SOFI 2018 - El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo

Seguridad alimentaria y nutrición en el mundo

Aumenta el hambre

Por tercer año consecutivo, se ha producido un aumento del hambre en el mundo. El número absoluto de personas subalimentadas –es decir, las personas que padecen privación crónica de alimentos–, ha aumentado a casi 821 millones en 2017, desde alrededor de 804 millones en 2016. Se trata de los niveles que había hace casi una década.

Aumenta la cantidad de personas que padecen hambre: 821 millones de personas no cuentan con suficientes alimentos para comer.

link FIGURA 1

El número de personas subalimentadas del mundo ha ido en aumento desde 2014, y se estima que alcanzó 821 millones en 2017

  • Prevalencia (porcentaje)
  • Número (millones)

*Valores proyectados, ilustrados con líneas de puntos y círculos vacíos.
FUENTE: FAO

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La proporción de personas subalimentadas entre la población mundial –la prevalencia de la subalimentación– puede haber alcanzado el 10,9% en 2017. La inestabilidad persistente en regiones devastadas por conflictos, los eventos climáticos adversos en muchas regiones del mundo y la desaceleración económica que ha afectado a zonas más pacíficas y empeorado la seguridad alimentaria, son todos ellos factores que ayuda a explicar este deterioro de la situación.

La situación está empeorando en América del Sur y en la mayoría de las regiones de África (Tabla 1). África sigue siendo el continente con mayor prevalencia de la subalimentación, que afecta a casi el 21% de la población (más de 256 millones de personas). La situación también se está deteriorando en América del Sur, donde la prevalencia de la subalimentación aumentó del 4,7% en 2014 al 5,0% proyectado en 2017. La tendencia decreciente de la subalimentación en Asia parece que se está ralentizando de forma significativa. La prevalencia de la subalimentación proyectada para Asia en 2017 es del 11,4%, lo que representa más de 515 millones de personas. Sin un mayor esfuerzo, el mundo no alcanzará el objetivo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de erradicar el hambre para 2030.

link TABLA 1

Prevalencia de la subalimentación en el mundo, 2005-2017

Prevalencia de la subalimentación (%)
2005 2010 2012 2014 2016 20171
Mundial 14.5 11.8 11.3 10.7 10.8 10.9
África 21.2 19.1 18.6 18.3 19.7 20.4
África septentrional 6.2 5.0 8.3 8.1 8.5 8.5
África subsahariana 24.3 21.7 21.0 20.7 22.3 23.2
África oriental 34.3 31.3 30.9 30.2 31.6 31.4
África central 32.4 27.8 26.0 24.2 25.7 26.1
África austral 6.5 7.1 6.9 7.4 8.2 8.4
África occidental 12.3 10.4 10.4 10.7 12.8 15.1
Asia 17.3 13.6 12.9 12.0 11.5 11.4
Asia central 11.1 7.3 6.2 5.9 6.0 6.2
Asia sudoriental 18.1 12.3 10.6 9.7 9.9 9.8
Asia meridional 21.5 17.2 17.1 16.1 15.1 14.8
Asia occidental 9.4 8.6 9.5 10.4 11.1 11.3
Asia central y Asia meridional 21.1 16.8 16.7 15.7 14.7 14.5
Asia oriental y Asia sudoriental 15.2 11.5 10.1 9.0 8.9 8.9
Asia occidental y África septentrional 8.0 7.1 8.9 9.3 9.9 10.0
América Latina y Caribe 9.1 6.8 6.4 6.2 6.1 6.1
Caribe 23.3 19.8 19.3 18.5 17.1 16.5
América Latina 8.1 5.9 5.4 5.3 5.3 5.4
América Central 8.4 7.2 7.2 6.8 6.3 6.2
América del Sur 7.9 5.3 4.7 4.7 4.9 5.0
Oceanía 5.5 5.2 5.4 5.9 6.6 7.0
América Septentrional y Europa < 2.5 < 2.5 < 2.5 < 2.5 < 2.5 < 2.5

1Valores proyectados
FUENTE: FAO


Progresos en la mejora de la nutrición

Progreso frente al retraso del crecimiento infantil y en la lactancia materna exclusiva, pero no frente a la anemia

En general, ha habido algún progreso con respecto al retraso del crecimiento y la lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses de vida. El número de niños con retraso del crecimiento disminuyó de 165,2 millones en 2012 a 150,8 millones en 2017, un descenso del 9%. Sin embargo, el dato sigue siendo inaceptablemente alto.

En 2017, el 40,7% de los lactantes menores de seis meses fueron alimentados exclusivamente con leche materna, frente al 36,9% en 2012. Las tasas de lactancia materna exclusiva en África y Asia son 1,5 veces superiores a las de América del Norte, donde solo el 26,4% de los bebés menores de seis meses se alimentan únicamente de leche materna.

