Páginas preliminares

Prefacio

Introducción

La utilización humana de la tierra y el agua para fines agrícolas todavía no ha alcanzado su punto máximo, si bien todas las pruebas apuntan a que el crecimiento de la productividad agrícola se está ralentizando, la capacidad productiva se está agotando rápidamente y se están provocando daños ambientales. Adoptar prácticas de producción a escala que sean más responsables desde el punto de vista ambiental y climáticamente inteligentes puede invertir las tendencias en cuanto al deterioro de los recursos de tierras y aguas y promover un crecimiento inclusivo. Esto se ajusta a las aspiraciones del Marco estratégico de la FAO, a saber, “una mejor producción, una mejor nutrición, un mejor medio ambiente y una vida mejor”.

El último decenio ha sido testigo de la publicación de varios marcos de políticas mundiales importantes, por ejemplo, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, el Acuerdo de París sobre el cambio climático, el Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres 2015 2030, las Modalidades de acción acelerada para los pequeños Estados insulares en desarrollo (PEID), la Nueva Agenda Urbana y la Agenda de Acción de Addis Abeba de la Tercera Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo. Los marcos han introducido los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), las contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC, por sus siglas en inglés) y la neutralidad de la degradación de la tierras (NDT). En particular, existen ODS específicos sobre el agua y metas relativas a la tierra y la salud del suelo. Estos marcos vienen acompañados de evaluaciones mundiales de los recursos naturales, entre otras cosas, sobre los suelos, la actividad forestal, la biodiversidad, la desertificación y el clima. La finalidad del informe El estado de los recursos de tierras y aguas del mundo para la alimentación y la agricultura: sistemas al límite (SOLAW 2021) consiste en hacer balance de las consecuencias para la agricultura y recomendar soluciones para transformar la función combinada de la tierra y el agua en los sistemas mundiales de alimentos.

Adoptar prácticas de producción a escala que sean más responsables desde el punto de vista ambiental y climáticamente inteligentes puede invertir las tendencias en cuanto al deterioro de los recursos de tierras y aguas y promover un crecimiento inclusivo.

©Oliver Nguyen

La incertidumbre debida al cambio climático y a los complejos mecanismos de retroalimentación entre el clima y la tierra suponen para la agricultura unos niveles amplificados de riesgo que hay que gestionar. Desde una perspectiva mundial, una convergencia de factores ejerce una presión sin precedentes sobre los recursos de tierras y aguas, lo que da lugar a una serie de repercusiones y perturbaciones de origen humano en el suministro de productos agrícolas, sobre todo alimentos. En el informe SOLAW 2021 se sostiene que es necesario subrayar el carácter urgente de una esfera de políticas públicas y bienestar humano hasta el momento ignorada, la que se ocupa del futuro a largo plazo de la tierra, el suelo y el agua.

Cuidar la tierra, el agua y, en especial, la salud a largo plazo de los suelos es fundamental para acceder a los alimentos en una cadena alimentaria que siempre es exigente.

©FAO/Giulio Napolitano

Las perturbaciones, incluyendo las inundaciones graves, las sequías y la pandemia de la enfermedad por coronavirus (COVID 19), tienden a desviar la atención de las prioridades de desarrollo. Las instituciones financieras internacionales advierten de las desigualdades cada vez mayores entre los países desarrollados y los países en desarrollo a la hora de lograr las metas mundiales, al tiempo que hacen frente a la reaparición de infecciones y el incremento del número de muertes por COVID 19. Los programas de recuperación ofrecen oportunidades para abordar las situaciones de emergencia y poner en marcha el proceso de cambio, por ejemplo, en la ordenación de tierras y aguas.

La tierra, el suelo y el agua constituyen la base del compromiso de la FAO con los cambios defendidos durante la Cumbre de las Naciones Unidas sobre los Sistemas Alimentarios de 2021. Sin embargo, se necesitan reconocimiento e iniciativas para reorientar la atención a la tierra, que es donde se produce el 98% de los alimentos del mundo. Cuidar la tierra, el agua y, en especial, la salud a largo plazo de los suelos es fundamental para acceder a los alimentos en una cadena alimentaria que siempre es exigente, garantizar una producción favorable a la naturaleza, promover medios de vida equitativos y crear resiliencia a las perturbaciones y tensiones derivadas de los desastres naturales y las pandemias. Todo esto parte del acceso a la tierra y el agua y la gobernanza de estos recursos. La ordenación sostenible de la tierra, el suelo y el agua también sustenta las dietas nutritivas y diversas y las cadenas de valor eficientes en el uso de los recursos en el cambio hacia pautas de consumo sostenibles.

