En Túnez, el proyecto de Movilidad Rural Juvenil de la FAO brinda a las microempresas la oportunidad de ayudar a las personas a mantenerse radicadas en sus comunidades. ©Nikos Economopoulos/Magnum Photos for FAO
Sonia Mhamdi había hecho mentalmente el viaje a través del Mediterráneo. Pronto, estaría allí en carne y hueso, suponiendo que sobreviviera al viaje por mar. Cierto, estaría dejando atrás a sus tres hijos. Pero tal y como estaban las cosas, su presencia a su lado no les mantenía abrigados ni alimentados. Con su exilio lo lograría. Si tenía que llevar pan a la mesa, tendría que ser desde la distancia.
Ejemplo típico de las poblaciones semirrurales que se encuentran en el interior profundo de Túnez, la localidad de Sonia tiene dos nombres, pero pocas oportunidades. Conocida como Amdoun o Zahret Medien, es desde hace mucho tiempo un lugar de donde los jóvenes se marchan en lugar de uno a donde se mudan, ya sea viajando dos horas por carretera para llegar a la capital, o incluso más lejos.
En más o menos los últimos diez años, Túnez ha desarrollado una sociedad civil y una escena política activas. Los niveles de educación son relativamente altos. Pero el crecimiento económico ha tenido dificultades para despegar. La falta de trabajo es un lastre muy pesado. Las remesas de la emigración representan casi el 5% del PIB del país.
Sin embargo, la historia de la migración de Sonia no se contabiliza, porque no llegó a ocurrir. Es una historia de asociaciones coordinadas que dan a la gente la opción de quedarse, cuando las circunstancias conspiran para expulsarlos.
Cuando la FAO se puso en contacto con Sonia, esta tenía en su haber solamente 20 dinares, menos de 8 USD, lo que no era precisamente un capital. Sugerir que su ambición de ser empresaria había fracasado sería erróneo: era una idea tan inverosímil que nunca se había planteado. Y sin embargo, con una celeridad sorprendente, Sonia se convirtió en una mujer de negocios: comerciante de especias.
Gracias al proyecto, Sonia Mhamdi ha cambiado la pobreza absoluta por una molienda de especias. Otros beneficiarios han recibido ganado y formación para convertirse en agricultores ecológicos. ©Nikos Economopoulos/Magnum Photos for FAO
La FAO aprovechó la ayuda de la Agencia Italiana para la Cooperación al Desarrollo para proporcionar a Sonia especias, un molinillo y lecciones de gestión empresarial. Al poco tiempo, con su marido, su hermana y su cuñada, había comenzado a vender hierbas aromáticas y frutos secos. Se sometió a una formación continua para aprender a producir alimentos tradicionales con fines comerciales y más tarde estableció una red de proveedores agrícolas, la mayoría de los cuales eran mujeres. No son “mujeres con titulación”, insiste, hablando desde su tienda, desde donde llega una bocanada de perfume, “sino mujeres pobres que están realmente necesitadas: sus únicos títulos son sus brazos y sus manos”.
El año pasado, tras haber cambiado la pobreza extrema por la molienda de especias, marcharse ya no era la única opción de Sonia.
Su historia nos dice, por un lado, que incluso una modesta financiación inicial y una inversión en la transferencia de conocimientos pueden cambiar el curso las vidas de muchas personas. El proyecto de Movilidad Juvenil Rural del que Sonia formaba parte se expandió por Túnez y Etiopía: cuando terminó al cabo de tres años y con un coste de 2,5 millones de USD, había creado más de 600 puestos de trabajo en ambos países.
El caso de Sonia confirma que, en ausencia de conflictos o luchas civiles, el espíritu empresarial puede florecer en condiciones aparentemente difíciles. También nos recuerda que las mujeres rurales son un recurso en gran medida sin explotar, con el potencial de transformar las cadenas de suministro alimentarias y las economías locales. La velocidad y el alcance de la cambiante fortuna de Sonia deberían hacernos ser optimistas -aunque no autocomplacientes- acerca de la capacidad del mundo para lograr los objetivos de la Agenda 2030.
Sonia y su marido: compañeros en la vida, socios en los negocios. ©Nikos Economopoulos/Magnum Photos for FAO
Las virtudes de las asociaciones no son nuevas: son la esencia misma de la cooperación internacional. En el caso específico de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), son también una necesidad operativa. Cuando la migración es el último recurso, puede destruir el núcleo de la vida familiar, inflamar los debates sobre políticas en los países de destino y afectar a la economía, tanto del lugar de origen como del lugar de llegada.
Una forma de gestionarla es a través de instrumentos de gobernanza mundial. Otra podría ser a través de la conjunción de un molinillo de especias financiado por Italia, de la capacitación diseñada por la FAO y de la capacidad de mujeres como Sonia para incorporar a otras al círculo virtuoso de la generación de ingresos, la seguridad alimentaria y el progreso económico.
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