Por el contrario, la anemia entre las mujeres en edad reproductiva no está mejorando. La prevalencia de la anemia entre las mujeres en esta edad ha aumentado gradualmente del 30,3% en 2012 al 32,8% en 2016 sin que ninguna región muestre una disminución. Desgraciadamente una de cada tres mujeres en edad reproductiva en el mundo se ve todavía afectada por la anemia, con importantes consecuencias para la salud y el desarrollo tanto de las mujeres como de sus hijos.

link FIGURA 6

Todavía queda un largo camino por recorrer para alcanzar las metas para 2025 y 2030 en relación con el retraso del crecimiento, la emaciación, el sobrepeso, la lactancia materna exclusiva, la anemia en mujeres en edad reproductiva y la obesidad en adultos

Retraso del crecimiento

(menores de 5 años)

Emaciación

(menores de 5 años)

Sobrepeso

(menores de 5 años)

Lactancia materna exclusiva

(< 6 meses)

Anemia

(mujeres en edad reproductiva)

Obesidad

(adultos)

FUENTES: Los datos correspondientes al retraso del crecimiento, la emaciación y el sobrepeso se basan en datos del UNICEF, la OMS y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento/Banco Mundial. 2018. UNICEF, WHO, World Bank Group Regional and Global Joint Malnutrition Estimates, May 2018 Edition [en línea]. http://www.who.int/nutgrowthdb/estimates; ; los datos de lactancia materna exclusiva se basan en datos del UNICEF. 2018. Alimentación de lactantes y niños pequeños: lactancia materna exclusiva, lactancia materna predominante. En: Datos del UNICEF: Monitoring the Situation of Children and Women [en línea]. https://data.unicef.org/topic/nutrition/infant-and-young-child-feeding; los datos para la anemia se basan en datos de la OMS. 2017. Observatorio mundial de la salud [en línea]. http://apps.who.int/gho/data/node.imr.PREVANEMIA?lang=en; los datos para la anemia se basan en datos de la OMS. 2017. Observatorio mundial de la salud [en línea]. http://apps.who.int/gho/data/node.main.A900A?lang=en

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Emaciación

En 2017, el 7,5% de los niños menores de cinco años (50,5 millones) se vieron afectados por la malnutrición aguda (emaciación: peso bajo para la estatura), lo que los hace padecer un mayor riesgo de mortalidad. Un análisis de 2013 indicaba que 875 000 muertes (el 12,6% del total) entre niños menores de cinco años estaban relacionadas con la malnutrición aguda, de las cuales 516 000 muertes (7,4% de todas las muertes entre niños menores de 5 años) se asociaban a la malnutrición aguda severa.

Sobrepeso infantil y obesidad adulta

Desde 2012, la proporción mundial de niños con sobrepeso permanece relativamente estancada, con un 5,4% en 2012 y un 5,6% (38,3 millones) en 2017. De estos 38,3 millones de niños con sobrepeso, un 25% viven en África y un 46% en Asia.

La obesidad adulta, por otro lado, está empeorando. Las tasas de obesidad adulta continúan aumentando cada año, desde el 11,7% en 2012 al 13,2% en 2016. Esto significa que en 2017, más de uno de cada ocho adultos en el mundo –más de 672 millones– es obeso.

La prevalencia de la obesidad entre los adultos ha aumentado en el mundo de forma constante entre 1975 y 2016, y a un ritmo acelerado en la última década. La obesidad adulta más elevada se da en América del Norte, con una tasa de crecimiento que es también la más elevada. Y aunque África y Asia continúan teniendo las tasas más bajas de obesidad, puede observarse igualmente una tendencia al alza.

Las múltiples cargas de la malnutrición

Como se mencionó anteriormente, los niveles de retraso del crecimiento infantil y emaciación persisten en todas las regiones y países; sin embargo, de forma simultánea se ha producido un aumento del sobrepeso y la obesidad, a menudo en los mismos países y comunidades con niveles relativamente altos de retraso del crecimiento infantil. Esta coexistencia de subalimentación con sobrepeso y obesidad se conoce comúnmente como la “doble carga” de la malnutrición. Una gran proporción de la población mundial se ve también afectada por carencias de micronutrientes (vitaminas y minerales), a menudo denominadas “hambre oculta” porque puede no haber signos visibles. La anemia por deficiencia de hierro en mujeres en edad reproductiva es una de las formas de carencia de micronutrientes.

Una gran proporción de la población mundial se ve también afectada por carencias de micronutrientes (vitaminas y minerales). A menudo se le denomina “hambre oculta” porque puede no haber signos visibles.

