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El poder del sol


Las bombas de agua a energía solar ayudan a los agricultores y los agropastores a adaptarse al cambio climático en Sudán del Sur

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15/4/2024

Es temprano por la mañana y Michael Lokuru Kuri saca a pastar a su ganado, como hace todos los días al amanecer para evitar el calor. La escena de él conduciendo el ganado fuera del recinto es bastante apacible.

Pero no siempre ha sido así. “Me han asaltado dos veces”, asegura Lokuru, como todos le llaman. Lokuru explica que la relación con las comunidades vecinas del condado de Kapoeta Sur, en el estado de Ecuatoria Oriental, en la parte suroriental de Sudán del Sur, es tensa.

En la aldea de Nakoringomo, en Sudán del Sur, Lokuru Kuri perdió este año toda su cosecha debido a una estación excesivamente seca, lo que le hizo depender por completo de sus animales para obtener ingresos. ©FAO/Eduardo Soteras

“Quieren llevarse nuestro ganado a la fuerza e intentan matarnos. Se llevaron mis vacas y solo me quedaron cinco”. Cierra el puño para representar el número cinco y relata cómo tuvo que volver a esforzarse para conseguir más animales.

Pero al menos se han solventado algunos de los problemas a los que se enfrenta con su ganado. Anteriormente, la prolongada estación seca le obligaba a llevar a pastar a sus animales lejos de su aldea de Nakoringomo, con lo que aumentaba el riesgo de conflictos por los recursos hídricos.

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La prolongada temporada seca había obligado a Lokuru a llevar a pastar a sus animales lejos de su aldea, con lo que aumentó el riesgo de conflictos por los recursos hídricos. ©FAO/Eduardo Soteras

Esto ocurría antes de que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), con financiación del Banco Africano de Desarrollo, aportase ayuda para excavar un embalse de 30 000 m3 e instalase una bomba de agua a energía solar en su comunidad.

“Ahora no necesitamos llevar a nuestros animales a otros lugares a buscar agua porque tenemos suficiente para darles”, afirma este hombre de 34 años.

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La FAO excavó un embalse e instaló un bomba de agua a energía solar para que Lokuru y otros pastores pudieran dar de beber a su ganado sin alejarse de la aldea. ©FAO/Eduardo Soteras

La presencia de esta instalación, alimentada por dos paneles solares que generan la electricidad necesaria para bombear agua de forma sostenible desde el embalse, implica que él y su comunidad ya no tienen que obtener agua de forma laboriosa de una cuenca de captación. “La bomba de agua a energía solar nos lo ha simplificado todo”.

“Nuestro ganado bebe agua limpia bombeada hasta los abrevaderos por una bomba a energía solar”, cuenta Lokuru mientras llena uno con una manguera para que el ganado beba. Disponer de agua limpia significa que los animales se mantienen más sanos, lo que es fundamental para las personas que dependen del ganado para vivir.

En la granja de Lokuru, los estragos del cambio climático son claramente visibles en el suelo agrietado y los cultivos marchitos de sus campos. “Ha habido cambios en la meteorología”, afirma. “Este año ha sido el peor; todos los cultivos resultaron abrasados por el sol”, describe, desmenuzando la cosecha reseca entre sus dedos. “No hemos recolectado nada en esta temporada”.

Por eso es tan importante para su familia mantener sano el ganado. Mientras se prepara para vacunar a las cabras de Lokuru, Quinto Asaye Alex, inspector de los servicios veterinarios de Ecuatoria Oriental, afirma que tres cuartas partes de esta comunidad “se ganan la vida con el ganado y, de hecho, dependen de ello”.

