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Resumen ejecutivo

El cambio climático sigue planteando retos para la vida y los medios de subsistencia en todo el mundo y amplía los problemas a los que ya se enfrenta la humanidad. El objetivo de este informe es exponer los posibles efectos del cambio climático en las plagas de las plantas y, por tanto, en la sanidad vegetal, basándose en un análisis de la literatura científica y de los estudios que han investigado estos aspectos. Una plaga vegetal, en lo sucesivo denominada “plaga”, es cualquier especie, raza o biotipo vegetal o animal o agente patógeno dañino para las plantas o productos vegetales. Los ejemplos históricos y actuales muestran claramente los grandes daños que pueden causar los brotes de plagas. El calentamiento facilita la introducción de organismos no deseados; un solo invierno inusualmente cálido puede ser suficiente para ayudar al establecimiento de plagas invasoras, que de otro modo no podrían establecerse. De hecho, la creciente globalización del mercado de los últimos años, unida al aumento de las temperaturas, ha dado lugar a una situación extremadamente favorable para el desplazamiento y el establecimiento de las plagas, con el consiguiente aumento del riesgo de graves impactos en los bosques y los cultivos.

Los estudios han evaluado los efectos de varios factores atmosféricos y climáticos, como el aumento de la temperatura, el dióxido de carbono y el ozono y los cambios en los patrones de agua o humedad, sobre la distribución, la aparición, la abundancia de las plagas y la gravedad de muchos otros riesgos de plagas que plantean. La mayor parte de la investigación se ha centrado en los sistemas gestionados (por ejemplo, los cultivos agrícolas y hortícolas y los árboles forestales), mientras que los sistemas no gestionados se han dejado más o menos de lado. Se han utilizado muchos enfoques de investigación diferentes, que van desde la realización de experimentos de laboratorio y de campo hasta la realización de estudios de simulación del riesgo futuro de plagas.

La mayoría de los estudios, realizados con cultivos de cereales y hortícolas, indican que, en general, el riesgo de plagas de insectos, patógenos y malas hierbas aumentará en los ecosistemas agrícolas ante los escenarios de cambio climático, especialmente en las zonas árticas, boreales, templadas y subtropicales más frías de la actualidad. Esto también es cierto, en su mayor parte, para los patógenos y las plagas de insectos en la silvicultura. En el caso de los sistemas no gestionados, el reducido número de informes de investigación del que se dispone no permite extraer conclusiones generales.

Es necesario adoptar medidas de prevención, mitigación y adaptación para limitar la propagación internacional de las plagas a través del comercio y los viajes. Estas van desde las medidas fitosanitarias, como el uso de semillas y material de plantación sanos, hasta la adopción de los últimos avances tecnológicos, como los métodos innovadores de administración de plaguicidas. Las opciones de mitigación y adaptación a corto y medio plazo incluyen medidas como el uso de variedades resistentes y la alteración del microclima.

A pesar de la gran cantidad de estudios sobre la biología del cambio climático, todavía existen importantes lagunas en la investigación sobre el impacto del cambio climático en las plagas y, por consiguiente, en la sanidad vegetal. Estas lagunas incluyen el efecto del cambio climático en la eficacia de las estrategias de gestión, en las plagas bajo el suelo y en los sistemas forestales y no gestionados. Se necesita un enfoque multidisciplinar a largo plazo que aborde los problemas tanto de los países en desarrollo como de los industrializados. Es necesario mejorar la cooperación internacional y también invertir en la creación de capacidades, para garantizar sistemas sólidos de análisis de riesgo de plagas, vigilancia y seguimiento.

En conclusión, los datos examinados en este informe indican claramente que, en muchos casos, el cambio climático provocará un aumento de los problemas relacionados con la sanidad vegetal en los ecosistemas gestionados (por ejemplo, la agricultura, la horticultura y la silvicultura), semigestionados (por ejemplo, los parques nacionales) y, presumiblemente, también en los no gestionados. Los cambios climáticos recientes están obligando a ajustar los protocolos de protección de las plantas, pero en el futuro será cada vez más importante realizar nuevos ajustes, si se cumplen las previsiones de cambio climático. Es de suma importancia mantener los servicios de los ecosistemas gestionados y no gestionados y los productos, incluidos los alimentos, en condiciones de cambio climático. La protección preventiva y curativa de las plantas es uno de los componentes clave necesarios para mantener y preservar la seguridad alimentaria actual y futura.

©FAO/Louis Tato
Operaciones de control de la langosta del desierto en el Cuerno de África