Muchos países cuentan con una elevada prevalencia de más de una forma de malnutrición. Esta carga múltiple de la malnutrición prevalece en los países de ingresos bajos, medianos bajos y medianos y se concentra entre la población pobre. La obesidad en los países de ingresos altos se concentra igualmente entre los pobres. La coexistencia de formas múltiples de malnutrición puede ocurrir no solo dentro de los países y las comunidades, sino también dentro de los hogares, e incluso puede afectar a una misma persona a lo largo de su vida.

Los caminos desde la inseguridad alimentaria a la malnutrición

El acceso insuficiente a los alimentos –y en particular, a alimentos saludables– contribuye a la subalimentación, así como al sobrepeso y la obesidad. Aumenta el riesgo de bajo peso al nacer, de retraso del crecimiento infantil y de anemia en mujeres en edad reproductiva, y está relacionado con el sobrepeso en las niñas en edad escolar y la obesidad entre las mujeres, en especial en los países de ingresos medianos altos y altos. Hay varias vías que llevan desde el acceso inadecuado a los alimentos a múltiples formas de malnutrición. La Figura 14 ilustra dos caminos: uno que va desde la inseguridad alimentaria hasta la subalimentación y otro que conduce al sobrepeso y la obesidad.

link FIGURA 14

Trayectorias del acceso inadecuado a los alimentos a las múltiples formas de la malnutrición



  • Trayectoria de la desnutrición
  • Trayectoria de los factores obesogénicos

FUENTE: Creado por la División de Estadística de la FAO para el presente informe.

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La inseguridad alimentaria (acceso inestable a los alimentos) puede contribuir a la emaciación, al retraso del crecimiento infantil y las carencias de micronutrientes, al afectar negativamente a un consumo suficiente de alimentos. Una dieta caracterizada por la ingesta insuficiente de calorías, proteínas, vitaminas y minerales impedirá el crecimiento y el desarrollo del feto, del lactante y del niño. Estas dietas contribuyen a la subalimentación materna y, en consecuencia, a un mayor riesgo de bajo peso al nacer, que a su vez son factores de riesgo de retraso del crecimiento en los niños. El estrés de vivir con inseguridad alimentaria puede tener también un efecto negativo en la nutrición de los lactantes, al comprometer la lactancia materna.

La subalimentación y la obesidad coexisten en muchos países.

Aunque parezca una paradoja, la inseguridad alimentaria puede también contribuir al sobrepeso y la obesidad: los alimentos nutritivos y frescos tienden a menudo a ser costosos. Por tanto, cuando en el hogar escasean los recursos para comprarlos, la gente elige alimentos más económicos que a menudo son hipercalóricos y bajos en nutrientes. Esto es especialmente cierto en los entornos urbanos y en los países de ingresos medianos altos y altos, aunque el efecto negativo de la inseguridad alimentaria en la calidad de la dieta se ha documentado por igual en países de ingresos bajos, medianos y altos.

Existen además factores psicosociales que vinculan la inseguridad alimentaria con la obesidad. La vivencia de no tener acceso seguro o adecuado a los alimentos provoca a menudo sentimientos de ansiedad, estrés y depresión, lo que a su vez puede llevar a conductas que aumentan el riesgo de sobrepeso y obesidad. Estos incluyen patrones de darse atracones o comer en exceso cuando hay alimentos disponibles (y su disponibilidad continua sigue siendo incierta), o elegir “alimentos reconfortantes” de bajo costo e hipercalóricos, ricos en grasa, azúcar y sal. Se ha observado que estos alimentos tienen efectos fisiológicos que reducen el estrés a corto plazo.

Los patrones de alimentación desordenados y la privación de alimentos forman otro componente que vincula la inseguridad alimentaria con la malnutrición. Los ciclos de “festín y hambruna” provocan cambios metabólicos que se han asociado con un aumento de la grasa corporal, una disminución de la masa muscular magra y un aumento de peso más rápido cuando hay abundancia de alimentos.

Además, la privación de alimentos para las madres, lactantes y niños puede dar como resultado una “impronta metabólica” fetal y de la niñez temprana, que aumenta el riesgo de obesidad y enfermedades crónicas no transmisibles relacionadas con la dieta más adelante en la vida. La desnutrición, así como el sobrepeso de la madre, ocasionados por la falta de acceso estable a dietas adecuadas pueden causar cambios metabólicos, fisiológicos y neuroendocrinos en los niños, lo que alimenta un ciclo intergeneracional de malnutrición.