Aspectos destacados del SOLAW 2021

El informe SOLAW 2021 se publica en un momento en que se están intensificando las presiones antrópicas sobre los sistemas de tierras, suelos y agua dulce, justo cuando se les está llevando a sus límites productivos. Los efectos del cambio climático ya están limitando la producción de secano y de regadío más allá de las consecuencias ambientales derivadas de decenios de uso insostenible. En este informe de síntesis se presentan las principales conclusiones y recomendaciones del informe completo SOLAW 2021 y sus anexos e informes de antecedentes, que se publicarán a principios de 2022.

La edición de 2021 se basa en los conceptos y las conclusiones formulados en el informe anterior SOLAW 2011. Muchas cosas han acontecido en los años que han transcurrido. En evaluaciones, previsiones e hipótesis realizadas recientemente por la comunidad internacional se describe un panorama alarmante de los recursos naturales del planeta, en el que se pone de relieve el uso excesivo e indebido, la degradación, la contaminación y el aumento de la escasez. El incremento de la demanda de alimentos y energía, los usos industriales, municipales y agrícolas contrapuestos, y la necesidad de conservar y mejorar la integridad de los ecosistemas de la Tierra y sus servicios hacen que la situación sea extremadamente compleja y esté llena de interrelaciones e interdependencias.

En el informe SOLAW 2021 se adopta el Marco de Referencia Fuerza Conductora - Presión - Estado - Impacto - Respuesta (FPEIR). Se trata de un marco bien establecido para analizar importantes relaciones interconectadas entre la producción agrícola sostenible, la sociedad y el medio ambiente, así como presentar informes al respecto. El Marco FPEIR proporciona una estructura con la que brindar información sobre las relaciones de causalidad con miras a formular recomendaciones clave en materia de políticas y permitir a los responsables de las políticas evaluar la orientación y naturaleza de los cambios necesarios para promover la ordenación sostenible de los recursos de tierras y aguas.

Los factores que impulsan la demanda de recursos de tierras y aguas son complejos. La FAO calcula que en 2050 la agricultura tendrá que producir casi un 50% más de alimentos, fibras y biocombustibles que en 2012 para satisfacer la demanda mundial y mantenerse en buen camino para lograr el “hambre cero” de aquí a 2030. Los progresos realizados en la reducción del número de personas subalimentadas en la primera parte del siglo XXI se han visto revertidos. Este número ha aumentado de 604 millones en 2014 a 768 millones en 2020. Si bien existen posibilidades de satisfacer las necesidades nutricionales de 9 700 millones de personas en 2050 a escala mundial, se prevé que los problemas con las pautas locales de producción y consumo empeoren, lo que aumentaría los niveles de subalimentación y obesidad entre una población en constante crecimiento y movimiento.

Las opciones para ampliar la superficie cultivada son limitadas. Se están perdiendo terrenos agrícolas de primera calidad debido a la urbanización. El riego ya absorbe el 70% del total de extracciones de agua dulce. La degradación de la tierra, la escasez de agua y el cambio climático provocados por el ser humano están aumentando los niveles de riesgo para la producción agrícola y los servicios ecosistémicos en los momentos y lugares en los que más se necesita el crecimiento económico.

La mayoría de las presiones sobre las tierras, los suelos y los recursos hídricos del mundo la genera la propia agricultura. El aumento del uso de insumos químicos (inorgánicos), la adopción de la mecanización agrícola y las repercusiones generales de la mayor intensidad del monocultivo y el pastoreo se concentran en reservas cada vez menores de terrenos agrícolas. Estos factores producen una serie de externalidades que afectan también a otros sectores al degradar la tierra y contaminar los recursos hídricos superficiales y subterráneos.

La degradación de la tierra, la escasez de agua y el cambio climático provocados por el ser humano están aumentando los niveles de riesgo para la producción agrícola y los servicios ecosistémicos en los momentos y lugares en los que más se necesita el crecimiento económico.

