Centro de inversiones de la FAO

Los bytes de los Balcanes: cómo el emprendimiento agrícola digital está cambiando un país

Con el apoyo de la FAO y el BERD, un joven activista social cablea el corazón rural de Montenegro
18/06/2021

En marzo de 2021, una vaca montenegrina se convirtió en el primer ejemplar conocido de la especie — de hecho, el primer activo agrícola de cualquier tipo— en ser comprado en moneda virtual en los Balcanes occidentales. De forma humorística, pero muy apropiada, fue bautizada como Bitkoinka.

El animal se vendió por 0,013 bitcoines, el equivalente a 1 600 USD. Al hacerlo, alcanzó el tipo de fama asociada habitualmente a las estrellas de los realities que abundan en las pantallas de televisión de Montenegro. En su propio país, y en todos los Balcanes occidentales, se comenzó a hablar de los mercados agrícolas digitales. El hecho de que esto ocurriera —en un entorno en el que, hace unos años, comprar un animal era cuestión de que llegase a oídos del interesado y luego pagarlo en mano— se debe en gran medida a un joven.

Un joven al que le robaron algunas de sus pertenencias y decidió transformar su patria.

Vacas, campo y cintas de vídeo

Marko Maraš tiene 31 años. Desgarbado y locuaz, con el cabello rubio recogido en una cola de caballo, no representa, como él mismo admite, al típico campesino montenegrino. Tampoco lo es, en realidad, aunque haya trabajado como peón agrícola. Al escucharle, se nota que su afinidad con el mundo rural siempre estuvo ahí, pero solo de forma latente hasta mediados de la década de 2010. Marko tenía un negocio de alquiler de equipos de vídeo en la capital montenegrina, Podgorica, cuando su vida cambió. "Me robaron equipos por valor de 20 000 USD", explica.

Y eso fue el detonante. En un abrir y cerrar de ojos, las cosas dieron un vuelco; escuchó una llamada. Marko hizo las maletas y se trasladó a Sudamérica. Fue voluntario en proyectos de desarrollo rural en Bolivia, Ecuador y Perú, hasta que sintió lo que él llama "el impulso". "Del patriotismo", explica. Se refiere a un tipo de patriotismo reflexivo y sin ostentación: el que detecta una vulnerabilidad nacional y se propone solucionarla.

Independiente desde 2006, Montenegro es un país antiguo a nivel histórico pero nuevo políticamente hablando. Es una de las naciones más pequeñas del mundo, tanto en extensión como en población, con poco más de 600 000 habitantes. Altas cordilleras se adentran en el litoral adriático y desde los pastos alpinos se dominan playas y olivares. La agricultura apenas supone unos pocos puntos del PIB. Antes de la pandemia de la enfermedad por coronavirus (COVID-19), el turismo representaba el sector más importante. Sin embargo, social y emocionalmente, la agricultura tiene gran repercusión. El número de productores no supera los 50 000. Pero de un modo u otro, casi un tercio de la población activa depende de los empleos rurales.

Como en otros lugares de la región, parte de las tierras de cultivo de Montenegro fue colectivizada en la época socialista. Su regreso a manos privadas ha salpicado el país de pequeñas explotaciones familiares: cuatro o cinco vacas es una buena media para los hogares ganaderos. La gente del campo tiene aquí un carácter rudo. Asociarse de forma voluntaria es algo poco frecuente.

 

El negocio de los pollos

Al regresar a su tierra natal, Marko ayudó en las granjas, gratuitamente o a cambio de la cena. También pensó en dedicarse a la cría de pollos. No tenía una visión optimista de la vida: con escasas vocaciones agrícolas, los jóvenes como él eran casi una especie en extinción en el campo. Sin embargo, “el impulso” estaba ahí: “Tenía como idea fija querer mantener vivas las montañas de Montenegro”.

¿Dónde comprar pollos para empezar el negocio? Resultó que no había ningún lugar. De hecho, no había información sobre quién podría tener para vender; no había servicios de apoyo a la comercialización; no había mercado. La avicultura presentaba dos opciones: o uno nacía ya dentro de esa actividad, o podía olvidarse de ella. Y los nacidos en los últimos 30 años tenían muchas más posibilidades de trabajar en el extranjero.