La coexistencia de múltiples formas de malnutrición significa que las dos vías descritas anteriormente no funcionan de forma aislada, sino que se afectan entre sí. De esta forma, la desnutrición asociada con la seguridad alimentaria podría vincularse, al mismo tiempo, al sobrepeso y la obesidad. Como se ha descrito antes, la inseguridad alimentaria se relaciona con el bajo peso al nacer en los lactantes. El bajo peso al nacer es un factor de riesgo para el retraso del crecimiento infantil, que a su vez se asocia con el sobrepeso y la obesidad más tarde en la vida. Según la OMS, “Los niños que han sufrido desnutrición y que nacieron con bajo peso o son pequeños para su edad (retraso del crecimiento), corren riesgos muy superiores de sufrir sobrepeso y obesidad si en etapas posteriores de la vida siguen dietas de alto contenido calórico y un tipo de vida sedentario”. Cabe también señalar que los niños con retraso del crecimiento corren un mayor riesgo de padecer a la vez sobrepeso.

¿Qué se puede hacer?

Es necesario implementar y ampliar las intervenciones destinadas a garantizar el acceso a alimentos nutritivos y romper el ciclo intergeneracional de malnutrición. Los 1 000 días entre la concepción y los dos años de edad de un niño son una oportunidad inigualable para prevenir el retraso del crecimiento y el sobrepeso infantil, y para promover la nutrición, el crecimiento y el desarrollo de los niños con efectos duraderos a lo largo de su vida. La lactancia materna exclusiva en los primeros seis meses de vida y los alimentos complementarios y las prácticas alimentarias adecuadas hasta los dos años de edad son fundamentales para garantizar el crecimiento y desarrollo normal de los niños durante esta ventana de oportunidad crítica.

El acceso a alimentos inocuos, nutritivos y suficientes se debe considerar como un derecho humano, dando prioridad a los más vulnerables. Las políticas deben prestar especial atención a la seguridad alimentaria y la nutrición de los niños menores de cinco años, los niños en edad escolar, las adolescentes y las mujeres con miras a detener el ciclo intergeneracional de la malnutrición. Se necesita un cambio hacia la agricultura que tiene en cuenta la nutrición y los sistemas alimentarios que proporcionan alimentos inocuos y de calidad, promoviendo dietas saludables para todos.


Impacto del clima en la seguridad alimentaria y la nutrición

El SOFI del año pasado indicaba que los conflictos y la violencia en varias partes del mundo se encontraban entre las principales causas del hambre y la inseguridad alimentaria, lo que sugiere que los esfuerzos para combatir el hambre deben ir de la mano de otros para mantener la paz. Los nuevos datos del informe de este año destacan que además de los conflictos, la variabilidad climática y los fenómenos meteorológicos extremos se encuentran entre los factores clave del reciente aumento del hambre en el mundo, y en algunos casos estos dos factores interactúan. Son también una de las principales causas de las crisis alimentarias graves.

El número de desastres relacionados con la variabilidad climática extrema, que incluyen temperaturas extremas, sequías, inundaciones y tormentas, se ha duplicado desde principios de la década de 1990.

El número de desastres relacionados con la variabilidad climática extrema, que incluyen calor extremo, sequías, inundaciones y tormentas, se ha duplicado desde principios de la década de 1990, con un promedio de 213 de estos eventos al año en el período 1990-2016. Estos eventos afectan a la productividad agrícola, lo que contribuye a mermar la disponibilidad de alimentos, con efectos colaterales que causan alzas en los precios alimentarios y pérdidas de ingresos que reducen el acceso de la población a los alimentos.

link FIGURA 15

Aumento del número de desastres extremos relacionados con el clima, 1990-2016

  • Fenómenos totales
  • Inundación
  • Tormenta
  • Sequía
  • Temperatura extrema

NOTA: Número total de desastres naturales que tuvieron lugar en países de ingresos bajos y medianos por región y durante el período 1990-2016. Los desastres se definen como eventos a media y gran escala que superan los umbrales establecidos para el registro en la Base de Datos Internacional sobre Desastres (EM-DAT).
Véase el Anexo 2 para consultar la definición completa de desastres incluidos en la EM-DAT.
FUENTE: Elaborado por la FAO a partir de los datos procedentes de la Base de Datos Internacional sobre Desastres (EM-DAT). 2009. EM-DAT [en línea]. www.emdat.be

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La variabilidad climática y los fenómenos extremos ya están socavando negativamente la producción de cultivos importantes en las regiones tropicales y, a falta de adaptación, se espera que la situación empeore a medida que las temperaturas aumentan y se vuelven más extremas.

En muchas áreas, los fenómenos meteorológicos extremos se han incrementado en cantidad e intensidad, en particular donde las temperaturas promedio están aumentando: los días muy calurosos son cada vez más frecuentes y las jornadas de más calor alcanzan temperaturas más altas. El calor extremo se asocia con una mayor mortalidad, menor capacidad de trabajo, menores rendimientos agrícolas y otras consecuencias que socavan la seguridad alimentaria y la nutrición.

