FAO en Paraguay

Indígenas Mbya Guaraní mapean sus territorios y su futuro

Foto: ©FAO/Paraguay
08/08/2022

Experiencias del curso sobre Sistemas de Información Geográfica (SIG) impulsado por la FAO.

Asunción, Paraguay. Camina mostrando orgulloso la siembra que hizo al costado de su casa. Le siguen sus hijos, entusiasmados igual que él. “Trabajamos mucho para mantener nuestra huerta”, dice seguro, en una mezcla de guaraní y castellano, el jopará, lenguaje usado principalmente en el campo de Paraguay.

En algunas de las comunidades indígenas, yo como técnico puedo decir que hay producción, pero ahora falta más rendimiento. Se debe redoblar la producción para que cada familia se proteja en su propio terreno”, comenta.

José Vargas Alfonso, indígena del Pueblo Mbya Guaraní, de la comunidad Nueva Esperanza, del departamento de Caaguazú, señala con sus manos hasta dónde llega la huerta y, también, el territorio de su comunidad, protegido ahora con postes y alambres, para evitar que las plantaciones de sus vecinos colonos, se extiendan más allá de los límites establecidos.

Cuenta que gracias a una capacitación en la que participó junto con otros jóvenes indígenas de su pueblo, pudieron aprender a determinar exactamente los límites de sus territorios, así como las áreas protegidas para bosques. Sostiene que este hecho fue muy importante porque, por primera vez, lograron demarcar, en mapas y registros, las hectáreas que les corresponde y, sobre todo, los límites con sus vecinos.

José se refiere al curso sobre Sistemas de Información Geográfica (SIG), que fue desarrollado como parte de un proyecto regional de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). En esta iniciativa, participaron, localmente, el Instituto Paraguayo del Indígena (INDI), el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), el Ministerio de Desarrollo Social (MDS), el Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible (MADES), el Instituto Forestal Nacional (INFONA), y el Instituto Nacional de Desarrollo Rural y de la Tierra (INDERT). El objetivo del curso fue capacitar a jóvenes de comunidades Mbya Guaraní en el manejo de tecnología para obtener información geográfica. En 2022, el resultado logrado sigue generando réplicas en otras comunidades, ya que los que participaron de la capacitación, ahora realizan talleres para otras comunidades y pueblos.

José trabaja como técnico de extensión agraria del MAG, lo que le permite adquirir conocimientos actualizados y acompañar a otras comunidades indígenas. Con lo que aprendió en el curso, capacita a otros para que sean capaces de delimitar sus territorios.

Cuenta su experiencia. “Empezamos a trabajar en una capacitación para saber usar teléfonos, GPS, primeramente. Yo, por ejemplo, no sabía usar. No sabía qué era monitoreo comunitario, medición de área; no sabía nada de eso, pero ahora ayudo a otros jóvenes a hacer lo mismo”, afirma.

“A nosotros, el proyecto nos benefició para saber desde dónde es nuestra tierra. Ahora podemos planificar mejor para la producción; cuánto vamos a plantar, cuánto no. Y ese es un gran beneficio; ya se sabe cuántas hectáreas hay de plantaciones, cuántas hay de esteros y cuánto hay de bosques”, detalla.

Esperanza en la juventud indígena

Clarisa Flores es una joven indígena Mbya Guaraní de la comunidad de San Juan, de Caazapá. También participó del curso. Se muestra un poco nerviosa para la entrevista. Sin embargo, cuando empieza a hablar, el nerviosismo desaparece y cada frase que lanza lo dice con mucha seguridad. Y no para. Con esa seguridad en sus palabras y pensamientos, cuenta que su comunidad pudo lograr la titulación de su territorio gracias al mapeo y las delimitaciones que hicieron durante el curso.

Habla, con mucho ímpetu, del entusiasmo que tienen los jóvenes indígenas. Destaca lo aprendido en el curso, pero, a la vez, dice que están conscientes de que uno de los principales desafíos que tienen es seguir con su capacitación sobre diversos temas, no solo relacionadas a la agricultura, sino también sobre otras áreas técnicas que les permita sobresalir dentro y fuera de su comunidad. “Esperan mucho de nosotros, y nosotros los jóvenes tenemos mucho para ir cambiando”, dice con esperanza.

Yo como joven siento que falta más de nosotros para levantarnos. Hay mucha juventud en nuestra comunidad. Hay muchos que nos preocupamos por nuestra comunidad, hacemos trabajos como plantar árboles y otras cosas para ir levantando de nuevo nuestra comunidad”, expresa.

  • Reforzar la educación

En la comunidad Ypa’u Señorita nos encontramos con Ismael Romero. Estaba en la casa de su suegra. Ahí nos había marcado como punto de encuentro. En frente de la morada de madera con techos de paja, en la que estábamos, llama la atención el espeso campo de soja que se pierde en el horizonte. “Nosotros nos movemos en medio de sojales”, nos dice en un tono irónico, cuestionador. Es que, como cuenta, mucho de lo que ve alrededor de esa comunidad indígena es una imagen repetida de extensas plantaciones de soja.

Ismael resalta, como lo hicieron José y Clarisa, la importancia de la capacitación, como la brindada por FAO para monitorear sus territorios. Contó que, tras la medición, dibujaron mapas en los que detallaron los límites de sus territorios, las zonas de reserva, los arroyos, e incluso los tipos de plantas en determinados lugares.

