Los antimicrobianos deben ser utilizados con moderación para preservar su utilidad para los sistemas agroalimentarios y la salud humana

Keith Sumption, Jefe del Servicio Veterinario de la FAO, habla de lo que debe hacerse para evitar el uso generalizado de antibióticos y otros antimicrobianos a fin de contribuir a mitigar y contener los riesgos de resistencia a los antimicrobianos

FAO

Una avicultora en Kenia (feminine)

©FAO/Luis Tato

24/11/2021
Keith Sumption, Jefe del Servicio Veterinario de la FAO, realizó su investigación de doctorado hace decenios en África meridional, en una época en la que los medicamentos veterinarios para mantener la salud del ganado solo estaban disponibles unos cuantos días al año. Hoy el problema no es la disponibilidad, sino el uso generalizado de estos medicamentos y, en consecuencia, el aumento de la resistencia a su eficacia. Se están perdiendo los beneficios derivados del acceso a los medicamentos en un momento en que preocupa conservar el acceso a tratamientos vitales esenciales. Le pedimos que nos explique las dificultades que plantea la resistencia a los antimicrobianos a los animales, los cultivos y las personas, así como posibles maneras de hacerles frente.


¿Qué escala y qué horizonte temporal plantea la amenaza de la resistencia a los antimicrobianos?

Se suele estimar que actualmente mueren al año 700 000 personas de causas relacionadas con la resistencia a los antimicrobianos y que esa cifra podría dispararse a los 10 millones al año para 2050 si no se adoptan medidas. Es muy probable que la primera cifra sea demasiado baja, lo cual tiene consecuencias realmente espeluznantes para la segunda. Puede que pronto lleguemos a un punto de inflexión en el que la resistencia a los antimicrobianos supere a las cardiopatías y a otras enfermedades calificadas de asociadas al estilo de vida como principal causa de muerte. Como máxima prioridad, tratamos de aumentar la concienciación, sobre todo en vista de que los cambios de comportamiento necesarios son complejos, y necesitamos datos de calidad más sistemáticos para prestar apoyo a las intervenciones y a la promoción.


¿Cómo pueden influir las circunstancias climáticas y los fenómenos meteorológicos extremos?

Debido a que muchos microbios prosperan en temperaturas más altas, es probable que el cambio climático eleve las tasas de transmisión de las enfermedades —humanas, animales o de las plantas— causadas por microbios, y de su resistencia al tratamiento. A la vez, los fenómenos meteorológicos extremos y los desastres naturales pueden dañar la infraestructura, y a menudo aumentan la densidad demográfica en zonas geográficas seguras limitadas, lo cual puede afectar negativamente a los servicios de saneamiento y guardar relación con la propagación de enfermedades y con un mayor uso de antimicrobianos. El cambio climático también ejercerá mayor presión en los sistemas de producción alimentaria, a raíz de lo cual podría aumentar el uso de medicamentos antimicrobianos en la agricultura para atender la demanda mundial de alimentos. Claramente, se trata de consecuencias inoportunas. Deseo recalcar que la propagación de la resistencia a los antimicrobianos supone que tenemos a nuestra disposición menos antimicrobianos eficaces. Nuestra capacidad de recurrir a ellos para hacer frente a enfermedades se verá mermada, por lo que tendremos que recurrir más a medidas de prevención, que son las que tratamos de promover hoy.


¿Pueden utilizar los sectores agroalimentarios mundiales menos antimicrobianos de los que utilizan actualmente?