Además del aumento de temperaturas y los cambios en las precipitaciones, la naturaleza de las estaciones lluviosas también se está transformando, en particular la cadencia de los eventos climáticos estacionales.

Los cambios dentro de la propia estación pueden no registrarse como eventos climáticos extremos (sequías, inundaciones o tormentas) sino que son aspectos de la variabilidad climática que afectan al crecimiento de los cultivos y a la disponibilidad de pastos para el ganado, con implicaciones potencialmente importantes para la seguridad alimentaria y la nutrición.

Varios países, en especial en África, América Central y el Sudeste asiático, experimentaron sequías, no solo a través de precipitaciones totales anormalmente bajas, sino también por una menor intensidad de lluvias y menos días con precipitaciones.

Conexión directa de la sequía con el hambre

Los indicadores de seguridad alimentaria y nutrición pueden asociarse claramente a un evento climático extremo, como una sequía severa, que amenaza gravemente a la agricultura y a la producción alimentaria.

De todos los riesgos naturales, las inundaciones, las sequías y las tormentas tropicales son los que más afectan más a la producción alimentaria. Las sequías, en particular, causan más del 80% del daño y las pérdidas totales en la agricultura, en especial en los subsectores de la ganadería y la producción agrícola. En relación con los eventos extremos, el subsector de la pesca es el más afectado por tsunamis y tormentas, mientras que la mayor parte del impacto económico en la actividad forestal viene provocado por las inundaciones y tormentas. Si una sequía es severa y lo suficientemente extendida, puede afectar la disponibilidad y el acceso nacional de alimentos, así como la nutrición, aumentando la prevalencia de la subalimentación a nivel nacional.

Las sequías severas están agravando el hambre mundial y revirtiendo el progreso logrado.

El hambre es notablemente mayor en países con sistemas agrícolas que son muy sensibles a la variabilidad de las precipitaciones y la temperatura y a sequías severas, donde el sustento de una gran proporción de la población depende de la agricultura y donde el país no cuenta con medidas de apoyo suficientes para contrarrestar las consecuencias. En otras palabras, para casi el 36% de los países que experimentaron un aumento de la subalimentación desde 2005, esto coincidió con la ocurrencia de una grave sequía agrícola.

Out of 27 countries with increasing change points in the prevalence of undernourishment occurring under severe drought stress conditions, most (19 countries) are in Africa, with the remaining four in Asia, three in Latin America and the Caribbean, and one in Eastern Europe.

De los 27 países con aumentos en la prevalencia de la subalimentación bajo condiciones de sequía severa, la mayoría (19 países) se encuentran en África, los cuatro restantes en Asia, tres en América Latina y el Caribe y uno en Europa del Este.

A Fondo

El caso de El Niño

Las anomalías de temperaturas asociadas con el fenómeno de El Niño muestran que la variabilidad y las extremas del clima afectan la agricultura. Si observamos los aumentos en la serie temporal de prevalencia de la subalimentación, vemos que muchos corresponden con la presencia de sequías graves. Por ejemplo, para casi el 36% de los países que experimentaron un aumento de la subalimentación desde 2005, este coincidió con la presencia de sequías graves.

Lo más llamativo es el fuerte aumento en el número de variaciones relacionadas con las condiciones de sequía severa en 2014-2015, años en los que se produjeron casi dos tercios de las variaciones. En estos casos, la prevalencia de la subalimentación aumentó desde 2015 en adelante, y esto puede relacionarse con sequías graves causadas por El Niño en 2015-2016. Un análisis más detallado revela que muchos países han sido testigos de períodos de aumento de la subalimentación en los últimos años; sin embargo, durante el período del evento ENOS de 2015-2016, este cambio en tantos países contribuyó a revertir la tendencia de la prevalencia de la subalimentación a nivel mundial.

Esta asociación se ha visto corroborada por una serie de estudios que muestran un fuerte vínculo entre la sequía y el retraso en el crecimiento en los niños. Por ejemplo, los eventos de sequía en Bangladesh están asociados con una tasa de retraso en el crecimiento más alta alrededor de cinco y nueve meses después del comienzo de la sequía. En las zonas rurales de Zimbabwe, los niños de entre uno y dos años expuestos a las sequías muestran una velocidad de crecimiento mucho menor en comparación con los niños de la misma edad que viven en áreas con lluvias en el promedio. En el África subsahariana, los climas más cálidos y secos están relacionados con una disminución de la disponibilidad de alimentos y el aumento de las estimaciones de prevalencia de retraso del crecimiento infantil.