“El proyecto FAO llegó muy bien a nuestra comunidad. Llegaron y hablaron primero con el líder; después se seleccionaron a los jóvenes que podrían capacitarse. Y vinieron con la FAO los hermanos indígenas de Panamá para las capacitaciones”, recuerda.

Resalta detenidamente el trabajo realizado: “Trajeron algo muy importante para conocer como comunidad cuántas hectáreas tenemos, cuánto bosque tenemos todavía y cuánta hectárea se usa en producción. Esas capacitaciones nos dieron los hermanos de Panamá. Y vimos que eran muy importantes”.

Y agrega un dato más que relevante: “Gracias a eso nosotros recuperamos nuestro territorio que se usaba en varias partes sin que sepamos. Antes no se conocían los límites. Las comunidades indígenas no sabían sus límites, ni la parte que usaban no sabían, y por eso las comunidades indígenas no eran respetadas. Ahora, con estos datos, nos hacemos respetar”.

Para la comunidad fue un gran paso, afirma Ismael, pero inmediatamente agrega que no pueden quedarse solo con eso. Piensa en sus dos hijos y en los más pequeños de su comunidad. “Siempre se necesita ayuda, pero nosotros mismos debemos empezar a lograr cambios, a través de la educación, de las capacitaciones”, sostiene en guaraní. “Comprendimos que ya no podemos alimentarnos y vivir de lo que nos daban los montes; ahora tenemos que cuidar nuestro territorio, debemos cultivar, tener animales en la casa, estudiar más; solo así podemos estar mejor”, reflexiona.

  • Mayor atención

Seguimos rescatando las experiencias de otras personas que participaron en la capacitación que brindo FAO. Así fue que, en el predio de una escuela, en la comunidad de Pindó, esperándola bajo una sombra, vimos llegar en motocicleta a Rumilda Fernández.

Estaciona su moto cerca de nosotros, saluda amablemente, le brindamos las explicaciones generales de la entrevista y empieza a reseñar lo que aprendió, no sin antes comentar algo que generó risas, con reflexión. “Comprar y andar en moto cuesta menos que un caballo”, dice bromeando, para luego, más seria, explicar que esa es la razón del por qué es más conveniente usar una motocicleta antes que un caballo para trasladarse de un lugar a otro. “Muchas cosas cambiaron”, analiza.

Rumilda, como los demás, nos habla de la intención de reforzar el sistema de educación de los niños y jóvenes de su comunidad. A la vez, reflexiona sobre la necesidad de que las instituciones del Estado les acompañen más de cerca para fortalecer sus comunidades y, muy especialmente, para sostener la agricultura familiar.

Sobre el curso, coincide con los demás. “Nos capacitamos, aprendimos cosas importantes. Hicimos un mapa comunitario, donde determinamos cuántas hectáreas tenemos. Ahora conocemos nuestros límites, desde dónde es nuestra línea, y eso es muy importante para nosotros porque no manejábamos, no sabíamos esa información”, comenta.

  • Conocimientos compartidos

La especialista en temas indígenas contratada por la FAO, Benicia Almeida, quien acompañó el proyecto, reflexiona en perspectiva sobre el resultado del trabajo realizado. Comenta que el proyecto tuvo dos fases, una primera con recursos de la FAO, y una segunda fase, que complementó la iniciativa, con recursos de la Oficina del Coordinador Residente de Naciones Unidas en Paraguay y del programa de pequeñas donaciones del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). En las dos fases, se buscó la participación de los jóvenes Mbya Guaraní, para la delimitación de sus territorios y la conservación de sus recursos naturales, en especial los bosques. Para esto, fue necesario generar capacidades para el manejo de sistemas de información geográfica.

Sostiene que lo principal fue haber logrado que los mismos jóvenes indígenas conozcan la tecnología, logren determinar y poner los límites a sus propios territorios. “Eso fue muy valorado por los miembros y líderes de las comunidades y, sobre todo, por los jóvenes que ya tienen ese conocimiento de cómo hacer y ya están ayudando a otras comunidades también”, indica.

Uno de los aspectos que ayudó a que el proyecto logre sus objetivos, sostiene Benicia, fue la experiencia y conocimientos compartidos por indígenas de Panamá que llegaron al país para brindar sus conocimientos y experiencias. “Cuando se hizo el intercambio con los jóvenes de Panamá, con técnicos que se formaron también en este proceso, fue muy bueno. Vinieron a contar sus experiencias, a transmitir sus conocimientos, y eso fue muy importante. Yo creo que eso fue lo que aseguró el éxito en tan corto tiempo”, afirma.

  • Más capacitación, una misma realidad

El recorrido realizado en comunidades indígenas de los Mbya Guaraní para conocer la experiencia alcanzada con el proyecto de la FAO y el curso en Sistemas de Información Geográfica con jóvenes indígenas, no solo reveló aspectos positivos de los conocimientos transferidos. Se verificó que los jóvenes replican los conocimientos aprendidos, y que algunas comunidades lograron determinar, legalmente, los límites de sus propiedades, además de que pudieron identificar sus problemas comunes.

Existe coincidencia en la importancia de la formación técnica, la necesidad de reforzar la educación de los jóvenes y niños, y es latente el reclamo de una mayor presencia pública en materia de asistencia, sobre todo para la agricultura.

En medio de necesidades y adversidades, los jóvenes indígenas Mbya Guaraní que participaron del proyecto, saben que, solo con esfuerzo, podrán lograr una vida mejor para sus familias y sus comunidades.

 

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