En las tres últimas décadas, la agroecología ha recibido mucha atención como base para la transición de la agricultura convencional y la producción centrada en el aspecto comercial externo; hacia una agricultura ecológica y localizada, que no sólo proporcione a las familias rurales importantes beneficios sociales, económicos y ambientales, sino también una alimentación más sostenible y equitativa a la población.

Se ha demostrado que la agroecología impulsa substancialmente la producción agrícola, aumenta la diversidad agrobiología, fortalece la capacidad de recuperación del agroecosistema y mejora la nutrición. Además, suele contribuir a mejorar la infraestructura comunitaria en materia de higiene, sanidad y salubridad, así como la dinámica comunitaria y las oportunidades de liderazgo de las mujeres y los jóvenes.

COVID-19 ha sido especialmente riguroso para las poblaciones vulnerables. Con frecuencia, en esta crisis han sido los pequeños agricultores quienes han contribuido a alimentar a sus comunidades. Ese tipo de relaciones estrechas y directas ha demostrado tener muchas ventajas en las largas cadenas de suministro que caracterizan a la mayoría de los sistemas alimentarios modernos. En su positivo panorama se ve claramente la necesidad de promover nuevos sistemas alimentarios locales que garanticen la producción y el acceso a alimentos abundantes y saludables para todos.

En este contexto, Groundswell International ha hecho cada vez más énfasis en la creación de empresas de gestión y propiedad local, así como en la conexión de los agricultores con los mercados locales, a fin de asegurar sus ingresos y, al mismo tiempo, el acceso de las comunidades a los alimentos en medio de las amplias perturbaciones de la cadena de suministro causadas por la pandemia.