La variabilidad y los fenómenos climáticos extremos se encuentran entre los principales factores detrás del aumento del hambre.

Mayor exposición a la variabilidad y los fenómenos climáticos extremos

La exposición de los países a la variabilidad climática y los fenómenos meteorológicos extremos es también una tendencia en alza. En 2017, el promedio de la prevalencia de la subalimentación en los países con elevada exposición a impactos climáticos fue 3,2 puntos porcentuales superior a la de los países con baja o nula exposición. Aún más llamativo es que los países con mucha exposición han más que duplicado el número de personas subalimentadas que aquellos sin una exposición elevada.

link FIGURA 25

Aumento de la prevalencia y el número de personas subalimentadas en países con una exposición elevada a eventos climáticos extremos

  • Número de personas subalimentadas en 2017 (millones)
  • Prevalencia de la subalimentación en 2017

NOTAS: Prevalencia (sin ponderar) y número de personas subalimentadas en países de ingresos bajos y medianos con una exposición elevada y baja a eventos climáticos extremos durante el período 2011-16. Los países con una exposición elevada se definen como aquellos expuestos a eventos climáticos extremos (calor, sequías, inundaciones y tormentas) durante más del 66% del tiempo, es decir, durante más de tres años en el período 2011-16; una exposición baja es de tres años o menos.
Véase en el Anexo 2 para consultar la lista de países con una exposición alta a eventos climáticos extremos y la metodología empleada.
FUENTE: C. Holleman, F. Rembold y O. Crespo (próxima publicación). The impact of climate variability and extremes on agriculture and food security: an analysis of the evidence and case studies. FAO Agricultural Development Economics Technical Study 4. Roma, FAO. Para la clasificación de los países con una exposición alta y baja a eventos climáticos extremos; FAO para los datos sobre prevalencia de subalimentación.

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Una elevada dependencia de la agricultura, cuantificada por el número de personas empleadas en el sector, aumenta la prevalencia de la subalimentación en 9,6 puntos porcentuales (25%); en el caso de los países de bajos ingresos, el aumento equivale a 13,6 puntos porcentuales (29%).

El hallazgo es diferente para los países de medianos ingresos, donde el aumento en prevalencia de la subalimentación es menos pronunciado y ocurre más tarde (desde 2015-2016). Esto tiende a indicar que los países de medianos ingresos fueron capaces de absorber los impactos del aumento de la exposición a los fenómenos climáticos extremos, pero es posible que no hayan sido capaces de hacerles frente en el período 2015-2016, posiblemente debido a la gravedad de la exposición a El Niño.

Otros factores pueden también haber entrado en juego durante este período, por ejemplo, la desaceleración económica que experimentaron muchos países latinoamericanos, que redujo el espacio fiscal para implementar programas sociales y disminuyó la capacidad de estos países para hacer frente a los eventos climáticos extremos.

Eventos meteorológicos extremos y crisis alimentarias

Mientras el hambre va en aumento, es igualmente alarmante que la cantidad de personas que se enfrentan a una inseguridad alimentaria a nivel de crisis continúe aumentando.

En 2017, casi 124 millones de personas en 51 países y territorios se enfrentaron niveles de “crisis” de inseguridad alimentaria aguda o peores, que requieren medidas de emergencia inmediatas para salvaguardar sus vidas y preservar sus medios de subsistencia. Esto supone un aumento en comparación con 2015 y 2016, cuando 80 y 108 millones de personas, respectivamente, se enfrentaban a niveles de crisis.

Los desastres relacionados con el clima representan ahora más del 80% de todos los principales desastres señalados a nivel internacional.

En 34 de estos 51 países, más del 76% de la población total que se enfrenta a niveles de crisis o situaciones peores de inseguridad alimentaria aguda (unos 95 millones de personas), se vieron afectados también por las crisis y los fenómenos climáticos extremos. Donde coincidieron los conflictos y las crisis climáticas, el impacto en la inseguridad alimentaria fue más severo. En 2017, 14 de los 34 países con crisis alimentarias padecieron el doble impacto de los conflictos y las crisis climáticas, lo que llevó a un aumento significativo en la gravedad de la inseguridad alimentaria aguda.

Las inundaciones causan más desastres relacionados con el clima a nivel mundial que cualquier otro evento climático extremo, y los desastres relacionados con las inundaciones registraron el mayor aumento (65%) en los últimos 25 años. La frecuencia de las tormentas no aumenta tanto como la de las inundaciones, pero las tormentas son el segundo factor más frecuente de desastres relacionados con el clima.

Impacto de la variabilidad climática en todas las dimensiones de la seguridad alimentaria

TLa mayoría de las personas más vulnerables a los choques climáticos y los riesgos naturales son los 2 500 millones de pequeños agricultores, pastores, pescadores y miembros de comunidades que dependen de los bosques, que obtienen sus alimentos e ingresos de recursos naturales renovables.

