales y el impacto que eso supone en la capacidad de reembolso y en la garantía subsidiaria disponible. Nos aseguramos de que los esfuerzos en el marketing y formación del consumidor empleen tácticas que lleguen al cliente objetivo y que estén adaptados a su nivel de conocimientos y a su acceso a ciertos canales. Por último, pero no menos importante, desarrollamos un exhaustivo modelo operativo que aborda cuestiones prácticas como la distancia a las sucursales, el uso de la tecnología para reducir los costos, así como la gestión del rendimiento y cualquier desarrollo de capacidades que un buen funcionamiento requiera.

 

¿Qué sabemos acerca de las mujeres rurales?

Para atender este mercado resulta clave comprender las necesidades de la mujer, sus preferencias y el contexto con el que ella emplea los servicios financieros. Nuestra investigación de mercado en profundidad reveló que en esta región las mujeres ocupaban uno de los siguientes tres papeles en el hogar rural. Las contribuyentes vivían en hogares en los que el hombre estaba claramente al cargo, era la fuente de ingresos dominante y quien tomaba las decisiones. Las colaboradoras vivían en un hogar más cooperativo en el que la pareja compartía las funciones de negocios y del hogar como una sola economía. Las propietarias únicas son mujeres que tienen voz en el hogar y toman decisiones de forma cooperativa con sus maridos, pero que sin embargo mantienen sus negocios de forma independiente.

También aprendimos dos percepciones clave que resultan fundamentales para el desarrollo de los productos de crédito rural para ellas:

1. Tanto los hombres como las mujeres en las familias rurales subestiman la contribución de ellas a los ingresos familiares,

2. Los funcionarios hombres subestiman la contribución de las mujeres y pueden no llegar a tener en cuenta estos ingresos como parte de la evaluación un préstamo.

Estas percepciones suponían que las mujeres fuesen excluidas como clientes y que se ignorase una parte significativa de los ingresos familiares. Por ejemplo, cuando estuve en Paraguay acompañando a un oficial de préstamo que implantaba una metodología revisada de crédito, todos nos sorprendimos (el oficial de crédito, la cliente potencial, su marido y yo misma) de que los ingresos periódicos pero regulares de su negocio de recolección de leche y huevos superase, de hecho, los ingresos por la cosecha anual de su marido.

Ignorar las contribuciones de las mujeres tiene otro efecto: aumenta el riesgo crediticio ya que las evaluaciones para préstamos se apoyaban en los ingresos de una gran cosecha para el reembolso y sin tener en cuenta el constante flujo de efectivo de las actividades de las mujeres.

Soluciones prácticas, fundamentadas en la percepción, para servir a las mujeres rurales

A pesar de que cada institución financiera con la que trabajamos tenía metas y retos distintivos de su negocio, nuestra experiencia en estos tres mercados identificó seis principios a considerar por las instituciones financieras cuando se quiere llegar a las mujeres rurales.

1. Ajustar las características del producto (condiciones de los préstamos, garantías, documentación) para hacer del crédito algo accesible para las mujeres y relevante para sus actividades económicas.

2. Permitir varios préstamos por el hogar.

3. Centrase específicamente en las mujeres - campañas de marketing en su lenguaje y en sus términos (canales de distribución).

4. Modificar las metodologías de crédito existentes para que midan la totalidad de los ingresos familiares y el potencial de crecimiento de todos los negocios que estén generando ingresos.

5. Capacitar al personal para ver a las mujeres como clientes viables y valiosos.

6. Mesurar la buena atención a las mujeres y conectarlo con sus indicadores clave de rendimiento.

Y sabemos que estas intervenciones funcionan. Al final del período del proyecto, las tres instituciones financieras alcanzaron 80.000 clientes colectivamente, de los cuales el 46% eran mujeres. Por supuesto, el acceso al crédito es sólo el primer paso en el aprovechamiento de la oportunidad que presentan las mujeres rurales de ingresos bajos. La tecnología está haciendo mucho más fácil el acceso a los servicios financieros, abriendo paso a un apoyo más integral de las mujeres en sus diversas necesidades y etapas de la vida, a través del ahorro, los seguros y las pensiones.

 

Anna Gincherman

Anna Gincherman es Jefe Oficial de Desarrollo de Producto en el Banco Mundial de la Mujer y es responsable de la identificación y puesta en marcha de soluciones financieras innovadoras adaptadas a las necesidades de las mujeres de bajos ingresos. Ella proporciona liderazgo de la organización en la entrega de productos financieros sensibles al género y tiene una amplia experiencia en préstamos individuales y rural, adultos y jóvenes ahorro, seguro de salud, y la educación financiera.

El Banco Mundial de la Mujer es una organización global sin ánimo de lucro dedicada a dar a las mujeres de bajos ingresos mayor acceso a las herramientas y recursos financieros esenciales para su seguridad y la prosperidad. Con sede en Nueva York, Banco Mundial de la Mujer trabaja con 40 instituciones en 29 países alcanzando a 16 millones de mujeres.

Haga click aquí para leer el artículo en su idioma original (inglés).

 

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El equipo de la Plataforma de Territorios Inteligentes desea agradecer a Anna Gincherman y al Banco Mundial de la Mujer su colaboración en la elaboración de este artículo.

Author: Anna Gincherman
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