©FAO/Giulio Napolitano

Las repercusiones de la acumulación de presiones sobre la tierra y el agua se dejan sentir de manera generalizada en las comunidades rurales, en particular en los lugares en los que la base de recursos es limitada y la dependencia es alta, y en cierta medida en las poblaciones urbanas pobres donde las fuentes alternativas de alimentos son escasas. El deterioro de la tierra, el suelo y los recursos hídricos provocado por el ser humano reduce el potencial de producción, el acceso a alimentos nutritivos y, de forma más amplia, la biodiversidad y los servicios ecosistémicos que sustentan los medios de vida sanos y resilientes.

Un desafío fundamental de la agricutura es reducir la degradación de la tierra y las emisiones, así como frenar la contaminación y evitar la pérdida de servicios ecosistémicas, manteniendo al mismo tiempo los niveles de producción. Las respuestas deben incluir una ordenación climáticamente inteligente de la tierra ajustada a las variaciones en los procesos relativos al suelo y al agua. Existen opciones de gestión disponibles para aumentar los niveles de productividad y producción, siempre y cuando la innovación en materia de gestión y tecnología se pueda aplicar a escala para la transición hacia sistemas agroalimentarios sostenibles. Sin embargo, nada de esto puede llegar muy lejos si no se lleva a cabo una planificación y ordenación de la tierra, el suelo y los recursos hídricos a través de una gobernanza eficaz de la tierra y el agua.

Es esencial subrayar la urgencia de adoptar las transformaciones necesarias en el núcleo del sistema alimentario mundial.

©FAO/IFAD/WFP/Michael Tewe

Es fundamental incrementar la productividad de la tierra y el agua para lograr la seguridad alimentaria, una producción sostenible y las metas de los ODS. No obstante, no existe una solución única a todas las situaciones. Actualmente, se dispone de un conjunto completo de soluciones viables para mejorar la producción de alimentos y llevar un seguimiento de las principales amenazas planteadas por la degradación de la tierra, el aumento de la escasez de agua y la disminución de la calidad del agua.

En el informe SOLAW 2021 se indica una forma posible de combinar intervenciones institucionales y técnicas para abordar el desafío que supone aumentar la seguridad hídrica y alimentaria en el ámbito de los recursos de tierras, suelos y aguas y, de manera más amplia, en los distintos sistemas agrícolas y alimentarios. Asimismo, se hace hincapié en la importancia de adoptar enfoques integrados al gestionar los recursos de tierras y aguas. La gestión sostenible de la tierra (GST), la gestión sostenible de los suelos y la gestión integrada de los recursos hídricos (GIRH) son todos ellos ejemplos de estos enfoques, que pueden combinarse con la innovación tecnológica, los datos y las políticas para acelerar la mejora de la eficiencia en el uso de los recursos, aumentar la productividad y armonizar los progresos con los ODS.

Una cuestión importante que hay que reconocer es que se sigue excluyendo a muchos agentes del cambio en el panorama de los beneficios de los avances técnicos. Esto se aplica de forma desproporcionada a los grupos más pobres y socialmente desfavorecidos, la mayoría de los cuales vive en zonas rurales. Si bien puede haber soluciones técnicas a desafíos específicos relacionados con la tierra y el agua al alcance de la mano, mucho dependerá de cómo se asignen los recursos de tierras y aguas. Solo podrán adoptarse formas inclusivas de gobernanza de la tierra y el agua a escala cuando haya voluntad política, se formulen políticas de adaptación y se realicen inversiones complementarias. Es necesario centrar la atención principalmente en la gobernanza de la tierra y el agua a fin de producir los cambios transformadores necesarios para lograr modelos de agricultura sostenible que puedan aumentar los ingresos y sustentar los medios de vida, al tiempo que protegen y restauran la base de recursos naturales.

También se necesitarán esfuerzos complementarios considerables en los sistemas alimentarios más allá de la explotación agrícola para aumentar al máximo las sinergias y gestionar las compensaciones recíprocas en los sectores conexos, en particular el de la producción de energía. Para que esto suceda, puede que deban introducirse cambios en los ámbitos normativo, institucional y técnico que alteren los modelos tradicionales.

Es fundamental actuar con prontitud. Las tendencias actuales de agotamiento de los recursos naturales indican que las actividades de producción de la agricultura de secano y de regadío se encuentran en el límite de la sostenibilidad o lo han superado. Es esencial subrayar la urgencia de adoptar las transformaciones necesarias en el núcleo del sistema alimentario mundial.