En 2015-2016, la sequía causada por El Niño resultó en pérdidas del 50-90% de las cosechas en el Corredor Seco de América Central, en especial en El Salvador, Honduras y Guatemala.

La variabilidad climática y los fenómenos extremos tienen el impacto directo más fuerte en la disponibilidad de alimentos, dada la sensibilidad de la agricultura al clima y el papel principal del sector como fuente de alimentos y medios de subsistencia para los pobres de las zonas rurales. Sin embargo, las consecuencias totales son mucho mayores y más complejas que tan solo los impactos en la productividad agrícola.

La variabilidad y los fenómenos climáticos extremos están socavando todas las dimensiones de la seguridad alimentaria: disponibilidad de alimentos (con pérdidas de productividad que reducen la producción alimentaria y aumentan las importaciones de alimentos); el acceso a los alimentos (que causa subidas en los precios de los alimentos y volatilidad –en especial después de los eventos climáticos extremos–, pérdida de ingresos para quienes dependen de la agricultura); utilización de alimentos e inocuidad alimentaria: consumo de alimentos reducido o peor, calidad e inocuidad de los alimentos reducidas debido a la contaminación de los cultivos, brotes de plagas y enfermedades causadas por la intensidad de las precipitaciones o cambios en las temperaturas.

La variabilidad climática amenaza a todos los aspectos de la seguridad alimentaria: la cantidad de alimentos producidos, el acceso de la población a los mismos, la capacidad de las personas para absorber los nutrientes y la inocuidad del propio alimento.

Los impactos directos e indirectos provocados por el clima tienen un efecto acumulativo, lo que lleva a una espiral descendente con un aumento de la inseguridad alimentaria y la malnutrición.

Como se ha dicho, un impacto obvio es que la variabilidad climática y los extremos afectan negativamente la productividad agrícola, en términos de cambios en el rendimiento de los cultivos (la cantidad de producción agrícola cosechada por unidad de superficie), áreas de cultivo (área plantada o recolectada) o intensidad de cultivo (cantidad de cultivos obtenidos en un año).

link FIGURA 30

Los subsectores de los cultivos y la ganadería sufren los daños y pérdidas más elevados en la agricultura debido a las catástrofes relacionadas con el clima, de las cuales la sequía es la más destructiva, 2006-2016

A) Daños y pérdidas en la agricultura como proporción de los daños y pérdidas totales en todos los sectores por tipo de peligro

B) Daños y pérdidas en la agricultura por subsector agrícola, porcentaje del total

NOTAS: FAO, basado en evaluaciones de las necesidades después de desastres, 2006-2016. La información disponible sobre los sectores de la pesca, la acuicultura y la actividad forestal es a menudo escasa. En general, las repercusiones de las catástrofes en el sector forestal se reconocen en las evaluaciones aunque raramente se cuantifican en términos monetarios.
See Annex 2, for the full definition of EM-DAT disasters.
FUENTE: FAO. 2018. The impact of disasters and crises on agriculture and food security 2017. Roma.

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Además, la variabilidad climática y los extremos afectan también a las importaciones de alimentos, a medida que los países intentan compensar las pérdidas de producción interna. Los impactos en la producción se traducirán inevitablemente en una pérdida de ingresos para la población cuyo sustento depende de la agricultura y los recursos naturales, lo que reduce su capacidad de acceder a los alimentos.

Otro factor a tener en cuenta son las subidas y la volatilidad en los precios de los alimentos tras los fenómenos climáticos extremos. Las anomalías climáticas, y en particular los eventos extremos, alteran los rendimientos agrícolas, la producción y las existencias. Los episodios de elevada volatilidad de los precios alimentarios representan una grave amenaza para el acceso a los alimentos, en especial en los países de ingresos bajos y medianos y entre los grupos más pobres en los países de ingresos altos. El impacto de las subidas de precios y la volatilidad no solo recae más sobre los pobres urbanos, sino también entre los pequeños productores de alimentos, los trabajadores agrícolas y los pobres rurales, que son compradores netos de alimentos.

La variabilidad climática y los fenómenos meteorológicos extremos llevan igualmente a la pérdida de ingresos para aquellos cuyo sustento depende de la agricultura y los recursos naturales, que luego tiene un impacto negativo en el acceso a los alimentos, ya que los hogares poseen menos recursos para comprarlos. Las encuestas en los hogares ponen de manifiesto que el acceso a los alimentos y los ingresos de las familias de agricultores de pequeña escala se ven negativamente afectados por la variabilidad climática y los fenómenos extremos. Existe además evidencia de que las crisis climáticas no solo afectan al nivel de ingresos, sino también a la variabilidad de los mismos.