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Lokuru también aprendió a administrar vacunas a sus animales en una capacitación apoyada por la FAO. Ahora ayuda a vacunar a los animales de otros miembros de la comunidad y forma a otros para hacerlo. ©FAO/Eduardo Soteras

Un objetivo aún más importante de las visitas del veterinario es la capacitación del propio Lokuru para administrar las vacunas a sus animales y a los de sus vecinos. La capacitación apoyada por la FAO para trabajadores comunitarios como Lokuru, que fue designado por su propia aldea, incluye la administración de vacunas, la identificación de enfermedades, la separación de los animales enfermos de los sanos y su tratamiento, explica Quinto.

Lokuru es uno de los 30 trabajadores comunitarios que han recibido capacitación en todo el condado de Kapoeta Sur. “Me considero un líder porque tengo los conocimientos. La FAO me ha formado en muchos ámbitos. Administro tratamientos y vacunas, algo que otras personas no pueden hacer. Todavía tengo fuerzas. Capacitaré a los jóvenes y me aseguraré de que lleguen a ser como yo en la comunidad”.

Sudán del Sur se enfrenta al triple desafío del cambio climático, las repercusiones continuas de los combates en grandes zonas del país y los episodios de inundaciones y sequía. © FAO/Eduardo Soteras

Situación en Sudán del Sur.

Ejecutado por la FAO en nombre del Banco Africano de Desarrollo y el Gobierno de Sudán del Sur, el apoyo forma parte de una iniciativa para impulsar la resiliencia y la capacidad de adaptación de las comunidades de este país frente al cambio climático.

Meshack Malo, Representante de la FAO en Sudán del Sur, asegura que el preocupante nivel de inseguridad alimentaria del país es un reto importante.

“En este país, todavía tenemos más de un 70 % de personas que, en algunas ocasiones, no están seguras de dónde van a conseguir su próxima comida”, afirma Malo.

A esto hay que añadir las repercusiones continuas de los combates en amplias zonas del país y el cambio climático, “de manera que el país se encuentra frente a este doble y a veces incluso triple desafío, si sumamos los episodios de inundaciones o de sequía”, concluye Malo.

“La FAO tiene una visión general de los cambios que se están produciendo en las pautas meteorológicas de la región”, explica Malo. “Pero no es tan fácil de entender para las comunidades. Podemos dar semillas, variedades y herramientas adaptadas al clima, así que se trata de un paquete de medidas que empieza por entender y conocer verdaderamente el cambio que se necesita hacer teniendo en cuenta los nuevos factores climáticos que intervienen”.

Malo explica que la FAO, con varios asociados, ayudó a poner en marcha un programa radiofónico, llamado Ziraa Tanna, para divulgar información relacionada con el clima a las comunidades agrícolas.

Sin embargo, se trata de un proceso de aprendizaje. Entretanto, los agricultores deben hacer frente a las consecuencias de estos cambios climáticos.

El cambio climático se deja sentir intensamente en esta zona de Sudán del Sur. Todo lo que plantó Lilly Kiden fue destruido por el sol, explica. ©FAO/Eduardo Soteras

“Los cambios meteorológicos nos han afectado mucho”, afirma Lilly Kiden, una agricultora de 38 años, mientras ella y sus colegas cavan el suelo seco de su parcela de hortalizas comunitaria.

Dice que “este año ha sido uno de los peores” y explica que en años anteriores los cultivos habían logrado sobrevivir con pocas lluvias, “pero esta vez todo lo que plantamos fue destruido por el sol”, se queja y añade: “tengo la impresión de que se han desperdiciado mucho tiempo y energía”.

Para Lilly, que es el único sostén económico de su familia, integrada por sus siete hijos y otros 10 familiares a su cargo, el poder ganarse la vida cultivando y vendiendo sus hortalizas es crucial para su supervivencia.

“Si el tiempo sigue así, mis hijos no tendrán nada para comer y algunos de ellos dejarán de ir a la escuela”, dice Lilly mientras se despide de ellos en la escuela por la mañana.

