Los últimos treinta años han sido, en la historia mundial, la era de los medios de comunicación de masas. Luego de su aparición en la primera mitad del siglo veinte, la radio, la televisión, el cine y, claro, la pionera prensa, han logrado gran poderío social. Su trascendencia es tal, que el mundo entero se informa a través de ellos; por tanto, lo que aparece en los medios masivos de comunicación es lo que está sucediendo, y lo que no aparece en ellos, al no ser difundido, no se conoce o no se sabe que ha sucedido. Este panorama se complica en nuestro país cuando los grandes medios de comunicación se revelan centralistas, trabajando desde Lima y con una visión capitalina acerca de la realidad nacional, definiendo agendas informativas desde la gran agricultura y una perspectiva propia de las ciudades, no desde la sociedad rural.