A pesar de algunos descensos entre los cereales con la recolección de 2020, los precios de los alimentos siguieron subiendo en general en mayo, lo que contribuyó a elevar la tasa de inflación anual cerca del 800 por ciento. La débil y depreciada moneda nacional siguió siendo la causa principal, sobre todo teniendo en cuenta la mayor dependencia del país de las importaciones en 2019 y 2020. El Gobierno pasó en junio de un sistema de tipo de cambio fijo a uno de subasta para contener nuevas pérdidas de valor de la moneda, reducir la diferencia entre los tipos de cambio oficiales y los del mercado paralelo y, en última instancia, frenar las subidas de precios. Sin embargo, los informes del país indican una depreciación continua en junio, en particular en el mercado paralelo. La modificación en el sistema de tipos de cambio provocó además un aumento de los precios del combustible en junio -que se duplicaron con creces-, y se espera que ello incremente los costes operacionales de la producción de alimentos, añadiendo presión a los precios al por menor. Además, las restricciones en los mercados informales de alimentos -debido a las medidas de contención ante la COVID-19 y, por consiguiente, a la escasez de la oferta local-, apoyaron también los elevados precios de los últimos meses. Se prevé que la producción de cereales inferior a la media en 2020 (SMIA-Resúmenes informativos por países), que sigue a una cosecha ya reducida en 2019, mantendrá los precios altos.