En primer lugar, deseo señalar que exigir una disminución del uso de antimicrobianos es una simplificación excesiva. La gestión de los riesgos de enfermedades animales no es una opción, sino una necesidad. Tomando el ganado como ejemplo, una familia puede perder los ahorros de toda una vida si se le muere una vaca por una enfermedad que podría tratarse fácilmente con antimicrobianos. Sin embargo, la necesidad de utilizar antimicrobianos puede reducirse mediante, entre otras cosas, unas buenas prácticas de higiene y gestión de los animales, la selección de razas adecuadas, la mejora de la nutrición y el bienestar de los animales o la bioseguridad. Lo mismo ocurre con los cultivos: se puede conseguir mucho gracias a buenos suelos, una buena selección genética y semillas de calidad, y a veces hace falta hacer aún más. También se utilizan antimicrobianos para proteger cultivos, especialmente para arroz, tomates y cítricos. Si el uso de antimicrobianos se detuviera de repente a escala mundial sin haberse adoptado otras prácticas para prevenir y controlar las enfermedades animales y vegetales, se producirían perturbaciones hondas que tendrían consecuencias en la seguridad alimentaria y los ingresos, especialmente entre gran parte de la población más vulnerable. En vista de que los riesgos para los medios de vida son mayores en algunas regiones, tal vez sea aconsejable que los países de ingresos más altos, donde se lleva utilizando antimicrobianos en las explotaciones agrícolas desde el decenio de 1950, ayuden a países menos desarrollados a adoptar un enfoque progresivo a la vez que aportan recursos para fomentar mejoras en la bioseguridad y la bioprotección en el ámbito de las explotaciones. 

Con todo, sí: el uso de antimicrobianos puede reducirse, pero ello obliga a ofrecer a los productores ganaderos y agrícolas alternativas claras, lo cual ha resultado difícil, en parte porque los antimicrobianos se entienden como solución rápida a problemas subyacentes. Hemos de centrarnos en alternativas que no pongan en peligro la salud, el bienestar y la productividad de los animales. Asimismo, debemos prestar más atención a los antimicrobianos presentes en los desechos generados por personas o animales, que se filtran en el medio ambiente. Desacostumbrarnos del uso de antimicrobianos en aras de un mejor estado de salud —y me refiero al enfoque “Una salud”, que abarca a las personas, los animales, plantas y cultivos, y el medio ambiente— entraña ofrecer opciones mediante la elaboración de políticas apropiadas, la mejora de la comunicación y el fomento de un proceso de adopción simplificado. De algún modo, la resistencia a los antimicrobianos también es una enfermedad asociada al estilo de vida.


¿Plantea la resistencia a los antimicrobianos riesgos para la acuicultura, el sector de la producción alimentaria que más rápido crece?

Los organismos acuáticos están rodeados por una sopa de microbios, algunos de los cuales pueden ser patógenos, dependiendo de una serie de factores característicos del receptor, del agente patógeno y del medio ambiente. Circulan en poblaciones tanto silvestres como de cultivo de organismos acuáticos que a menudo no presentan señales de enfermedades clínicas o mortalidad. Las buenas prácticas en materia de acuicultura y bioseguridad, con la inclusión del uso sensato y responsable de antibióticos, son esenciales para prevenir las enfermedades y gestionar la salud. El uso de alternativas a los antibióticos que estimulen la respuesta inmunoprotectora de los animales, ya sea de tipo humoral o celular, puede reducir las probabilidades de resistencia a los antimicrobianos. Algunos ejemplos que han registrado distintos grados de éxito son vacunaciones, probióticos y prebióticos en los piensos, la gestión del microbioma intestinal, la fitoterapia y el uso de poblaciones exentas de patógenos específicos.


¿Deberíamos aspirar a eliminar el uso de antimicrobianos?

Es indispensable entender que la resistencia a los antimicrobianos puede surgir incluso si no existe uso directo. Los rasgos de la resistencia a los antimicrobianos pueden propagarse y multiplicarse a través de suelos, sistemas hídricos y otros vectores, y puede incluso que los entornos contaminados lo favorezcan. Las medidas de bioseguridad, como la mejora de la higiene en las explotaciones agropecuarias, pueden mitigar esta situación, pero suelen exigir un gran volumen de recursos. Hoy en día, algunos de los niveles más altos de resistencia a los antimicrobianos se registran en países de ingresos bajos y medianos, lo cual da a entender que otros factores, como el saneamiento deficiente, importan tanto como la escala de uso de antimicrobianos, por no decir más.

El objetivo no consiste en eliminar los antimicrobianos, sino en conservar su utilidad. Si acaso, necesitamos más innovación en cuanto a productos. Asimismo, las vacunas del ganado deben desempeñar un papel más destacado. Naturalmente, hay que trabajar mucho en los factores ambientales que acabo de mencionar, como la higiene y pienso más nutritivo para el ganado, a fin de garantizar la salud y la productividad de los animales.

