Los precios de los alimentos aumentaron en general de forma importante a finales de 2018 y en diciembre los del pan y el arroz alcanzaron sus niveles más altos desde el último período de hiperinflación, finalizado en 2008. Los precios de la harina de maíz también subieron significativamente, estando entre un 20 y un 40 por ciento más altos a nivel interanual. Los fuertes aumentos fueron provocados sobre todo por la escasez de divisas y una caída en el valor de la moneda local (hace dos años se introdujeron bonos para aliviar las restricciones de liquidez) frente al dólar EEUU. Un impuesto sobre las transacciones de dinero electrónico, ampliamente utilizadas en todo el país, reforzó aún más el aumento de los precios. En un esfuerzo por frenar la inflación en los precios alimentarios, el Gobierno suspendió las restricciones a la importación de productos básicos a finales de octubre de 2018 (FPMA-Políticas Alimentarias). Sin embargo, se espera que el aumento en los precios del combustible en más de un 150 por ciento a mediados de enero (FPMA-Políticas Alimentarias) -lo que incrementa los costes de operación y distribución para molineros y minoristas-, genere un aumento adicional en los precios alimentarios. Además, las perspectivas de producción para 2019 apuntan a una posible merma en la producción de cereales -con la recolección que debe comenzar en abril-, y cualquier reducción de suministros internos probablemente incremente la presión alcista sobre los precios.