Por: Ileana Grandelis y Nicolás Díaz Castellanos
Desde 2015, la FAO implementa en Guatemala el Programa Enfoque Integrado de País (ICA, por sus siglas en inglés) para la promoción del empleo juvenil rural decente, en colaboración con el Ministerio de Trabajo y Previsión Social (MINTRAB), el Ministerio de Agricultura Ganadería y Alimentación (MAGA) y el Ministerio de Economía (MINECO).
Una de las iniciativas implementadas en este marco es, desde 2017, “La Factoría de trabajo para el impulso del emprendimiento y la MIPYME,” un verdadero laboratorio de proyectos de iniciativa empresarial comunitaria, liderados plenamente por los jóvenes. Todas las empresas en formulación se basan en la agricultura o en la cría de ganado, pero también aprovechan las oportunidades no aún desarrolladas a plenitud, como el ecoturismo, la reforestación y las energías renovables.
María Chum Pastor es una de las estudiantes de La Factoría, plataforma a través de la cual ya se encuentra impulsando sus sueños empresariales y desarrollando sus capacidades de negocio y de asociación estratégica.
“En mi comunidad hay muchas decisiones difíciles de tomar, como el envío de niños o incluso de bebés al extranjero. Todo el mundo emigra: muchachos y muchachas, mujeres jóvenes e incluso familias enteras", dice María, de 26 años de edad, oriunda de Climentoro, Aguacatán, en el departamento occidental de Huehuetenango, hogar que valora y que representa su valiosa descendencia indígena, a pesar de ser uno de los departamentos de Guatemala con el mayor índice de pobreza (73.8 por ciento).
“Para que los jóvenes de aquí puedan ser empresarios, lo primero que hay que hacer es romper con algunas tradiciones. A veces la comunidad misma es el primer obstáculo: no quieren creer en algo nuevo o mejor", observa María, analizando una de las problemáticas de fondo en su entorno a la cual le está haciendo frente gracias a su visión y sus capacitaciones promovidas por la FAO y su programa ICA.
“Yo migré antes, dentro de Guatemala, durante un año y medio. Me fui a otra región y trabajé en una fábrica, pero me di cuenta de que las personas que trabajaban allí no tenían estudios, mientras que yo sí los tenía. Me pregunté: "¿Tener formación no significa nada entonces?", por lo que decidí regresar a mi comunidad y aprovechar al máximo los recursos que tenía a mi alcance y empezar allí”, agrega María, muy consciente de sus logros académicos y de la importancia de invertir en las oportunidades donde sus estudios aporten a su entorno y nutran sus sueños de empresaria. En otra oportunidad María pensó emigrar hacia otro país, y aun así cuando trabajaba en otro departamento confiesa que sólo lo hacía por tener solvencia económica y no porque disfrutara plenamente de su labor.
“Me di cuenta que era mejor estar dentro [de la comunidad] y hacer lo que a uno le nace, y que al trabajar con las familias y con las comunidades uno sale adelante también. Cuando se me presentó la oportunidad de La Factoría, para mi fue una escalera, un fruto muy bonito para realizar lo que tanto deseo: un pequeño emprendimiento para los jóvenes – en lo que ahora estoy trabajando,” recuenta María, quien también tiene la visión de acompañar su emprendimiento con una escuela de arte para que los jóvenes tengan donde ir y no caigan en vicios.
Es con esta misma determinación que María ha venido formando parte de este proyecto apoyado por la FAO, el cual proporciona un entorno pedagógico (que pronto será plasmado en una plataforma en línea) para 75 jóvenes empresarios en Guatemala. El mismo busca compartir las buenas prácticas empresariales y de gestión de negocios para aprender de las experiencias de los demás, permitiéndoles adquirir habilidades de liderazgo y una mentalidad más centrada en los negocios, sobre todo aquellos con un enfoque de desarrollo inclusivo rural territorial. Para María, es una prioridad no solo para ella, sino también para su comunidad, la cual debe crear nuevos incentivos para que su gente invierta en su lugar de origen y no opten por emigrar en busca de mejores oportunidades.