Sus planes cambiaron una vez más. La cría de pollos quedó descartada. La intervención sistémica estaba de moda, aunque con un aire improvisado y un enfoque “de abajo hacia arriba”. En 2017, Marko creó un sitio de anuncios clasificados —lo que él denomina “Craigslist para la gente del sector agrícola”— y lo llamó seljak.me. Luego se dedicó a contratar proveedores.

“Lo hice de la forma más analógica imaginable, conduciendo por las carreteras de montaña, parando cuando veía un par de cabras pastando, saltando del coche y abordando al pastor para hablarle sobre el emprendimiento digital”, se ríe. “Podía ver cómo me miraban de arriba a abajo con esa expresión que decía, ¿quién diablos es este tipo y de dónde ha salido?”

Seljak significa campesino en montenegrino. Una denominación en principio despectiva, de la que se ha reapropiado con cariño. Con el tiempo, el sitio web se convirtió en el primer mercado agrícola entre iguales de Montenegro, permitiendo a los agricultores comprar y vender insumos, desde papas de siembra hasta pulverizadores eléctricos, o incluso animales como la vaca Bitkoinka. A finales de mayo de 2021, seljak.me se relanzó como una auténtica plataforma de comercio electrónico y de intercambio de conocimientos: sigue ofreciendo un servicio de atención al cliente casi en tiempo real.

Marko acaba de empezar a pagarse un sueldo, y tampoco muy alto. La idea no era ganar dinero, sino dar a luz a una forma de emprendimiento social que refuerce al mundo rural y consolide en el proceso a la comunidad nacional. “Para mí, el patriotismo tiene que ver con la solidaridad. Construir un espacio juntos”.

La FAO y el BERD brindan su apoyo

"Montenegro tiene el mar y las montañas, y una gran diversidad de productos agroalimentarios tradicionales", afirma la economista agrícola de la FAO Nina Coates. La FAO, junto con el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD), está fomentando seljak.me como parte del paquete de respuesta de ambas organizaciones frente a la COVID-19. La asociación está reforzando las cadenas cortas de suministro de alimentos y prestando apoyo a la comercialización y a las tecnologías de la información. También está registrando a los pequeños productores y agrupando su oferta para venderla a hoteles y minoristas. Por último, mientras Montenegro negocia su adhesión a la Unión Europea, la FAO ofrece asistencia técnica para registrar las operaciones agrícolas informales y aumentar la aplicación de las normas de inocuidad de los alimentos.

De excéntrico a famoso

La creciente cobertura de los medios de comunicación y el reconocimiento popular han empezado a abrirle las puertas a Marko, en un ambiente donde, dice, "el escepticismo es, ante todo, la actitud por defecto. Ya no aparezco en la casilla que dice tipo gracioso con ideas descabelladas".

"Ideas tiene muchas", ríe Coates, de la FAO. "Algo así como 12 por minuto. Las escupe como un volcán. Pero yo las considero brillantes, más que locas. Marko está cambiando el discurso de los productores rurales jóvenes... y de los consumidores".

Una de sus ideas consiste en crear una nueva criptomoneda agrícola. Otra sería que los ganaderos llegasen a acuerdos con los operadores de telefonía móvil para dotar al ganado de rastreadores GPS asequibles, una forma de hacer el pastoreo menos oneroso y, por tanto, más atractivo para los jóvenes.

El interés que despiertan en general Marko y sus socios inspira aún más a Coates, ya que la pandemia ha acabado con los ingresos del sector turístico, lo que añade presión a la comunidad campesina de Montenegro para generar beneficios a nivel interno. "Así que, ya sabes", dice Coates con una sonrisa, "vamos a convertir este limón en limonada digital. En Montenegro por ahora, pero ―quién sabe― dondequiera que la agricultura necesite ese toque para reinventarse".

Photo credit ©Vedran Ilić