Gracias a que la FAO ha introducido el riego con energía solar en esta región de Sudán del Sur, Lilly ya no depende totalmente de las condiciones meteorológicas. “El proyecto de la FAO nos ha ayudado excavando un embalse para almacenar agua para nuestras hortalizas e instalando una bomba de agua a energía solar para el riego”, explica mientras deshierba su parcela.

Esto ha permitido que ella y sus vecinos dispongan de suficiente agua para sus hortalizas “y hemos podido ampliar nuestra explotación”, dice con orgullo.

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La FAO introdujo el riego con energía solar en la comunidad de Lilly, lo cual permitió que ella y sus vecinos dispusieran de agua suficiente para sus hortalizas. ©FAO/Eduardo Soteras

Lilly describe la importancia de trabajar en grupo, porque las mujeres trabajan y se ríen juntas. “El nuestro es un grupo muy pacífico de 25 miembros que trabajamos y vendemos como un equipo. Cada miembro del grupo tiene la obligación de vender en el mercado”, dice. “Después de haber hecho la venta, nos encontramos a final del mes para ver cuánto hemos ganado entre todas y repartir los beneficios”.

Lolibay Joyce Marco, que ha venido trabajando como oficial de campo de la FAO los últimos dos años, dice que las mujeres son el principal sostén económico de sus familias en esta comunidad. “Este tipo de riego las ayuda mucho a fortalecer su capacidad de obtener más ingresos para sostener a sus familias”, dice.

“Tengo la oportunidad de interactuar con ellas y cuando ven que soy mujer, me hablan libremente de los problemas que les afectan”.

Por supuesto, una de las cuestiones fundamentales es cómo forjar un medio de vida decente en las duras condiciones de esta parte de Sudán del Sur, donde el sentido de solidaridad también es de suma importancia en la comunidad. Las asociaciones de ahorro y préstamo de las aldeas son primordiales en este tema de trabajar juntos.

En una reunión de la asociación de ahorro y préstamo con sus vecinos, Lilly se sienta y explica: “El dinero obtenido de la venta de nuestras hortalizas me ha ayudado mucho, porque puedo comprar alimentos para mi familia y apartar algo para ahorrar en la caja de la asociación de ahorro y préstamo de la comunidad”.

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Una asociación de ahorro y préstamo de la aldea también ayuda a Lilly y a los miembros de su comunidad a trabajar conjuntamente para ahorrar en caso de necesidad. ©FAO/Eduardo Soteras

Como Lokuru, Lilly está decidida a destinar parte de sus ganancias a su comunidad. Al levantarse del asiento, entrega más de 500 libras sursudanesas (SSP) (3,85 USD) a la mujer encargada de manejar el dinero de la asociación, que lo pone en dos bandejas: “400 SSP para la asociación y 100 SSP para ayudar a cualquier miembro del grupo en caso de emergencia”.

Todo esto ha sido posible gracias a la asistencia de la FAO, que comprende semillas para cultivar las hortalizas y cursos de capacitación, explica Lilly, que migró a este distrito de Kapoeta desde su aldea natal en Torit, a unos 120 kilómetros al sudoeste, para buscar una vida mejor y que se siente agradecida porque gracias a la asistencia del proyecto no tiene que hacer las maletas y volver a instalarse en otro lugar.

Por el contrario, afirma: “Mi sueño es trabajar más duro para que mis hijos sigan yendo a la escuela”. Añade: “Nunca me sentaré ni me relajaré. Seguiré esforzándome para que vayan a la escuela”.

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Los esfuerzos de Lilly van dirigidos a enviar a sus hijos a la escuela. Es el sueño y el trabajo de su vida. ©FAO/Eduardo Soteras

Con el apoyo de la iniciativa dirigida por la FAO y sus asociados, Lokuru y Lilly están transmitiendo sus conocimientos y los resultados que han obtenido a otros miembros de sus comunidades con vistas a sostener los medios de vida y capacitar a los jóvenes, incluso en la difícil situación en la que se encuentra su país.

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