El apicultor Julio Solana Muñoz posa con una de sus colonias de abejas. La tasa de mortalidad en sus colmenas es de casi el 35%. ©FAO/Greg Beals
Estamos a principios de mayo en Extremadura, una de las regiones de España que más miel produce. Julio Solana Muñoz, tercera generación de una saga de apicultores, está preocupado. Desde hace un año viene observado que las flores en los campos cercanos a su pueblo ya no son tan numerosas. Sus colmenas también se han ido reduciendo. En los últimos años, la tasa de mortalidad de sus abejas ha aumentado hasta casi el 35%.
Las abejas son fundamentales para la economía de Fuenlabrada de los Montes, la localidad natal de Julio; su miel está considerada como una de las mejores de Europa, y la región a la que pertenece, Extremadura, origina más del 10% de la producción de miel de España. Sin embargo, las abejas son igual de importantes en otros lugares del mundo: tres de cada cuatro de los cultivos que producen frutas o semillas para el consumo humano en todo el planeta, dependen –al menos en parte– de polinizadores como las abejas.
“Las abejas son vida”, asegura. “Sin ellas, la mayoría de los cultivos de los que nos alimentamos no existirían”.
Las abejas son famosas por producir miel, pero su impacto a nivel mundial va mucho más allá. Fotos: ©FAO/Greg Beals
En Fuenlabrada de los Montes –al igual que sucede en otros lugares–, las abejas están amenazadas. Las tasas actuales de desaparición de especies son entre cien y mil veces más altas de lo normal debido a la actividad humana. Posiblemente los insectos supongan la mayor parte de la pérdida futura de biodiversidad, ya que el 40% de las especies polinizadoras de invertebrados –en particular abejas y mariposas– corren peligro de extinción.
Los cambios en el uso de la tierra, las prácticas agrícolas intensivas, el monocultivo y los plaguicidas han fragmentado y degradado los hábitats de los polinizadores. La globalización facilita además la transmisión de plagas y enfermedades, lo que supone una amenaza en particular para los propios polinizadores. Además, los fenómenos meteorológicos extremos asociados al cambio climático dificultan la polinización, al provocar un desfase entre la demanda (floración de las plantas) y la oferta de los proveedores de servicios (unas poblaciones abundantes y variadas de polinizadores).
La disminución de los polinizadores podría tener efectos desastrosos para el futuro de nuestros alimentos. Su ausencia pondría en peligro las tres cuartas partes de los cultivos que en todo el mundo dependen –al menos en parte– de la polinización, entre los que se incluyen las manzanas, los aguacates, las peras o las calabazas. Mejorar la polinización no solamente permite mitigar desastres: con una mejor gestión, la polinización tiene el potencial de aumentar los rendimientos y la calidad de la producción agrícola.
Para muchos de los pequeños campesinos que se dedican a cultivos que dependen de la polinización (como el cacao y el café), la escasez de polinizadores podría significar menos ingresos y una mayor vulnerabilidad al hambre y la malnutrición.
En reconocimiento al papel fundamental de los polinizadores en la producción de alimentos y en la seguridad alimentaria, la FAO promueve prácticas favorables a los mismos en la gestión agrícola. Por ejemplo, aporta asistencia técnica a los países en cuestiones que van desde la cría de abejas reinas hasta la inseminación artificial, pasando por soluciones sostenibles para la producción de miel y su comercialización para la exportación. La FAO coordina también la Iniciativa internacional sobre polinizadores, que vigila la disminución de los polinizadores, identifica soluciones y crea capacidad para gestionar la polinización en favor de la agricultura sostenible.
Tres de cada cuatro cultivos que producen frutas o semillas para consumo humano en el mundo dependen, al menos en parte, de las abejas y otros polinizadores. ©FAO/Greg Beals
Pero cada uno de nosotros juega igualmente un papel importante. Como ciudadanos, debemos instar a nuestros gobiernos a aumentar la colaboración entre organizaciones nacionales e internacionales, instituciones académicas y redes de investigación para monitorear, investigar y evaluar a los polinizadores y los servicios de polinización. Los agricultores pueden ayudar a conservar la abundancia, diversidad y salud de los polinizadores, asegurándose de que sus explotaciones les ofrezcan de forma continua recursos alimentarios y refugio.
En Fuenlabrada de los Montes y en otros lugares, proteger a polinizadores como las abejas ayuda a mantener la biodiversidad y a unos ecosistemas dinámicos, así como a proteger unos cultivos y medios de subsistencia que son fundamentales para un futuro #HambreCero. Reconozcamos el papel clave que desempeñan los polinizadores para garantizar la seguridad alimentaria a nivel mundial.
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