“La mayoría de las personas [de nuestra comunidad] han decidido emigrar hacia los Estados Unidos, ya que [estaban encontrando allá] más oportunidades de trabajo. Una minoría [de los migrantes de la comunidad] se van a otros lugares del país a buscar trabajo o a mudarse definitivamente,” comenta María, añadiendo cómo ella ha visto que muchas jóvenes, al igual que ella, han salido de la comunidad y terminan trabajando en casas, fábricas o restaurantes, todas con ganancias por debajo de un nivel digno.
La iniciativa de La Factoría es parte de un enfoque territorial más amplio, que tiene como objetivo valorizar las vocaciones de los territorios para el desarrollo empresarial (individual como comunitario) y empoderar a los jóvenes para que sean capaces de aprovecharlas y liderar el cambio en el agro. Este esfuerzo forma parte integrante del trabajo de FAO en la región para aumentar la participación y visibilidad de la juventud rural en los procesos de desarrollo, así como sus capacidades de liderazgo y emprendimiento.
Al definir, formular y viabilizar los 75 proyectos previstos de iniciativa empresarial como complejos comunitarios productivos y comerciales basados en la colaboración multisectorial en las comunidades de origen de los 75 jóvenes formados, se prioriza juntar al mayor número de familias posible trabajando en un emprendimiento en común, para lograr un total de 1,500 micro-emprendimientos articulados entre sí.
Gracias a esta iniciativa, María ha diseñado de la mano de su comunidad un plan de negocio enfocado a la ganadería y la venta de productos lácteos, así como al cultivo de hortalizas de manera sostenible con fines comerciales. Esto no sólo será beneficioso para ella, sino también para su comunidad ya que su propuesta de negocio incluye de 10 a 15 microempresas.
En un futuro cercano, María espera que el plan de negocio sea una realidad. A medida que María se aproxima a su meta de convertirse en empresaria, no deja de reflexionar sobre el valor innato de la agricultura en los medios de vida suyos y de su comunidad.
“La agricultura es parte de nuestra cultura, es un regalo de nuestros predecesores. Así que necesitamos preservarla haciéndola más sostenible”, afirma María, sobre todo pensando en comunidades indígenas como la suya, las cuales sufren desproporcionadamente la pobreza a nivel nacional (79.2 por ciento de poblaciones indígenas en el país viven en pobreza).
“El proyecto [que estoy desarrollando] está generando un cambio en mi vida y en la vida de mi comunidad, del cual me siento orgullosa. Veo cosas que no fueron valoradas antes por nuestra comunidad. Ahora queremos mostrarlas”, concluye.
Esta iniciativa de la FAO apoya a jóvenes como María al prestarles acompañamiento técnico, operativo y de asociación en el diseño de un proyecto. A lo largo de este proceso se les anima a aprovechar las oportunidades financieras y de mercado y a utilizar las tecnologías de la información y de las comunicaciones (TIC) para movilizar el apoyo del sector público y privado, de tal manera estimulando el desarrollo local en sus territorios.
La iniciativa se dirige a los jóvenes que viven en zonas como Quetzaltenango, San Marcos, Huehuetenango y Totonicapán, en Guatemala occidental, que son aquellos departamentos más afectados por la migración interna y al extranjero.
Para jóvenes de comunidades rurales como María, la iniciativa de La Factoría ha representado una oportunidad preciosa para intercambiar con jóvenes de otros departamentos, adquirir capacidades de liderazgo, aprender a pensar con una lógica más empresarial e identificar por ellos mismos nichos de oportunidad de mercado.
“Ahora en mi proyecto quiero dirigir, aprovechar los recursos que tenemos, abrir las puertas dentro de la misma comunidad para los productos locales,” concluye María, pensando en este futuro ya casi palpable, en el cual el producido de su comunidad llegue a mercados más grandes y los jóvenes puedan invertir en su futuro y en su comunidad.
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Video: https://youtu.be/2g57gnuBY1s
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