Quizás no estemos en la edad media por lo que se refiere a la vigilancia mundial de la resistencia a los antimicrobianos, pero necesitamos datos mucho mejores. Dicho esto, las principales señales de alarma referentes a la multiplicación de microbios resistentes se han obtenido en pruebas realizadas en hospitales y pruebas de laboratorio en el ámbito de la medicina humana, que es mucho más intensiva que en la sanidad animal, en la cual las limitaciones de capacidad nos obligan a depender de un enfoque de vigilancia de carácter más pasivo. No cabe duda de que fomentar la confianza en nuestros sistemas agroalimentarios va a exigir mejores datos y una mejor vigilancia. A medida que avancemos en la reducción del uso de antimicrobianos, aumentará la necesidad de disponer de regímenes de ensayo más sólidos para detectar enfermedades e indicios de resistencia. Se trata de una buena gestión del riesgo, pero, como he señalado antes, a largo plazo no tendremos otra opción.


¿Qué está haciendo la FAO con respecto a la resistencia a los antimicrobianos?

¡Mucho! La FAO tiene proyectos en más de 40 países dirigidos a reducir la resistencia a los antimicrobianos en los ámbitos de la salud y la producción de animales acuáticos y terrestres, la inocuidad de los alimentos y los piensos, los recursos genéticos, la producción de cultivos, la ordenación de los recursos naturales, la comunicación de los riesgos y las ciencias del comportamiento. El nuevo Plan de acción de la FAO sobre la resistencia a los antimicrobianos para 2021-25 se centra en el aumento de la concienciación y la participación de las partes interesadas, el fortalecimiento de las tareas de vigilancia e investigación y muchas esferas más en los ámbitos de la gobernanza y la asignación sostenible de recursos. La FAO, la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) suman fuerzas desde 2018 en calidad de alianza tripartita para proseguir su arraigada asociación prestando especial atención a la lucha contra la resistencia a los antimicrobianos. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) es un aliado fundamental al respecto. Estamos estableciendo una plataforma de asociación entre múltiples partes interesadas sobre la resistencia a los antimicrobianos para agrupar a partes interesadas privadas y públicas de todo el espectro humano, animal, vegetal y ambiental.

Pero deseo hacer hincapié en el tipo de labor sobre el terreno que puede generar repercusiones locales reales y propiciar más vías de progreso real. Los antimicrobianos se compran y se venden, y en muchas partes del mundo apenas se ejerce supervisión o se dan situaciones en las que ambas partes apenas disponen de información científica, por no hablar de conciencia de los riesgos de resistencia a los antimicrobianos. Entretanto, cerca de dos millones de paraprofesionales se encargan de gestionar estas transacciones tan solo en África y Asia. Estos paraprofesionales deberían gozar de la condición de expertos certificados, lo cual supondría que sus contribuciones podrían corresponder no solo a productos, sino también a orientación respecto del uso de menos antimicrobianos, y que desearían conservar esa ventaja mediante capacitación permanente. Con apoyo de la primera inversión de la Fundación Bill y Melinda Gates en la esfera de la resistencia a los antimicrobianos, estamos al frente de programas piloto en Nigeria, Sudáfrica y Uganda.

El plan allana el camino a una serie de estímulos en el comportamiento que se potencian a sí mismos y pueden ampliarse para incorporar datos mejores, que en muchos lugares escasean. Los macrodatos han sido útiles para la eficiencia agrícola industrial, y los datos de carácter ultralocal pueden presentar ventajas semejantes, al permitir a un productor medir sus propios resultados o comparar su producción con la de sus vecinos. Un factor esencial consiste en ayudar a los paraprofesionales a pasar del suministro de bienes a la prestación de servicios. Es probable que un papel más sólido de los paraprofesionales también contribuya a combatir la proliferación de productos de calidad inferior y falsificados. Asimismo, permitiría que los principales participantes en las cadenas de valor mundiales, como los fabricantes de productos punteros de sanidad animal y vegetal, contribuyeran de forma más incisiva a la lucha mundial contra la resistencia a los antimicrobianos. En la FAO estamos decididos a crear maneras en que el sector privado contribuya a poner más alto el listón para todos, en particular en el caso de los proveedores en pequeña escala que proporcionan alimentos a la mayoría de la población.

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