El impacto de la volatilidad de los precios recae más sobre los compradores netos de alimentos, que no solo son los pobres urbanos, sino también los pequeños productores de alimentos, los trabajadores agrícolas y los pobres de las zonas rurales.

Los cambios en el clima tienen además un fuerte impacto en la nutrición, al alterar la calidad de los nutrientes y la variedad de la dieta de los alimentos producidos y consumidos. Impacta igualmente en el agua y el saneamiento, con implicaciones para los patrones de riesgos sanitarios y enfermedades, así como cambios en la atención maternoinfantil y la lactancia materna.

Los hogares adoptan estrategias de supervivencia en respuesta a la reducción de alimentos e ingresos y al aumento de los precios tras las crisis climáticas. Estrategias que incluyen hacer menos comidas por día y menos alimentos en cada comida, saltarse comidas y consumir menos alimentos ricos en nutrientes y/o alimentos más hipercalóricos con alto contenido de grasas, azúcares y sal, que comprometen la diversidad y calidad de la dieta.

Las lluvias más erráticas y las temperaturas más altas junto con otros eventos extremos afectan la calidad y la inocuidad de los alimentos. Las condiciones climáticas cambiantes y extremas como la temperatura y la humedad pueden conducir a una mayor contaminación del agua y los alimentos. Incluso una mayor contaminación del agua utilizada para el riego puede afectar la inocuidad de los cultivos y los animales que los consumen, así como la producción de alimentos resultante. El agua y los alimentos insalubres crean un círculo vicioso de diarrea y malnutrición, amenazando el estado nutricional de los más vulnerables.

Los estudios han relacionado los eventos de El Niño con una mayor incidencia de enfermedades en la población. En África Oriental, más de la mitad de las ocurrencias de El Niño han sido acompañadas por brotes correspondientes de Fiebre del Valle del Rift.

Además, los extremos climáticos afectan a menudo directamente a la salud humana a través de cambios en la temperatura y las precipitaciones y los riesgos naturales. Estos aumentan el peligro de enfermedades, lo que compromete aún más la seguridad alimentaria y la nutrición. La enfermedad interfiere con la capacidad del cuerpo para absorber nutrientes, lo que puede afectar negativamente el estado nutricional de adultos y niños.

Los desastres relacionados con el clima crean y mantienen la pobreza, lo que contribuye al aumento de la inseguridad alimentaria y la malnutrición, así como a la vulnerabilidad actual y futura ante fenómenos meteorológicos extremos. También afectan a los medios de vida y los activos para el sustento, en especial de los pobres, lo que contribuye a un mayor riesgo de inseguridad alimentaria y malnutrición. Los fenómenos climáticos extremos prolongados o recurrentes provocan una disminución de la capacidad de reacción, la pérdida de medios de subsistencia, migración por situaciones de dificultad e indigencia.

La resiliencia climática es una solución. Es importante fortalecer los sistemas alimentarios y los medios de vida de la población para anticiparse y adaptarse a los efectos de la variabilidad climática y los fenómenos extremos.

Resiliencia climática

Abordar la variabilidad climática y los fenómenos meteorológicos extremos para minimizar su impacto en la seguridad alimentaria y la nutrición requiere centrarse en la resiliencia. Esto incluye, intervenciones específicas para el contexto dirigidas a anticipar, limitar y adaptarse a los efectos de la variabilidad climática y los fenómenos extremos y desarrollar la resiliencia de los medios de subsistencia, los sistemas alimentarios y la nutrición ante los impactos y las crisis climáticas.

Se necesitan urgentemente medidas ampliadas en todos los sectores para fortalecer la resiliencia de los medios de subsistencia y los sistemas alimentarios a la variabilidad climática y los fenómenos extremos. Estas medidas deberían llevarse a cabo mediante políticas, programas y prácticas integradas de reducción y gestión del riesgo de desastres y adaptación al cambio climático con una visión a corto, medio y largo plazo.

La implementación de políticas y programas de resiliencia climática implica la adopción y reajuste de herramientas e intervenciones como: monitoreo de riesgos y sistemas de alerta temprana; preparación y respuesta ante emergencias; medidas de reducción de vulnerabilidad; protección social reactiva a emergencias, transferencias de riesgos y financiación basada en previsiones; y estructuras sólidas de gobernanza de los riesgos en el nexo entre medio ambiente, alimentos y salud.

Para encontrar soluciones es necesario establecer más asociaciones y mejorar las capacidades de gestión de riesgos, además de una financiación plurianual, predecible y en gran escala para la reducción y gestión del riesgo de desastres, además de políticas, programas y prácticas de adaptación al cambio climático.