Medir el hambre, la seguridad alimentaria y el consumo de alimentos

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Acerca de la prevalencia de la subalimentación

El indicador 2.1.1 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), es decir, la prevalencia de la subalimentación, es el indicador tradicional de la FAO para el seguimiento del hambre a escala global y regional. La prevalencia de la subalimentación es una estimación de la proporción de la población que se ve afectada por una privación grave de alimentos, es decir, que consume una cantidad de energía alimentaria insuficiente. En conjunción con la medida de la inseguridad alimentaria basada en la escala de experiencia de inseguridad alimentaria (FIES), puede utilizarse para medir el progreso hacia la consecución del ODS 2: poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición, y promover la agricultura sostenible. 

El origen de la prevalencia de subalimentación

La FAO comenzó a publicar evaluaciones de la insuficiencia alimentaria en 1946, en sus encuestas alimentarias mundiales. Cuando, en 1961, el eje del debate sobre la seguridad alimentaria pasó de la disponibilidad de alimentos al acceso a los mismos, se presentó un método para estimar el porcentaje de personas de una población expuestas al riesgo de no disponer de alimentos suficientes.

La prevalencia de la subalimentación se introdujo en 1974 como método para estimar la prevalencia del acceso insuficiente a los alimentos. Estaba basada en la distribución logarítmica normal de la ingesta habitual de energía alimentaria.

La prevalencia de la subalimentación fue adoptada, a partir de 1999, como indicador oficial de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y, a partir de 2015, como indicador 2.1.1 de la meta 2 de los ODS: poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición, y promover la agricultura sostenible.

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Subalimentación y hambre

La subalimentación se define como la condición en la cual el consumo habitual de alimentos de un individuo es insuficiente para proporcionarle la cantidad de energía alimentaria necesaria a fin de llevar una vida normal, activa y sana. A los efectos del seguimiento a escala mundial, el hambre se define operativamente como sinónimo de subalimentación crónica. No debe confundirse la subalimentación con la desnutrición. Esta última es el resultado de una ingesta nutricional deficiente, en cuanto a cantidad y/o calidad, o de una absorción deficiente de nutrientes como consecuencia de una enfermedad frecuente o prolongada.

¿Por qué utilizar la prevalencia de la subalimentación para realizar la medición y el seguimiento de la subalimentación?

  • Proporciona estimaciones de la proporción de una población que consume de forma persistente una cantidad insuficiente de alimentos.
  • Brinda información útil sobre los cambios y las tendencias generales en relación con el hambre a lo largo del tiempo; la FAO publica estimaciones mundiales y regionales desde 1974 y estimaciones por países desde 1999.
  • Puede utilizarse para medir los avances hacia la consecución del ODS 2.
  • Puede sustentar un análisis de las principales causas de la subalimentación, por ejemplo, la disponibilidad de alimentos y el acceso a los mismos. 

La prevalencia de la subalimentación no resulta útil para:

  • identificar a las personas que están subalimentadas;
  • Brinda información útil sobre los cambios y las tendencias generales en relación con el hambre a lo largo del tiempo; la FAO publica estimaciones mundiales y regionales desde 1974 y estimaciones por países desde 1999.
  • realizar el seguimiento de los efectos a corto plazo de las políticas y programas nacionales o locales;
  • evaluar los fenómenos de breve duración que pueden afectar a la disponibilidad de alimentos y al acceso a los mismos (por ejemplo, la variación de los precios).